domingo, febrero 24, 2008

Imagen de Fidel


A propósito del “Mensaje del Comandante en Jefe”

Por Felipe de Jesús Pérez Cruz

Las noticias de Fidel siempre dan la vuelta al mundo. El imperialismo –como afirma mi amigo Walter Daniel desde Lima-, una vez más queda desubicado por sus propias mentiras. El Comandante de los cubanos no se aferró al poder y deja la posta a las nuevas generaciones; esta última decisión de nuestro Fidel a muchos cubanos no nos ha sorprendido. La sabíamos cercana y el propio Comandante, como apunta en su Mensaje, nos la fue adelantando con su maravilloso sentido de la medida, el cariño de padre y la astucia del político de mil victoriosas batallas.

Claro que la racionalidad nunca será hija del sentimiento, y no por esperada, la decisión del Comandante deja de impactarnos en profundidad. Muy temprano en la mañana he visto lágrimas en Magdalena. Y por puro “milagro” las mías no afloraron frente a aquel gesto de amor de mi vecina, negra miliciana, millonaria de nuestra revolución de pobres redimidos. ¿Acaso podemos obviar lo que sentimos hacia Fidel, esa indescriptible relación de cariño y respeto, de seguridad y confianza que nos transmite su presencia, aún convaleciente, en la jefatura del Estado?

Vivo convencido de que los cubanos tenemos el privilegio de contar al frente de la Revolución con uno de los más brillantes revolucionarios de todos los tiempos. Hombre que reúne en sí las excepcionales cualidades de conductor con una indiscutible capacidad como dirigente, inteligencia, estudio y experiencia, junto a un ejercicio ético y un magisterio de dignificación humana, extraordinaria dedicación al trabajo e inquebrantable voluntad de lucha. Mi vecina expresa en su noble gesto, lo que el pueblo cubano reconoce en su líder: el largo, ético y titánico combate de Fidel al frente de la nación.

Fidel en la historia

En momentos de reflujo del movimiento revolucionario, Fidel sorprendió por su audacia con el asalto al Cuartel Moncada el 26 de julio de 1953, llevando confianza y seguridad y convocando a reanudar la lucha nacional-liberadora, con el programa de “La Historia me Absolverá”. Condujo la lucha armada que derrotó el último día de 1958 a la dictadura de Fulgencio Batista, entonces apoyada económica y militarmente por el gobierno de los Estados Unidos.

Cuba entera lo vio en la primera línea de combate en las arenas de Playa Girón, cuando en sólo 68 horas, nuestros milicianos y soldados aniquilaron la invasión mercenaria organizada por la CIA norteamericana. Como fundador del Estado Socialista y del nuevo Partido de todos los revolucionarios, Fidel es el educador por excelencia de la vanguardia y del pueblo, el artífice de la Revolución Cultural y Educacional Cubana, el estratega de los sustanciales logros en la ciencia y la tecnología, la salud pública, el deporte y la seguridad social.

Comandante de la Revolución, ha estado en todas las batallas contra el imperialismo yanqui, derrotando el terrorismo contrarrevolucionario -del que ha sido objetivo prioritario con más de 500 intentos y planes de asesinato- contra su persona, el bandidismo (la guerra irregular de bandas de asesinos dirigidos y financiados por EEUU), los sabotajes, la guerra biológica y bacteriológica, y el cruel bloqueo económico y político, agresiones constantes que han costado más de 3 mil víctimas, millonarias pérdidas materiales e importantes erogaciones en interés de la defensa del país.

Fidel lidera el proceso de rectificación de errores y tendencias negativas iniciado en 1985 y 1986, bajo los debates que propició el III Congreso del Partido. La rectificación fue una profunda revolución conceptual que frenó la importación mimética de las estructuras y prácticas que definitivamente viciaron la naturaleza humanista y revolucionaria del proyecto socialista en la URSS. Entonces, con el aporte del agudo juicio crítico de Fidel, la Revolución Cubana adelantó creativamente sus propias soluciones.

Desde la profundidad de su pensamiento, Fidel pudo vaticinar la caída de la URSS. Cuando lo hizo público en aquel 26 de julio de 1989 parecía algo improbable. El 9 de noviembre de ese año caía el muro de Berlín. La Unión Soviética desapareció oficialmente el 25 de diciembre de 1991. El pronóstico del Jefe de la Revolución permitió entonces tomar medidas emergentes y preparar a los cuadros y al pueblo para los difíciles momentos que se nos avecinaban. Permitió al Partido la iniciativa estratégica para encabezar la resistencia heroica del pueblo cubano.

Fidel Castro, en la crítica coyuntura que se creó con la derrota de la URSS y el campo socialista, nuevamente realiza una apreciable contribución. El resumiría la tenacidad, el patriotismo, la audacia y la inteligencia de la nación cubana situada en su más difícil y peligrosa coyuntura histórica. El concepto de Período Especial en tiempo de paz, aportado por Fidel, constituyó entonces el elemento medular del panorama nacional. Su connotación fue económica y política, pero el elemento más dinámico y complejo fue precisamente el ideológico.

Tras una década de resistencias y victorias tan colosales que parecen de leyenda, Fidel concibió la salida del período especial, como un nuevo proceso de despegue y profundización humanista y socialista de la Revolución Cubana. Convocó a la creatividad revolucionaria a través del proceso ideológico-cultural denominado “Batalla de Ideas”, impulsando la búsqueda de fórmulas para resolver problemas pendientes en las áreas de la educación y el trabajo cultural, así como en la promoción de nuevos programas integrales de amplio espectro sociocultural, económico y científico-técnico, con especial énfasis en las nuevas generaciones y en la solución de las brechas de desigualdad existentes en diversos grupos y sectores populares. Para ello dio una importante contribución personal a la actual revolución de la salud pública y a las nuevas transformaciones pedagógicas que se realizan a la educación cubana.

En la Cuba de nuestros días, una vez más, lidera la conciencia nacional en los temas decisivos del presente y el futuro cubanos. El tema económico, el logro

de la sustentabilidad económica del Estado revolucionario, la derrota del criminal bloqueo imperialista y el crecimiento y desarrollo de la base técnico-material del socialismo, ocupan un lugar destacado en su actual labor de pensamiento. Con su característica valentía, Fidel situó en el debate nacional el tema del peligro de una posible reversibilidad de la Revolución a partir de los errores e insuficiencias internas, señalando en primer lugar la necesidad de dar una batida a fondo al delito y la corrupción administrativa.

Fidel del mundo
También Fidel es reconocido por sus batallas a nivel internacional. Por más que el imperio quiso reducir su imagen y acusarlo de ser “un satélite de Moscú”, el líder cubano ha dejado suficientes y públicas pruebas de su sentido de la independencia, valentía dignidad personal y nacional. Nunca un estadista brilló más alto que Fidel durante la Crisis de Octubre. Nunca la dirección soviética había sido sometida a más dura crítica desde dentro del movimiento comunista, que cuando fue objeto de los señalamientos de Fidel por excluir a Cuba de las negociaciones que dieron por finalizada la Crisis. Un gran impacto internacional también tuvieron las reflexiones de Fidel en 1968, a raíz de la ocupación de Checoslovaquia por los ejércitos de la URSSS y el Pacto de Varsovia. Visité y conocí lo suficiente el país de los soviets, para sentir cuánto respetaba y quería aquel multinacional pueblo al Comandante de los cubanos.

Las luchas antiimperialistas en América Latina y el mundo han tenido a Fidel de seguro aliado. Los movimientos de liberación han contado con su constante solidaridad y el Movimiento de Países No Alineados lo asume como uno de sus más preclaros fundadores. El heroico pueblo de Vietnam recibió al Comandante cubano en un Sur que todavía combatía a los invasores yanquis.

Al Chile de la Unidad Popular fue Fidel en 1971 a llevar su voz solidaria, y cuando el asesinato del presidente Salvador Allende y el fascismo hicieron fracasar aquella experiencia pacífica de gobierno socialista, el líder cubano brindó nuestro país a cientos de chilenos y sus familias, que lograron salvarse de la orgía de asesinatos y torturas, que a cuenta de sus amos imperialistas emprendió Pinochet. La Revolución Nicaragüense y la lucha de los patriotas centroamericanos y suramericanos contra los gobiernos oligárquicos y las dictaduras militares proimperialistas, tuvieron en Fidel un amigo seguro. La injusta usura de la impagable deuda externa, lo llevó a movilizar a la conciencia latinoamericana e internacional en una gran batalla antimperialista.

La victoria de los movimiento de liberación nacional en África, la defensa de las la soberanías de Argelia y Etiopía, la consolidación de Angola como república independiente, la derrota de los ejércitos del apartheid, el fin de ese odioso régimen en Sudáfrica y la liberación de Zimbawe y Namibia, tienen al Comandante de la Revolución Cubana como uno de su artífices. No pocos contingentes de internacionalistas cubanos –combatientes, maestros, médicos y constructores- recuerdan sus encuentros con Fidel minutos antes de partir a cumplir sus misiones. Era el consejo sabio y la exhortación patriótica, junto a la explicación de la situación operativa y la maravilla de un dominio de detalles que asombraba a todos. Mientras, en tierras cubanas, en la Isla de la Juventud y en otras regiones del archipiélago, miles de niños y jóvenes africanos recibían una esmerada educación, con la frecuente visita y la constante preocupación del Comandante.

En medio de la euforia del imperialismo a escala internacional, tras la destrucción de la URSS y el campo socialista, cuando abundaban las claudicaciones y renuncias, y un publicitado “fin de la historia” afirmaba la victoria universal del capitalismo, Fidel ratificó su confianza en la lucha antiimperialista y socialista, e impulsó la fundación del Foro de Sao Paulo en 1990, como frente de unidad de los partidos y organizaciones de la izquierda latinoamericana y caribeña que no arriaron sus banderas revolucionarias.

Es conocido el trabajo de Fidel en favor de los derechos de los países pobres, en la lucha por un nuevo orden económico internacional, en la denuncia de las imposiciones de una “globalización” neoliberal de consecuencias imprevisibles para la vida en nuestro planeta, en el alerta frente a los peligros de la crisis medioambiental y el desenmascaramiento de sus grandes responsables en el Norte industrializado y rico, y en particular en el gobierno depredador de los Estados Unidos.

En las nuevas circunstancias mundiales que se abren en este cruce de siglos, Fidel comprendió la necesidad de romper los estrechos límites de la llamada cooperación internacional de la ONU y de otros organismos e instituciones internacionales, y abrir nuevos cauces para las iniciativas Sur-Sur, o Sur-Norte-Sur, con novedosas y eficaces prácticas de lucha contra la pobreza material y espiritual heredada tras quinientos años de explotación colonial y de dominación capitalista y neocolonialista. Se trata de los programas de alfabetización y los programas de salud que como la estrategia de alfabetización de adultos “Yo sí Puedo”, y el programa contra la ceguera de la Operación Milagro, ya han beneficiado a más de cinco millones de personas en América Latina y otras naciones de África y Oceanía.

Con mucha más experiencia y preparación, Fidel multiplica la solidaridad con nuevos programas de formación de recursos humanos para los países del llamado Tercer Mundo. Así el comandante personalmente recreó todo el proyecto de la actual Escuela Latinoamericana de Medicina e impulsó la creación de la Escuela Internacional de Deportes y Educación Física, para que jóvenes sin recursos, hijos de las familias humildes de nuestros pueblos, pudieran formarse gratuitamente como médicos y profesores de cultura física. Y como en los propios Estados Unidos también hay un Sur de pobres, en las escuelas internacionales cubanas estudian jóvenes procedentes de las minorías excluidas en el poderoso país del Norte.

Fidel ha asistido con júbilo al naciente entorno libertario que hoy recorre la región latinoamericana y caribeña. Ha visto crecer sueños bolivarianos y martianos en la Revolución Venezolana, el noble sacrificio de Ernesto Che Guevara en el despertar para si de los pueblos originarios y en su conquista del gobierno en Bolivia. En Centroamérica renace de sus reveses la Revolución Nicaragüense. Por toda América crece el sentimiento de emancipación y emergen liderazgos comprometidos con los intereses nacionales populares. Se derroto el proyecto anexionista del Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA), y como alternativa del nuevo internacionalismo revolucionario nació y crece la Alternativa Bolivariana para las Américas (ALBA).

Las Reflexiones del Comandante en Jefe han dado una particular atención al frente internacional. Fidel con la autoridad que se le reconoce, alerta y devela los secretos del imperio, denuncia sobre sus trampas, teje unidad, defiende los valores de la alternativa socialista, convoca a la lucha antiimperialista. Habla como autorizado ciudadano de un mundo cuya existencia está en peligro. Esta nueva tarea internacionalista del Comandante en Jefe es hoy de una inapreciable importancia.

3. Fidel de los cubanos y cubanas

Además del hombre en la historia, en el universo de una contemporaneidad que ha contribuido a forjar, Fidel es nuestro, íntimo y seguro. Nos referimos a alguien que no abunda: un dirigente político culto que no para de trabajar y aprender y que se dedica por entero a lo que hace. Fidel es un hombre profundamente humanista, capaz de sentir y expresar los más íntimos y sublimes valores humanos.

El pueblo de Cuba lo conoció en su valiente denuncia en La Historia me Absolverá, por los crímenes de la dictadura contra sus hermanos torturados hasta la muerte, después del acontecimiento redentor del 26 de julio de 1953. Vibró con él en su dolor de Padre de la Patria frente a los muertos por los ataques terroristas de los primeros años de la Revolución, por los muertos heroicos de Ciudad Libertad y Girón, en el dolor del asesinato de Manuel Ascunce Domenech, joven alfabetizador de solo 16 años, frente al horroroso crimen de Barbados en 1976, cuando en pleno vuelo fueron asesinados 73 pasajeros y tripulantes de un avión civil de Cubana de Aviación.

Fidel cumplió su palabra de devolver a la tierra agradecida de sus padres, hijos y esposas a los combatientes internacionalistas cubanos que cayeron en las batallas anticolonialistas y antiimperialistas en África y América Latina. Y para él, estos hombres heroicos, con su hermano de luchas Ernesto Che Guevara a la cabeza, no simbolizan la muerte, sino que constituyen un destacamento de refuerzo de la Revolución, continúan la tradición que se canta en el Himno de Bayamo, el himno nacional que afirma “Morir por la Patria es vivir”.

Fidel ha colmado el imaginario popular con mil anécdotas de valor personal. Muchas veces exponiendo su cuerpo a las balas, sin miedo a caer en combate. La primera y única “insubordinación” de los oficiales del Ejército Rebelde para con su Comandante durante la Guerra de Liberación, fue la de reunirse y redactar una carta que obligaba al jefe revolucionario a protegerse más en los combates.

El Comandante en Jefe impresiona hasta a sus enemigos. A tiro lo tuvo una escuadra mercenaria en Girón, le reconocieron perfectamente, pero les faltó coraje para disparar. Tampoco tuvo el más mínimo valor para cumplir su misión, el pistolero de la CIA que lo tuvo en la mira de su arma, escondida dentro de la cámara con la que cubría como falso periodista, la visita de Fidel a Chile. Quizás este mercenario leyó en los ojos de Fidel, quien si conocía del posible atentado, su desprecio por los asesinos del imperio.

Recordamos a los gusanos y delincuentes en precipitada carrera de Prado a Malecón, aquella tarde del verano de 1994, en que pagados por la Embajada estadounidense, intentaron sembrar el desorden y el vandalismo en la capital de todos los cubanos. Fidel ha educado a nuestras fuerzas del orden a no dejarse provocar por los mercenarios con nómina de disidentes. Con el Comandante aprendimos que las calles y plazas de este país son del pueblo revolucionario, y que nos bastamos los cubanos y cubanas de honor, para defenderlas de los apátridas que intenten tomarlas con sus espurios fines. Y ese 5 de agosto de 1994 Fidel, con los compañeros de su seguridad sin armas, se sumó a las fuerzas populares que rechazaban la mascarada contrarrevolucionaria, y su sola presencia puso en fuga a los vándalos.

Fidel marcho a enfrentar la furia del Ciclón Flora en el ya lejano octubre de 1963: “El dolor de uno es el dolor de todos, las pérdidas de uno son las pérdidas de todos…Tenemos fuerzas para luchar contra 10 Floras y contra cincuenta invasiones mercenarias”, afirmaba en aquellos momentos. Desde entonces no ha existido ciclón o fenómeno natural adverso donde el Comandante no haya estado junto a su pueblo, en los lugares más complejos, organizando la defensa de la vida, colaborando con la recuperación. ¿Dónde estaba el Sr. Bush cuando el huracán Katrina azoló Nueva Orleans? Nadie sabrá cuantos ciudadanos estadounidenses, murieron de hambre y sed en aquellos días de horror en que no llegaba a los damnificados la ayuda federal, ni quiénes durante los constantes y misteriosos balazos de las primeras noches tras la tragedia... Al igual que en Afganistán e Irak todo se intentará ocultar para la historia oficial.

Nunca un ciudadano cubano se ha sentido desprotegido. A Fidel lo hemos visto siempre junto la gente que lucha, construye, sufre y ama. Cuentan como en las más difíciles circunstancias del período especial, Fidel no cejaba de ocuparse por la atención de sus compatriotas, por la búsqueda constante de alternativas, algunas de dolorosa aplicación pues significaban reformas que abrían un espacio ya ganado a las relaciones capitalistas. Constantemente el Comandante recorría el país, hablaba con cientos de personas, evaluaba, destinaba el uso de los reducidos recursos. Y a tal estilo incorporó a los cuadros del Comité Central del Partido y del Gobierno nacional, en comisiones que más que visitar, tenían que ayudar -con planes de medidas concretos y medibles- a buscar soluciones en cada rincón del país, por remoto que este fuera.

Nunca algún combatiente, algún revolucionario cubano, dejó de tener el aliento y la preocupación de su Comandante, aunque estuviera a miles de kilómetros del Caribe, como maestro, médico o constructor, como combatiente internacionalista, bajo un cerco enemigo, en una mazmorra. Nuestros más novísimos revolucionarios, la nueva generación recién incorporada, lo siguieron en la batalla por un niño, por un padre y una familia humilde, ratificando con el rescate de Elián González de las entrañas de la mafia miamense en junio del 2002 que cada hijo de la tierra cubana siempre puede contar con su solidaridad y fuerza.

Hoy, Fidel está y sin dudas continuará, en la lucha por arrancar de las cárceles del imperio a nuestros cinco héroes, que lograron penetrar las organizaciones terroristas anticubanas para proteger la vida de los ciudadanos cubanos y estadounidenses, y que por ello fueron ilegalmente condenados a largas penas de cárcel, por un espurio tribunal miamense, sujetos además a un cruel régimen de tortura psicológica y aislamiento. El Comandante defiende la justicia de la excarcelación de estos patriotas, como hecho de dignidad frente a la doble moral de un gobierno que afirma “combatir el terrorismo”. Lo hace también con toda sensibilidad y el humanismo que reclaman la felicidad de sus hijos, madres, esposas y familiares.

¿Idealizamos a Fidel?

¿Cuántas veces hemos discrepado de Fidel para luego, sólo un poquito después, entender sus razones, aprender de sus razonamientos, enorgullecernos de su coraje político o sencillamente divertirnos con su astucia por las magistrales “jugadas” que le hace al Imperio. Definitivamente, afirmo que junto a Fidel, aún discrepando, crecemos.

¿Renunciamos a la crítica del hombre y, por lo tanto, afirmamos un determinismo cuasi religioso sobre la figura de Fidel Castro? Fidel es un hombre genial, pero como cualquier ser humano, ha incurrido en errores, aunque afortunadamente en pocas oportunidades. Lo que nos lega frente a cada adversidad es su valentía personal, su profundo espíritu autocrítico, su disciplina partidista, su confianza ilimitada en el pueblo.

En cada momento crítico Fidel ha ido al seno del Partido y del pueblo con gran humildad, con confianza en el juicio histórico de masas cultas e informadas, como las cubanas. Se le sabe crítico severo de las insuficiencias en su propia obra, con una insuperable capacidad para construir el camino de victoria en el propio proceso de análisis de las dificultades. Junto al pueblo y a la dirección revolucionaria, ha convertido en victoria cada revés, transformándolo en realidades positivas palpables y trascendentes para la vida de cubanas y cubanos.

El pueblo sintió la honorabilidad del líder en la severa autocrítica de Fidel ante el revés de la frustrada zafra de los diez millones de toneladas de azúcar en 1970. ¿Qué líder del Occidente “democrático” ha tenido el coraje y la convicción de colocar sus cargos y responsabilidades en manos de la decisión colectiva popular? Precisamente por esa capacidad autocrítica, él pudo liderar con seguridad la rectificación de errores y tendencias negativas a principios de la década de los ochenta.

Las Reflexiones han brindado en estos meses, no pocos juicios autocríticos que Fidel realiza con la mayor honestidad histórica. Estoy convencido que seguirá fertilizándonos la memoria histórica en esta y otras direcciones.

El Mensaje del Comandante en Jefe

Magdalena no sólo es una mujer sensible. Ella posee el instinto de clase, la inteligencia cultivada por la Revolución. No dudó en decirme que lloraba de cariño, pero que ella estaba de acuerdo con Fidel. Que la decisión del Comandante era correcta. Y mi vecina tiene toda la razón.

El Mensaje del Comandante en Jefe, sin duda meditado y evaluado con la dirección de nuestro Partido, abre por demás el mejor de los escenarios a que puede aspirar una Revolución, que ha tenido durante medio siglo la impronta singular del liderazgo de una personalidad histórica. Nos regala un escenario de ética y valentía políticas, de confianza en la propia obra humana de la Revolución. Un politólogo estructuralista diría que se trata de un acto que expresa y demuestra estabilidad y fortaleza políticas. Para mí es sobre todo un bello ejercicio de continuidad revolucionaria.

En Cuba -lo alertó con su directo y claro lenguaje el segundo secretario, General de Ejército Raúl Castro Ruz-, el sustituto de Fidel es el Partido. Ese triste espectáculo de una dirección en pugnas e intrigas, cada uno queriendo para si el traje del jefe, es completamente ajena a la práctica política de la Dirección revolucionaria cubana.

Sí, no caben dudas de que se abre para la Revolución Cubana una nueva etapa. La decisión de Fidel impone retos y tareas a todos los cubanos y cubanas revolucionarios. Unas, inmensas en responsabilidad; otras, mucho más modestas. Todas dignas y necesarias

Hay principios fidelistas de dirección, una escuela de trabajo y actuación revolucionaria que enriquece la labor de los cuadros, que proyecta más socialismo, más participación popular. Y también se manifiesta un estilo de actuación que tiene que ver directamente con la personalidad, con las formas específicas de actuación de Fidel. Separar lo uno de lo otro no será tarea fácil. En ello no solo estará presente la voluntad de los cuadros, el funcionamiento eficaz de las instituciones estatales y gubernamentales, la colocación certera del Partido en su lugar y misión revolucionaria, sino en medida sustantiva estarán presentes las subjetividades y en ellas los cambios que se precisan en las mentalidades de todos.

Sin el fenómeno de trabajo revolucionario que se llama Fidel Castro, al frente de las tareas del Estado y el Gobierno, aumentará la responsabilidad histórica y política de los cuadros en todos sus niveles de dirección. Y no tengo la menor duda de que nuestro Partido, y la mayoría de los ministros y directivos, cuadros intermedios y de base, están en plena capacidad para asumir este reto. Contamos por demás con una inagotable reserva de inteligencia estratégica y operativa en el pueblo culto y patriótico que ha creado el socialismo. Fidel seguirá siendo un educador y aliado de la mayor exigencia popular hacia los cuadros, de la sentida responsabilidad colectiva de unos y otros, por el destino de la Patria.

Fidel ha dejado un legado muy claro: La relación líder – masa, y la autoridad del cuadro, crece en Cuba desde la modestia y la austeridad personal. Se forja en el andar cotidiano junto a los ciudadanos, si se comparten las justas críticas por lo que no marcha o no se hace bien, y trabaja cada responsable con rapidez y eficiencia para resolver los problemas maduros. Con respuestas veraces, claras y valientes, sin temer asumir las responsabilidades que en una u otra deficiencia le atañen. Con experiencias certeras de sus errores y un culto renovado en la participación y el respeto por el ejercicio de poder real de las masas. Si persuade y se deja persuadir. Si se caracteriza por exigirse y exigir la máxima consagración y eficacia.

Soy de los que consideran que las revolucionarias concepciones del Comandante de la Revolución Cubana, no siempre han encontrado en los cuadros responsables de enriquecerlas en la práctica, el debate y la respuesta inteligente y sobre todo, los diseños de realización, autoevaluación y retroalimentación más pertinentes. Hay quienes han hecho del juicio de autoridad, un arte de inmovilismo y justificación. Para tales personajes no hay posibilidades en el nuevo escenario de trabajo revolucionario. Y con Fidel escudriñando la realidad nacional, les será cada vez más difícil continuar con tan nociva inacción. Ya en alguna de sus Reflexiones el Comandante, ha emprendido la crítica y denuncia de estas y otras actitudes burocráticas.

Fidel ha insistido siempre en señalar, con sobrada razón, que la Revolución Cubana es obra de millones de patriotas, de la voluntad, audacia e inteligencia de un pueblo con una historia de más de 100 años de lucha: pueblo que se ha fortalecido y consolidado como nación culta, solidaria y soberana en medio siglo de Revolución. A esta inobjetable verdad apela, una y otra vez, el Comandante cuando de evaluar su papel en la historia se trata.

El criterio del propio Fidel sobre el valor del protagonismo colectivo no niega el hecho históricamente irrebatible de que su personalidad ha jugado y juega un papel trascendental. Él es sin lugar a dudas una fuerza telúrica que nació precisamente de los valores de la nación que representa, y en la cual funde todos sus anhelos de constructor revolucionario. Continuará Fidel entre nosotros, continuará con plena vigencia en su diálogo crítico de educador social y forjador comunista, y para dicha nuestra, lo incrementará.

Que no se esfuercen en otros diagnósticos los imperialistas, sus aliados y mercenarios. Estamos ante una buena noticia: Fidel se nos multiplica en razones, estrategias y medulares ideas.

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