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viernes, julio 24, 2020
“Recursos Inhumanos”: un relato de la desocupación y la opresión empresarial francesa
La miniserie estrenada en Netflix y protagonizada por Eric Cantona es un crudo thriller sobre el desempleo y la desesperación de la clase obrera en la mediana edad.
A los fanáticos del fútbol internacional les sonará el nombre de Eric Cantona. Uno de los mejores delanteros franceses de la década de los ’90, pasando del Olympique de Marsella a ser uno de los más valiosos en el Manchester United. Además de sus goles, triunfos y gambetas, otros lo recuerdan por un episodio, del que se cumplieron 25 años en enero: en un partido muy difícil en el estadio londinense de Selhurst Park, Cantona saltó a la tribuna para patear a un hincha que lo insultaba con gritos racistas. “Mi momento preferido es cuando le pegue al hooligan (…) Patear a un fascista no se saborea todos los días. Me arrepiento de no haberle pegado más fuerte”, afirmó al recordar el evento.
Quizás fue por esa combinación de iracundo y contestatario que el director Ziad Dourei decidió otorgarle el papel protagónico al futbolista, devenido en actor, en la miniserie Derapages (“Recursos Inhumanos”) basada en el libro de Pierre Lemaitre, Cadre Noirs.
Alain Delambre es un hombre que lucha con la depresión, la impotencia y la ira luego de estar más seis años desocupado. Casi en sus sesentas, fue despedido junto con todos los mayores de cincuenta de la planta en la que trabajaba luego de 25 años en el área de Recursos Humanos. Ahora, frente a la humillación de solo conseguir trabajos temporales y precarios debido a su edad y las deudas apilándose, Alain busca una salida extrema a su desesperada situación.
La serie arranca con su despido de una autopartista, por haber agredido a un abusivo supervisor, y con la amenaza de un juicio de parte de la empresa,y la solución a sus predicamentos aparece en la forma una entrevista laboral para un importante cargo en el departamento de RR. HH. de la aeronáutica Exxya.
El CEO de la firma, Alexandre Dorfmann, quiere poner a prueba la lealtad y la resistencia de sus ejecutivos para enviar a uno de ellos a la planta que se encuentra en Beauvais, al norte de Francia, donde deberán despedir a 1.250 trabajadores (dos tercios del personal). Dorfmann explica que la fábrica que buscan cerrar “es zona con problemas económicos y sindicatos nerviosos, la situación va a estallar. No solo quemarán algunos neumáticos. Ahora no hacen eso. Los obreros querrán destruir los medios de producción y quemar la fábrica. Amenazar con encerrar al tipo y lanzarlo por la ventana. Hay que probar su resistencia a la violencia.” Para ello, creará una falsa toma de rehenes para probarlos, donde los aspirantes al cargo de RR. HH. -entre los que se cuenta Alain Delambre, llevaran adelante los interrogatorios. Quien logre el mejor resultado quebrando a los ejecutivos será contratado.
“Planificar los despidos. Solo eso. ¡Qué trabajo! ¡No se trata solo de despedir a esos idiotas! A veces hay que negociar, y para eso, necesitamos hombres buenos, soldados, infantería del capitalismo. Entonces, ya no quieren elegir a cualquiera. Y para hallar al mejor, nada más útil que una toma de rehenes” afirma Delambre cuando “el juego de roles” toma un giro más real.
Aunque la serie es ficción, la prueba de Dorfmann está lejos de serlo. En octubre de 2005 un director de publicidad de France Televisions, Philippe Santini, creó una falsa toma de rehenes donde un grupo comando de la Guardia Nacional irrumpió en la sala de reuniones y redujo a todos los ejecutivos. Muchas de las víctimas de este ejercicio presentaron estrés postraumático y Santini finalmente fue condenado por el hecho. Este episodio es el que llevó a Lemaitre a escribir su novela y lo señala como “una nueva fase” en el control corporativo de la administración hacia sus empleados, otorgándose “un derecho sobre la vida y la muerte” de los mismos.
La miniserie intenta reflexionar sobre la deshumanización del capitalismo, el vil mundo empresarial, el desempleo y la desesperación de la crisis económica. El universo de Exxya es representado como un juego macabro, lleno de negocios oscuros y traiciones. El propio Alain Delambre no es más que un dato demográfico, elegido para participar del simulacro para cubrir un “cupo de diversidad”. Delambre, a pesar de estar sobrecalificado, no logra conseguir un empleo y lo pone en el camino la desesperación.
Sobre el final la serie invita a la reflexión. “Delante de ustedes”, apunta un monólogo de la hija de Delambre, “se encuentra un hombre que respetó al pie de la letra el contrato social. Él cumplió sus reglas. Le dijeron que estudiara y trabajara. Obtuvo diplomas y trabajó casi 40 años. Le dijeron que pida prestado para comprar un departamento. Lo hizo. Lo alentaron a tener hijos. Tuvo dos. Los envió a la escuela para que pudieran ganarse la vida. Lo hizo. Y de golpe luego de 40 años de servicio fiel llegado el momento de cosechar los frutos de su obediencia al contrato social la sociedad cambió de idea. No más trabajo, pensión reducida y humillación. Trabajos ocasionales, incertidumbre, progresiva pobreza, la promesa de un futuro sombrío envejeciendo en la pesadumbre. Por eso les pregunto: ¿quién violó el contrato social? ¿A quién estamos juzgando? ¿La empresa que tramó una toma de rehenes? ¿A la sociedad que explota y excluye?”
Cuando la serie se concentra en estos temas, es donde su crítica social es más fuerte, pero flaquea cuando comienza a concentrarse en el aspecto de thriller policial y carcelario, volviéndose inconstante.
Aun así el cuestionamiento es válido, en particular para la Francia actual. El miedo de Dorfmann a la acción violenta de los trabajadores es uno latente en la clase capitalista francesa, con las ocupaciones fabriles contra las reformas laborales, despidos y la experiencia de los chalecos amarillos. La realidad de Alain Delambre, entre la pobreza extrema y la desocupación, se ve en toda Francia. Según el Instituto Nacional de Estadística (Insse) la tasa de desempleo es de 7,8%: casi dos millones y medio de personas. Algunos medios indican que alrededor de 8,9 millones de franceses se encuentran viviendo bajo la línea de pobreza. Con los intentos de reapertura y reactivación económica luego de la cuarentena por el coronavirus, el gobierno de Emmanuel Macron quiere avanzar en un recorte del gasto público que profundizará el desamparo de millones de desocupados
Aún con todos estos elementos, un gran ausente es la intervención de la clase obrera. A pesar de que Alain se presenta reiteradas veces como un vocero y representante de los desocupados y con el peligro de 1.200 despidos, nunca vemos ningún intento de evitar o revertir la situación o el impacto de estas medidas. En su lugar la serie se concentra en el drama personal y la avaricia, dejando el tema solo como un disparador de los hechos que luego no se retoma. Con una Francia que viene siendo recorrida por levantamientos populares del sector de la salud y de otros gremios de trabajadores, de la juventud y del movimiento de mujeres, no está de más preguntarse si no fue una oportunidad perdida.
Recursos Inhumanos sirve como disparadora de debates sobre estas realidades, y como un interesante thriller policial sobre como la sociedad que empuja hacia la desocupación puede generar una respuesta contra ella, pero está lejos de abrir un interrogante sobre una salida colectiva de los trabajadores.
Santi Gonzalez
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