miércoles, julio 22, 2020

Protestas masivas y crisis política en Israel



Reclamos de renuncia de Benjamin Netanyahu, en un país golpeadísimo por el coronavirus y la recesión económica.

Las protestas contra Benjamin Netanyahu se han multiplicado en Israel en las últimas semanas, espoleadas por la expansión del coronavirus, la crisis económica y de desempleo, así como por el juicio de corrupción que se cursa contra el mandatario por varias causas de corrupción y tráfico de influencias.
En Jerusalén se repiten las manifestaciones frente a la residencia de “Bibi”. El sábado 18 fueron 2 mil personas las que se congregaron con tambores y vuvuzelas a reclamar allí su renuncia, con pancartas contra “el ministro del crimen” (“crime minister”), y la policía avanzó con carros hidrantes y a caballo contra cortes de ruta. También hubo manifestaciones este fin de semana en Tel Aviv, luego de una concentración el sábado 11 que reunió a 10 mil personas.
El gobierno, que venía desescalando la cuarentena desde fines de mayo, cuando los contagios alcanzaban los 17 mil, ha debido volver a restringir actividades ante el fracaso de esta orientación: los muertos hoy escalan a los 400 y los infectados a 50 mil, con un índice de 1.900 casos más por día (y en alza). El director de Salud pública renunció en su momento por la reapertura económica sin garantías adecuadas y los profesionales de la salud denuncian la falta de Equipos de Protección Personal. Miles de trabajadores sociales hicieron huelga durante una quincena por salarios más altos y una reducción en su creciente carga de casos, mientras que las enfermeras fueron a un paro nacional por la escasez de personal, que fue levantado en la noche de este 20 por compromisos del gobierno de nuevas contrataciones (que, sin embargo, se aplicarán en etapas). Al inicio de la pandemia, Netanyahu presumía una buena gestión y había “utilizado el brote pandémico para romper el estancamiento político” (en palabras del editor del diario Haaretz); hoy, solo el 30% de encuestados confía en su manejo de la crisis.
La reimplementación de restricciones -en particular sobre bares, restaurantes y salas de eventos- agrava el incendio económico. El desempleo alcanza el 21% (contra el 3,4% en febrero) y promete agudizarse, ya que el Banco de Israel prevé una contracción del 6% de la economía. “Bibi” anunció ahora un paquete de ayuda a las familias equivalente a 1,75 mil millones de dólares, pero no le trajo aire: algunos denuncian que no debería ser universal sino enfocado en las más pobres, un columnista israelí lo tildó de “soborno a las masas” y varios funcionarios recordaron que el déficit público ya va a estar por encima del 13% del PBI este año.
Finalmente, el juicio por corrupción promete extenderse, con la resolución judicial de reanudarlo en enero, con hasta tres comparecencias de testigos por semana.
Para más bronca popular, el Parlamento aprobó una exención de impuestos para Netanyahu. La Coalición Azul y Blanca de Benny Gantz, (ministro de Defensa, y acordado como sucesor de “Bibi) no aportó sus votos, mostrando una grieta más en un gabinete asediado por peleas internas. Pese a esta y otras expresiones de disenso, la implicación de Gantz en un gobierno repudiado ha dañado seriamente la carta alternativa de la burguesía israelí, abriendo un camino para un repudio integral del régimen político por parte de la población.

Desafíos

La composición de las protestas, policlasista, muestra la gran extensión del rechazo al mandatario y, al mismo tiempo, los obstáculos que se deberán superar si se busca abrir una salida de los trabajadores. En el heterogéneo espectro aparecen desempleados, sindicatos de estudiantes y jóvenes de gran combatividad, pero también dueños de restaurantes, que reclaman contra las restricciones sanitarias y, de conjunto, empresarios que piden subsidios. Hubo incluso habitantes de las colonias israelíes asentadas ilegalmente sobre suelo palestino.
Hay, sin embargo, señales promisorias para el problema político clave de la región, que es justamente la pelea contra el plan de anexión de Cisjordania acordado entre Netanyahu y Trump y, de conjunto, contra la opresión sionista del pueblo palestino -es decir, contra el Estado de Israel como tal. Pese a no contar las marchas con una presencia significativa de palestinos, se vio en ellas su bandera, así como pancartas contra el asesinato del joven Iyad al-Halak por la policía israelí, y hubo alocuciones, tanto de judíos como de palestinos, en denuncia sobre la ocupación de Palestina, aplaudidas y vitoreadas por la multitud. El importante rechazo al plan de anexión entre la población israelí ya había sido expresado en movilizaciones en Tel Aviv y en numerosos sondeos, mientras que los palestinos siguen dando su ejemplo de lucha con sistemáticas movilizaciones, incluso soportando la represión del Ejército israelí (como la balacera en Naplusa del viernes 17). El llamado “Acuerdo del Siglo” entró en una crisis, con un sector del imperialismo y de los gobiernos árabes alertando a Netanyahu sobre el potencial incendiario del plan y con Benny Gantz llamando a resolver, primero, el enorme problema de la pandemia.
El impacto negativo de la ocupación también sobre la población israelí es algo que ha dado sobradas muestras en estos días. La extensión del coronavirus a Cisjordania y Gaza, con 11 mil casos, retroalimenta la pandemia en la región. El uso de un sistema de rastreo para seguir a quienes tuvieron contactos con infectados, que había sido diseñado por la inteligencia israelí para vigilar a palestinos acusados de “terrorismo”, revela los lazos entre la represión externa y la represión interna (y para colmo de males, resultó un fracaso, con 12 mil alertas falsas reconocidas por el Ministerio de Salud).
La crisis política en Israel, incluida la de su política de exterminio, es un campo a explotar para el desarrollo de una salida de los trabajadores de la región, por una Palestina única, libre y laica como parte de una federación socialista de los pueblos de Medio Oriente.

Tomás Eps

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