sábado, octubre 11, 2008

Día de la Raza. Día de la Mafia.


Nada que Celebrar.

El Paseo. Jira ó Un día de campo.

Se adentraron los cuervos en la inmensidad de los bosques logrados.
Devoraron las entrañas esparcidas a la veda del camino.
Despertaron de su letargo a los escarabajos dorados e indómitos.
Quisieron esclavizar la lluvia, los ríos y las casas pobres por doquier.

Talaron hasta el hueso de la canela rebelde en su hambre de poder.
Y así, codiciosos de todo lo que no era de ellos,
Comenzó el festín de mortandad.
Lo que no cabía en sus bolsillos, caía en las fauces criollas.

Todo era ensangrentado con el sol entremedio como testigo.

Nuestro carácter hospitalario les abrió la puerta a esos perros sanguinarios.
Creímos que eran los hijos de un Dios mayor.
En un pacto con el diablo nos hubiese ido mejor.
Alabados los que abrieron los ojos ante tanto despojo.

Los ejércitos más fieros de su época aplastaban a los infieles, hasta hacerlos
Ver el infierno sin necesidad de morir.
Cayó la espada en nombre de reyes parásitos, dígase de paso,
Perpetuos en el tiempo. Ayer, hoy y siempre.

La mitad de lo que aprendieron del desierto lo sembraron a punta
De cuchillo sobre la frente de los herejes.
Aún salpicaba arena de sus bocas, pero sentíanse dueños del discurso,
Dígase de paso, hoy, ayer y siempre.

II
Trajeron la brújula y la sarna, el compás y las armas, el espejo y los complejos.
Cualquier intento de rebeldía callaban con la Biblia aplastante, mientras lucían a sus amantes.
Trajeron los cerrojos y los piojos, el astrolabio y los tarados, el candado y la peste.
Trajeron las tasas y la desgracia, repartieron los solares y los males.
Trajeron la coraza y la mordaza, la espada y la celada.
Trajeron los asentamientos y los degollamientos.

Se llevaron las rosas en sus lomos de mula, dejaron el estiércol como recuerdo.
Se llevaron las sonrisas en sus barcos de guerra,
Y nos dejaron óleos, con sus caras de santos.
Se llevaron todo lo que brilla. Todo lo que mantiene y condimenta su carne.

Que bueno, que nunca fueron muy amigos del agua.

¿Cuántos indios decapitaron, para robarles chocolate y cacao?
Y nosotros les matamos el hambre con nuestras papas,
Les adornamos sus mesas con paltas y tomates.
Y para ustedes no era delito matar un salvaje.
Se llevaron el caucho, el hule, el maní y los pimientos,
Nos dejaron de herencia, siglos de sufrimientos.

Se llevaron el tabaco, nos dejaron el mal olor de sus sobacos.
Se llevaron el maíz, y dejaron epidemias en cada país.
Además, les fascinó el trueque,
Se llevaron el girasol, los frijoles y las batatas,
Y nos dejaron un nuevo tipo de rata.

Se rieron de buena gana en nombre del señor, al parecer fue el único que vino con ellos.
Su fealdad la aplacaban con el aceite, de algún indio soberbio achicharrado.
Si sólo hubiesen sabido que ni toda la grasa del mundo mejora un cerebro malogrado.

Trajeron la encomienda y toda su mierda, los curas y la basura.
Trajeron la peluca y la sangre, las balas y el hambre, las botas y el sudor.
Trajeron la pólvora y la sífilis, la cuchara y la amarra, el hacha y los esclavos.
Trajeron los sacos y el desfalco.
El suicidio y los mendigos, el látigo y los castigos. El caballo y los lacayos.

El cabildo y los cinismos. Los embalses y los pillajes.
Trajeron la venganza y las matanzas,

Que día de campo se dieron estos colonizadores, sí hasta las hormigas
Se escondían de sus dientes.
Que tiempos aquellos para estos soldados, si al parecer eran hijos de un ser sagrado.
Que no haya rencor ni quebranto, sólo fueron un par de siglos de espanto.
Que no se hable con envidia, alguien tenía que violar a las indias.

Todo era ensangrentado con el sol entremedio como un quejido.

Pausa. Entre paréntesis.



Todo no podía ser tristeza, soledad y destierro.
Sonrientes apostaban, cuánto duraba un indio cercado,
Contra diez perros hambrientos.
Una pieza de oro, del mejor banco, a que mis indios no gritan
Cuando se lanzan de los barrancos.
Masticando nuestro chicle o goma de mascar, siempre fue más entretenido saquear.

III
Pero en sus correrías sanguinarias encontraron su tope,
Un indio más grande que todas las Araucarias.
Creyeron que eran Yanacona, ya se sentían dueños de la zona.

Uno de los tantos caciques les habla en forma clara:
Mientras aún se escuche el aliento de un invasor, nuestro pueblo sentirá el dolor.
Puño a puño, mano a mano, ya veremos quien sale ganando.
No ganaron ayer, no ganaron hoy día, no ganaran mañana.
Puño a puño, mano a mano, ya veremos quién sale ganando.
Mientras sople viento en estas tierras, a cualquier explotador le daremos guerra.

En el cenit de los problemas, por supuesto cambiaron de estratagema.
Permutaron la riña por la Biblia.
Y así, entre cruces, sotanas y oraciones, comenzó nuevamente el festín de los ladrones.
Que conveniente es ser cristiano.
Dios quizás es feliz con lo robado.

Trajeron el rosario y los sicarios. Los anteojos y los despojos.
Campos y bosques había que ocupar, mejor que lo haga un capellán.

Luego, sin regimientos vinieron los desacreditamientos y los fingimientos.

Cómo puede un indio holgazán y bebido, ser dueño de su destino.

Si son inferiores, son como monos.

Sin embargo, nuestros hermanos menores.
Pero, no tienen modales, educación, ni cultura, mejor que duerman entre la basura.
Y así, un temporal de mentiras y estigmas aún cabalga por las colinas.
No sólo mataron, todo lo bello tergiversaron, lo enajenaron.

Después, como si fuera una nueva moda se levantaron los guachos, contra sus padres.
Avariciosos, criollos y bastardos no aceptaron migajas, querían todo el fardo.
Y así, entre nobles penitentes y europeos de segunda, nació nuestro continente.
Su rebeldía, crecía como un maleficio, pero aún seguían admirando sus inicios.
Cómo no ser amos de todo, sí aquí no saben de ropa, hay que importarla desde Europa.
Sólo un puñado de estos criollos merece ser honrados.

Su odio, resentimiento y complejo de inferioridad, moldeó nuestra nacionalidad.
Al indio se le desprecia por su cara y su color, aunque fuera nuestro único defensor.
Somos poca cosa, a veces los peores, pero hay que buscar la causa,
En la historia de los invasores.

Todo era ensangrentado, con el sol entremedio como un castigo.

Trajeron un tipo de escritura y un mar de tipos caradura.
Trajeron los cañones y los matones, el horario y los mercenarios.
Trajeron los arcabuces y los embustes.
Trajeron la real hacienda y toda su violencia. Los carniceros y los floreros
Trajeron lo más selecto de su país, dejando cárceles y puteríos sin su habitual cariz.

IV
Indicación colonial par el buen vivir entre los indígenas,
Aborígenes, pueblos originarios o vernáculos.

Si no lo soporta, se le ahorca, si no obedece, se le cuece.
Si no quiere a su amo, se le cortan las manos, si es obstinado, debéis quemarlo.
Si es un rebelde consumado, no perdáis tiempo, simplemente empaladlo.
Menester es deciros que si no le gustan los setos, mejor os entenderá en el cepo.
Lo que se mueve, se come. Lo que sirve, se lleva.
Lo que no, se quema
Otra de sus bonitas estratagemas.

En el colmo de lo absurdo y siniestro, si vamos a sus países
Nos tratan como excrementos.
Sólo queremos ver como brilla el oro, la plata y el cobre de nuestros ancestros.
Sólo queremos sentir como sabe la carne, con especias y sangre.

Disculpen si delinquimos por falta de educación, aunque, fijo,
Ustedes saben, tenemos cien años de perdón.
Si la iglesia acepta sus errores, ¿Por qué no imitan
A sus santos patrones, a sus gestores y claman perdones?
Todos a coro como en un rasgueo, pidan disculpas por los saqueos.
Una cosita más, se les olvidó llevarse un poquito de humildad.

Trajeron los conventos y los tormentos, los doctores y los horrores.
Trajeron algunas artes y todos los desastres. La inquisición y toda su corrupción.

Todo era ensangrentado, con el sol entremedio como mendigo.



No solamente trajeron, aún nos siguen trayendo.
Además, no necesitan enviarnos traidores,
Aquí en América latina, crecen por montones.

¿Cuántas celebraciones indígenas encuentras en el calendario?
No muchas por supuesto, son mejores las de tono publicitario.
Y es que algunos se acostumbraron al factor hereditario
De entregar nuestras riquezas al mejor depositario.
Se reprodujeron en el tiempo todas esas familias ingratas,
Piensan que el país de allá es el mejor socio.
Y ven a nuestra patria solamente como un negocio.

Si alguien piensa que exagero con decir parias y traidores
Vayan echándole una mirada a los alrededores.
¿Cuántas calles y plazas llevan el nombre
De los asesinos de nuestra raza?
¿Cuántos billetes circulan de mano en mano
Llevando impresa la cara de los primeros tiranos?
Si es por dar ejemplos, me faltaría tiempo.

Ahora somos herederos de su sapiencia
Marcamos a fuego las diferencias.
Su triste escuela nos dejó secuelas...
Nuestro continente dividido como parcela.
Cada país, el pétalo de una flor...
Una flor llamada América.

Que ironía, ustedes fumándose nuestro tabaco
Y pretenden que besemos vuestros zapatos.
Que horrible sarcasmo, les enseñamos a reemplazar vuestros perfumes por el baño y aún nos miran como un rebaño.
¿De que les sirvió todo lo robado?, sí al final de cuenta
Su pueblo pobre sabe lo que es vivir en un país subdesarrollado.

No necesitan enviarnos traidores,
En América Latina crecen por montones.

Sin embargo;
No ganaron ayer.
No ganaron hoy día.
No ganaran mañana.
Puño a puño.
Mano a mano.
Ya veremos quién sale ganando.

B.S.M, S.S.S: (Besa Sus Manos a Su Santísima Señoría)


Andrés Bianque en Kaos en la Red

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