jueves, mayo 17, 2007

La sociedad de la desinformación.

¿De dónde provienen las ideas? Lo más corriente es pensar que las ideas provienen de otras ideas, que las ideas se suceden unas a otras, se critican unas a otras y se acumulan unas con otras. Internet ha reforzado esta concepción idealista hasta límites insospechados, dando lugar a toda suerte de concepciones que sólo se pueden calificar de verdaderos absurdos, que algunos elevan a la categoría de profundas meditaciones filosóficas. Hoy hay quien se imagina que el saber proviene de internet o de la interactividad, que es una especie de construcción común, colectiva y horizontal. Hay quien sostiene que toda la información está en internet, que ahí se puede encontrar de todo de una manera fácil, rápida y accesible. A partir de ahí se ha levantado toda una leyenda y una mitología acerca de un mundo virtual y fantástico, el ciberespacio, construido de manera mancomunada sin jefes ni peones.
Es todo tan reciente que estamos como los niños con los juguetes el día de los Reyes Magos. En 1816 el escritor alemán E.T.A. Hoffmann publicó un cuento titulado El hombre de arena en un periódico literario de Berlín, un cruce de cartas en el que un tal Nataniel refiere su experiencia con el primer ciborg, una mujer hermosa llamada Olimpia, híbrido entre muñeca mecánica y joven princesa que ejercía una fuerte carga de deseo sobre Nataniel. En el alba de la era industrial, el cuento ya expresaba la atracción que nos provocan los artilugios mecánicos. Quizá por eso hoy algunos escriben internet con mayúsculas...

Internet como medio de incomunicación

Aquello era sólo un cuento e internet es el venero de todos los cuentos, producto de las imaginaciones más calenturientas.
Los marxistas estamos convencidos que las ideas reproducen la realidad exterior e internet no es una excepción que logre escapar a esa norma. Internet refleja el mundo tal como es; por tanto refleja el capitalismo en su estado más crudo y, por tanto, es una herramienta lastrada por todas la taras que el capitalismo comporta. No existen técnicas neutrales ante las clases y la lucha de clases.
El conocimiento proviene de la práctica, del universo real; no es virtual en ningún caso. Está anclado por la ideología dominante, que es la ideología burguesa, hasta tal punto que, siendo hoy dominante la cultura anglosajona, el 85 por ciento de las páginas de internet están en lengua inglesa y el 100 por cien de los programas informáticos. Normalmente se habla de lo que se habla, de lo que otros hablan; se escribe acerca de lo que se escribe, de lo que todo el mundo escribe, y, además, con los conceptos que todo el mundo utiliza, entre ellos los más famosos del momento: globalización, entropía, privacidad, paradigma, neoliberalismo... Estos conceptos se han convertido en los fetiches de la nueva sociedad.
Pero incluso en esta sociedad de la información, la clave no está en la información, ni tampoco en el dato; el problema está siempre en la práctica, el conocimiento y el concepto. Y esas tres cosas están ausentes de internet, que es algo virtual. En un sentido muy estricto, podemos decir que el conocimiento, sea cual sea su formato (música, libros, internet, pintura) no es la realidad sino el reflejo de la realidad. Por eso es correcto decir que internet es algo virtual, pero es más imprtante insistir en que lo que siempre es real es la práctica, la calle y el contacto directo e inmediato con las personas y sus vidas.

Nunca está de más repetir lo que por bien sabido se acaba por olvidar.

Pero cuando alguien dice que busca información en internet se suscita un pregunta interesante: ¿para qué quiere conocer esa información? ¿Qué uso le va a dar? No es ninguna tontería porque la mayor parte de las veces con la información digital se pasa al copiar y pegar: se reenvía por internet, de manera que no sale casi nunca de ese universo virtual. Así, una herramenta técnica que podría resultar poderosa, no llega nunca a materalizarse en la realidad: no hay una reunión, no hay una asamblea, no hay una manifestación, no hay una octavilla, no hay un pintada, no hay un cartel en la esquina del barrio. Hay quien tiene miles de direcciones de correos electrónicos y cree que hace un magnífico trabajo de denuncia reenviándoles a todos ellos el mismo mensaje. Es un verdadero círculo vicioso donde a veces es imposible conocer el origen de la información, por lo que circulan toda clase de bulos y rumores infundados junto a informaciones buenas y ciertas, que se desacreditan por aparecer junto a las otras. Por su mismo exceso, la información se devalúa y su receptor, además, pierde la capacidad de atención. La información consume el interés de los que la recibimos, que nos perdemos como en un inmenso océano imposible de atravesar.
Ese es otro error garrafal propiciado por internet porque toda esa inmensa información no sirve de nada si alguien no la saca de ahí, la organiza, la estructura y lleva a la calle, que es el único sitio donde se transforma en fuerza colectiva. Eso es lo que finalmente queremos los que no estamos para contemplar el mundo y sus horrores indefinidamente.
La desorganización es otra de las lacras de la sociedad de la desinformación, que aparece en forma de aislamiento, incomunicación y subjetivismo. No conocemos a muchas de las personas con la que estamos discutiendo en el foro ni a las que enviamos nuestros mensajes; no sabemos nada de ellos, sólo conocemos sus mensajes. Nunca nos hemos tomado unos tragos en su compañía. Conocemos su pensamiento pero no les conocemos a ellos.
Esa incomunicación conduce a la falta de reuniones, de asambleas, de charlas y demás formas de convivencia y vida común que sólo pueden encontrarse en la calle, no en la red. Porque todas esas actividades colectivas no sólo son importantes en sí mismas; son importantes porque son una forma de organización, de organizarnos nosotros mismos.
Ya se hacen reuniones por videoconferencia; dentro de poco se podrá votar por correo electrónico, los parlamentos serán una pantalla de plasma líquido, haremos manifestaciones virtuales y nos pegaremos con la policía por correo electrónico.
Las nuevas tecnologías digitales están diseñadas para ser utilizadas por un solo usuario y para que este usuario se comunique con otro exclusivamente a través de ellas. Parece evidente constatar que la sociedad de la información es la sociedad del aislamiento y de la incomunicación. Cuando más posibilidades hay de comunicación es cuando la incomunicación es máxima. Y es que las posibilidades, insistimos, no son realidades...
Nos quieren hacer creer que ahora, por fin, todos estamos interconectados; lo cierto es que estamos más desconectados que nunca. Mucho mejor que internet fue el komintern; eso sí que era una verdadera conexión internacional; real no virtual.

Los olvidos de la memoria

Internet no es sólo un medio de incomunicación sino depósito de información, una especie de memoria gigantesca. Lo que sucede es que como a todas las memorias, siempre se le olvida algo.
Son muchos los que creen que en internet está toda la información del mundo al alcance de su ratón y que gracias a internet podemos llegar a saber todo acerca de todo. Pero una cosa es que toda esa enorme información sea más accesible que antes y otra muy distinta es que podamos realmente acceder a ella, ni siquiera a una mínima parte. De los 600.000 millones de páginas web que -dicen- que hay en el ciberespacio, sólo una parte son accesibles, quizá un 0'2 por ciento. Luego ni todo está en internet, ni todo lo que está en internet es accesible para todos.
Otro mito es el de la navegación por internet. Casi nadie navega por internet de la misma forma que casi nadie coge el coche sólo para dar un paseo. Todo el mundo visita siempre determinadas páginas, que suelen ser las mismas, normalmente su correo electrónico, y cuando quiere localizar algo concreto recurre a un buscador y no pierde el tiempo saltando de un enlace a otro. Pero los buscadores son la negación misma de la navegación, el intento de llegar al punto de destino directamente, sin parar en las estaciones intermedias. Los internautas no queremos enlaces, queremos respuestas -a ser posible rápidas- a nuestras preguntas.
Además, siempre recurrimos al mismo buscador; más de la mitad de los internautas somos fieles a un solo buscador, que en España, quizá más que en ningún otro sitio, es Google, mientras que sólo un 35 por ciento utiliza varios para una misma búsqueda. Sólo un 13 por ciento cambia de buscador en función de la consulta que quiere realizar.
Cuando utilizamos un buscador nos han hecho creer que estamos buscando en internet. En realidad estamos buscando en la base de datos del buscador, que es una parte ínfima de todas las páginas que existen en internet. El buscador más conocido, Google, asegura que sólo ha rastreado 8.000 millones de páginas de las 600.000 millones existentes. Algunos de los motivos para no registrar todas los sitios son políticos: en las versiones para Francia y Alemania, Google tiene censuradas un centenar de páginas que califica de ofensivas.
Los filtros de información se multiplican uno tras otro: el buscador sólo registra una parte de las páginas; luego te las presenta secuencialmente, una detrás de otra; de ellas sólo recorremos las primeras, las que el buscador nos pone en primer lugar delante de nuestras narices... Un 56 por ciento de los encuestados señala que no se molesta en consultar más de dos páginas de la lista de resultados; apenas el 23 por ciento supera la segunda página; apenas el 10 por ciento mira más de tres páginas, y sólo el 8'7 por ciento supera esta cantidad.
Está claro: leemos aquello que (otros) quieren que leamos; como ellos mismos dijeron en sus orígenes y siguen afirmando aún hoy, Google pone orden en la web (1).
¿Por qué Google coloca esas páginas justamente en un sitio preferente? Porque las clasifica en función del número de enlaces de otras páginas hacia ésas, de modo que -aparentemente- cada enlace es una especie de voto a favor suyo. En realidad, en internet no existe eso de ‘un hombre, un voto’ porque Google valora más unos enlaces que otros; hay enlaces de primera y de segunda división, de manera que los de las páginas personales no valen nada pero los de un ministerio, por ejemplo, tienen mucho peso. Ni hay democracia ni el contenido propio de la página vale para nada; lo que vale es que otras páginas de peso tengan muchos enlaces hacia ella. Es como valorar a una persona por lo que los demás dicen de ella, por el cotilleo, por su buena o mala fama. Google es a internet como los 40 Principales es a la música, algo que se retroalimenta a sí mismo, reproduciendo la ideología dominante. Igual que en la televisión siempre aparecen los mismos, igual que en la radio siempre hablan los mismos, en internet también los mismos están en el mismo lugar preferente.
Los buscadores se han convertido en el intermediario más importante de internet porque encauzan todo el tráfico virtual hacia determinados lugares. Entre el dato y nosotros están ellos; sólo conocemos aquel dato que ellos nos muestran, mientras nos ocultan aquel otro que quizá nos convenga saber. Algunos se lamentan de que China censure a Google pero no se lamentan de la censura de Google. Quizá haya que buscar por otras vías; por ejemplo en baidu.com, un buscador chino cuyo nombre proviene de un poema clásico del poeta Xin Qiji, durante la dinastía Song, acerca de un hombre que busca el amor. A mediados de 2005 era uno de los sitios más visitados de internet, pero raras veces prestamos atención a todo aquello que no nos llega desde Estados Unidos.
El escalafón de internet es muy curioso y merece la pena prestarle un poco de atención. Por ejemplo, en una web científica leemos lo siguiente: En arqueología los herejes son los que tienen el valor (2). Por nuestra parte nosotros lo diríamos así: En arqueología los herejes son los que tienen valor, a lo cual añadimos: y en todas las ciencias, porque, como bien dice otra web científica: Todos los grandes descubrimientos, las revoluciones científicas proceden de los herejes (3). Pero en Google los herejes, si es que están, están al final, para que nadie lea lo que escriben. Si Galieo tuviera una página web, estaría de los últimos en el escalafón científico de Google. Los herejes siempre han sido perseguidos porque contradecían la ideologia dominante, las ideas impuestas entre la mayoría. Si los científicos tienen razón, Google debería colocar en primer plano las páginas menos enlazadas por otros, las que nunca verá nadie.
También en internet los parias, como los científicos de verdad, tenemos nuestro lugarcito y nuestro reducido público. Por eso también nuestras páginas son marginales en internet, están en el fondo de ese enorme saco para que nadie las visite. No es nuestro caso; nosotros no nos resignamos, pero a algunos se les ve ahí muy cómodos y muy a gusto, de manera que sus páginas adoptan cada vez más la forma de una subcultura que no sale de lo virtual, ni lo pretende siquiera. Cualquier parecido de eso con el comunismo y su propósito de cambiar el mundo es pura casualidad. El comunismo ni está ni puede estar nunca en internet.

El consumo informativo

A diferencia de la economía capitalista real, en internet, como se trata de lo virtual, que parece no agotarse nunca, el consumo es mucho mayor que la producción. Hay más difusión que producción de noticias, por las razones evidentes que ya hemos expuesto: las noticias se generan en la calle, en la práctica y en la lucha, y como la mayor parte de los internautas pasan su tiempo delante del ordenador, lo que hacen es consumir noticias y no engendrarlas (que es lo que deberían hacer). Se pasan el día sacando noticias de un sitio para ponerlas en otro, comentándolas, analizándolas y criticándolas en una especie de verborrea interminable. Con eso se creen bien informados, pero también se equivocan porque no está bien informado quien maneja mucha información sino quien sabe asimilarla y utilizarla, y para eso hacen falta dos cosas: experiencia (o sea práctica) y conceptos. Normalmente es fácil observar que en internet fallan ambas cosas.
No todas las noticias son iguales; no todas tienen la misma importancia. La información (y el exceso de información) es un problema más que una solución si no se estructura de forma adecuada. De lo contrario se incurre en la superficialidad y en la dispersión. La falta de estructuración del discurso es un defecto de estructuración del conocimiento. Como todos los medios audiovisuales, internet nos ofrece toda clase de espectáculos a todas las horas del día, porque convierte en espectáculo todas las realidades a las que se aproxima.
La superficialidad es algo congénito a lo que se llama navegar en internet, el colmo de la famosa interacción. Los internautas no leemos o, por lo menos, no lo hacemos de la misma forma secuencial de un periódico, un libro, un artículo o un tebeo, o incluso la radio, el cine o el teatro. Ninguno podemos dedicar mucho tiempo a cada web que visitamos, leyendo de principio a fin sus contenidos. Pulsamos el primer enlace que encontramos o que necesitamos e interrumpimos la lectura. Eso quiere decir que no profundizamos en los contenidos y que ojeamos a saltos la información. Entramos en las páginas pero no las analizamos con un mínimo detenimiento. A veces nos quedamos con la portada, los títulares, los epígrafes, las fotos, los gráficos y las imágenes. Pero ojear no es lo mismo que leer. Por eso la mayor parte de los textos en internet son muy breves; muchas páginas pero muy inconexas.
Ahora bien, un texto puede ser breve cuando hay sobrentendidos, cuando existe un consenso generalizado sobre determinados aspectos que permiten abreviar. Por el contrario, cuando los herejes pretendemos nadar contra la corriente, exponer ideas a contrapelo de la opinión dominante, que es la opinión impuesta por la burguesía, nos vemos obligados a redactar largas exposiciones ante las que la mayor de los internautas huyen despavoridos porque ellos quieren tener todo el paquete ideológico ya elaborado de forma fácil, rápida y cómoda, de una vez y para siempre. La tecnología audiovisual está implícita en ese tipo de formas de consumo ideológico cuyo objetivo es única y exlcusivmente distribuir y consumir el pensamiento dominante y nada más que él. Todo eso se resume en la gran mentira de la sociedad de la desinformación: una imagen vale más que mil palabras.
El consumo es negocio, sobre todo si es un consumo masivo. También la información es hoy un negocio, especialmente en el terreno cultural y, en consecuencia, internet no puede ser más que una prolongación de eso que llaman sociedad de consumo, donde la creatividad está más bien ausente. Crear es producir y no hay nada más alejado de la producción cultural que el consumo cultural. En la economía capitalista real, la producción supera al consumo y se crean las crisis de superproducción; en la economía capitalista virtual, el consumo supera a la producción. La creatividad es casi cero pero el consumo puede ser infinito... infinitamente virtual.
No obstante, la producción y la creación derivan de la práctica, de la que ya hemos hablado un poco; de los conceptos, que también derivan de la practica (y no de otros conceptos), sólo cabe añadir que es imposible obtenerlos en internet. Y sin un mínimo manejo de los conceptos básicos en cualquier disciplina, es imposible manejar todo ese inmenso fárrago de datos que circula por internet, que no hacen más que distraer y confundir, como es fácilmente comprobable.
No hará falta que insistamos en que en ningún área del saber la cantidad conduce a la calidad y eso en internet es evidente. Si bien hay -y muchas- páginas de enorme calidad, en general el panorama es más bien penoso. El anonimato alienta ese descenso vertiginoso de la calidad. Posiblemente muy pocos tendrían la osadía de decir lo que dicen en otro medio en el que tendrían que dar la cara. Y lo que es mucho peor: a eso algunos le llaman libertad de expresión, quizá porque quieren llevarnos a creer que la libertad consiste en decir lo primero que a uno se le ocurre (que ni es libertad ni es expresión).
Otro factor que favorece la frivolidad y el consumismo desenfrenado es la facilidad de edición: en internet los contenidos tanto aparecen como desaparecen o se modifican. Si alguien tuviera que volcar sus afirmaciones en un medio consistente, como un libro, se lo pensaría dos veces antes de lanzar determinadas aseveraciones.

El mito de la desintermediación

Circula también la peregrina idea según la cual internet permite la eliminación de intermediarios entre el emisor y el receptor, que permite establecer relaciones directas entre todos, de manera que estaríamos en presencia de un modelo de sociedad autogestionaria, el colmo de la república de libertonia y de la horizontalidad.
Mentira. Ya hemos hablado de los buscadores como intermediarios que nos dicen lo que tenemos que leer. Además en internet hay estándares (supuestamente técnicos) que alguien tiene que imponer, hay accesos, conexiones y servidores. Por tanto sí hay intermediarios, que son varios y muy poderosos. Ahí es donde han medrado los monopolios de telecomunicaciones, que han engordado gracias a la sociedad de la desinformación. Existe un control muy escricto en el que ni los usuarios ni la mayoría de los países del mundo tienen voz ni voto. Veamos algunos de esos intermediarios, los que ya hay y los que posiblemente nos llegarán pronto:
— la asignación de dominios internacionales y números IP no la hacen los usuarios sino el Internic (International Network Information Center (Centro de Información de la Red Internet), un proyecto de colaboración entre AT&T, General Atomics y Network Solutions Inc.
— la gestión de los nombres y números IP corresponde al Icann (Internet Corporation for Assigned Names and Numbers), una empresa registrada bajo la legislación estadounidense. Es una organización para la creación de nuevos dominios de alto nivel y para la adquisición de subredes y direccionamiento de números IP.
— los patrones técnicos están a cargo de la Unión Internacional de Telecomunicaciones.
— la documentación de la estructura de redes y desarrollo fundamental de internet está en manos de la IAB (Internet Architecture Board).
— la coordinación central para protocolos y números de puerto corresponde a la IANA (Internet Assigned Numbers Authority o Autoridad de Internet de Asignación de Números).
— la ISOC (Internet Society) es una organización, supuestamente sin ánimo de lucro, cuyo objetivo principal, sin embargo, es dotar de una estructura capitalista a los nuevos organismos que controlan internet con la excusa de la cooperación y la coordinación de tecnología y aplicaciones en la red
— en Europa los registros de internet IR (Internet Registry) los lleva el NCC (Network Coordination Center, Centro de Coordinación de Red) del RIPE (Reseaux IP Européens) que, a su vez, ha delegado la responsabilidad a organizaciones nacionales dentro de cada país
— en España se encarga Rediris, actuando como NIC delegado para la asignación de direcciones (ES-NIC dominio de nivel alto .es).
— estos organismos toman las decisiones relativas a los identificadores de red (redID), mientras que la parte de la dirección dedicada a los ordenadores depende del administrador de cada red, quien tomará igualmente las decisiones relativas a la creación de subredes.
— los prototipos de hipertexto están en manos de la W3C, una organización que impone el desarrollo de estándares técnicos de la red, por ejemplo, HTML o el protocolo HTTP.
— la Internet Engineering Task Force (IETF) es un grupo de presión monopolista para imponer estándares y futuras líneas de desarrollo en internet.
— en la ONU existe una comisión de trabajo llamada WGIG (Working Group on Internet Governance), integrada por 40 miembros representantes de gobiernos, monopolios, particulares y organismos multilaterales. Entre las posibilidades que este grupo de trabajo propuso en 2005 para avanzar, una de ellas era la de desmantelar la ICANN para ser sustituida por nuevas agencias internacionales nacidas al amparo de la ONU, creando tres organismos de gobierno: uno para dirigir los temas de política, otro de supervisión y otro para coordinación mundial.
Esa supuesta relación directa entre el emisor y el receptor nos la quieren presentar como interactividad, que es otra de las palabras mágicas del modernismo en boga. Nosotros creemos todo lo contrario y no vamos a insistir en la ausencia de práctica que internet conlleva por sí mismo. No sólo no es interactivo sino que conduce a la parálisis.
Por más que esté extendido, el fraude no puede ser mayor: como en un foro podemos rebatir la opinión de alguien, nos creemos interactivos, pero no hemos salido de lo virtual, seguimos dentro del círculo vicioso y creemos que las ideas se rebaten con otras ideas. Eso es lo que nos quiere hacer creer la burguesía desde hace 300 años, pero Marx y nosotros no hemos venido a interpretar este mundo sino a cambiarlo; como ya hemos dicho muchas veces, nosotros, los comunistas, a las frases no les oponemos otras frases, mejores, más bonitas o más ciertas, sino hechos, actividad. Sin embargo, los cibercomunistas piensan todo lo contrario. Allá ellos.

El origen militar de internet

Cuando se comprende quién, por qué y para qué se crean determinadas herramientas y técnicas, es más fácil saber el polvo que se esconde debajo de la alfombra.
Aquí las cosas están cambiando mucho; están reescribiendo la historia de internet a marchas forzadas para encubrir su verdadero origen. Antes siempre se había dicho que se trataba de una creación del Pentágono durante la guerra fría como reacción al evidente adelanto tecnológico que demostró la URSS en 1957 con el Sputnik. Ahora nos quieren hacer creer que aquella versión precisamente era un bulo de internet y que la realidad es muy distinta.
En consecuencia hay que dejarlo bien claro frente a quienes creen que internet es una república autogestionaria: no solamente internet tiene un origen militar, sino que los ordenadores tienen un origen militar y los programas informáticos también tienen un origen militar. Que los inventos del Pentágono sirvan finalmente a la autogestión por unos vericuetos históricos mal explicados, nos resulta imposible de creer (pero no tapamos nuestros oídos a nada absolutamente).
Por eso insistimos en que la tecnología no es una herramienta neutral. Ni siquiera el nombre de sociedad de la informacion es nada neutral. En 1973 Daniel Bell, a quien ya hemos presentado en otro artículo como un intelectual mercenario de la CIA (4), introdujo la noción de sociedad de la información en su libro La sociedad postindustrial, donde formulaba que el eje principal de esa nueva sociedad sería el conocimiento y advertía que los servicios basados en el conocimiento habrían de convertirse en la estructura central de la nueva economía y de una sociedad apuntalada sobre la información, donde las ideologías sobraban (todas menos la suya, claro).
El concepto de sociedad de la información, como construcción política, ideológica y económica, encubría eso que se empeñan en llamar globalización neoliberal, cuya principal meta es la de abrir todos los mercados mundiales a los grandes monopolios y abandonar el proteccionismo. Por tanto, fue también un proyecto de liberalización de las telecomunicaciones para los grandes tiburones monopolistas. En enero de 1998 entró en vigor el acuerdo sobre apertura de mercados a la libre competencia firmado por 68 gobiernos en el marco de la Organización Mundial del Comercio. La carrera competitiva en las telecomunicaciones ya estaba abierta; se produjo un proceso intenso de fusiones, adquisiciones y participaciones cruzadas, es decir, un proceso de monopolización que aún no ha terminado. Durante la reunión del G8 realizada en Okinawa en 2000 se decidió dar impulso al proyecto de la sociedad de la información. En ese mismo encuentro se firmó la Carta de Okinawa sobre la Sociedad Mundial de la Información, un documento político y estratégico del imperialismo para el siglo XXI. El G8 acordó también la formación de la Digital Oportunities Task Force, también conocida como Dot Force, una alianza monopolista integrada por gobiernos, financieros y algunas ONG para establecer un plan de acción basado en la carta de Okinawa.
Dicen que la red se sostiene en el anonimato, la intimidad y la libertad que de ella se desprende, pero la criptografía que la protege está considerada como un arma de guerra. En 1998, 33 países reunidos en el autodenominado Congreso de la Paz de La Haya firmaron el acuerdo de Wassenaar que incluye las tecnologías de cifrado complejo como armas de guerra. Sólo los militares (pero no lo militantes) pueden cifrar sus comunicaciones y preservar su intimidad. Como en las cárceles españolas, los demás tenemos que enviar nuestras cartas en internet en un sobre abierto para que los de siempre puedan echar un vistazo a su interior. Pero esas cartas no sólo tienen un interés policial y militar, sino también comercial, y por eso Google adquirió hace unos años los viejos archivos de DejaNews que conservaban más de 700 millones de mensajes intercambiados en los grupos de noticias desde 1981. ¿Con qué propósito?
Los modernos programas informáticos también tienen un origen militar. Al respecto aún no se ha contado una historia muy significativa en la que se pone de manifiesto la actitud machista de esta sociedad, que no quiere reconocer la evidencia: en sus orígenes, muchos de los programadores eran mujeres. Por ejemplo, si se miran despacio las viejas fotos del gigantesco ordenador ENIAC, se observan mujeres trabajando en él. La razón también está en la guerra: los hombres estaban en las trincheras y las mujeres tuvieron que ponerse a los mandos. La contralmirante de la marina de Estados Unidos, Grace Hooper, estuvo entre los programadores del ordenador Mark I durante la II Guerra Mundial y luego fue la que inventó los compiladores (A-0, Flow-Matic), sin los cuales no existirían los modernos programas informáticos, que arrancan todos de ahí.
Las pantallas de los ordenadores son una extrapolación de las pantallas de los radares, invento en el que trabajaron pioneros de la informática moderna como Vanevar Bush, Willian Shockley y Douglas Engelbart, éste último también inventor, entre otros artilugios, del ratón.
Internet despega de Arpanet, una creación del Pentágono durante la guerra fría. Ahora pretenden revisar la historia y negar el carácter imperialista de ARPA, una agencia creada y financiada por el Pentágono en 1958 dentro del más evidente clima de guerra fría. Pero ARPA fue la respuesta tardía de Estados Unidos al lanzamiento del Sputnik por la URSS, un intento desesperado de imponer su hegemonía en la ciencia y la tecnología aplicadas a la guerra, esfuerzo que no ha cesado desde entonces. El Pentágono trataba de encontrar una vía de comunicación alternativa a la comunicación por radio, ya que preveían que en caso de guerra nuclear las comunicaciones por radio quedarían interrumpidas. El envío de la información por lotes que caracteriza a internet y su protocolo TCP, tiene ese mismo origen bélico y, además, aseguraba cierta reserva frente al espionaje. En 1961 Leonard Kleinrock publicó su primer trabajo sobre la conmutación de lotes informáticos, planteando la posibilidad de utilizar esta técnica en lugar de circuitos. Los mensajes se dividen en pequeñas porciones de información que contienen la dirección de destino pero sin especificar la ruta; cada paquete busca la manera de llegar al destinatario por las rutas disponibles y el destinatario reúne las porciones individuales para reconstruir el mensaje original. La guerra había inventado los ordenadores y la guerra impuso luego la necesidad de conectar a los ordenadores entre sí. Progresivamente todos los mecanismos tecnológicos necesarios para acoplar decenas de ordenadores incompatibles entre sí fueron impuestos al mundo entero por Estados Unidos. Cuando el mercado informático empezó a ser fuente de plusvalía, las presiones militares se convirtieron en presiones comerciales de los grandes monopolios.
Por eso no podemos terminar sin exponer un pequeño detalle de este aspecto monopolista de internet. Podríamos habernos centrado en chacales conocidos de la informática como IBM o Microsoft, pero seguiremos con Google como ejemplo de lo que son las contradicciones interimperialistas en la red.

La batalla contra Google

Google, el buscador más utilizado en la red, ofrece, entre otros, un servicio vinculado directamente al conocimiento, Scholar, una herramienta para explorar lo que hay en internet sobre tesis, artículos, libros, trabajos de investigación, informes técnicos y materiales educativos y académicos en general.
Desde finales de 2004 el buscador mantiene un acuerdo con las universidades de Michigan, Stanford, Harvard, Oxford y la Biblioteca Pública de Nueva York, para digitalizar sus bibliotecas. El objetivo del proyecto es que los internautas de todo el mundo tengamos acceso a las versiones digitales de los libros anglosajones a través de los enlaces ofrecidos por Google.
En total, el acuerdo abarca 15 millones de títulos. En esa biblioteca virtual sólo se admitirán libros cuyos derechos de autor ya no estén protegidos. De obras más recientes sólo se publicarán fragmentos, quizá a efectos publicitarios. De los contenidos de la biblioteca de la Universidad de Michigan se digitalizarán siete millones de volúmenes en el plazo de seis años, casi la totalidad que contiene. La biblioteca de Harvard ha autorizado la digitalización de 40.000 volúmenes. Por su parte Oxford acotó la digitalización a los volúmenes del siglo XIX contenidos en sus archivos bibliográficos, incluidas novelas, poesías, obras políticas y libros de arte. La mayoría de los conocimientos del mundo se habrán digitalizado y estarán disponibles de aquí a dos décadas, dijo Michael A. Keller, de la biblioteca de la Universidad de Stanford.
La biblioteca de Google crece sigilosamente, apostando por la difusión del saber y la información, afanándose por facilitar el acceso a artículos científicos y otros materiales académicos en internet...
¿No es magnífico todo ésto? ¿Dónde está el problema? En que Google ya no es un mero intermediario entre el usuario y la información sino que ha pasado a ser un proveedor directo de contenidos. El predominio de los buscadores como única fuente de información para los estudiantes ha levantado un debate en Estados Unidos acerca de los peligros de esta actitud en detrimento de las tradicionales enciclopedias o las guías de referencia de materiales que podrían encontrar en una biblioteca. Los expertos plantean que el auténtico reto del futuro de la información no está en el mayor o menor volumen de contenidos accesibles sino de su pertinencia y fiabilidad, aspecto que incidirá gravemente en las finanzas, la medicina o la política.
En boca de Jean-Noël Jeanneney, director de la Biblioteca Nacional de Francia, las alarmas comenzaron a saltar. Jeanneney dijo textualmente: Es necesario que la historia del planeta no sea comunicada únicamente a través de un medio norteamericano. No sólo los europeos sino todos los pueblos del mundo deben sentirse preocupados por la huella histórica que dejará Google si nadie lo controla, ya que podrían manipular inconscientemente [???] la manera en que las futuras generaciones percibirán e interpretarán no sólo Internet sino todo el espectro de la cultura y la historia occidental. [No es una cuestión de orgullo nacional] pero es necesario que la historia del planeta no sea comunicada únicamente a través de un medio norteamericano sino, también, a través de uno europeo, e incluso uno asiático.
Por eso el presidente de la Biblioteca Nacional de Francia anunció que la Unión Europea asignará 96 millones de euros para digitalizar el acervo de las bibliotecas europeas más preeminentes. Se trata de una respuesta, un contrapeso frente al proyecto de Google de crear y poner en línea la biblioteca virtual con más contenidos de la red.
Las cosas no han quedado aquí. En enero de 2006 la Agencia para la Innovación Industrial europea presentó Quaero, un buscador impulsado principalmente por los gobiernos de Francia y Alemania y potenciado por los grandes monopolios tecnológicos europeos. El proyecto pretende acabar con la hegemonía en el sector del estadounidense Google. Quaero (que significa ‘buscar’ en latín) fue un proyecto ya anunciado por el presidente francés, Jacques Chirac, durante un Consejo de Ministros franco-alemán que se celebró en Reims, al noreste de Francia. Además de la ayuda de Thomson, Quaero cuenta con el apoyo de monopolios como Deutsche Telekom y France Télécom, así como de varios institutos de búsqueda y proveedores de contenidos.
La base de partida y la tecnología han sido aportadas por Exalead, encargado de integrar tecnologías diversas en el motor de búsqueda. A principios de abril se lanzó como Exalead (buscador que llevaba años en funcionamiento con los resultados de AOL, y que tras el acuerdo de éste último con Google, decidió usar el índice de Quaero). Su índice contará con 8.000 millones de resultados y será compatible con cualquier navegador.
Japón también quiere alcanzar su independencia en el mercado de los buscadores y ha anunciado un proyecto para desarrollar un motor de búsqueda propio que será apoyado por monoplios como Fujitsu, Nec y Matsushita para competir con Google, aunque también con Yahoo! y MSN.
No hay nada neutral en este mundo, ni siquiera un inofensivo autómata que rastrea internet. Algunos datos que hay que tener muy presentes: entre los accionistas de Google están Tiger Woods, Shaquille O'Neal, Henry A. Kissinger y Arnold Schwarzenegger. Dos empresas de capital riesgo, Kleiner Perkins Caufield & Byers y Sequoia Capital, invirtieron en Google en 1999, apoderándose del 25 por ciento del capital. También figuran como accionistas Yahoo! y America Online. En 2002 AOL compró dos millones de acciones de Google por unos 22 millones de dólares. También son socios capitalistas personajes de Silicon Valley como Marc Andreessen, fundador de Netscape, Shawn Fanning, creador de Napster y Pierre M. Omidyar, fundador de eBay.
En internet, por más que algunos digan lo contrario, también imperan las leyes del capitalismo monopolista, de manera que unos pocos -y hasta uno sólo- es capaz de quedarse con todo el bocado.

Notas:

(1) http://www.guiadelfrio.com/portal/modules/smartclient/client.php?id=4
(2) http://www.ldi5.com/e/heret/e_heret_archeo.php
(3) http://www.bibliotecapleyades.net/esp_herejesciencia.htm
(4) Cómo lograr que los esclavos pensemos igual que nuestros amos

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