Alberto Fernández en el Smata y Javier Milei.
La inflación, la pobreza y el plan fondomonetarista del gobierno requieren una acción de conjunto del movimiento obrero ocupado y desocupado.
“Estoy esperando que la Justicia llame a los ladrones de guante blanco y les pida explicaciones por la deuda que tomaron”, declaró el presidente Alberto Fernández en un acto el martes pasado en Cañuelas. Es curioso que el primer mandatario haya declarado así en una semana en la que la deuda usuraria se discutió por partida doble: Martín Guzmán renegocia las metas con el FMI, lo que traerá más ajuste a la población, y el imperialismo hace un guiño con la postergación de los pagos del Club de París. Alberto respondió yendo a la Cumbre de Biden, más allá de algún amague inicial. El kirchnerismo busca cambios de figuritas que no refieren a cuestiones de fondo y la oposición patronal de Juntos por el Cambio y Milei difiere más en forma que en contenido. Todos usan guantes blancos.
Patria no, colonia sí
Las idas y vueltas gubernamentales terminaron en lo inevitable: Alberto Fernández va a la Cumbre de las Américas, cuna del imperialismo, que se llevará adelante entre el 6 y el 10 de junio. Los amagues sobre no asistir (que incluyeron un rumor de “contracumbre” con participantes de Cuba, Nicaragua) fueron más una pose de berrinche que una postura de fondo. Suena coherente, ya que, en la Rosada, cogobierna el FMI. El imperialismo, a su vez, viene de darle una ayuda: el directorio del Club de París le permitió diferir hasta septiembre del 2024 el compromiso de pago por USD 2.450 millones. Por supuesto que esto no es gratuito (los intereses usurarios siguen aumentando) pero el hecho ilustra que el capital financiero internacional, al menos por ahora, apuesta por el gobierno.
Debe ser por eso que Martín Guzmán percibió que tuvo buena recepción su pedido de “recalibrar” las metas de déficit fiscal primario para el segundo trimestre. El gobierno dice llegar con lo prometido para fin de año, pero argumenta que en estos meses se vio afectado por el salto inflacionario vinculado al contexto internacional. La palabra “waiver” (una suerte de pedido de “perdón” al organismo multilateral) volvió a sonar en las oficinas del Ministerio de Economía. La recalibración seguramente incluirá nuevos recortes a la obra pública y más tarifazos en el Presupuesto que el gobierno enviará el próximo mes por medio de un DNU.
El gobierno, mientras tanto, da muestras de hacer bien la tarea: esta semana la suba de tarifas llega a los hogares, con aumentos de hasta 25% para el gas y la luz. El acuerdo con el Fondo, como hemos denunciado varias veces, ataca el consumo de la clase trabajadora y deteriora sus condiciones de vida. Esta semana hubo otra estadística que comprobó esa certeza: según el cálculo anual de la Cámara de la Industria y Comercio de Carnes y Derivados de la República Argentina (CICCRA), el país está en un piso histórico del consumo de carne. El asado no volvió.
Incluso lo que el gobierno vende con bombos y platillos esconde un ajuste. El proyecto para actualizar los topes de facturación del monotributo eleva ese piso un 29%, es decir 11% menos que la paritaria más baja (40%), con una inflación prevista de 80%. Lo mismo ocurre con el mínimo no imponible de Ganancias (24%). Los “adelantamientos” son producto del descontento social pero el ajuste sigue.
La contracara son los beneficios patronales: el gobierno hace “esfuerzos” para sostener las reservas del BCRA pero instaura un régimen de divisas especial (cepo más flexible) para las petroleras, al servicio de Manzano, Rocca y compañía. Casa Rosada, guante blanco, círculo rojo.
El Frente de (Casi) Todos
“La interna no se soluciona solo con una reunión”, dijo esta semana Andrés Larroque, sobre las disputas que atraviesan el interior del Frente de Todos. Seguramente no, sobre todo teniendo en cuenta que el kirchnerismo patalea pero deja hacer: ni puso trabas ni renunció nadie de las dependencias de Energía que ellos dirigen y el tarifazo avanzó. Solo busca con situaciones aisladas mostrar una diferenciación con el derrumbe del gobierno y así intentar mantener su capital político.
Como novedad, el cristinismo dejó trascender el objetivo de lograr una suerte de “Frente de Todos sin Alberto”. Para eso Wado De Pedro ya inició una gira por el país en la que se reunió con sectores del PJ, como el de Barrionuevo o el de Urtubey. Esa misma impronta es la que rige en el intento de “Juanchi” Zabaleta de salir del Ministerio de Desarrollo Social para volver al municipio de Hurlingham, con el visto bueno de La Cámpora. Una política de esas características no hace más que evidenciar que tienen la siguiente perspectiva de fondo: despegarse del ajuste y cambiar algo para que nada cambie.
Adelante, ajustadores
De la convención radical en La Plata surgió, además del intento de un sector de instalar a Facundo Manes como candidato presidencial, una perspectiva política con un “matiz procapitalista” (La Nación, 31/5). Lo confirmó, si hacía falta, el senador por Tierra del Fuego Pablo Blanco, que habló de “impulsar cambios estructurales perdurables” en una columna del diario Perfil. Eso implica ir por los convenios colectivos, una nueva “reforma del Estado” y los demás objetivos de ataque a la clase obrera. Es este el gran debate para el que se prepara la burguesía, que busca sus reformas de fondo (laboral, previsional, impositiva, entre otras) y analiza los mejores armados para llevarlas adelante.
En ese marco, la derecha aparece dividida, cada vez más. Una parte de la UCR aspira a una interna con el PRO en una alianza que incluya a algunos sectores peronistas. El PRO, a su vez, encuentra a Larreta en esa sintonía pero al sector Macri y Bullrich con una radicalización hacia la derecha, cercana a Milei, que esta semana pidió la libre portación de armas. El autoproclamado “libertario” se viste de antisistema para buscar aprovechar el descontento social y canalizarlo por derecha. No descarta una alianza con Macri. Algo similar a lo que sucede en Colombia, en donde Rodolfo Hernández parece ser la vía del sostenimiento del uribismo dentro de los resortes del poder. Los “antisistema” derechistas son los más reaccionarios del sistema.
¿Por qué necesitamos un paro nacional?
Una acción de conjunto de todo el movimiento obrero es necesaria no solamente para enfrentar el ajuste, sino también para evitar que el deterioro de las condiciones de vida de la población sea el caldo de cultivo para planteos derechistas, casi fascistas. Necesitamos un paro nacional y un plan de lucha.
Ganar las calles contra el ajuste, contra la carestía, el avance de la pobreza y los planes del Fondo (compartidos por todo el arco patronal) sería el primer paso de un plan de acción que se desenvuelva en todo el país, para derrotar los planes del cogobierno del Frente de Todos y el FMI.
El peronismo y el kirchnerismo juegan a lo opuesto. La burocracia sindical de UTE, por ejemplo, convocó una marcha el lunes pasado no muy exitosa para dividir el paro y la acción de lucha de los docentes. En el campo del clasismo, por el contrario, la perspectiva es otra. Lo demuestra el Sutna con un paro con movilización y asambleas en las diferentes fábricas, por la recomposición salarial y el sentido reclamo del pago de horas al 200% para los fines de semana de la jornada habitual de trabajo. Lo mismo sucede con los docentes universitarios, con AGD-UBA a la cabeza, cuyo plan de lucha continúa en las próximas semanas. El gremio de prensa también dio la nota los últimos días, con paros en Clarín, Olé, Página 12 y Perfil.
Un paro general a nivel nacional y un plan de lucha en todo el país permitiría un hecho político en defensa del salario y buscaría derrotar el ajuste del gobierno. También sería un golpe a los intentos demagógicos de la oposición patronal y los “liberfachos”. Lo necesitamos más que nunca.
Santi Nuñez
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