En el sistema capitalista transnacional actual, financiero y especulativo, donde la conformación de las instituciones de poder está absolutamente determinada por egoístas intereses económicos de una reducida minoría que a duras penas puede pretender hacer pasar estos organismos políticos por representantes de los intereses de la sociedad en general, podría parecer un sueño gratificante o una escena salida de la fértil mente de algún socialista utópico, si se juzga liberados de prejuicios, que en algún lugar del mundo se pueda constituir un Parlamento donde ningún miembro ha invertido un centavo en su elección, no se ha empleado un minuto de radio o televisión en campaña por algún candidato o candidata y el pueblo apruebe de forma directa la membresía de las asambleas de gobierno a todas las instancias. Esta sensación de una especie de mundo paralelo al real dominante se afianzaría si agregamos a la información inicial el que mas del 90 % de los electores aprobaron en bloque unido las propuestas de las comisiones de candidatura a las dos instancias superiores, las Asambleas Provinciales y la Asamblea Nacional, los mismos millones de ciudadanos que recién terminaban de examinar de forma crítica los problemas que se proponen resolver en su sociedad. Ese país es Cuba Socialista hoy.
A quién no se detenga a pensar de donde venimos y cual es la naturaleza clasista de muchos Parlamentos en el mundo podrá parecer natural que nuestro Parlamento sea una fiel expresión de la rica diversidad social de nuestro país. Pero echémosle una mirada al contexto internacional. Salta a la vista la confirmación de la tesis marxista de la determinante dependencia de la política de los intereses económicos, particularmente en una etapa de podredumbre moral del imperialismo que ha reducido, en ocasiones la política nacional, y a ciertos políticos nacionales a la triste condición de mercenarios de la política transnacional en sus propios países, vulgares mercaderes del patriotismo sin que por ello sufran una crisis de pudor, cuando la corrupción política es una epidemia global y las instituciones representativas han caído en un descrédito tal que muchos han perdido la fe en la idea misma de la representatividad, y dudan con fuerza que hayan personas que puedan defender los intereses de otros en su nombre en diferentes instancias no solo de gobierno sino gremiales, clasistas y territoriales, pues tan reiterados engaños y manipulaciones los han llevado a creer que no hay en la naturaleza humana espacio para la solidaridad y que toda representatividad no es mas que un pedestal para alcanzar fines estrictamente personales.
La nueva Asamblea Nacional se ha formado en la escuela de Fidel, donde la consagración a las responsabilidades que se asumen, el altruismo y la modestia, entre otros valores, le dan un contenido nuevo, en términos históricos, a la política revolucionaria. Este terreno es en extremo árido para que florezca el egoísmo, las ansias de protagonismo y de enriquecimiento.
Si se quiere tener una prueba de la fortaleza de la Revolución Cubana, solo hay que observar cómo ha respondido el pueblo ante la imprevista enfermedad de su máximo líder, Fidel, y cómo ha apoyado y apoya al compañero Raúl y a toda la dirección colectiva de la Revolución, sabiendo que están preparados para comandarlo. Cuando un pueblo es capaz de convertir sus sentimientos de preocupación por la salud de su líder histórico, en unidad, firmeza, energía y disposición de lucha contra su enemigo imperialista y sus propias dificultades, ese pueblo es invencible.
La nueva composición del Consejo de Estado, su presidente, el compañero Raúl, el primer vicepresidente, el compañero Machado y demás vicepresidentes, gozan de una autoridad en el pueblo cubano ganada por sus méritos de lucha y de trabajo abnegado en el período revolucionario. Solo a los enemigos de la Revolución Cubana puede molestarles un Consejo de Estado representativo de la Asamblea Nacional, que a su vez es representativa del pueblo cubano, con casi el 50% de delegados de base, mas del 40% de mujeres y equilibrada en composición por edades. Si habían sacado otro cálculo en la situación actual, bien podrían los contribuyentes norteamericanos demandar a su gobierno por gastar sumas millonarias de dinero en análisis que no aciertan a entender la naturaleza de nuestro proceso revolucionario.
En la campaña mediática montada contra Cuba ya se observan cables que subrayan el inicio de una supuesta etapa de ruptura con el mandato anterior. Es una prueba más de que carecen del más elemental escrúpulo cuando de lograr sus intereses se trata. Es una versión actual de un viejo truco para dividir a los revolucionarios. Se han cansado de contraponer a Carlos Marx y su entrañable amigo y compañero de lucha, Federico Engels y a su vez a estos clásicos fundadores del marxismo con su genial continuador, Vladimir Ilich Lenin, luego a Gramsci, leninista por definición, con Lenin, y así sería interminable la relación de patrañas y mentiras inventadas.
Pero en nuestro caso actual indigna que se presente el avance de la Revolución, la adopción de medidas para perfeccionarla, y cualquier otra decisión, vaciadas del pensamiento de Fidel. La propuesta de Raúl, aprobada por unanimidad por la Asamblea Nacional de consultar con Fidel las decisiones de especial importancia para la Revolución, en el terreno de la defensa, la política exterior y el desarrollo socioeconómico del país, demuestra cuán ética y apegada al derecho es la política de nuestra máxima dirección.
La Revolución Cubana, victoriosa frente a colosales obstáculos continúa su rumbo trazado por Fidel, su vanguardia política, el Partido Comunista y su pueblo. Nadie debe confundir el que haya coincidido en el tiempo la creación de las condiciones internas y externas necesarias para la toma de importantes decisiones con la nueva legislatura y la conformación de los máximos órganos de poder, al ir dejando cada vez más atrás las extraordinariamente difíciles condiciones internacionales que enfrentó el país luego del derrumbe del campo socialista a inicios de la década de los años noventa que impusieron la necesidad de adopción de medidas para salvar la Revolución. No vamos a caer en la trampa de tener que demostrar que la nueva legislatura y su Consejo de Estado son fidelistas.
Rafael Emilio Cervantes Martínez
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