Una Federación Socialista de Europa, la única alternativa frente a la degradación social y el retroceso de los derechos democráticos
A mediados de abril un sondeo del Eurobarómetro pronosticaba una abstención récord para las elecciones europeas del 7 de junio: tan sólo el 34% de los ciudadanos europeos tenía previsto participar en los comicios, confirmando una tendencia a la baja que se viene produciendo, sin excepción, desde 1979. La encuesta también señalaba una abrupta caída de la confianza, en un periodo de tan sólo ocho meses, en instituciones como la Comisión Europea, el Parlamento Europeo y el Banco Central Europeo. Esto no es nada extraño, todas estas instituciones han mostrado una persistente hostilidad hacia los intereses de los trabajadores.
Estos datos hay que analizarlos dentro de la creciente crisis económica y de credibilidad que sufre el capitalismo y sus instituciones. La noción de más igualdad y derechos sociales y democráticos con la que en otro periodo millones de personas asociaban la Unión Europea se ha ido resquebrajando por el contraste con la dura experiencia de la realidad. La crisis económica ha sido la puntilla, pero este proceso se ha venido larvando durante años.
Desigualdad creciente
Los datos de los cambios sociales y laborales que se han producido en Europa en las últimas décadas son muy clarificadores. Las rentas del trabajo han pasado de representar un 68% de la renta nacional de los países de la UE-15 en 1975, a un 58% en el año 2005. Este proceso ha continuado hasta hoy. En la UE-25 los salarios han pasado de representar el 67,4% de la renta en 2003 al 66% en 20071. Mientras, los beneficios empresariales han crecido un 33% de promedio en el periodo de 1999-2006 en los países de la UE, y un 36,6% en los países de la zona euro; por contra los costes laborales crecieron tan sólo un 18%. En 1991 un 32% de la población de la UE-15 consideraba sus condiciones de trabajo estresantes, en 2005 este porcentaje ascendía al 44%. Aunque hace pocas semanas se ha "congelado" la directiva de las 65 horas, en realidad, las jornadas laborales extenuantes e inhumanas se han generalizado y tienen cada vez más cobertura legal. De hecho, las excepciones a la jornada máxima de 48 horas semanales se pueden aplicar a todo el mercado laboral en cinco países y para determinados sectores en once, sin necesidad de la directiva de las 65 horas. El gasto público en sanidad, vivienda, pensiones, servicios de ayuda a las familias ha sufrido un continuo descenso, también reflejado en numerosas estadísticas.
A lo que hemos asistido en todo el periodo de crecimiento económico es a un brutal proceso de polarización social, de transferencia de riqueza de la mayoría más pobre a la minoría más rica. En Europa se han creado bolsas de marginación y pobreza tremendas, y no sólo en Europa del Este, sino en Alemania y Francia. En contraposición, en el año 2007 "aparecieron" 200.000 nuevos millonarios en Europa. Una encuesta indica que el 78% de la población de la UE considera que las desigualdades sociales en su país son excesivas, nunca se había visto anteriormente un porcentaje tan elevado de desaprobación de este hecho.
En el proceso de ampliación de Europa, las diferencias entre ricos y pobres no sólo han aumentado dentro de cada país, sino entre distintos países. En la UE-15, la proporción entre la renta per cápita del más rico con el país más pobre era de 3 a 1 y con la UE-25 pasó a ser de 5 a 1. En 2004, a pesar de la entrada de 10 nuevos miembros del Este el presupuesto europeo apenas aumentó. Las ilusiones de la población de estos países, en que la entrada en la UE iba a mejorar sustancialmente sus condiciones de vida, rápidamente se esfumaron. En el punto más álgido del boom de los últimos años se pudo alimentar el espejismo de una rápida prosperidad, pero la crisis está teniendo ahora efectos devastadores en estos países.
Derechos democráticos en peligro
En los últimos años se ha producido una auténtica involución de los derechos democráticos en Europa. Campañas abiertamente racistas contra los inmigrantes, detenciones indiscriminadas, abusos policiales, impunidad de los grupos fascistas, han sido descaradamente alentados desde diferentes gobiernos, así como la restricción de los derechos más elementales como el de organización, reunión, manifestación, fundamentalmente con la excusa de la "lucha contra el terrorismo". La farsa del pedigrí democrático europeo frente al autoritarismo siempre latente en EEUU se desenmascaró con la total impunidad con la que el imperialismo norteamericano ha actuado en suelo europeo, con la generalización de secuestros, torturas y vuelos ilegales organizados por la CIA, relatados en informes elaborados por el propio parlamento europeo, sin que ningún gobierno haya hecho nada significativo contra tamaños atropellos.
En el caso del Estado español hemos asistido a una escandalosa arbitrariedad del poder judicial contra el movimiento de la izquierda abertzale ilegalizando formaciones políticas, encerrando dirigentes y prohibiendo publicaciones. La ilegalización por parte del Tribunal Supremo de la candidatura a las elecciones europeas de Iniciativa Internacionalista fue un absoluto escándalo y aunque luego esta decisión fue revocada por el Tribunal Constitucional, se demuestra una vez más el carácter profundamente antidemocrático de la Ley de Partidos y la amenaza que ésta supone no sólo contra la izquierda abertzale, sino contra las organizaciones sindicales o políticas de la izquierda que luchen contra el sistema capitalista.
Si éste ha sido el comportamiento del capitalismo europeo en tiempos de crecimiento y de relativa calma social, ¿qué se puede esperar en tiempos de recesión? Las cifras sobre las perspectivas económicas son muy elocuentes (ver cuadro sobre previsiones del PIB). Ahora, ante la perspectiva de una crisis profunda y prolongada, los ataques en el terreno social y democrático se van a redoblar.
Ascenso de la lucha de clases en Europa y crisis del reformismo
La otra cara de la moneda es el ascenso de la lucha obrera. Si hay un rasgo que caracteriza la situación política en Europa es precisamente el ascenso continuado, desde hace prácticamente una década, de las movilizaciones obreras y las huelgas generales. El movimiento de la juventud y los trabajadores griegos en el pasado otoño, con tintes insurreccionales, ha sido una de las últimas muestras de que la clase obrera europea está pasando por un proceso de lucha ascendente.
En los últimos años hemos asistido a huelgas generales o movimientos muy amplios de la clase obrera en Grecia, Italia, Francia, Bélgica, Portugal, en el Estado español, Dinamarca, etc.; en el Este europeo, la crisis está suponiendo un claro despertar del movimiento.
Puede parecer sorprende que este profundo y creciente malestar de la clase obrera, así como sus reiteradas muestras de disposición a la lucha, no haya ido siempre acompañada de victorias de la izquierda en el terreno electoral. Pero esto tiene una explicación clara, no en la debilidad de la izquierda en general o de la clase obrera, sino en el abismo que separa las aspiraciones de las masas del programa real que ofrece el reformismo y la socialdemocracia.
Efectivamente, el retroceso en el terreno social y democrático de los últimos años es lo que ha estado en la base de la crisis, cada vez más evidente, del reformismo europeo. Al fin y al cabo, esta tendencia ideológica ha sido la principal defensora de que Europa iba a ser el escenario de un capitalismo de rostro humano, más "social" e "igualitario" y en que los trabajadores mejorarían sus condiciones de vida generación tras generación, de forma gradual y sin la necesidad de la lucha revolucionaria. Esto ha sido parcialmente posible, y de forma muy limitada a determinados países, tan sólo durante cuatro décadas inmediatamente después de la II Guerra Mundial. Pero los factores políticos, económicos y geoestratégicos excepcionales que lo propiciaron han desaparecido desde hace tiempo.
Como gestores de un capitalismo en crisis, la política socialdemócrata ha sido cada vez más incapaz de distinguirse de la derecha y, al ser incapaz de movilizar a su propia base social precisamente debido a eso, ha sido la principal responsable de los triunfos electorales de la reacción en Europa.
En Alemania, el gobierno del SPD puso en práctica un programa de contrarreformas, la llamada Agenda 2010; como consecuencia de ello perdió la mitad de su afiliación y su apoyo electoral descendió por debajo de mínimos históricos. Después de su derrota frente a la derecha, en vez de rectificar el rumbo, el SPD se implicó en un gobierno de coalición con Merkel, profundizando todavía más su crisis política y su divorcio con los trabajadores. ¿Qué responsabilidad tiene la clase obrera de la degeneración reformista? Otro tanto podemos decir del PDS italiano, de origen estalinista, que se implicó en diferentes gobiernos de coalición con la burguesía, allanando así el camino a Berlusconi, para acabar convirtiéndose en un partido burgués fracasado, el Partido Democrático (PD). El Partido Laborista británico ha estado a la cabeza del giro a la derecha de la socialdemocracia europea durante las últimas décadas y podría lograr lo que parecía imposible, que la derecha pura y dura vuelva a gobernar el país. En Francia, la crisis del PSF y sus enormes dificultades para vencer a la derecha, es evidente que no está ligada a la falta de combatividad de la clase obrera francesa, que ha sido la avanzadilla de los trabajadores europeos en los últimos lustros y que ha dado muestras de ser perfectamente capaz de repetir el Mayo del 68 pero a escala ampliada. Si ahora Sarkozy está bajo mínimos en sus niveles de "popularidad" esto se debe a la lucha obrera, no a los dirigentes del PSF, que aún así son incapaces de aprovecharlo electoralmente.
Zapatero amaga por la izquierda... y sale por la derecha
El gobierno de Zapatero se encuentra atrapado entre el objetivo de evitar a toda costa que la clase obrera irrumpa en la escena de forma generalizada y abierta y el de emprender las llamadas "medidas estructurales" (reforma laboral, reforma de las pensiones, más reducción de impuestos, etc...) que le exige la burguesía.
Zapatero y los dirigentes del PSOE saben perfectamente que su voto depende de su capacidad de motivar o convencer a la clase obrera y por eso en los mítines y declaraciones de las últimas semanas han insistido una y otra vez en que la crisis no la pueden pagar los trabajadores y que el gobierno no va a tomar medidas de recortes sociales o emprender una reforma laboral para abaratar el despido, recurriendo a menudo a un lenguaje "de clase" y duro contra el PP. Es muy sintomático que del vergonzoso pacto con el PP en Euskadi no se diga una palabra, ni siquiera Patxi López, la estrella invitada en el mitin de la plaza de toros de Vista Alegre (Madrid) con el que Zapatero abrió la campaña electoral. La propia base electoral del PSOE ha visto con estupor y rechazo esta alianza contra natura. Tanto el PSOE como el PP se están preocupando bastante poco del supuesto "centro" político, habitualmente considerado "fundamental" por "politólogos" de todo pelaje.
Sin embargo, la práctica real del gobierno está cada vez más distanciada del lenguaje utilizado por Zapatero. Las ingentes cantidades de dinero público destinadas a salvar los beneficios de la banca lo dice todo. Entre las resoluciones impulsadas por el gobierno en el último debate sobre el Estado de la nación se encuentra una nueva rebaja del Impuesto de Sociedades, más ayudas a las empresas automovilísticas, pero de la prometida ampliación de la cobertura del desempleo nada de nada. Lo más sintomático es que se llegó a pactar con CiU una resolución favorable a una reforma laboral en toda regla, que finalmente se descartó, al menos de momento, porque podía ser el desencadenante de una huelga general.
Lo paradójico de la situación es que todos los partidos políticos y los "agentes sociales" abogan por un gran pacto para salir de la crisis. Nadie quiere abrir una dinámica de confrontación social, porque saben que esto significaría que millones de trabajadores y jóvenes darían un gran paso en el proceso de toma de conciencia de su propia fuerza y de cómo hacer valer sus derechos en estos tiempos de crisis, algo muy peligroso para la estabilidad del sistema capitalista. En los últimos meses los dirigentes de CCOO y UGT han argumentado, una y otra vez, la necesidad de un pacto con los empresarios para "una salida pactada a la crisis económica" y contra la huelga general. Sin embargo, la huelga general planea en el horizonte y tiene su efecto incluso antes de que sea convocada.
Sin embargo, es completamente inevitable que, asumido el capitalismo como único sistema posible, y en ausencia de una movilización contundente de los sindicatos, el gobierno del PSOE acabe emprendiendo este tipo de medidas. De hecho, se están preparando para ellas. El recién nombrado secretario de estado de economía, José Manuel Campa "es considerado un profesional con ideas liberales u ortodoxas en el ámbito socioeconómico. Hace unas semanas incluyó su nombre entre los cien economistas que proponen una amplia reforma del mercado laboral español" (El País, 15-05-2009). En una reunión del Círculo de Economía, Montilla, secretario general del PSC y presidente de la Generalitat de Catalunya "alegró los oídos empresariales al subrayar que la crisis no puede ser pretexto para aplazar las reformas" (El País, 30-05-2009), abogando abiertamente por una reforma laboral, la vinculación del salario a la productividad y la flexibilización de los convenios.
Otro escenario se abriría, y es por el que luchamos los marxistas de El Militante, con la convocatoria de una huelga general. Efectivamente, el poder de la clase obrera es inmenso. Una movilización masiva, con un programa reivindicativo claro (ni un ERE más, subsidio de desempleo indefinido hasta encontrar trabajo, que el dinero destinado a la Banca se invierta en gasto social, etc.) y con perspectiva de continuidad, tendría un efecto eléctrico en todas las fábricas, tajos, institutos y facultades. Podría frenar los ataques en marcha y obligar al gobierno a tomar una serie de medidas favorables a los intereses de la clase obrera. En todo caso, ni la burguesía frenará su plan de ataques, ni el gobierno cambiará sustancialmente de política si no se enfrenta a un fuerte movimiento de masas.
Votar no basta
Obviamente, una de las mayores preocupaciones para los trabajadores y los jóvenes más conscientes de Europa, es la existencia de gobiernos de derechas y partidos de derechas que pueden llegar al gobierno, que representan una amenaza directa contra la clase obrera, los derechos sociales y democráticos. La derecha europea se va a movilizar para tratar de sacar el mejor resultado posible de estas elecciones, con el fin de dar impresión de fuerza, mantener la mayoría del parlamento europeo y fundamentalmente aprovechar una eventual victoria en clave interna. En el caso del Estado español es evidente que una victoria del PP crearía unas condiciones más favorables para el triunfo de la derecha en las siguientes confrontaciones electorales.
Berlusconi, Sarkozy, Rajoy, encarnan lo más podrido y reaccionario que hay en la sociedad y hay que cerrarles el paso votando a la izquierda. En el caso del Estado española millones de jóvenes y trabajadores votaran al PSOE como el medio más útil para frenar a la derecha. También un amplio sector de la clase obrera y la juventud lo harán por Izquierda Unida, que tiene una enorme oportunidad de reforzarse si abandona la política reformista que ha defendido en los últimos años y retoma el programa del marxismo y la lucha de clases.
Al mismo tiempo que defendemos el voto a la izquierda, como marxistas insistimos que la Unión Europea capitalista no va resolver ninguno de los problemas de los trabajadores, que no basta con derrotar electoralmente a la derecha, que debemos luchar para obligar a los dirigentes sindicales a convocar una huelga general de 24 horas como un primer paso para una huelga general a escala europea, la mejor manera de fortalecer los vínculos de la clase obrera de toda Europa, y que la única alternativa a los problemas de los trabajadores del Estado español y de todo el continente es la lucha común por una Federación Socialista de Europa. Sólo podremos hacer efectivo el verdadero potencial económico y cultural de Europa con el establecimiento de una Federación Socialista, que ponga fin a cualquier tipo de opresión nacional y, sobre la base de la expropiación de la banca, los monopolios y los latifundios, establecer las bases de una economía socialista planificada que acabe con la lacra del desempleo, que defienda y mejore la sanidad y la educación pública, que ponga fin al racismo y la desigualdad. Por lo tanto, votar no basta. El voto a la izquierda es importante pero es necesario ir más allá, y organizarse políticamente para defender una alternativa revolucionaria frente al capitalismo, porque finalmente donde nuestro destino se va a decidir es en la lucha de clases.
El Militante
No hay comentarios.:
Publicar un comentario