Recientemente, el ´milagro´ volvió de la mano de las cosechas, con la introducción del paquete tecnológico de agroquímicos y semillas modificadas. Pero los resultados de ese salto de la productividad agrícola se lo llevaron los fondos financieros aplicados al agronegocio, las multinacionales de semillas y pesticidas y –otra vez- los acreedores internacionales de la deuda.
Ahora, la nueva versión del sueño argentino recae en Vaca Muerta, y la pretensión de “cancelar la deuda” con la exportación de gas. Los propagandistas de esta versión fantasean con “400 años de gas” en el área que tiene su centro en Neuquén y se extiende a varias provincias aledáneas. Los estudios más serios son mucho más prudentes: según el consultado especialista Alejandro Corenberg, el valor presente de los recursos de Vaca Muerta ascendería a unos 40.000 millones de dólares, el 8% del PBI. A las condiciones actuales de explotación, en términos de costos y reservas comprobadas, el horizonte de exportación se prolongaría durante unos diez o quince años. Las posibilidades de extender ese alcance están condicionadas a factores inciertos. Entre ellos, los costos crecientes de la exploración y verificación de nuevas reservas, por un lado, y las condiciones y precios del mercado energético mundial, del otro.
Más importante que ello es tener en claro que, mientas dure la “fiesta”, las recompensas de la piñata quedarán en manos de un lote selecto de corporaciones petroleras. El régimen de concesiones petroleras por 30 o 35 años -es lo que se está otorgando ahora- asegura el usufructo completo de los yacimientos por parte de los capitalistas involucrados. Las condiciones leoninas de esas concesiones fueron inauguradas por el contrato secreto entre el Estado y Chevron, que CFK reivindicó en su discurso de ayer. El corazón de ese régimen es la libertad para la repatriación de divisas -utilidades y exportación- por parte de los concesionarios. Pero desde entonces hasta hoy, esas prerrogativas fueron reforzadas. Las petroleras cuentan con divisas liberadas para la importación de bienes de capital y gozan de la exención de retenciones a partir de cierto volumen de exportaciones. A partir de comienzos de este año, Massa habilitó al llamado “dólar Vaca Muerta”, un régimen especial de acceso a divisas que permite utilizar parte de las exportaciones para girar utilidades al exterior o pagar deudas (“autopréstamos” de las filiales). Casi con la inauguración del gasoducto, el gobierno aseguró que el gas a exportar en un futuro contará con contratos “ininterrumpibles”. Esto significa que, ante cualquier restricción de suministro, la prioridad la tendrá el comprador extranjero de gas. La cláusula ha sido celebrada por la federación industrial paulista, que ha colocado a su ´amigo´ Daniel Scioli en el gabinete massista.
El sueño de los jeques
El gasoducto NK asegurará la provisión doméstica del gas que hoy se importa. Este anuncio, sin embargo, no ha sido acompañado de ningún otro vinculado a su industrialización –por caso, a través de la producción de fertilizantes, que emplean al gas como materia prima industrial.
En estas condiciones, y como explicamos en estas páginas, la exportación masiva de gas por gasoducto o en buques acondicionados, implicará la completa cesión de la renta gasífera -diferencia entre los costos internos de extracción y el precio internacional- a los monopolios petroleros y al capital financiero, que utilizará al boom gasífero como garantía para un nuevo proceso de endeudamiento. La contrapartida necesaria será la dolarización de las tarifas. Ese proceso, que arrancó en los tiempos de Kicillof-Galluccio con los planes “Gas Plus” y fue seguido por Macri-Aranguren, resultó parcialmente interrumpido por la bancarrota financiera de 2018/2019. La corrección tarifaria que hoy exige el FMI apunta, precisamente, a un reencauzamiento que enderece al mercado energético local con los proyectos ´exportadores´.
Por unas horas, CFK-Massa-Fernández se subieron al sueño de los jeques –nos referimos a la aspiración de las camarillas saudíes, después de la disparada de precios del petróleo de los 70, a transformar a sus reinos en potencias industriales. Los jeques se enriquecieron, pero la renta gasífera y petrolera quedó en manos de las petroleras y del capital financiero internacional, en medio de un agravamiento de la miseria y la polarización social. Pero no hace falta trasladarse tan lejos: mientras el ´trío patriótico´ festejaba en Saliqueló, la vecina Bolivia -el más reciente ´boom´ gasífero de la región- asistía a una grave crisis financiera y cambiaria. La bancarrota del país del altiplano obedece, por un lado, al salto exponencial de su deuda pública externa, que se ha sextuplicado al cabo de una década; por el otro, las reservas gasíferas, que operaban como garantía de ese endeudamiento, se han agotado sin atenuantes. Bolivia está exportando la cuarta parte de lo que lo hacía hasta antes de la pandemia. La insolvencia financiera de la petrolera estatal YPFB -a cargo de la compra y venta de gas entre productores privados y compradores del exterior- ha obligado a éstos últimos a puentear a YPFB y pagarles directamente a los proveedores. De este modo, se ha abierto la puerta a la privatización completa. La alianza del indigenismo con el capital petrolero internacional, corporizada en Evo Morales, se encuentra a las puertas de una cesación de pagos.
Semicolonia del gas y el litio
De todos modos, el kirchnerismo, así como los Fernández y Massa, no nacieron con el “bolivarianismo”, sino un poco más atrás. Todos ellos fueron parte del menemo-cavallismo. En este punto, el gasoducto NK reedita la experiencia de otro boom –el del yacimiento de Loma La Lata, que también prometió la ´liberación´ argentina a través de la exportación. Los dólares del gasoducto de exportación a Chile contribuyeron a sostener el régimen de la convertibilidad, en realidad, una gigantesca operación de endeudamiento que concluyó con la crisis mundial que arrancó en 1997/98 y siguió hasta el 2002. El gasoducto Néstor Kirchner es el ‘deja vu’ de aquella operación menemista, ahora condicionada por una hipoteca de 550.000 millones de dólares de deuda del Tesoro. Las promesas de exportación de gas operarán como garantía para la reestructuración de esa deuda virtualmente defolteada, y de nuevas operaciones de deuda. Nada de esto eximirá a las regiones afectadas por el fracking de los desequilibrios ambientales y de la acentuación de los antagonismos sociales, como ocurre hoy en los pueblos cercanos a la cuenca neuquina. El “moderno” gasoducto no sacará a la Argentina de su condición más “antigua” – la de semicolonia.
Marcelo Ramal
10/07/2023
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