Conferencia pronunciada en la Facultad de Ciencias Políticas
de la Universidad Nacional de Rosario, 17 de abril de 1998.
Sin pretender agotar la descripción de cómo fue recibida la celebración del 150º aniversario del Manifiesto Comunista, se pueden observar dos tendencias en su abordaje; un abordaje ‘de izquierda’ y un abordaje de derecha.
El abordaje de la ‘izquierda’ se manifestó en algunos artículos que fueron publicados en Página 12, tanto de autores nacionales como internacionales. Digamos simplemente que esta ‘izquierda’ saluda al Manifiesto Comunista y lo considera casi una pieza de extrema actualidad, porque en el Manifiesto Comunista se exalta el rol revolucionario de la burguesía. Estos izquierdistas dicen: "que el Manifiesto anticipó la globalización, como un fenómeno del capitalismo que no cesa de renovarse". Según esta izquierda, en esto consiste la actualidad del Manifiesto Comunista. Lo que no sería actual del Manifiesto es lo que ellos llaman la parte utópica del texto, aquella que dice que la consecuencia del desenvolvimiento capitalista, la polarización social, las crisis periódicas, la revuelta de las fuerzas productivas contra las relaciones de producción existentes, llevan a la revolución, al derrocamiento violento del régimen existente, a la conquista del poder por parte de la clase obrera y a la destrucción del Estado burgués. Esta es la parte utópica que, naturalmente, quedó como una utopía. Lo que no habría quedado como utopía es la parte analítica que exalta a la burguesía con verbo y estilo.
Pero otro sector recibió este aniversario de un modo diferente. Un cubano anticastrista exiliado en la Argentina, miembro de la Ucedé, Armando Ribas, publicó un artículo en La Prensa. Ribas, se hace la siguiente pregunta: ¿Estamos asistiendo a la verificación de las tesis fundamentales de Marx sobre las crisis sin salida del régimen capitalista con este derrumbe de todos los países asiáticos? ¿Es verdad entonces, se interroga, que el capitalismo conduce a la sobreproducción, a la destrucción de riqueza, al derrumbe económico y, por lo tanto, a la revolución? Es decir que, a un sector de la burguesía que procura ver un poco hacia adelante le motivó preocupación la vigencia de la parte utópica, y no de la parte analítica; y a la ‘izquierda’ la parte analítica, y el rechazo de la utópica. Esto también ayuda a explicar lo que se dijo recién sobre Chacho Alvarez y Menem ¿no es cierto? Porque Chacho Alvarez formó parte de esa ‘izquierda’, aunque sea la extrema derecha de toda esa izquierda; reivindica la parte analítica y no reivindica la utópica. En una mesa redonda reciente sobre el Che Guevara que tuve con un miembro del Frepaso, Jozami, y cuyo moderador era el periodista Eliachev, Jozami declaró abiertamente: "el Che Guevara era un utópico como todo el marxismo, mientras que nosotros estamos buscando las soluciones posibles. Esta es la diferencia radical que tengo con Altamira".
Quiere decir que en medio de la disolución de la URSS, la caída del Muro de Berlín, la ‘muerte del comunismo’, etc., una parte importante de la burguesía ve que las profecías que convirtieron al Manifiesto Comunista en un gran texto revolucionario podrían estar más vigentes que nunca. En tanto que la ‘izquierda’, la izquierda que Marx describe en ese mismo texto cuando analiza las distintas literaturas socialistas de la época y que ya tenía esas características pusilánimes en aquel momento; la ‘izquierda’ considera que el Manifiesto Comunista no tiene actualidad en lo que se refiere a la exposición de los objetivos revolucionarios de la clase obrera. En los próximos años va a quedar claro si lo que está realmente o no vigente es la parte revolucionaria, esa que ha hecho temer a Ribas, que la crisis de sobreproducción produzca revueltas sociales, que por otra parte están ocurriendo: hay sublevaciones constantes en China, sublevaciones estudiantiles en Indonesia, huelgas más o menos importantes pero todavía parciales en Corea, cortes de ruta y huelgas en Argentina, levantamientos agrarios en Brasil, Paraguay, Colombia y Bolivia, siempre en respuesta al mismo fenómeno de la crisis.
El Manifiesto Comunista debe ser juzgado, en primer lugar, como la primer expresión del programa político conciente de la clase obrera. En realidad, hasta la aparición del Manifiesto Comunista la clase obrera existía como clase en sí, pero la clase obrera es realmente tal cuando tiene conciencia de su situación en la sociedad. Cuando esto no ocurre, y lo dice el propio Manifiesto Comunista, el trabajador es arreado por una de las fracciones de la clase dominante para luchar contra otra fracción de la clase dominante. En lugar de luchar contra su enemigo, dice el Manifiesto Comunista, el obrero lucha contra el enemigo del enemigo, es decir, hace un trabajo servicial para la clase opresora, y dice también que si ese sector de la burguesía triunfa con el apoyo de los obreros, la victoria resultante es una victoria burguesa, sin que importe que los obreros hayan hecho todo el gasto de la movilización y de la lucha para conseguir esa victoria.
Entonces, el Manifiesto Comunista le da al proletariado la conciencia de la situación en la que se encuentra, de las relaciones sociales que engendra con otros sectores de la sociedad, de las contradicciones que sufre, y le ofrece un programa político, lo cual transforma al proletariado moderno, por lo menos potencialmente, en una clase conciente. Empieza a existir, no para servir inconcientemente a sus adversarios, sino que existe y puede asociarse para perseguir sus propios objetivos como clase. Esto es fundamental, porque en realidad una clase social no es tal sino tiene un programa, es decir, si no tiene una comprensión de su situación histórica y de cómo debe abordarla.
Después de 1848 no hay ningún documento político del movimiento obrero que llegue a tener este alcance o que pretenda tener este alcance, hasta que en 1938, la IVª Internacional produce el Programa de Transición, porque tanto el Manifiesto Comunista como el Programa de Transición pretenden igualmente ser, en dos épocas diferentes, los programas internacionales del proletariado. No quiere decir que no se elaboró nada políticamente en el medio; existió el Manifiesto (de Marx) de la Iª Internacional, existieron los programas nacionales de los partidos socialistas; existieron las Resoluciones internacionales de la IIIª Internacional, que todavía no eran un programa. No tenemos, entonces, manifestaciones tan frecuentes de un programa de conjunto en el plano internacional. El Manifiesto Comunista tiene ese carácter, es un programa, por eso podemos discutir si es vigente o no es vigente. Esto es algo fundamental a destacar, en un momento en que, en general, en la izquierda que lucha y combate, predomina el empirismo; no existe una estrategia política. Pero cuando no existe una estrategia política se reproducen las propias condiciones de dispersión, de falta de conciencia y de claridad que puede tener el obrero aisladamente o algunos grupos obreros. Lo que se necesita para que la clase actúe como tal, para que pueda haber una lucha de clase y no un enfrentamiento personal o de grupo, es esa comprensión, es ese programa. Marx lo señala cuando habla de la asociación voluntaria de los trabajadores.
El otro aspecto que tenemos que destacar del Manifiesto Comunista es la aplicación del material histórico. Esto significa que las diferentes formaciones sociales, y por lo tanto el capitalismo, tienen un carácter transitorio. La clase dominante pretende que no es así; como es el régimen que le conviene, elabora naturalmente una idea o una ideología del absolutismo social. Marx dice no, este régimen social tiene un carácter transitorio como lo han tenido otras sociedades. Para las clases explotadas este descubrimiento es fundamental, porque quiere decir que en la propia Historia está inscripta la posibilidad de emanciparse de este régimen de explotación. Esta definición del Manifiesto Comunista es un arma científica poderosa para la clase obrera, porque le permite no solamente proclamar la justicia moral de su causa, sino también su carácter de necesidad histórica.
La burguesía se representa el problema de otra manera; para la burguesía en todas las sociedades hubo un núcleo capitalista que procuró abrirse paso y que culminó en el capitalismo moderno. Por esto es que todos los libros burgueses de economía arrancan del cambio de mercancías como un fenómeno natural. Mientras el marxismo habla de formas históricamente determinadas, los burgueses dicen que el capitalismo es la expresión de una curva del pasado remoto que busca abrirse camino. Hay intelectuales burgueses que dicen que ha triunfado esta concepción lineal de la historia, que no hay fenómenos históricamente condicionados y que el régimen burgués sería el estadio final. Entonces el marxismo vuelve a colocarse a prueba como se colocó a prueba permanentemente porque es un documento vivo, eso es por lo menos lo que no tiene en común con la Biblia, es decir, lo tiene en popularidad de ediciones pero no lo tiene en común como instrumento de acción.
Si se examina la intervención del capitalismo en la ex Unión Soviética, en los países de Europa Oriental, en China, etc., vemos algo que, con ayuda del Manifiesto Comunista, podemos entender muy bien: una gigantesca destrucción del proceso productivo. No vemos lo que dice el Manifiesto Comunista para 1848, o sea que el capitalismo se abre paso en América, reemplaza a la pequeña propiedad, transforma una nación agraria en industrial, concentra la producción, revoluciona la técnica; así describe Marx la penetración del capital europeo en América. ¿Cómo describiríamos nosotros hoy la penetración del capital europeo y norteamericano en Rusia? Destrucción de las fábricas, cierres de las empresas, retroceso de las escalas productivas, en la calidad de la producción social, primarización de la economía, desindustrialización. Entonces, el Manifiesto Comunista como aplicación del materialismo histórico, a partir de la crítica a la filosofía clásica ayuda profundamente a comprender el carácter del momento histórico actual. Es un momento en que la crisis del capitalismo se hace más inmensa que nunca; 800 millones de desocupados, las fuerzas productivas de la sociedad que se rebelan más brutalmente que nunca contra las relaciones de producción en la forma de crisis, estancamiento, guerras y levantamientos y la prueba mayor es que al invadir un terreno que tuvieron largo tiempo vedado, en la ex Unión Soviética, el capital no ejerce una acción civilizadora sino destructiva. Esto nos permite meternos en este famoso problema sobre el carácter revolucionario de la burguesía.
¿Qué quiere decir Marx cuando afirma que la burguesía revoluciona constantemente los medios de producción o las condiciones sociales, disuelve las viejas formas, etc.? ¿Hay un afán apologético? No. El mismo Manifiesto lo clarifica con enorme precisión al referirse a la burguesía como un "agente pasivo e involuntario ... del progreso de la industria". Es decir, que la burguesía no organiza en forma conciente el desarrollo de las fuerzas productivas; el mercado es un proceso inconciente que tiene lugar a espaldas de la organización productiva. Cuando Marx habla del carácter revolucionario de la burguesía quiere decir esencialmente que el régimen burgués funciona de un modo diferente a como funcionaban las otras sociedades explotadoras. Las otras sociedades explotadoras eran fijas y estables, mientras que el capitalismo se ve obligado a estar en permanente movimiento. Lo que Marx dice es que la burguesía anda en bicicleta, y que si no pedalea se cae. Estamos ante una sociedad dinámica. Esta observación tiene un valor excepcional. En un primer momento el capitalismo destruye todas las formaciones anteriores. Pero luego destruye sus propias formas y cuando destruye sus propias forma sociales actúa también en forma revolucionaria, ya que prepara las condiciones para su derrocamiento. Un ejemplo: ¿qué tiene de revolucionario despedir masivamente? Simplemente llevar la alienación a un extremo insoportable y empujar a las masas a la insurrección; eso es lo que tiene de revolucionario, que es al mismo tiempo, una manifestación del agotamiento del sistema capitalista, porque no le puede dar de comer ni siquiera a sus propios esclavos. Marx señala que el desempleo masivo, la pauperización, la pérdida del trabajo, es prácticamente un toque de difuntos del capitalismo, porque como consecuencia de esto, en lugar de que el explotado le dé ganancia al capitalista, es éste el que debe darle al explotado su manuntención; en lugar de que el obrero alimente al capitalista, el capitalista tiene que alimentar al obrero. Esta es una situación final, desde el punto vista del régimen capitalista. En este sentido es que sigue siendo revolucionario. Pero el sistema como tal ya no produce transformaciones revolucionarias en el sentido de nuevos saltos en el desarrollo de las fuerzas productivas. Por ejemplo, cualquier análisis que se haga del porcentaje de inversión en investigación y desarrollo de un gran monopolio, va a descubrir que es absolutamente mínimo; cualquier análisis que se haga sobre el uso de la informática en el proceso económico descubrirá que la informática está aplicada en un 90% a los procesos parasitarios del capitalismo, es decir, las finanzas, al comercio, a la intermediación. No ha sido capaz de llevar la informática hasta sus últimas consecuencias, al propio proceso productivo; hay una desrobotización en las fábricas capitalistas. Quiere decir que cuando en Página 12 se exalta el Manifiesto Comunista porque la burguesía cumple un papel revolucionario, no sólo tienen una posición de derecha los que escriben; manifiestan una ignorancia supina del pensamiento fundamental de Marx.
El mismo orden de reflexión se puede hacer sobre la globalización. Porque la globalización debería significar básicamente una universalización de todas las conquistas de la humanidad, y lo que vemos es la exclusión social, que es exactamente lo contrario de la globalización, una privación creciente de las conquistas de la humanidad para una masa creciente de la población. Es decir, hoy tenemos analfabetos en la época de la informática, en una mayor medida que la que teníamos en la época de la tinta china, la plumita y el lapicero. ¿Qué es la globalización desde el punto de vista del capital mundial? ¿Los capitalistas se han reconciliado entre sí y forman un capital mundial?. No. Tenemos una acentuación de la rivalidad nacional entre los capitalistas. El capital, Marx lo dice en el Manifiesto, es personal, no colectivo; es personal aunque se manifieste como una relación social. Una propiedad que es personal y que se concentra se contrapone a su universalización. ("En la sociedad burguesa el capital es independiente y personal, al paso que el individuo que trabaja es dependiente e impersonal"). El capital es cada vez más nacional, en una economía cada vez más internacional, y por eso el capital mundial es cada vez más norteamericano, y en parte, alemán o japonés, y si no hay que preguntarles a los capitalistas asiáticos, coreanos, indonesios, etc., que están siendo desplazados por el capital norteamericano.
Marx escribe inmediatamente después del Manifiesto, la Circular de 1850, que hace el balance de la Revolución del 48. La circular explica que la clase obrera debe tener su partido propio independiente, y que tiene que organizarse con un objetivo estratégico. Marx pone énfasis en esa Circular en la necesidad de que los obreros se organicen en partido, separados de la pequeñaburguesía democratizante, es decir, del Frepaso, del Frente Grande, del Frente del Sur, de los cuales dice que por su charlatanería democrática y su proximidad social a las masas son el peor peligro para la organización obrera.
Para terminar, quiero leer a los docentes un párrafo que revela la fuerza de previsión del materialismo histórico. Al descubrir las tendencias históricas en la raíz, puede proyectarlas con fuerza extraordinaria hacia el futuro. "La cultura , dice el Manifiesto, es para la inmensa mayoría de los hombres sólo un adiestramiento que los transforma en máquinas". ¿La ‘Reforma Educativa’ y el polimodal no pretenden simplemente con la salida laboral organizar una educación para que la cultura del trabajador consista simplemente en actuar como una máquina"? La Decibe dice que la suya es la última palabra de la Pedagogía moderna; Marx ya lo denunciaba como un aspecto de la barbarie, en 1848.
La ‘Reforma Educativa’ reivindica la prioridad educativa de los padres y, entonces, dirigiéndose a la burguesía Marx dice: "Ustedes dicen también que destruimos las relaciones más íntimas al sustituir la educación doméstica por la educación social". Marx ataca, en 1848, a la educación doméstica, en estos términos: "¿Y vuestra educación no está también determinada por la sociedad, por las condiciones sociales en que educáis a vuestros hijos, por la intervención directa o indirecta de la sociedad, por medio de las escuelas?". La diferencia, con los comunistas, dice Marx, no es que la burguesía sea partidaria de la educación doméstica y los comunistas de la social, porque la de la burguesía también es social, tiene una escuela controlada por ellos, lo que los padres enseñan también es social. Marx dice: "los comunistas no inventaron la intromisión de la sociedad en la educación. Eso existe bajo el capitalismo; lo único que buscamos es modificar su carácter, arrancando a la educación de la influencia de la clase dominante". Qué arma extraordinaria es el Manifiesto en la lucha en el campo de la cultura.
Jorge Altamira
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