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miércoles, mayo 02, 2012
“De cuanto existe, lo que más amo es el pueblo”.
Breves notas sobre Henriette Roland-Holst, poeta y socialista revolucionaria holandesa Destacado
Henriette Roland-Holst, poeta, renombra militante socialista perteneciente al sector más radical de partido socialdemócrata holandés, los llamado tribunistas porque editaban la revista "Tribuna", internacionalista durante la “Gran Guerra”, apoya las tesis de Trotsky en la conferencia de Zimmervald..
“De cuanto existe, lo que más amo es el pueblo”, fue la divisa de Henriette Roland-Holst (Noordwik, 24-1869-21-XI-1952), poeta, renombra militante socialista perteneciente al sector más radical de partido socialdemócrata holandés, los llamado tribunistas porque editaban la revista "Tribuna", internacionalista durante la “Gran Guerra”, apoya las tesis de Trotsky en la conferencia de Zimmervald, cofundadora del partido comunista holandés, donde se atendrá a la corriente “consejista” en estrecha relación con el también poeta Herman Gorter, su rechazo al estalinismo le lleva a retomar sus raíces socialistas cristianas…
El nombre de esta mujer, Henriette Roland-Holst, cuyo apellido tomó de su marido, el pintor Richard Roland-Holst, figura por mérito propio en los anales de la poesía holandesa, por otro lado, Adriaan roland-Holst, llamado "el príncipe de los poetas holandeses", era el sobrino de su marido. Sus primeros poemas fueron apasionadamente por el socialismo. Escribió, entre otras cosas, la versión holandesa de La Internacional. Más tarde, su trabajo solidario tuvo un carácter más religioso en el sentido más auténtico y heterodoxo del término. Entre sus escritos fueron obras de teatro, biografías (de Rousseau, Gandhi y Tolstói), el periodismo y obras radiofónicas.
En tiempos de la socialdemocracia clásica, Henriette alcanzó una gran notoriedad como resulta perceptible en los grandes historias del movimiento obrero internacional como la de G.D. H. Cole, Historia del pensamiento socialista (FCE, México, 1961-1965), o la Historia general del socialismo, coordinada por Jacques Droz (Destino, Barcelona, 1979-1984).
Gerard Haupt, seguramente el mejor historiador de la Internacional Socialista de los tiempos clásicos, le dedica buen parte de su atención en Le Congrès manquè. L´Internationale à la vielle de la première guerre mondiale (Maspero, París, París, 1965), pero lamentablemente estas obras ya están olvidadas, en tanto que la de Haupt no fue traducida cuando pudo haberlo sido. Eso explica que Henriette, por citar un solo ejemplo, no aparezca en una obra tan detallada y cuidada en todos los sentidos como la de Ana Muiña, Rebeldes periféricas (La Linterna Sorda, Madrid, 2008), que efectúa un recuento muy extenso de mujeres inconformistas y revolucionarias. En cuanto en Internet, apenas si aparecen unos breves datos (mal traducidos) en el Wikipedia, y en una Web se reproduce uno de sus aportes al debate comunista de los primeros congresos de la Internacional Comunista.
Henriette nació en el seno de una familia rica de liberales cristianos, compuesta por el notario Teodoro Willem van der Schalk y Ana Ida van der Schalk-van der Hoeven, Henriette recibió severos y ricos estudios, y no tardó en abrazar la causa del socialismo en su juventud, siendo muy influenciada por Ferdinand Domela Nieuwenhuis (La Haya, 1846-Amsterdam, 19199,, principal figura de la socialdemocracia de los primeros tiempos, y en ruptura con el parlamentarismo, evolucionó hacia el anarquismo holandés. Nunca fue un pensador notable, pero la extraordinaria integridad de su carácter, su romanticismo y vehemencia, lo convirtieron en el más destacado representante de la socialdemocracia holandesa... La propia experiencia lo convirtió en un antiparlamentarista convencido y ya en el Congreso Internacional Socialista de 1889 atacó abiertamente esta táctica. Dos años más tarde, en el curso del Congreso de Zurïch, Nieuwenhuis defendió, en violenta contradicción con Wilhem Liebknecht, la idea de convertir una guerra entre naciones en una guerra revolucionaria internacional por métodos como la huelga general. En los congresos de 1893 y 1896, se levantó en defensa de una Internacional Socialista sin exclusiones en cuyo cuadro de tendencias cupieran tanto los reformistas como los anarquistas, aunque finalmente, en el Congreso socialista de Londres de 1896, Domela encabezó la salida de la delegación holandesa como protesta frente a la expulsión de los anarquistas a los que se había ido progresivamente acercando.
Otro personaje de la cultura y el socialismo holandés que tuvo una gran influencia en ella, fue Herman Gorter (1864-1927), igualmente desconocido por estos pagos. También era poeta y por supuesto, revolucionario. E igualmente miembro del grupo Tribune situado en la extrema izquierda del socialismo clásico, internacionalista, y junto con Antón Panenkoeck, y la propia Henriette, serían los principales fundadores del Partido Comunista holandés…Más conocido por estos lares por su Carta a Lenin, Porter fue también uno de los poetas más importantes de su época. Tanto él como Henriertte estuvieron muy influenciados por el insigne socialista británico William Morris, y sus ideas de un “nuevo Renacimiento”. Henriette, tradujo al holandés la obra maestra de Morris, News of Nowhere (Noticia de ninguna parte). Su entusiasmo militante era internacionalmente reconocido, si bien su obra como escritora política es la propia de una difusora. Cole dice que “Su socialismo, como el de Nieuwenhuis, era idealista, ético y fuertemente internacionalista. Escribió, en 1905 un notable informe para la Internacional Socialista sobre la huelga general impulsada por la fácil derrota de la huelga general holandesa de 1903. Su tesis era que una gran huelga que infligiera serios inconvenientes al público sólo podía aspirar a triunfar llenaba dos condiciones: o bien debía tener un objetivo limitado, que recabara un amplio apoyo popular fuera de las filas de los huelguistas, o debía ser el preludio de la revolución. Cualquiera otra forma de huelga general fracasaría porque, cuanto más éxito tuviera al iniciarse, mayor sería la resistencia que provocaría entre las clases medias –y en verdad, en todos los actores participantes” (Cole, Volumen IV, pg. 136)
Henriertte tomó parte en diversos movimientos artísticos inconformistas. Militante socialista en su ala más radical desde muy joven, han quedado testimonios sobre su militancia en los barrios obreros como agitadora. Denunció el militarismo y el colonialismo de su propio país, y fue obviamente odiada y maltratada por la derecha y por los periódicos conservadores. Actuó como delegada del socialismo holandés de izquierda, de los tribunistas, en diversos congresos de la Internacional socialista, siempre situada en la corriente de izquierdas al lado de Rosa Luxemburgo, Karl Liebknecht, Trotsky y Lenin. Así fue, sobre todo en el Congreso de Ámsterdam. Allí según Cole: “… tenía que ocuparse de otros puntos importantes además de los planteados por la discusión acerca de los revisionistas y reformistas. Especialmente recibió de Henriette Roland-Holst, en representación de la delegación holandesa, un informe acerca de la huelga general como arma en la lucha del proletariado. Presentó con su informe una propuesta que abarcaba los puntos principales de éste. La propuesta sostenía que una huelga que realmente fuese completamente general sería impracticable, porque sería causa de que pasasen hambre los trabajadores lo mismo que todas las demás personas, y que las condiciones necesarias para el éxito de cualquier huelga muy extendida tienen que ser una organización fuerte y una disciplina voluntaria del proletariado. Seguía diciendo que un esfuerzo repentino de este tipo no podía tener por resultado la emancipación de la clase trabajadora; pero que una extensa huelga de las industrias claves podría resultar un procedimiento poderoso para producir cambios sociales muy importantes o de defensa contra ataques reaccionarios dirigidos contra los derechos de la clase trabajadora. A continuación la propuesta hacía una advertencia en contra de la propaganda anarquista en favor de la "huelga general", con su tendencia a distraer a los obreros de su verdadera e incesante lucha: es decir, de la acción política, de la sindical y la de las cooperativas. Hacía un llamamiento a los trabajadores para que desarrollasen sus organizaciones de clase, y reforzasen su unidad, porque de estas condiciones dependía el éxito de la lucha política, si algún día se pensase que esto era necesario y ventajoso.
El debate que siguió al discurso de Henriette Roland-Holst se produjo más bien entre los franceses, con dos contribuciones contradictorias de los alemanes. El Dr. Freideberg, de Berlín, en representación de la minoría sindical alemana, pocas veces bien definida, defendió una propuesta lamentando la importancia indebida que se daba a la acción parlamentaria y afirmando la primacía de la acción sindical directa en el campo obrero, sobre todo teniendo en cuenta su efecto en la psicología de la clase trabajadora. Censuraba la propuesta holandesa, porque tendía a aumentar la separación entre socialistas y anarquistas, y pedía que se abandonasen los métodos parlamentarios y que se concentrase el esfuerzo en "la elevación intelectual y moral del proletariado y en la lucha económica"(Volumen III, Pág. 66).
Durante la “Gran Guerra” fue una de las animadoras de la corriente internacionalista, participó en Zimmervald, y redactó con Trotsky su manifiesto. Luego, en contra de los consejos de su amiga Rosa Luxemburgo, se apartó de la socialdemocracia, pero regresó a la vida partidaria en el proceso de fundación del Partido Comunista Holandés (KPN), que tuvo a los tribunistas como piedra angular. A raíz de las crítica leninista a la política de los dos primeros congresos del Komintern, expresada en su famoso libro sobre el “infantilismo”, Henriette siguió a Porter que entendía que aquel escrito, así como la política de frente único con los socialistas y el trabajo a largo plazo en los sindicatos, significaba la desautorización de las propuestas consejistas. Henriette pues se unió al Partido Comunista de los Trabajadores de los Países Bajos, un o de los epicentros de la corriente llamada izquierdista. También jugó un destacado papel en la crisis revolucionaria de 1918, que acabó, como sucedió en Alemania y en Austria, acabó siendo reconducida por la socialdemocracia. El 13 de noviembre de 1918, estuvo en la primera línea de una manifestación ante el cuartel de Orange-Nassau, en Amsterdam, reclamando la unión entre obreros y soldados, y la intervención de las fuerzas de seguridad resultó en dos muertos, las únicas víctimas de la "revolución que no fue así".
En 1927 se apartó de la militancia comunista, y horrorizada por el estalinismo, regresó a un ideario socialista cristiano de signo tolstoniano. En curso de la Segunda Guerra Mundial, ya anciana, actuó como miembro activo de la Resistencia holandesa, fue la editora de la revista Resistencia “De Vonk”, y más tarde de “De Vlam”. A pesar de un pozo para hacer de fondo, que ciertamente no era un "salón de socialista". Al final de su vida, escribió la autobiografía Het vuur brandde Voort, y murió a la edad de 82 años. Hay un busto en su memoria en su lugar de nacimiento de Noordwijk en 1969.
El “Henriette Roland Holst Colección” del Museo Literario abarca el período 1892-1952. La base de esta colección se compone de lo que se ha conservado de su expediente personal, que confiaba en ella Garmt amigo Stuiveling administrado durante muchos años. En el transcurso del tiempo, la colección se ha complementado con documentos de otros legados y archivos. Incluye cartas de y para Henriette Roland Holst van der Schalk, documentos manuscritos o mecanografiados, las pruebas de la impresora, oficiales y documentos personales y publicaciones que son únicos gracias a sus anotaciones propias.
En resumen: una biografía extraordinaria por más que podamos coincidir o no con tal o cual aspecto de ella. Un historial que ennoblece palabras como socialismo, socialdemocracia, comunismo, tan necesarias de una adecuación limpia y audaz en los tiempos que corren. Unos tiempos en el que se ha podido decir –como hizo Bettino Craxi, un maestro para Felipe y Alfonso- que “socialismo” era simplemente lo que hacían los que se llamaban socialistas.
Pepe Gutiérrez-Álvarez
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