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domingo, mayo 13, 2012
El internacionalismo de Isaac Deutscher, un judío no sionista
Maestro de una generación inconformista –la de los años sesenta como cuenta muy bien Tariq Ali en sus memorias, Años de luchas en las calle-, revolucionario polifacético desde la juventud, militante comunista, disidente, ensayista, historiador, periodista, autor difundido en los países del “socialismo real”, editado en Cuba y en China, personaje de la política exterior polaca que era visitado por comunistas críticos con la burocracia de su país de origen,), anglopolaco como Joseph Conrad, nacido en un medio judío polaco muy próximo al que produjo alguien de la talla de Rosa Luxemburgo, etcétera, Isaac Deutscher (1907-1967) es uno de los grandes clásicos de la cultura socialista (1).
Afortunado por contar con un “papa político” libertario que gustaba de hablar de “la alteza de miras” y del “libre pensamiento”, de una conciencia que solamente se hacía posible por el estudio, servidor no olvidará nunca la suerte la suerte añadida de encontrarse en su infancia militante, con Deutscher. Su conocimiento llegó como respuesta a la búsqueda de unos criterios teóricos más sólidos de los que ofrecía la tradición comunista oficial que me producía mucha desconfianza. Dicho encuentro llegó gracias a la edición catalana de la biografía de Stalin, obra de un tal Isaac Deutscher, extensamente publicado en los años siguientes tanto aquí como en México. Su “alteza de miras” y su formación permitiría a Manolo Vázquez Montalbán acuñar la frase “sabe más de política que el Deutscher”. Aquella “biografía política” no era ni el retrato de un demonio –el mismo que según el Sr. Ministro de Franco, Arias Salgado, hablaba con Belcebú desde un pozo de Bakú-, ni el del “heredero de Lenin”, que evocaban ingenuamente los jóvenes comunistas como si la revolución rusa hubiera creado una nueva dinastía.
“El Deutscher” como empezamos a llamarle en mi medio afín, venía precedido de un alto prestigio, y de ello daba pistas Joan de Segarra en un artículo de entonces aparecido en la revista liberal “Destino”, y me apareció refrendado por alguien como Ricard Salvat, en aquel tiempo reconocido director de teatro que nos servía a Brecht en toda su plenitud. Recuerdo a Ricard con el Stalin debajo el brazo en un breve encuentro en el que también estaban presentes Maria Aurelia Capmany, José Mª Rodriguez Méndez y Ángel Carmona, y su comentario entusiasta. Poco después nos llegaba a través de Triunfo la noticia de su fallecimiento. Esto no fue obstáculo para que pudiéramos acceder a obras suyas que se comenzaban a editar legalmente en Alianza (La década de Jruschev), Ariel (Herejes y renegados), Martínez Roca (Rusia después de Stalin)…No obstante, la mayor parte de la obra de Deutscher nos llegó gracias a la editorial ERA, creada por el exilio español en México, y seguramente la más avanzada y prolífica de todas las que existían en la lengua de Cervantes.
En el obituario que le dedicó la revista “Triunfo”, el comentarista hablaba de un “trotskista heterodoxo”, una definición que a mi ya me parecía un pleonasmo ya que la de Trotsky era, primero, una escuela ampliamente compartida (en nuestro caso con el “Che” y con las tradiciones cenetistas), y segundo, un referente en el que convenía distinguir diferentes fases...Deutscher había mostrado dicha “heterodoxia” polemizando con el propio Trotsky, anteponiendo argumentos “luxemburgistas” (el partido comunista polaco fue liquidado por orden de Stalin que los acusó de beber en las fuentes de la autora de Reforma o revolución) a la idea de crear ya la Cuarta Internacional, y también lo hizo en su biografía, de la que nos acababa de llegar el primer volumen, igualmente aparecido en catalán en la casi mítica Edicions de Materials, intensamente “tercermundista” (publicó entre otros muchos, al “Che”, Ben Barka, Wilfred Burchett sobre Vietnam y Corea, Annie Francos sobre Sudáfrica, etc). Deutscher admiraba profundamente a Trotsky, pero no dudaba en cuestionarlo, comme il faut.
Durante muchos años, la principal, sino la única, fuente de información sobre la Cuarta internacional fue la trilogía sobre Trotsky, de Deutscher, quien como parte de la obra, repitió sus argumentos en el debate. En 1964, en una conferencia Sobre las Internacionales y el internacionalismo (incluido en la antología El marxismo de nuestro tiempo, ERA, México, pp.126-127), dictada ante la Socialist Society del University College de Londres, sintetizó así su opinión: "En 1933, después del acceso de Hitler al poder, Trotsky consideró que la Tercera Internacional estaba tan en bancarrota como la Segunda. Los trabajadores alemanes no estaban, como pretendía el especioso argumento de la Komintern, "en vísperas de grandes batallas"; ya habían sufrido una terrible derrota. El estalinismo, dijo Trotsky, había tenido su "4 de agosto".
Esta analogía llevó a Trotsky a la obvia conclusión de que entonces como en1914, había llegado el momento de prepararse para la construcción de una nueva organización internacional, porque la antigua yacía en ruinas. Trotsky, sin embargo, estaba lleno de vacilaciones: no era fácil para él volverle la espalda al "estado mayor de la revolución mundial", del que había sido uno de los principales arquitectos: el mismo señaló que, mientras que en 1914 la II Internacional traicionó conscientemente todos sus altos ideales, el Komintern, en 1933 había facilitado la victoria del fascismo por pura estupidez, incuria y ceguera…El plan de organizar una nueva Internacional fue madurando con lentitud en la mente de Trotsky. Hubieron de transcurrir cuatro años de propaganda y de trabajo de base antes de que se sintiera listo para convocar un congreso constituyente. (Exactamente el mismo espacio de tiempo transcurrió desde el momento en 1915 en que él y Lenin concibieron por primera vez la idea de la Tercera Internacional, hasta que la organización quedó constituida.)
Pero –a su entender- “la Cuarta Internacional nació muerta, y ello se debió en buena medida a la inexistencia de un. Movimiento revolucionario internacional que pudiera insuflarle vida. Sin que él tuviera culpa de ello, la Internacional de Trotsky se vio aislada del único lugar donde había triunfado la revolución y donde esa revolución, aunque monopolizada y deformada por una burocracia opresora y mendaz, aún existía. En cierto sentido, el mismo Trotsky había previsto la circunstancia principal que habría de condenar a su organización a la ineficacia cuando señaló que, pese a la irresponsabilidad de la política de Stalin en Alemania y en todas partes, los obreros revolucionarios de todos los países seguían mirando hacia Moscú en busca de inspiración y guía" Este punto de vista fue criticado ásperamente desde el movimiento trotskista con el que Deutscher tuvo sus más y sus menos, aunque se “reconcilió” finalmente al calor del auge de los grandes movimientos juveniles de la época.
Deutscher concluye su conferencia con la siguiente lección: "que la idea del internacionalismo es, después de todo, más importante, más vital y más pertinente que la Internacionales que se suceden las unas a las otra, florecen y luego decaen y mueren. Las Internacionales pasan; el internacionalismo sigue siendo el principio vital de un nuevo mundo; y aun entre las ruinas de las Internacionales yo continúo creyendo que la idea del internacionalismo crecerá y florecerá como una planta que crece y prospera entre las ruinas". Conviene recordar que las reticencias militantes de Deutscher fueron compartidas por buena parte de los “trotskistas” de primera hora: Víctor Serge, Andreu Nin, Alfred Rosmer, Henri Snievliet, Juan Andrade, etc.
Decía estas cosas mientras tomaba parte en primera línea en el Tribunal presidido por Bertrand Russell que denunciaba las atrocidades norteamericanas en el Vietnam, y en tanto daba conferencias sobre los temas más diversos, por ejemplo sobre el Estado sionista de Israel, no en vano Deutscher se confesaba judío no sionista... Sobre este y otros aspectos, el autor de estas líneas ha tratado de hacer la máxima divulgación posible. Y dado que el tiempo lo deteriora todo, pero sobre todo la memoria crítica, creo que no está en absoluto de más, volver a hablar de Deutscher.
1) Un notable ensayo sobre Deutscher es el se incluye en la antología de Perry Anderson que con el título de Campos de batalla, editó Anagrama, Barcelona, 1998.
Pepe Gutiérrez-Álvarez
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