Las relaciones entre Moscú y Kiev se vienen tensando cada vez más. En los últimos días, los aparatos de inteligencia y las usinas mediáticas del imperialismo dieron rienda suelta a una campaña de propaganda para justificar un aumento de la presión política y militar contra Rusia. Por un lado, a fines de noviembre, el presidente ucraniano Volodímir Zelenski advertía sobre la inminencia de un supuesto golpe de Estado orquestado desde el Kremlin, a concretarse los primeros días de diciembre, financiado por el magnate ucranio Rinat Ajmetov. Tanto Rusia como Ajmetov negaron tales imputaciones. Por el otro, los servicios de inteligencia difundieron la información de un masivo despliegue de tropas rusas en la frontera ucraniana, lo que, de acuerdo a The Washington Post sería el prolegómeno de una invasión a Ucrania en 2022. Rápidamente, el imperialismo mundial, con Estados Unidos, la Unión Europea (UE) y la Otan como principales protagonistas, asumió un papel de (mayor) confrontación y de arenga belicista contra Rusia.
Estos episodios se han abierto paso en un cuadro de profundización de los choques armados en la frontera oriental de Ucrania, en las regiones separatistas del Donbás. Allí las tropas ucranianas combaten contra los soldados de las zonas de Donetsk y Lugansk, los cuales son apoyados por Rusia y reclaman autonomía con respecto a Kiev.
El Servicio Federal de Seguridad ruso (FSB) detuvo el jueves pasado a tres presuntos agentes ucranianos y divulgó un video en el que los arrestados declaran su intención de hacer estallar bombas en territorio ruso y de fotografiar lugares estratégicos, lo que fue “desmentido” por el gobierno kievita (El País, 2/12). En este marco, un soldado ucraniano murió antes como consecuencia de un enfrentamiento contra los separatistas. El gobierno de Zelenski, por su lado, utilizó por primera vez en la región drones de origen turco.
Con estas escaramuzas como escenario, el militarismo imperialista se viene reforzando en las aguas del Mar Negro, frente a las costas de Crimea. Estados Unidos ha enviado destructores; la Otan ha realizado ejercicios navales, con vuelos de bombarderos a millas del espacio aéreo ruso; asimismo, Reino Unido se ha sumado a esta movida anunciando el envío de 600 soldados a Ucrania, en oposición a Rusia. El gobierno de Putin, entretanto, ha defendido “su derecho a desplegar tropas en su propio territorio como lo considere oportuno” (Euronews, 4/12). Rusia rompió sus relaciones diplomáticas con la Otan en octubre.
Estados Unidos respalda a Ucrania militar (con el entrenamiento de soldados y enviándole armas antitanques, por ejemplo) y económicamente, mientras que la Otan se dedica a reforzarla con tropas (realizan ejercicios conjuntos) y otros pertrechos bélicos.
Kiev, por su parte, dispuso unos 8.500 soldados en su frontera con Moscú y ha anunciado que trasladará las flotas que tiene instaladas en el Mar Negro hacia el mar de Azov, cuyas aguas están en disputa. Pretende hacer lo mismo en su frontera de 1.000 kilómetros con Bielorrusia, a lo que agregaría la construcción de fortificaciones. Para el gobierno ucranio, se trataría de “evitar una situación similar a la ocurrida en la frontera bielorruso-polaca, donde se concentraban unos 2.000 migrantes indocumentados para tratar de entrar en la UE” (Swiss Info, 2/12), y de prevenir que “Moscú utilice el territorio bielorruso para invadir el país”.
El mandamás bielorruso, Alexander Lukashenko, no tardó en posicionarse a favor del gobierno ruso y dijo que “si hay una nueva guerra en Donbás, Bielorrusia no se quedará al margen”; por eso ha acordado con Putin la puesta en marcha de ejercicios militares conjuntos en la frontera con Ucrania.
Los intereses en juego
La reunión que este 2 de diciembre congregó al canciller ruso Serguéi Lavrov, a una delegación ucraniana, y al Secretario de Estado norteamericano Antony Blinken en Estocolmo, con motivo de discutir los problemas en cuestión, ha revelado con mucha claridad el carácter explosivo de la situación. Blinken le dijo a Lavrov que Estados Unidos tiene “profundas preocupaciones sobre los planes de Rusia para renovar la agresión contra Ucrania” y ha amenazado con que si Moscú no desiste en su aparente intentona “invasora” habrá “grandes consecuencias” (Infobae, 2/12).
Lavrov ha dicho que su país busca “garantías de seguridad a largo plazo”, esto es, que se limite la ayuda militar de Occidente a Kiev y que se termine con cualquier vestigio de posibilidad para la incorporación de Ucrania a la Otan, y señaló que “el escenario de pesadilla de una confrontación militar está regresando a Europa”. La siguiente reunión de alto rango entre los países fue entre Biden y Putin, y no arrojó ninguna distensión.
Washington acaba de imponer nuevas sanciones al gasoducto ruso-alemán Nord Stream 2 y amenazó con incrementar las sanciones económicas contra Moscú. Cuando habla de “grandes consecuencias” se refiere a que se está barajando la idea de vetar a Rusia del sistema internacional de pagos SWIFT, que bloquearía de manera considerable los negocios rusos en el sistema financiero internacional.
La UE sumó presión anunciando nuevas sanciones contra Bielorrusia, y ha denunciado, junto a Estados Unidos, que Rusia se halla desarrollando una “guerra híbrida” en la región; a esto se añade el despliegue de tropas británicas para ayudar al gobierno de Polonia en el enfrentamiento fronterizo que mantiene con Minsk. El gobierno kievita, además, ha firmado un contrato con Francia para la construcción de barcos para la Guardia Costera.
Ucrania es para el imperialismo norteamericano una pieza clave en el ajedrez político mundial, pues no solo funciona como un pivote para cercar cada vez más a Rusia y continuar pujando por avanzar en el proceso de restauración capitalista (en Rusia y en el conjunto de los ex Estados obreros, así como también en China), sino también para disputar las esferas de influencia contra sus rivales europeos y mantener una presencia para apuntalar su dominio en el Cáucaso o en Medio Oriente. Putin transita el sendero de la restauración capitalista pero en beneficio de su propia oligarquía, lo cual entra en contradicción con las pretensiones de las potencias imperialistas.
La clase trabajadora debe desarrollar un curso de oposición tanto a la avanzada imperialista (y al pro imperialista gobierno ucraniano), como al gobierno de Putin y quienes les responden. Planteamos la lucha por una Ucrania unida, independiente y socialista.
Nazareno Kotzev
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