La Asamblea Nacional tiene el poder constitucional para impulsar la privatización completa de los yacimientos petroleros y mineros, y la vía de la asociación con el capital petrolero y minero internacional a la que apunta Maduro. Los líderes de la oposición de derecha se encuentran proscriptos, en función de distintas acusaciones y denuncias, e incluso hay una amplia persecución a partido de izquierda como el comunista y tupamaro. Bajo el auspicio de EEUU, muchos de los partidos opositores se abstendrán de participar, liderados por el líder opositor golpista Juan Guaidó. Fuera del oficialismo participación sellos fragmentados. El resultado está cantado.
Venezuela y la disputa por el petróleo enfrenta los intereses de pulpos yanquis y europeos, de un lado, y de China y Rusia, del otro. La coalición oficialista “Gran Polo Patriótico Simón Bolívar” (que integran el PSUV, Unidad Popular Venezolana y otros grupos), enfrenta al bloque “Alternativa Popular Revolucionaria”, salida del chavismo, una coalición integrada por el Partido Comunista de Venezuela, Patria Para Todos-Corriente Rafael Uzcátegui, Movimiento Tupamaro de Venezuela-Corriente José Pinto, Lucha de Clases-Corriente Marxista Internacional, Izquierda Unida, Movimiento Bolivariano Revolucionario - 200, entre otras organizaciones.
Maduro anunció el martes que “Si la oposición saca más votos que nosotros y nos ganan las elecciones el domingo, tomaremos otro camino (…)”. Aseguró que habrá más de 300 expertos siguiendo el desarrollo de los comicios. Sin embargo, el Grupo de Lima, el Grupo Internacional de Contacto sobre Venezuela, los Estados Unidos y la Unión Europea dijeron que las elecciones no poseen “condiciones libres ni justas” (ídem). La Oficina del Alto Comisionado de la ONU para DDHH, indicó que “las recientes decisiones del Tribunal Supremo de Justicia disminuyen la posibilidad de construir condiciones para procesos electorales creíbles y democráticos” (Bachelet).
El volcán de la transición
El país se encuentra sumido en una crisis económica y sanitaria gravísima. La pandemia se conjuga en Venezuela con una crisis devastadora. Faltan camas y personal de salud, los problemas de nutrición severa en la población se extienden y el deterioro en los servicios esenciales es terminal. La moneda ha sufrido otra pronunciada devaluación y la inflación sigue creciendo debido al descongelamiento de los precios de los combustibles e insumos importados, lo que representa el más brutal de los ajustes contra los trabajadores que cobran en bolívares.
Frente a esta crisis social, el régimen de Maduro gobierna bajo un estado policial.
Maduro se ha adjudicado una nueva ola de “bolivarianismo”, a partir de la victoria electoral de Arce en Bolivia, el Apruebo constitucional en Chile, la posibilidad del regreso de Correa, y las derrotas electorales de Bolsonaro y Trump. Las ve como un factor que levante el bloqueo a Venezuela. Probablemente, se trate de lo contrario, o sea que la identificación con el madurismo acarree una crisis precoz a todos esos procesos, como ya ha ocurrido con el Frente de Todos en Argentina. Sólo para ilustrar el punto, el gobierno argentino acaba de condicionar la integración a la Ruta de la Seda que promueve China, a la firma, antes, del acuerdo con el FMI.
Emiliano Monge
03/12/2020
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