Cuando la pasada guerra entre Israel y Líbano terminó después de 34 días de sangrientos combates, el responsable del imperio estadounidense, el presidente Bush, declaró en una rueda de prensa celebrada en el Departamento de Estado, que Líbano era un frente en la “guerra global contra el terrorismo”, equiparando la batalla de Israel contra las guerrillas de Hezbolá en Líbano, con las guerras dirigidas por EEUU en Afganistán e Iraq.
Bush dijo que el conflicto era una victoria para la política de su administración destinada a impulsar la democracia en Oriente Medio, y que suponía la derrota de Hezbolá, sin tener en cuenta las pretensiones de victoria del líder de la milicia. (CNN. 12/8/06).
Olmert y Peretz
Podemos estar de acuerdo con Bush en que la guerra en Líbano formaba parte de la guerra contra Iraq y del plan para imponer los intereses de EEUU en Oriente Medio. Pero en cuanto a la cuestión de quién ganó la guerra, la Comisión Winograd, creada por el gobierno israelí para investigar el comportamiento del ejército y el gobierno israelíes, tiene una opinión muy diferente, como se puede comprobar en el informe publicado por dicha comisión. El informe decía claramente que la responsabilidad del fracaso en la guerra residía en Olmert, Peretz y Halutz.
En él se acusaba al primer ministro Ehud Olmert de los “muy serios fracasos en el criterio, la responsabilidad y la cautela a la hora de ir a la guerra el pasado mes de julio”. Además añadía que Peretz no es apto para el cargo de Ministro de Guerra y que el jefe del ejército, Dan Halutz, que dimitió y se fue a Washington a estudiar a costa de los contribuyentes, utilizó su cargo para imponer la voluntad de los generales.
Winograd, en una intervención de 12 minutos que resumía el informe, dijo lo siguiente: “Establecemos que estas decisiones y la forma en que se tomaron, llevaron a graves fracasos. Responsabilizamos a estos fracasos al primer ministro, al ministro de defensa y al jefe del ejército. Si alguno de ellos hubiera actuado de un modo diferente y mejor, en la toma de decisiones y en modo durante el período en cuestión, los resultados de la campaña podrían haber sido diferentes y mejores”.
El objetivo de este informe es encontrar un equipo mejor capaz de dirigir la guerra sucia que tendrá lugar este o el siguiente verano. Como estos servidores en particular han fracasado ante la clase dominante israelí y norteamericana, la respuesta es similar a la que dio la Reina de Corazones a Alicia en el País de las Maravillas, “¡que les corten la cabeza!”
Tan pronto como se publicó el informe, los 111 miembros sionistas del parlamento que apoyaron la guerra se mostraron de acuerdo con los hallazgos del informe. Incluso algunos parlamentarios se unieron al llamamiento: “¡que les corten la cabeza”! Algunos de ellos llegaron a dimitir de este barco que se hunde, intentando mostrar así respeto a la clase dominante para poder unirse después a la nueva guerra del gobierno.
El martes pasado, el Secretario General del Partido Laborista, Eitan Cabel, dimitió de su cargo de ministro sin cartera, y anunció que reuniría al comité central del partido para discutir la retirada del laborismo de la coalición de gobierno. El ministro de la guerra, Amir Peretz, sin embargo, bajo una presión intensa desde dentro del Partido Laborista, tras la tormenta de la Comisión Winograd, consideró presentar su dimisión como ministro de defensa, quizá se materialice en los próximos días. No obstante, probablemente seguirá en el gobierno como ministro de economía.
Si la maniobra de Cabel estaba diseñada para dar un viraje al Partido Laborista y que éste se convierta en un partido de la oposición que lucha por los intereses de los trabajadores y la juventud, entonces sí sería un paso correcto, porque cuando la política reformista entre en un gobierno burgués siempre termina traicionando a la clase obrera. Sin embargo, su movimiento tiene como objetivo real buscar un nuevo acuerdo de colaboración de clases. Los dirigentes del ala de derechas del partido están más que contentos con la entrada en un gobierno encabezado por Netanyahu, si éste gana las elecciones generales. Si esto ocurre, sería un nuevo gobierno belicista que, al mismo tiempo, atacaría a los trabajadores y estudiantes.
El Likud, ahora en la oposición quiere nuevas elecciones generales, mientras que los que están en el gobierno quieren desembarazarse de Olmert y Perez. También quieren convencer a Olmert de que se retire permitiendo que alguien de su partido tome las riendas. Esto permitiría a la clase dominante seguir en el poder sin tener que enfrentarse a unas elecciones generales.
La semana pasada se celebró en Tel Aviv un mitin de masas, que apenas ocultaba su apoyo al Likud, pidiendo la dimisión de Omert y de su gobierno. Uzi Dayan organizó la manifestación, se trata de un antiguo general y reservista del ejército que exige un equipo mejor para dirigir la nueva guerra. Intentando atraer a tantas personas como fuera posible, los organizadores decidieron que en el mitin no podían hablar los políticos. Sin embargo, hicieron un llamamiento a todos los políticos interesados a que fueran y protestaran, incluso aunque no pudieran hablar.
Era imposible pedir a los políticos del Likud que no hablaran, cuando las encuestas muestran que la mayoría del pueblo israelí no apoya a ninguno de los políticos burgueses. Sin embargo, de todos los políticos corruptos Benajmín Netanyahu es al más popular, con un apoyo del 20 por ciento.
En una encuesta de Haaretz-Dialog, y dirigida por el profesor Camil Fuchs de la Universidad de Tel Aviv, veinticuatro horas después de la publicación del informe Winograd, mostraba que el 40 por ciento de los encuestados estaba a favor de la convocatoria de nuevas elecciones. Este era el caso especialmente entre los votantes de derechas.
La encuesta también decía que entre el 10 y el 17 por ciento de los encuestados preferían que el parlamento actual, con sólo 14 meses de vida, continuará como está y que cambiara el gobierno, dirigido por Benjamín Netanyahu y como viceprimer ministro Shimon Peres o la ministra de exteriores, Tzipi Livni. Sólo el 9 por ciento apoyaban al gobierno actual.
Especialmente vergonzoso fue que el partido Meretz, de “izquierdas”, apoyara la manifestación y que el cantante de “izquierdas”, Aviv Gefen, aceptara cantar, o que Yakir Aviv, presidente del Sindicato de Estudiantes de la Universidad Hebrea, en un momento en que los estudiantes están en lucha contra los planes del gobierno de aumentar las tasas, aceptara hablar en el mitin, cuando es totalmente consciente de que un gobierno del Likud no actuaría de manera diferente con relación a los estudiantes.
Aunque los intereses de la clase obrera están en la destitución de la actual pandilla que está en el poder, en cambio no podemos apoyar a otra encabezada por el Likud. Mientras continúa la guerra entre estos dos sectores, los estudiantes israelíes han intensificado su lucha. La semana pasada, miles de estudiantes con camisetas y banderas rojas exigían educación gratuita, se enfrentaron con la policía cuando intentaban bloquear la entrada de la autopista de Ayalon, después de quemas neumáticos y bloquear las carreteras que se dirigían a la universidad. Muchos estudiantes fueron brutalmente golpeados por la policía y 32 detenidos.
El ambiente militante de los estudiantes se reflejó incluso en el Tchnion de Haifa, conocido como un feudo de los conservadores. Los líderes del sindicato estudiantiles tuvieron que dar marcha atrás en su decisión de poner fin a la huelga, después de que muchos estudiantes se posicionara en contra de esta decisión porque no se podía permitir acabar con la lucha sin conseguir nada. Una encuesta mostraba cómo más del 80 por ciento de los estudiantes de Technion apoyaban la huelga.
La brutalidad de la policía enfureció a los estudiantes, comparando esta violencia con la utilizada contra los colonos cuando éstos fueron expulsados de Gaza. Mientras que los colonos compararon a la policía con los nazis y les lanzaban piedras y objetos peligrosos, la policía recibió órdenes estrictas de no utilizar la fuerza contra ellos. Por supuesto esta no es la única diferencia. Esta violencia policial contra los estudiantes suscita una cuestión, ¿cuál es la naturaleza del Estado burgués y a que intereses sirve? Evidentemente para cualquier persona consciente la respuesta es clara: a la clase capitalistas y a su orden opresor.
Mientras que a los colonos se les pagó generosamente, el gobierno quiere subir las tasas universitarias un 20 por ciento, encareciendo la educación y convirtiéndola en un privilegio sólo para las familias adineradas. Los estudiantes no pueden ganar solos esta batalla. Para ganar es necesarios un frente unido de masas con los trabajadores, organizados y desorganizados, profesores, padres, estudiantes de secundaria, como ocurrió recientemente en Francia y Grecia. No sólo unir fuerzas, sino plantear reivindicaciones en interés de los trabajadores y los estudiantes: educación gratuita desde la infancia, salario mínimo mensual de 5.000 shekels, nacionalización bajo control obrero y democrático de las fábricas y otras instituciones como los bancos, los puertos o la aerolínea nacional.
Para desviar la furia de los israelíes de la creciente crisis del Estado, el aparato de seguridad israelí intenta girar este descontento hacia los ciudadanos palestinos de Israel, quienes durante la guerra contra el Líbano se opusieron a la maquinaria belicista israelí. Se han centrado en Azmi Bishra y su partido, el Balad, que exigió la transformación del Estado sionista en un Estado para todos sus ciudadanos, tanto judíos como árabes. Fue acusado falsamente de ser un espía de Hezbolá durante la guerra e incluso de dirigir sus misiles contra la población civil, incluidos los árabes. La mayoría de los árabes palestinos en Israel entienden qué está detrás de estas falsas acusaciones y apoyan a Bishara. El sábado pasado se celebró en Nazaret un mitin de apoyo con 7.000 personas.
Desgraciadamente, los dirigentes del Hadash, Hinin y Barke, han perjudicado la campaña para defender a los palestinos en Israel, al pedir que Bishara regresara a Israel y que se enfrentara a un juicio porque “si es cierto que él rompió las reglas del juego, entonces el Estado tiene derecho a castigarle”.
La semana pasada el Servicio de Seguridad celebró una sesión a puerta cerrada para los periodistas judíos para aconsejarles como debían presentar esta cuestión a la opinión pública. Esto nos recuerda al escándalo Dreyfus en Francia a finales del siglo XIX. Dreyfus, un judío francés, era un alto graduado de la élite del Ecole Polytechnique, y un oficial de carrera de artillería, personal militar de alto rango. Después de la derrota francesa en 1871 a manos del ejército alemán, la Tercera República entró en una profunda y seria crisis.
En octubre de 1894, Alfred Dreyfus fue arrestado y más tarde acusado de pasar secretos militares a la embajada alemana en París. Fue acusado de traición por un tribunal militar en diciembre de 1894 y encarcelado en la Isla de Devil, una prisión en la Guayana Francesa. La acusación se basó en acusaciones falsas. Una lista escrita a mano y que supuestamente declaraba que era su propia letra.
Detrás de la histeria contra Dreyfus estaban los círculos reaccionarios del Estado capitalista, incluido el general Auguste Mercier, los conservadores y la iglesia, que intentaban demostrar que los judíos eran la quinta columna.
Mientras periodistas burgueses como Theodor Herzl, que en el momento del juicio era el corresponsal del periódico liberal vienés Die Neue Freie Presse, creía las acusaciones, como demostró Amos Elon en su libro Herzel. El movimiento socialista encabezado por Jean Jaurès e intelectuales como Anton France y Emil Zola entendía que había detrás de la campaña contra Dreyfus y organizaron una campaña de defensa política.
Después Zola pagaría por esto con su vida al ser envenenado, lo más probable que por un agente de los mismos círculos reaccionarios.
Pero lo más importante fue que Lenin explicó la crisis revolucionaria en Francia provocada por el Asunto Dreyfus, que sirvió para sacar a la luz todas las contradicciones de la sociedad francesa. Lenin explicó que esta crisis podría haber tenido consecuencias revolucionarias, incluso el derrocamiento del capitalismo en Francia.
La crisis política de la clase dominante israelí ha puesto fin a plan de paz “saudí” apoyado por EEUU, y mediante el cual los gobernantes árabes esperaban salvarse de sus respectivas insurrecciones. Incluso aunque la clase dominante israelí considerara bajo presión participar en esta farsa, en la práctica no podría por que lo que necesitan es un nuevo gabinete de guerra.
Mientras tanto, Hassán Nasrallah, el líder de Hezbolá, ha dicho en un discurso emitido por la cadena de televisión de Hezbolá, al-Manar, que admiraba la capacidad de Israel para criticarse y aprender de sus fracasos. En la práctica están diciendo que “respeta” a Israel por reconocer que fueron derrotados por su guerrilla en la guerra de 2006 en Líbano. “Incluso aunque son nuestros enemigos, merecen el respeto de las fuerzas políticas y de la opinión pública israelí por actuar rápidamente para salvar a su Estado, entidad, ejército y su existencia en crisis”.
Evidentemente su discurso iba dirigido a los seguidores del gobierno libanés, que dejó a Hezbolá luchar contra Israel en solitario. Sin embargo, no ha conseguido dirigir la mayor manifestación de la historia libanesa contra el gobierno, porque él quería entrar en un gobierno de coalición de Seniora y se negó a derrocar el gobierno.
Las masas en Oriente Medio claramente quieren luchar. La mejor manifestación de este deseo es la lucha heroica de los trabajadores en Egipto. Lo que falta es una dirección revolucionaria que dirija estas luchas hasta el triunfo de la revolución socialista, que serviría para la creación de una federación socialista de Oriente Medio que libere a las masas de la región de la miseria y las guerras interminables.
Yossi Schwartz
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