domingo, febrero 24, 2013

El devenir de la ganancia capitalista

En el número anterior de Estrategia Obrera vimos que la ganancia de los capitalistas proviene de la apropiación del trabajo excedente que realizan los obreros. Una parte de esas ganancias, los capitalistas las destinan a solventar su vida de lujos. ¿Pero qué hacen con el resto?

Cuando se acumula capital

El dinero que el capitalista no utiliza para su consumo personal, lo acumula. Ésta es la acumulación del capital, que tiene como destino la producción de más y más plusvalía. Esta plusvalía se destinará en parte a pagar el nivel de vida de los empresarios y otra parte se destinará a la producción de más plusvalía. El capital se integra así al proceso productivo y la necesidad de darle valor, que no tiene límite alguno, permitió en los primeros tiempos del capitalismo, el desarrollo de las fuerzas productivas –las materias primas, la maquinaria, los métodos y técnicas de producción, los trabajadores y su capacidad de trabajo.

La composición orgánica del capital

A medida que avanzó la acumulación del capital, dice Marx que “se opera una gran revolución en la relación que existe entre la masa de los medios de producción y la masa de la fuerza de trabajo que los mueve. Esta revolución se refleja, a su vez, en la composición variable del valor del capital constituido por una parte constante y otra variable, o en la relación variable que existe entre su parte de valor convertida en medios de producción y la que se convierte en fuerza de trabajo” (1). Llama a esto composición orgánica del capital, que es la relación entre el capital constante (maquinaria, infraestructura) y el capital variable (fuerza de trabajo). Las empresas, los sectores industriales y los países más adelantados poseen una mayor composición orgánica del capital, o sea que es mayor la parte del capital total que se utiliza para la adquisición de maquinaria y materias primas.

La innovación tecnológica

Sucede que para producir un objeto, por ejemplo, una mesa, si se realiza en forma artesanal, aplicando la fuerza de trabajo de una o dos personas, pueden tardar, hipotéticamente, cuatro días. Este proceso incluiría la recepción de la madera, cortarla, pulirla, dar forma a cada una de sus partes, realizar el ensamblado y barnizar el mueble terminado. En esas condiciones de desarrollo de las fuerzas productivas, los cuatro días serían la “norma” de tiempo de trabajo socialmente necesarios para producir una mesa. Pero aparece un empresario que instala una fábrica de muebles, cuenta con más trabajadores, con maquinaria especializada (fabricada a su vez por otros trabajadores, que por lo tanto contiene trabajo humano cristalizado), y además aplica la división de trabajo en el proceso de producción de los muebles. Él obtendrá ocho mesas terminadas al cabo de cuatro días. Sin embargo, la mesa artesanal encierra mayor valor que las mesas producidas industrialmente, porque la primera contiene mayor cantidad de horas de trabajo humano que las ocho que se produjeron en la misma cantidad de tiempo. Este capitalista ha establecido entonces un nuevo parámetro de tiempo de trabajo socialmente necesario para producir mesas. El dueño de la fábrica de muebles si vende toda su producción, logrará incrementar sus ganancias: adquiere ganancias extraordinarias respecto a los otros productores de muebles. Pero luego otros maestros artesanos introducen en la producción de muebles la maquinaria especializada, más trabajadores para operar esa maquinaria y la división del trabajo en sus talleres. Con la aplicación de las innovaciones obtienen ocho mesas en cuatro días también. Se generalizó así un nuevo estándar de tiempo de trabajo socialmente necesario para producir mesas. Surgen así nuevos capitalistas en la industria del mueble, cada uno con una composición orgánica del capital similar al resto.

La competencia: un arma de doble filo

La competencia es uno de los mecanismos fundamentales del capitalismo; cada capitalista individual brega por aumentar sus ganancias y para eso implementa distintos mecanismos. Uno de ellos es la incorporación de maquinaria al proceso de producción, que contribuye a aumentar la productividad del trabajo, ya que en menos tiempo se produce mayor cantidad de objetos. Pero al mismo tiempo, cada uno de esos objetos contiene menos valor: en nuestro ejemplo anterior, cada mueble producido en forma industrial encierra menos horas de trabajo humano. Cuando se pasa a la producción industrial, la compra de maquinaria es un paso previo. Los capitalistas adelantan capital para poder competir en el mercado. Sin embargo, la vida útil de la maquinaria es relativamente corta. Además del uso intensivo que se les da, constantemente surgen máquinas más modernas que permiten producir más en menos tiempo. A decir de Mandel, los empresarios consideran a las máquinas como “un capital que permite acumular plusvalía”. En determinado lapso de tiempo, cada capitalista individual deberá amortizar el costo de la maquinaria adquirida, para poder luego comprar máquinas más modernas. Logra realizar la amortización a través de “la transferencia, en cada mercancía producida, de una parte del valor de los medios de producción con que se ha fabricado”. (2) Si se analiza el proceso desde el punto de vista de los empresarios, los trabajadores cumplen así una doble función: preservar el valor de los medios de producción y crea un valor nuevo. Volviendo al ejemplo de los capitalistas de la industria del mueble, podemos concluir que la competencia llevó a los empresarios del sector a incorporar más maquinaria en la producción para incrementar la productividad del trabajo.

La nivelación de la tasa de ganancia

El primer capitalista del ejemplo que presentamos en la entrega anterior dejó de hacer la diferencia: se niveló la tasa de ganancia en el sector cuando otros productores de muebles adoptaron la maquinaria para producir en forma industrial. Los capitalistas compiten entre sí para vender la producción de sus fábricas y así poder realizar la plusvalía que extrajeron a sus trabajadores. Este fenómeno se da a una escala global: los capitales migran hacia los sectores de la economía donde las ganancias son superiores a la media por aplicaciones de innovaciones técnicas, con el consecuente aumento de productividad del trabajo, en tanto se trate de productos que respondan a una necesidad social. En las ramas de la producción más atractivas por las ganancias que brindan se crea una mayor oferta de mercancías y los precios tenderán a bajar. La competencia entre los capitalistas será feroz: una y otra vez introducirán innovaciones técnicas y nueva maquinaria para producir más mercancías, pero cada producto individual contendrá menos valor, porque se emplean menos horas de trabajo humano socialmente necesario para producirla. Como vimos en EO 98 “La tasa de ganancia (G), según Marx, es una proporción del plusvalor (p) en relación al capital total invertido. Se divide ese plusvalor entre el capital variable (v: gastos en salarios) y constante (c: gastos en maquinaria y materias primas) se obtiene: G = p/ v + c.”. Por lo tanto, en aquellas industrias donde la composición orgánica del capital sea mayor, la tasa de ganancia será menor, dado que sólo el capital variable crea plusvalía. El devenir de los capitales tiende así a “igualar las cuotas de ganancia en las diferentes esferas, modificando allí, a consecuencia de la competencia, la composición orgánica de su capital (3). En la próxima entrega abordaremos la centralización y concentración del capital y las consecuencias de la nivelación de la tasa de ganancias.

El pez grande se come al chico

En el ejemplo, partimos de un fabricante de muebles que industrializa la producción en su taller, obtiene ganancias extraordinarias. Atrae más capitales a esa industria. Sus competidores implementan la industrialización en sus fábricas, se genera una oferta mayor de muebles, el precio por unidad desciende, así como el valor que encierra cada mueble.
Sucede que cada capitalista para poder competir en el mercado necesita introducir innovaciones tecnológicas para aumentar la extracción de plusvalía. Luego debe vender sus mercancías en el mercado y sólo así se realizará la plusvalía que robó a sus trabajadores. Pero para poder adquirir nueva maquinaria y los procedimientos que agilicen la producción, debe disponer de capital. Así, la competencia genera cierto mecanismo de “decantación”: aquellas empresas cuyos trabajadores emplean más tiempo para producir un determinado bien o servicio que el socialmente necesario, tendrán menor tasa de ganancia que aquellos que lograron acelerar la productividad del trabajo en sus empresas.
Los menos eficientes no pueden seguir el ritmo de adquirir más y más maquinaria que permita producir más mercancías en menos de tiempo de trabajo humano. Llegado un punto, quiebran y pasan a engrosar las filas de los técnicos y gerentes y pasan a ser parte de los asalariados, aunque con mejores sueldos y prestaciones. Sus exempleados terminan en la calle. El capital de la empresa que quebró (maquinaria, instalaciones) es abandonado o adquirido por un capitalista más fuerte que aquel incapaz de superar la prueba de la dura competencia capitalista. En el capitalismo salvaje, como en la jungla, sólo los más fuertes sobreviven: los empresarios con el colmillo más afilado para extraer plusvalía a los obreros. Se da así un proceso de concentración del capital cada vez en menos manos. Sólo por dar dos ejemplos de nuestro país, hasta el año pasado, Carlos Slim (dueño de Telmex, Telcel, Sanborns, Condumex, IDEAL, América Móvil, GF Inbursa –son parte de Grupo Carso–) poseía una fortuna de 62 mil 210 mdd en acciones de sus empresas. Ricardo Salinas Pliego (propietario de Grupo Elektra, TV Azteca e Iusacell), 16 mil 600 mdd (4).

El talón de Aquiles del capitalismo

Es así que la competencia capitalista produce un fenómeno que atenta contra los intereses de los empresarios: la tendencia a la caída de la tasa media de ganancia. En palabras de Marx: “La ley de la tasa decreciente de ganancia, en la cual se expresa la misma tasa o incluso una tasa creciente del plusvalor, dice, en otras palabras: tomando una cantidad determinada cualquiera del capital social medio, por ejemplo un capital de 100, una parte constantemente mayor del mismo constituye medios de trabajo, y una parte constantemente menor del mismo constituye trabajo vivo.
Puesto que, así, la masa global del trabajo vivo agregado a los medios de producción disminuye en relación con el valor de esos medios de producción, también disminuye el trabajo impago y la parte de valor en la cual se representa, en relación con el valor del capital global adelantado…La disminución relativa del capital variable y el aumento del capital constante, a pesar de que ambas partes crecen en términos absolutos, sólo es, como ya hemos dicho, otra expresión de una mayor productividad del trabajo” (5)
¿Esto quiere decir que está excluida la posibilidad de que aumente la masa absoluta del trabajo humano que pone en movimiento y explota el capital? Pues no, así como tampoco está exceptuado que los capitales que están a disposición de los empresarios utilicen una masa creciente de trabajo, y por consiguiente, de plustrabajo, aun cuando el número de los trabajadores de los que dispone no aumente. Lo que ha sucedido desde los albores del capitalismo hasta ahora es que los empresarios han perfeccionado los mecanismos de explotación de la clase obrera.

Bárbara Funes

Notas:

* Este artículo se publicó en tres entregas en el periódico Estrategia Obrera núm. 99, 100 y 101.

(1) Marx, El capital / tomo 1 El proceso de producción del capital, sección 7 “El proceso de acumulación del capital”, Cap. 23 “La ley general de acumulación capitalista”, publicado en Marxist Internet Archive.
(2) Ernest Mandel: Tratado de economía marxista, tomo 1, cap. V, “Las contradicciones del capitalismo”, México, Ediciones Era, 8va. ed., 1980, p.142.
(3) Ernest Mandel, op. cit., p.147.
(4) “Los 100 empresarios más importantes”, CNN expansión, consultado el 5/9/2012.
(5) Karl Marx, El capital, Libro Tercero, Sección tercera, Ley de la baja tendencial de la tasa de ganancia, Cap. XIII, “La ley en cuanto tal”.

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