lunes, febrero 11, 2013

Amos y esclavos: 3. El nacionalismo negro



Para Hollywood, la lucha contra la esclavitud de los negros está personificada en Lincoln. Raramente ha evocado la trata de negros, la lucha de los propios esclavos. Menos todavía ha abordado la historia de un nacionalismo negro. Una respuesta radical al racismo dominante entre los blancos.
La generación de los sesenta-setenta, estuvo muy pendiente de la revuelta negra en los Estados Unidos. Habíamos crecido en un país en el que racismo se manifestaba con los gitanos, y que trataba con paternalismo casos especiales como el de Antonio Machín, y el de negrito que tenía el alma blanca. Existía un racismo “diferido”, incluso entre la buena gente. Mi abuelo hablaba de la “guerra contra las kabilas”, y yo creía que estos eran como las tribus que aparecían en las fascinantes películas de “safaris”. A mamá por poco le dio un soponcio el día en que le gasté la broma de que una de mis hermanas se había hecho un novio “negro”. Sin embargo...
…Algo se movía, y fuimos muchos y muchas jóvenes que nos identificamos con el cine liberal antirracista protagonizado por actores como Sydney Portier o Harry Belafonte. Ya por la mitad de los sesenta, cierta prensa y algunas revistas, informaron apasionadamente de todo lo que estaba sucediendo tras el Movimiento por los Derechos civiles, y personajes como Luther King e incluso Malcom X, se hicieron célebres. La autobiografía del segundo apareció en castellano y en catalán tempranamente, y luego se publicaron toda clase de libros, algunos de ellos tan interesantes como la obra de Theodor Draper, El nacionalismo negro en los Estados Unidos (Alianza, Madrid, 1972), que explica estos movimientos desde su genealogía, cuando ya en 1811 se elaboran los primeros proyectos por encontrar una “patria” para los esclavos en África. Cuando este proyecto se manifiesta como inviable (ese es el origen de Liberia, un país africano con una historia tutelada y desgraciada), entonces se van gestando otros proyectos. En la medida en que el rechazo y el “apartheid” persisten, los sectores más consecuentes comienzan a elaborar un nacionalismo negro. Es el movimiento que culminará en la idea de “Poder Negro”, una respuesta al gran nacionalismo de los blancos-protestantes que creen –y siguen creyendo- que los Estados Unidos era la tierra que dios les había dado. Entonces se desarrollan conceptos como el “orgullo negro” o la “conciencia negra”, conceptos que en Sudáfrica también desarrollaron líderes naturales como Steve Biko. Al sentirse rechazados y oprimidos por los blancos (incluyendo los más pobres), los negros volvían la mirada hacia sus propios orígenes, pero no podían volver atrás.
Esta es una historia de una lucha interminable con capítulos como la de Cinqué y sus amigos, contada de manera muy discutible por Steven Spielberg en Amistad Historias como la de Telemaque que tuvo lugar en 1882. La protagonizó un hombre llamado Denmark Vesey fraguó una de las mayores rebeliones de esclavos negros de Estados Unidos. Vesey, cuyo verdadero nombre era Telemaque había planea sublevar a todos los esclavos de Carolina del Sur, el único Estado de la Unión, en el que la mayoría de la población era negra. Charleston, la capital, era la tercera ciudad del país. Telemaque se salvó de los trabajos forzados cuando tenía 14 años haciéndose intérprete de un capitán de navío y traficante de esclavos llamado John Vesey, que lo vendió inicialmente al dueño de una plantación de azúcar de Charleston (Carolina del Sur). Pero Telemaque que fingió tener epilepsia, por lo que su comprador lo devolvió al capitán de que lo rebautizó Dennmark Vesey, probablemente porque lo compró en las Antillas holandesas. Telemaque fue esclavo de John Vesey durante 17 años cuando este se retiró a vivir en la ciudad de Charleston hasta que, por un golpe de suerte ganó 1.500 dólares en la lo­tería, entonces compró su libertad y se estableció como car­pintero. La conspiración que iba a diezmar a la población blanca de la ciudad, fue descubierta por las autoridades en la víspera de la revuelta y Vesey llevado a juicio y condenado.
En castellano se puede encontrar una buena historia de estos movimientos en la magnífica obra de de Theodore Draper, historiador marxista ligado al trotskismo en un tiempo, y autor de una celebrada historia del USCPC, el partido comunista norteamericano.
De hecho, el Hollywood clásico apenas si se asomó al tema de la trata de esclavos, y los títulos existentes importantes son verdaderas excepciones como es el caso de Almas en el mar (Souls at Sea, 1937), un pequeño clásico del cine de aventuras marítimas que fue realizada por Henry Hathaway, un auténtico maestro en la materia aunque en este caso no hizo uno de sus mejores trabajos El guión, de Grover Jones y Dale Van Every, desarrolla un argumento original de Ted Lesser. Se rueda en Paramount Studios (Hollywood, L.A., CA), durante los primeros meses de 1937, como respuesta de la productora al éxito de “Rebelión a bordo” (Lloyd, 1935), de la MGM. Es nominado a 3 Oscar (música, dirección artística y asistente del director).
La acción dramática tiene lugar en el Atlántico, Liverpool y Filadelfia, en 1842, 19 años antes del inicio de la Guerra Civil Americana (1861-65). El piloto de la marina Michael “Nuggin” Taylor (Gary Cooper) y su amigo Powdah (George Raft) viajan a bordo del “Blackbird”, una de las naves dedicadas al comercio de esclavos entre la costa de Gabón y el río Ogüé, en África, y los puertos caribeños de La Habana, Savannah y otros. Forma parte de una flota ilegal de barcos negreros controlados por el capitán Paul M. Granley (Fields) y los suyos, perseguidos por fragatas británicas de patrulla. Taylor es un personaje locuaz, cultivado, aficionado a la lectura de Shakespeare, aventurero y de convicciones antiesclavistas. Powdah es rudo, mujeriego, leal, sentimental y de buen corazón. Las posiciones esclavistas se hallan ancladas en personajes tan diversos como terratenientes, comerciantes armadores, abogados y militares. Está contextualizado en una fase que se sitúa entre la abolición por parte de la Gran Bretaña de la esclavitud en 1833, en virtud de una disposición que entra en vigor en 1838, y la abolición de la misma por parte de los EEUU en 1863, en plena Guerra Civil.
(Anotemos que en España la esclavitud fue oficialmente abolida en 1837, pero el comercio libre de esclavos se mantuvo en Cuba hasta 1880, Durante el reinado de Alfonso XII. La Habana fue sede de un importantísimo mercado de esclavos africanos lo largo de tres siglos desde el XVII a finales del XIX); su abolición fue considerada como una desastre por los eslavistas, en su mayoría “indianos” reinstalados en España, sobre todo en Cataluña)
La película sobresale por su vigor narrativo y la sucesión de situaciones extremas que enlaza (motín a bordo, incendio de una nave, naufragio, asalto del bote salvavidas, castigos corporales espectaculares, juicio público, etc) La interpretación de Gary Cooper y su imponente presencia (medía 1,90 cm. de altura) llenan la pantalla de eficiencia, serenidad, buen hacer e intervenciones convincentes. Para dar brillantez al relato, Hathaway hace construir en plató dos barcos similares, cuyo uso combina con el recurso de unos espléndidos efectos visuales. La historia se centra en la lucha entre el bien y el mal, que se plantea como enfrentamiento entre quienes defienden el esclavismo y los que lo rechazan. La lucha se desarrolla de modo disimulado, con engaños y sordina. El servicio a una causa justa y las convicciones humanitarias se enfrentan a la cerrada defensa de los grandes intereses económicos.
Esta crónica esta realizada por Hathaway con su habitual pericia --en la casi siempre falta poco para alcanzar la obra maestra--, y en este caso se la puede acusar de edulcorar excesivamente unos acontecimientos -los propios de los barcos negreros- que son narrados pero no representados, ocurriendo incluso que quedan «ocultos» en la trama, más interesada por lo que les ocurre a los actores que por algo que queda de trasfondo. Esto hace que muchos espectadores ni siquiera recuerden este aspecto que, no obstante, resulta impactante cuando se le presta atención.
Un poco más “fuerte” fue Redención (Slave Ship, USA, 1937) obra polémica del inquieto e interesante Tay Garnett. Interpretada por Warner Baxter, Wallace Beery, Elizabeth Allan y Mickey Rooney que hace del Mickey Rooney de entonces. Fue estrenada en la España republicana y muy pocos aquí la han podido ver ya que se habla de ella muy de pasada. Se trata de una exótica producción de la 20th Century Fox, centrada en el romance y la aventura cuya acción se desarrolla en 1860, cuando el Captain Lovett, que opera en la costa de África reclutando esclavos para llevarlos a América y venderlos como esclavos, comienza a sentir dudas morales sobre este hecho. La pérdida de rentabilidad de dicho negocio provoca un motín a bordo
Su principal originalidad radica en que la historia no es colateral como en Almas en el mar, sino que transcurre en un barco de esclavos, un escenario dramático inédito hasta el momento. Carlos Aguilar (Guía del Video-cine, 1995) le atribuye «una atmósfera muy conseguida (...) Llena de acción, esta poco convencional película merece una revisión». Por su lado Tavernier y Jean-Pierre Coursodon no la aprecian tanto: «Curiosamente, Faulkner aparece en los títulos de créditos como responsable de la idea aunque el film constituya la adaptación de una novela. Más que nunca, los sempiternos «gags» de repetición vienen a interrumpir y trivializar la acción. El film aborda el tema de la trata de esclavos como si de un tráfico cualquiera se tratara, sin sacar a colación nunca, ni siquiera alusiva o implícitamente, los problemas morales o sociales que implica. Si el principio es prometedor, el final es decididamente grotesco» (1997). Un buen ejemplo de la sensibilidad de Faulkner la podemos encontrar reflejada en Intruder in the dust (Han matado a un hombre blanco, Clarence Brown, 1949), una excelente adaptación de su novela homónima, y que resulta uno de los alegatos cinematográficos antirracistas más valientes de su época. Quizás por eso aquí solamente ha sido asequible por TV
Cuando se trata de justificar la "trata de negros" como una mera prolongación del sistema de economía esclavista conviene considerar dos verdades que marcan importantes diferencias, tales como:
--1) aunque se trata de una historia muy extensa, en líneas generales antaño los esclavos no pasaban a ser meros servidores que no cobraban por sus servicios;
--2) la nueva esclavitud se había convertido en un negocio de explotación de millones de personas;
--3) dio lugar al nacimiento del racismo, una enfermedad social sin precedente convertido en un instrumento imprescindible para justificar, moral y religiosamente, una explotación tan abyecta.
Ulteriormente se ha querido relativizar este auténtico Holocausto señalando la complicidad de la sociedad africana en el negocio o el papel activo de los mercaderes árabes, no obstante, incluso admitiendo esta que complicidad existiera claramente entre los reyezuelos que, como muestra Cobra Verde, utilizaban a los esclavistas para sus intereses en los conflictos locales, la norma fue impuesta por los comerciantes occidentales. Una mayor atención a la historia nos demuestra que el tráfico fue, antes que cualquier otra cosa, una imposición de los mercaderes occidentales que se olvidaron de otras mercancías -oro, marfil, especias-, e impusieron el tráfico cuando este se mostró como una fuente extraordinaria de beneficios.
Como dice Baron, el cínico primer oficial del “Liverpool Merchant” en la extraordinaria novela de Barry Unsworth, Hambre sagrada (Edhasa), los esclavos son «una mercancías que tiende a rebelarse», y Spielberg pone en boca del abogado de los negreros españoles las mismas palabras. La esclavitud era una inversión, y como tal algo sagrado en las leyes de libre comercio, y en su nombre florecieron fortunas y ciudades como Liverpool que en 1798 tenía 150 barcos transportando más de 50.000 negros sin más derechos que el de ser vendidos al mejor postor. Y de hecho, la victoria legal de los defensores de Cinqué y sus compañeros radica en que demuestran que los negreros españoles no son sus propietarios, de otra manera su historia no habría sido diferente. La lucha contra la esclavitud se inscribe en el proceso de revoluciones populares y democráticas de los siglos XVIII y XIX; el humanismo protestante, los liberales “radicales” y por supuesto, los socialistas, son convencidos antiesclavistas, en tanto que los católicos conservadores, los monárquicos absolutistas y los liberales que respetan antes el comercio que las personas, son esclavistas o justifican la esclavitud en los mismos términos que lo hace John Calhoum en la trama de Amistad, o lo harán los boers, con unas extemporáneas citas bíblicas.
Creo que es importante subrayar que, a pesar de todo lo que se tenga que decir sobre la hipocresía de la democracia norteamericana, se puede hablar de una resistencia y también de una conciencia antiesclavista, esta con la participación de importantes sectores de las comunidades religiosas protestantes, mientras que en estos lares la Iglesia católica aún está por proclamar alguna denuncia, y las que hubo fueron de liberales y socialistas. Aquí lo máximo que se llegó a proclamar fue la producción de una “biopic” inenarrable sobre Fray Escoba, en el que cuenta la increíble historia de un negrito que fue canonizado. Para que no se diga.

Pepe Gutiérrez-Álvarez
.

No hay comentarios.: