domingo, febrero 10, 2013

Malí: un episodio de la crisis mundial



“Si somos honestos, debemos admitir que no sabemos qué está pasando en Africa”. Esta admisión, a primera vista tan vacía de contenido, puede parecer hasta sorprendente en Hillary Clinton -quien la hizo la semana pasada ante el Senado de su país (La Voz del Interior, 26/1).
Sin embargo, los dichos de la secretaria de Estado saliente sólo ponen en negro sobre blanco lo que está a la vista de todos: el imperialismo mundial marcha detrás de los acontecimientos.
Francia ha invadido Malí y sus 2.500 soldados avanzan sin encontrar resistencia, según informan sus jefes militares. Eso sólo significa que los yihadistas se han retirado al desierto, desde donde hostigarán a los invasores sistemáticamente. François Hollande también envió tropas a Níger, para proteger las minas de uranio que explota allí el pulpo francés Areva.
En definitiva, París se propone lo imposible: reconstruir la “Françafrique”, cuando las riquezas de Africa son disputadas con mayor vigor -en primer lugar, por Estados Unidos y, agazapada en segundo lugar, China. La “construcción de Estados” (state building) -allí donde no existe ni puede existir ninguno- es el taparrabos de la instalación de bases políticas y militares del imperialismo. La Francia derruida por una crisis financiera e industrial fabulosa no puede sostener sus posesiones y si Hollande persiste en la aventura, esta terminará con el gobierno ‘socialista’ en Francia. Un editorial de Financial Times (30/1) advierte que “la victoria puede no llegar nunca”. Además, “ir a buscarlos a las montañas será bastante más difícil que ocupar las ciudades”. Por último, a los pocos días del ingreso francés, reaparecieron los tuaregs (quienes fueron los iniciadores de la rebelión) en el norte del país,  para reclamar la autonomía regional frente a las camarillas que dominan la capital.
Según diversos analistas, Francia se propone, además, contener la influencia creciente de China en Africa. Ese es un punto crucial, porque -en verdad- es Estados Unidos el que necesita ponerle límites al avance chino, pero la restauración capitalista en China necesita petróleo y minerales en abundancia, que es lo que busca en Africa. Al mismo tiempo, la restauración china es estratégica también para Washington y para Europa; esto plantea un reordenamiento económico y político -o sea un choque a escala planetaria.
El episodio maliense de la crisis es hijo directo, por otra parte, de las guerras y revoluciones en el norte de Africa y, particularmente, de la caída de Muammar Gadafi en Libia -y no simplemente porque unos miles de tuaregs del norte de Malí, los que combatían para el régimen gadafista, hayan vuelto a su país con mejores armas y pertrechos.
Gadaffi no partió sólo: junto con él, fueron desalojadas las inversiones petroleras de China y de Rusia -algo que ha operado como una lección definitiva para ellos, según se ve en Siria y ahora en Mali.
Por otro lado, Gadaffi, junto con Sudáfrica, era el guardián de determinado orden político en Africa. Su mediación resultaba clave en las guerras entre clanes y camarillas africanas; era la caja de la Organización de la Unidad Africana. Con su derrumbe, esa mediación con el nacionalismo africano se ha quebrado; el involucramiento de tropas africanas en Malí, al lado de los franceses, simplemente potenciará la crisis maliense hacia sus vecinos.
Por eso Estados Unidos “acelera su implicación en Africa” (El País, 30/1). Es decir, aumenta la militarización de su política africana, así como instala y refuerza bases en Níger (drones), Nigeria, Burkina Faso, Chad y Costa de Marfil. No por nada el Comando Africano de las Fuerzas Armadas norteamericanas (Africom) tiene su base en Alemania.
En definitiva, Africa vuelve a ser una zona de la colonización, del reparto entre bandoleros imperialistas que hace tanto tiempo ya describía Lenin.

Prensa Obrera

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