martes, febrero 19, 2013

28 años siempre junto a Alí Primera




Alí Primera, cantor a imagen del pueblo venezolano, partió una madrugada de carnaval hace 28 años. “Los que mueren por la vida no pueden llamarse muertos”, había dicho, certero.

Aquel hombre nacido en la ciudad de Puntofijo, situada a orillas del mar caribe bajo un sol obstinado, es uno de los cantautores más recordados de Venezuela. Sus canciones son silbadas en las casas por los niños y cantadas en marchas o plazas de todo el país. Autor de canciones como “Los techos de cartón” o de frases como: “Digo que esta canción se arriesga con firmeza, para besar la flor o dar la pelea, en el sueño de todos de hacer la Patria buena”; Alí enseñó con su canto una ética de vida y un camino de lucha.
El cantautor armó su repertorio bajo los tiempos de la IV República, aquella época signada por un sistema político, económico excluyente y represivo, que comenzó en 1958 y llegó a su fin con el triunfo de Hugo Chávez en 1998. Se alzó como cantor en esos tiempos, consciente de que debía participar de la resistencia, de la necesidad de vestir sus canciones con las realidades que lo rodeaban: “Campesino por su propia tierra, obrero por su propia fábrica, estudiante por tu propia idea”.
La concepción que tenía Alí sobre cuál debía ser el rol del cantor era clara: “Entiendo como cantor no solo el que escribe y canta canciones sino el que arma con su conducta militante a la canción misma, el que no trafica con el entusiasmo que la canción despierta en el pueblo sino el que trabaja todos los días para organizar ese entusiasmo, esa conciencia despertada, en un movimiento popular donde el pueblo pase a ser de espectador sumiso de su realidad a un activo luchador por transformar la misma”.
Por eso el poeta con su guitarra participó en tantos actos como pudo recorrer, en protestas, sufrió encarcelamientos y amenazas, claro de que “no solo de vida vive el hombre”. Supo como pocos interpretar lo que su pueblo callaba, cantar lo que en las casas de los cerros se decía en voz baja, encabezar con sus canciones los sentimientos profundos que anidaban en las bocas de los humildes.
Alí se erigió como cantor del pueblo venezolano pero también de la tierra grande que sabía era una: la América toda. Aportó su voz y sus recursos -que ganaba con la venta de sus discos- a las diferentes luchas que recorrían el continente, como la del Frente Farabundo Martí, del Salvador, el Frente Sandinista, de Nicaragua, o las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia. Cantaba así desde la solidaridad, la unidad, como por ejemplo en el Concierto por la Paz, realizado en Managua en 1983, donde el mundo lo oyó decir: “Mi pueblo salvadoreño tiene el cielo por sobrero (…) dale salvadoreño, dale, que no hay pájaro pequeño, dale, que después de alzar el vuelo no detengan tu volar”.
Aquel hombre fue una de las voces mayores de la música popular, de una música que reunió resistencia con belleza. Partió hace 28 años y sus canciones son escuchadas por jóvenes y viejos en toda Venezuela. Aquellas letras escritas desde las barricadas contra la IV República encontraron su lugar en este nuevo tiempo que recorre al pueblo venezolano desde hace ya 14 años con la Revolución bolivariana. ¿Habrá anticipado Alí esta época que vive la tierra de Bolívar? Lo cierto es que su música encontró la palabra exacta para ir de la mano con esta epopeya donde hay “agua para los peces, libertad para los pájaros, vida para la vida”.
El fin de semana pasado se cumplieron 28 años de su partida física y en su ciudad natal se realizó la “marcha de los cláveles”, una movilización que parte de la casa del cantante hasta el cementerio donde está su tumba bajo un árbol de trinitaria. Ahí estuvieron sus familiares, compañeros, un pueblo que no lo olvida, sigue su ejemplo y cumple con lo que pidió Alí: “Que mis camaradas me despidan con canciones, flores rojas, puños en alto, y me prometan seguir luchando por la alborada, que también es camarada, que también es camarada”.

Marco Teruggi, desde Venezuela.

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