domingo, febrero 24, 2013

Intelectuales en revolución. La isla de lo real maravilloso




A días de un nuevo aniversario de la revolución cubana, iniciamos una serie de notas mensuales dedicadas al desarrollo del proceso cultural en la isla y a los debates en torno al rol del intelectual desde la llegada al poder de los revolucionarios en 1959 hasta el inicio del denominado quinquenio gris, en 1971.

La etapa del proceso revolucionario cubano iniciada el 1 de enero de 1959 con la entrada aLa Habanade los combatientes provenientes dela Sierra Maestra liderados por Fidel Castro generó una transformación radical no sólo de los parámetros políticos y económicos de la isla, sino también de las prácticas culturales.
La nacionalización de empresas, la liquidación del aparato político y militar de la dictadura de Fulgencio Batista, la reforma agraria, entre otras medidas, tuvieron su correlato en el plano cultural tanto en términos pedagógicos y periodísticos como en los planteos estéticos.
Si los años sesenta fueron, en términos generales, una época de indisciplina, rebelión y ruptura, Cuba se convirtió en la concretización en nuestra América de tales aspiraciones, las cuales no se detuvieron –y de modo alguno podían hacerlo- en esenciales modificaciones político-económicas. Una simple enumeración de las instituciones y espacios culturales originados en torno de la revolución permiten graficar claramente esta observación.
Sólo en los primeros años se fundaron en Cuba la agencia periodística Prensa Latina y el diario Granma, el espacio cultural y la revista Casa de las Américas, las publicaciones El Caimán Barbudo, Verde Olivo, La Gaceta de Cuba y Pensamiento Crítico (por nombrar solamente a las más reconocidas), se estableció un concurso literario que pasó rápidamente a ser considerado como el más relevante de América Latina (organizado justamente por Casa de las Américas), se crearon el Instituto del Libro,la Imprenta Nacional, el Instituto de Etnología y Folklore,la Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC), el Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematográficos (ICAIC),la Academia Nacional de Arte, se diseminaron por todo el territorio, y con un carácter comunitario, decenas de grupos de teatro, música y danza para aficionados.
Asimismo, se cumplió exitosamente con la campaña contra el analfabetismo, se promulgó la ley de Reforma Universitaria que garantizaba la gratuidad de los estudios en todos los niveles, se desarrolló fuertemente la nueva trova, nació el género narrativo denominado testimonio producto de las innovaciones literarias que se gestaron con la revolución, se organizaron congresos culturales y educativos nacionales e internacionales, se repensó radicalmente la pedagogía (no solamente la burguesa, sino también la soviética), se multiplicaron los festivales de cine y de música popular, se abrieron escuelas de arte en las ciudades y en el campo. En fin, podríamos poblar páginas enteras puntualizando medidas en la misma dirección. El hecho concreto es que, como señala Néstor Kohan: “La revolución cubana produjo una extensión inaudita de los circuitos de producción y consumo cultural, creando un público ampliado completamente nuevo”.
Difícil es hoy imaginarse, desdela Argentinay a más de medio siglo de distancia, la tremenda renovación cultural generada al interior de Cuba entonces. Todos estos proyectos se llevaron adelante gracias a una profusa participación ciudadana y a una, hasta el momento, inédita colaboración estatal para el desarrollo de una cultura nacional y popular en la isla.
El surgimiento de estos espacios lejos estuvo de ser la consecuencia de decretos burocráticos de un estado que pretendiera controlar y homogeneizar la creación; por eso no se convirtieron en cáscaras vacías para mantener funcionarios dóciles, sino en usinas de pensamiento, de producción y discusión cultural e ideológica. Fueron la materialización en el campo intelectual del nuevo espíritu revolucionario y del proceso de socialización que se estaba gestando en el país.
Tal situación generó que Cuba se convirtiera en un faro para artistas del mundo entero. Esta pequeña isla abría sus puertas a los intelectuales y les otorgaba un lugar real en los debates sobre la construcción de una nueva cultura socialista, generando una corriente de simpatía y solidaridad internacional que a su vez le permitió en una primera instancia quebrar parcialmente el aislamiento y el cerco provocados desde los Estados Unidos y que tuvieron en la expulsión de Cuba dela OEAen 1962 y en el bloqueo económico que aún persiste dos de sus más evidentes plasmaciones.
No es casual, por lo tanto, que sea en estos primeros años de revolución cuando cobre particular ímpetu la noción de “hombre nuevo” sostenida fundamentalmente por Ernesto Guevara.
Esta verdadera refundación cultural del ser humano en todo un territorio que hasta entonces era poco más que un garito yanqui obviamente que no se circunscribió solamente al plano estético, a las ciencias sociales o a la “academia”, sino que se dio en el marco de –y se entrelazó con- profundos debates –públicos y muchos de ellos de masas- de índole económica, política y social en todos los ámbitos de la vida y que abarcaron integralmente el rumbo estratégico de la revolución en su conjunto.
En medio de estas discusiones, y recorriendo gran parte de las mismas, se encuentra un debate que marcó el campo cultural de la época referido al lugar del intelectual en un período revolucionario, momento en el que las utopías más profundas de todo un pueblo se convertían día a día en algo tangible y cotidiano; como si de pronto lo que para muchos resultaba inverosímil fuese, a la vez, una concreta realidad; como si todo Cuba, desde el Turquino hasta el malecón, retomase aquellas palabras de Alejo Carpentier en el prólogo a El reino de este mundo, diez años antes del ingreso triunfante del ejército rebelde aLa Habana: “¿Qué es la historia de América Latina sino una crónica de lo maravilloso en lo real?”, algo tan maravilloso –y real- como una revolución socialista victoriosa a90 millas de los Estados Unidos.
Por esto, con esta mirada general del proceso comenzamos hoy, en la semana en la que se cumplen 54 años de la revolución cubana, una serie de artículos que se publicarán el primer viernes de cada mes dedicados a detenernos en momentos clave en los que la problematización del rol del intelectual y el debate respecto del campo cultural fueron abordados en Cuba, desde las “Palabras a los intelectuales” de Fidel Castro de 1961 hasta el Caso Padilla y el advenimiento del denominado quinquenio gris diez años después, pasando por las palabras de Guevara en El socialismo y el hombre en Cuba y por el Congreso Cultural de 1968. Pero eso quedará para las próximas entregas…

Leonardo Candiano.

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