El movimiento hacia el “centro” termina en un desastre
Por tercera vez consecutiva, la izquierda perdió las elecciones presidenciales. Enfrentada a la demagogia reaccionaria de Sarkozy, Ségolène Royal y la dirección del PS (Partido Socialista) llevó a cabo la campaña más vacía y conservadora de toda la historia del movimiento socialista. Su programa no contenía ni una simple medida susceptible de mejorar seriamente la suerte de las víctimas del capitalismo, y por lo tanto de despertar su entusiasmo. En consecuencia, muchas de ellas se dejaron embaucar por la “ruptura” que Sarkozy pretende encarnar.
Esta derrota nos ha sido inflingida por los dirigentes del Partido Socialista. Instalados confortablemente en las instituciones, bien recibidos y apreciados por la burguesía, pasaron su tiempo señalando sus “puntos de convergencia” con la UDF (Unión por la Democracia Francesa, el partido burgués de “centro” dirigido por Bayrou). Asumiendo el cuerpo y el alma del capitalismo, fueron incapaces de proponer la más mínima medida que pudiera despertar la ilusión en su victoria. En las elecciones legislativas a celebrarse en las próximas semanas, la derecha se beneficiará no solamente del impulso dado por la victoria de Sarkozy, sino también de la bancarrota política de los dirigentes socialistas.
La campaña de Sarkozy estuvo a la altura de su deshonestidad e hipocresía. Dijo que se va a ocupar de los pobres, de los desposeídos, de los oprimidos, de los desocupados, y de los obreros. Quienes ahora se creen este flujo de promesas van a desilusionarse rápidamente. La política de Sarkozy responderá exclusivamente a los intereses de la clase capitalista. La derecha no tendrá otro objetivo que someter toda la economía y toda la sociedad a la ley de la ganancia. Llevará una ofensiva implacable y sistemática contra las conquistas sociales, contra los derechos de los asalariados y las condiciones de trabajo, contra los jubilados y la seguridad social. Alimentará el racismo y tendrá como objetivo el acoso policial y administrativo de los “extranjeros”.
La estadística electoral esconde más de lo que revela. El sufragio universal atribuye el mismo peso a lo que está inerte, estancado y desmoralizado, que a las fuerzas sociales más conscientes y militantes. Una elección es como una fotografía. Ofrece una imagen fija de una sociedad en movimiento, en un contexto de inestabilidad creciente. La conciencia social, el ánimo de las diferentes clases sociales, son cosas extremadamente móviles, fluidas. Los 17 millones de personas que votaron por Ségolène Royal contienen una fuerza capaz de resistir a no importa qué gobierno, e incluso de derribarlo.
Lejos de ser un período de “unidad nacional”, los años de Sarkozy estarán marcados por luchas de gran envergadura, en el curso de las cuales despertarán las tradiciones militantes y revolucionarias de nuestra clase. No obstante, también sabemos que las huelgas y las manifestaciones, por muy masivas e impresionantes que sean por sí mismas, no pueden conseguir, en el mejor de los casos, más que un respiro temporal, la retirada táctica del enemigo. Porque sus intereses vitales están en juego.
Lo que se necesita es un cambio fundamental, un cambio revolucionario. Debemos estar presentes en todos los combates y participar en todas las luchas para defender los intereses de los trabajadores y de los jóvenes contra los ataques de la patronal y de los poderes públicos. Pero no olvidemos que estas luchas deben ir acompañadas con la lucha por el restablecimiento del programa y de los principios del socialismo en nuestras organizaciones. Porque sólo el socialismo podrá liberarnos de las garras de los Sarkozy de este mundo y del sistema que representan.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario