miércoles, mayo 09, 2012

80 años del asesinato legal de Sacco y Vanzetti



Hace 80 años que el “talón de hierro” de la oligarquía norteamericana perpetro otro de sus grandes crímenes contra el movimiento obrero, y lo hizo a pesar de las enormes movilizaciones internacionales contra un monstruoso montaje judicial, detrás marcharon codo con codo anarquistas, socialistas varios, comunistas amén de numerosos intelectuales, sobre todo norteamericanos. Aquí, en este país de países hubo voces, el tema sacudió las conciencias más libres, pero no llegó a alcanzar la repercusión que logró en Francia y en otros sitios, y fue así porque la dictadura de Primo de Rivera estaba haciendo su sucio trabajo de impedir que la CNT y el pequeño PCE levantaran cabeza..
En uno de los lugares donde la campaña por Sacco y Vanzetti adquirió mayor resonancia fue en Asturias, constatación que ha animado a la FAN asturiana a trabajar porque está página no se archive, y quieren recordar que su artífice fue José Loredo Aparicio, abogado del sindicato minero de la CNT, uno de los fundadores del PCE y luego destacado portavoz de la Izquierda comunista en los años treinta. Evidentemente, se trata de una faena necesaria que se tendría que tratar de repetir por donde fuera posible, y para ello contamos al menos con una película memorable de Giuliano Montaldo que ya hemos comentado desde Kaos (aparece citado en la reseña que Wikipedia dedica a la película), pero quizás especialmente en el premiado documental de Peter Miller, sobre el que igualmente hemos ofrecido cumplida información: Un documental de inestimable valor: Sacco and Vanzetti, de Peter Miller (www.kaosenlared.net/noticia/documental-inestimable-valor-sacco-and-vanzetti-peter-miller)
Valdrá la pena añadir a este pequeño material algunas de las líneas que a la primera le dedica Porton en su obra sobre cine y anarquismo:
“La película de Montaldo no puede ignorar el anarquismo de sus protagonistas, pero una tendencia a virar del thriller político a una tibia exalta­ción humanista (...), brinda pocos indicios acerca del fervor anarcocomunista de Sacco y Vanzetti. La película es sobre todo una versión simplificada del argumento minuciosamente documentado de Herbert Ehrmann, según el cual el robo y asesinato de un pagador en South Braintree, Massachussets, de los que se culpó a los anarquistas italianos, fueron en realidad obra de una organización criminal conocida como la banda de Morelli. Al li­diar en forma bastante torpe con las tensiones de clase peculiares de Boston que enfrentaron a Frederick Katzmann, un fiscal vengativo, educado en Harvard, con inmigrantes italianos empobrecidos, Montaldo evita los matices del anar­quismo de estos. Sacco and Vanzetti es víctima de un esfuerzo mal concebido para hallar paralelos entre el antirradicalismo desenfrenado que asoló a los Esta­dos Unidos en la década de 1920, y ejemplos análogos de la conducta italiana contemporánea. Por ejemplo, hay una clara inspiración retórica en la decisión que adopta Montaldo de detallar la muerte del camarada de Sacco y Vanzetti, Andrea Salsedo, en una de las primeras secuencias. La muerte de Salsedo, un de­fensor de la acción directa anarquista, cuya detención por la policía sólo puede entenderse dentro del contexto de la venganza gubernamental contra el extre­mismo inmigrante, fue anunciada como un suicidio, a pesar de que los anarquis­tas consideraron la historia oficial con escepticismo. Si bien caben pocas dudas acerca de que en realidad Salsedo se suicidó, Montaldo está tratando indudable­mente de ligar su muerte con el “suicidio” en verdad turbio de Giuseppe Pine­lli, un militante anarquista italiano cuya muerte en 1969 inspiró la obra teatral de Dario Fo, Muerte accidental de un anarquista.
El concienzudo intento de emular los thrillers de Francesco Rosi y Costa-­Gavras que realiza Sacco and Vanzetti fracasa a veces, pero Montaldo hace todo lo que puede para situar a sus héroes dentro de un marco histórico exacto. Un mon­taje inicial que subraya la virulencia de las incursiones antirrojas de Palmer (nombre que corresponde al notoriamente reaccionario Fiscal General) deja en claro la ten­dencia, todavía vibrante en la década de 1920, a juntar en una amenaza subversiva monolítica a los anarquistas, los socialistas y los comunistas. Pero así como el propio Palmer no podía hacer una distinción entre fracciones ideológicas; la película soslaya las creencias anarquistas específicas de Sacco y Vanzetti (Pau Avrich, en un estudio innovador, se refiere a la deuda de estos con la obra Luigi Galleani), para centrarse en la pirotecnia narrativa del juicio. Sacco y Vanzetti aparecen como corderos anarquistas casi angelicales, llevados a su pesar al matadero. En la secuencia tal vez fundamental de la película, Katzmann, enfrentando directamente a Sacco y Vanzetti, echa chispas al decir que ellos «no pueden entender los ideales estadounidenses» porque «ni siquiera son capa de hablar en nuestro idioma». La diatriba de Katzmann lleva a Sacco a reiterar su fe en el anarquismo ya Vanzetti a declarar que “quiere vivir, pero en un mundo mejor”. Esta confesión bastante inofensiva parece copiada de una carta Vanzetti escribió a Elizabeth Evans, en la cual expresa de manera elocuente pesar de su dominio limitado del inglés) su propia creencia de que el «anarquismo busca su libertad en la libertad de todos, su felicidad en la felicidad de todos, bienestar en el bienestar universal». La película capta el altruismo de Vanzetti un poco limitado a lugares comunes, pero no logra captar su ardiente creencia (y la de Sacco) en la propaganda mediante la acción.
Esta falta de vigor se hace más pronunciada aún a medida que avanza la película. El desacuerdo entre los dos anarquistas y Katzmann es seguido por secuencias de manifestantes que exigen la libertad de “Bart y Nick”. Montaldo, al igual que un aluvión de escritores con simpatías liberales, marxistas y hasta anarquistas, se pre­ocupa ante todo por la presunta inocencia de Bart y Nick, a pesar del inevitable reconocimiento de su anarquismo. La necesidad que tiene la película de reivindi­car a sus héroes termina por diluir las convicciones políticas de estos (no obstan­te la compensación que ofrece Gian Maria Volonté con su conmovedora inter­pretación de Vanzetti). Curiosamente, antes de la publicación del amplio estudio de Avrich, el periodista conservador Francis Russell fue uno de los pocos escri­tores que, si bien desde una perspectiva hostil, transmitieron la verdadera índole del anarquismo revolucionario de Sacco y Vanzetti. Russell, utilizando infor­mación seleccionada de historiadores simpatizantes del anarquismo, como Av­rich y Nunzio Pernicone, detalla con brevedad el gradual progreso de los inmi­grantes desde obreros apolíticos a discípulos de Galleani, un desvergonzado defensor de la violencia revolucionaria. La evidente devoción de Sacco y Van­zetti a la creencia galleanista de que “los actos individuales de rebelión…inefa­bles, inexorables, como el aire y como el destino” o son necesarios para cristalizar el fermento revolucionario, lleva a Russell a vilipendiar a esos radicales, conside­rándolos víctimas de una vacilante «llama de paranoia»: adherentes a un irracio­nal “culto del anarquismo” (79-80).
Tuvo que ser el cine “político” italiano quien rompiera el tabú, y tuvo que pasar muchas décadas para que desde los Estados Unidos (“El país de la libertad”), para producir un documental tan completo como el de Peter Miller. Durante décadas, Hollywood apenas si asomo la nariz en el hecho. Entre las contadas excepciones se encuentra Winterset (USA, 1935), adaptación de la obra teatral de Maxwell Anderson (guionista de títulos como Sin novedad en el frente y Falso culpable), que fue efectuado con aprobado por Alfred Santell, con brillantes interpretaciones de Burgues Meredith y Margo. Menos incisiva resulta The animal male (USA, 1942), realizada por Elliot Nugent, un cineasta que trabajó mucho con Boh Hope y que en esta comedia suavemente liberal tuvo en su reparto a Henry fonda, Olivia de Havilland y Jack Carson. Estrenada aquí en la TVE, el argumento utiliza una carta de Vanzetti como una cuestión importante, aunque nada en la película lo acaba siendo. Hay un discurso final a cargo de Fonda que viene a ser una buena demostración del blando liberalismo de película. En su defensa de la libertad de expresión se vindica el nombre de Vanzetti, junto a Quin­cey y Poe. A partir de los cual se añade que esto no significa defender “el opio, el alcoholismo, el comunismo o el anarquismo”. Así es que a pesar de la fama de algunos de los autores que abordaron la historia desde la literatura. Los casos más conocidos quizás sean el de Upton Sinclair, con Boston, el de John Dos Passos, con El gran dinero, Howard Fast, con La pasión de Sacco y Vanzetti, así como Catherine Anne-Porter que escribió Never Ending Wrong (memorias del juicio y la ejecución de Sacco y Vanzetti).
No estará de más registrar que el alcance de la campaña internacional de solidaridad fue tan importante entre otras cosas por el empeño de los partidos comunistas de entonces. De hecho, el “caso” de Sacco y Vanzetti marcó la última ocasión en que la Internacional Comunista en general, y el USAPC se sintieron obligados a acudir en auxilio de unos anarquistas condenados por la reacción, y lo hicieron desplegando toda su capacidad de movilización, lo que explica la existencia de grandes movilizaciones en países donde el anarquismo carecía de peso como en Francia. Ulteriormente este tipo de actuación solidaria fue excepcional, y en ello no tuvo poco que ver la extrema sectarización del estalinismo que recibió los años treinta enmarcando como “fascistas” a las otras corrientes socialistas: socialfascista, anarcofascista, etc. En el curso de la guerra civil española, en las famosas declaraciones de Antonov Ovseenko (un rehén que Stalin utilizaba mediante un péndulo que colgaba sobre su familia), se amalgama a los anarquistas con los trotskistas, o sea lo más denigrante para las autoridades soviéticas enfrascadas en los “procesos de Moscú”.
Richard Porton anota que algo tuvieron que ver las críticas abiertas a los bolcheviques y a la URSS por parte de Emma Goldman y Alexander Berkman, aunque estas datan de principios de los años veinte. Además a muchos libertarios como Carlos Tresca –uno de los portavoces de la movilización en Estados Unidos-, siguió manteniendo una actitud abierta con otras corrientes de izquierdas…El mismo Porton señala que “la confusión de anarquismo y comunismo en la mente popular al­canzó su apogeo después de la revolución bolchevique. La opinión del Secretario de Estado Christopher Lasch re­sumió la asombrada reacción inicial frente a la revolución por parte del gobierno, la prensa y el público de los Estados Unidos, con la seca observación de que se supuso que `en el fondo los bolcheviques, como todos los extremistas desde Robespierre, se oponían al orden"; por lo que “el bolchevismo era la peor forma de anarquismo” ejemplifica este tipo de ofuscación” (p. 81).
No menos significativa resulta la parte musical, la banda sonora que acompañó la lucha por los dos emigrantes anarquistas. Todo el mundo sabe que el componente más memorable de la película de Montaldo es la Balada de Sacco y Vanzetti cantada en diversos momentos de su desarrollo por Joan Báez, una de las cantantes inconformista más famosas de todos los tiempos, cuya voz logra arrancarnos unos grados de emoción que el film raramente consigue. Cabría decir que antes y mejor que el cine, los cantantes populares de los Estados Unidos habían reivindicado desde siempre las fi­guras de Sacco y Vanzetti, desde que Woody Gu­thrie (al que podríamos definir como un “comunista sin partido”) realizó una serie de canciones (hasta once, al menos) dedicada a con­tar toda la trayectoria de estos sucesos, y fueron recogidas en el disco Baladas de Sacco y Vanzetti". Tal como hemos indicado, a la hora de la muerte, Sacco y Vanzetti, son dos seres humanos que se enfrentan a la calum­nia y la muerte con gran integridad porque también son dos revolucionarios, obreros conscientes capaces de escribir cosas como la carta de Sacco a su hi­jo y que moldeará Peter Seeger para una inolvidable canción:

"Si nada ocurre. seremos electrocutados esta noche, después de las doce.

Es por ello que estoy aquí contigo, con todo amor, y con mi corazón abierto.

Como lo estaba ayer,

No llores, Dante, porque muchas, demasiadas lágrimas han corrido ya.

Tu madre las ha derramado durante siete años/ Y eso no ha servido para nada.

Así pues, hijo, en lugar de llorar, sé fuerte, sé duro.

Para tener la fuerza de consolar a tu madre/ Y Cuando tu quieras consolar la desesperación del su corazón.

Llévala a pasear a un lugar apacible en el campo.

Ofrécela flores/ sentaos a la sombra de los árboles, cerca de la música de los arroyos.

En la paz de la campiña, ella encontrará la paz/ Como tú, sin duda,

Pero, hijo mío, acuérdate, no pienses solamente en tu propia felicidad.

Detente, sólo un instante

Para ayudar a los humildes que te rodean.

Los más débiles, los que piden ayuda, los perseguidos, las víctimas.

Esos son tus amigos, los tuyos y los míos.

Son camaradas que luchan, y que a veces caen en ellas.

Del mismo modo que tu padre, tu padre y Bart han caído.

Han caído ayer en la lucha, por conquistar la alegría.

Y la libertad de todos.

En el combate por una vida mejor, tu encontrarás. Todo el amor del mundo.

Y en este combate, tú también serás amado'.

En resumen, estamos hablando de una página de la historia socialista pensada desde la fraternidad en la lucha, de un episodio que no debería de pasar desapercibido aunque sea con el mero pretexto de las efemérides, seguramente inventado por los poderosos para su mayor gloria, pero cuya utilidad está fuera de duda, sobre todo cuando se trata de evocar una enorme injusticia que demostró al mundo toda la crueldad y la mentira que se escondía bajo las grandes palabras.

Pepe Gutiérrez-Álvarez

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