sábado, febrero 16, 2013

Poder y petróleo | Los motivos reales de la guerra contra Irak




Artículo publicado en el periódico En lucha nº 82, marzo 2003

“El Irak de Sadam Husein representa una amenaza para la paz y la seguridad del mundo porque es la encrucijada donde convergen en un solo lugar, bajo un solo tirano, las armas de destrucción en masa, el apoyo estatal al terrorismo, la agresión internacional y una continua agresión a los derechos humanos.” Web del Departamento de Estado de EEUU.
“El régimen irakí [querrán decir iraquí] lleva doce años incumpliendo [las] resoluciones [de la ONU] que garantizan la paz.” PP , Por la paz, por nuestra seguridad.
Las magníficas manifestaciones del 15-F demostraron que casi nadie se cree estas mentiras —fuera del Pentágono o la Moncloa; si es que ellos se las creen— pero antes de tratar los motivos reales, miremos brevemente estas “explicaciones” oficiales.

Las mentiras

Sadam rige una economía destrozada, cuyo gasto militar es casi 400 veces menor al de EEUU y al de sus aliados. Nadie en su sano juicio puede imaginar que Sadam atacará a Europa o a Estados Unidos. Sadam es una amenaza para su propia población, pero no para el resto del mundo.
Bush, que condena las armas de destrucción masiva, es Presidente del único país del mundo que ha utilizado bombas nucleares en una guerra.
Las brutalidades contra la población kurda son tristemente reales. Como explica la web del Departamento de Estado de EEUU: “5.000 murieron en el ataque a Halabja en marzo de 1988” . Lo que no explican es que los gases venenosos, utilizados en esta matanza de kurdos en Irak, provenían de EEUU y Europa occidental. Es así por la simple razón de que entonces Sadam era aliado de Occidente, y recibía armas para proseguir con la terrible guerra contra Irán, para contener la revolución islamista.
Respecto a las resoluciones de la ONU, hay que preguntarse dónde estaban las resoluciones anteriores a 1991, cuando todo esto ocurría. ¿Por qué el PP no puede hablar de 15 o 20 años de resoluciones rotas? Simplemente porque mientras Sadam actuaba como agente de los poderes occidentales, no tenía que enfrentarse a la ONU.
Se suponía que la guerra contra Irak formaba parte de la respuesta a los atentados del 11-S, pero no se han esforzado en aportar prueba alguna de la conexión. La única que existe no les sirve; tanto Sadam como Bin Laden fueron antiguamente agentes de Estados Unidos, que luego se giraron contra su amo.
Si EEUU consigue derrocar a Sadam, impondrá una autoridad militar o bien un nuevo títere. No instaló la democracia a Afganistán y no existe motivo alguno para pensar que la llevará a Irak con sus misiles y bombas.

Los motivos reales: petróleo

Por todas partes se comenta que la guerra contra Irak tiene que ver con el petróleo, y esto ha contribuido mucho a aumentar la oposición.
Un informe de alto nivel del Gobierno de EEUU, National Energy Policy, de mayo de 2001, explicó: “Entre 1991 y 2000, los estadounidenses gastaron 17% más energía que en la década anterior, mientras en el mismo período, la producción doméstica de energía subió en sólo 2,3% […] Se proyecta que en 2020, el consumo energético de EEUU habrá subido en 32%.” De ahí el problema.
Otro informe, de un grupo independiente de asesores, fue explícito al sacar conclusiones:
“Irak sigue siendo una influencia desestabilizadora para los aliados de EEUU en Oriente Medio, así como para el orden regional y global, y para el flujo del petróleo hacia los mercados internacionales desde Oriente Medio […] EEUU debe llevar a cabo una revisión inmediata de su política hacia Irak, incluyendo aspectos militares, energéticos, económicos, y político/diplomáticos. EEUU debe desarrollar una estrategia, en la que cuente con sus aliados clave en Europa y Asia y con países clave en Oriente Medio, para reafirmar sus objetivos respecto a su política en Irak y para restaurar una coalición cohesionada de aliados clave.” (Strategic Energy Policy Challenges for the 21st Century, abril de 2001).
O sea, mucho antes del 11 de septiembre, la administración Bush se dirigía hacia Irak, y no por motivos de derechos humanos o de “terrorismo internacional”, sino para poder controlar su petróleo.

Más que petróleo

Pero tampoco es tan sencillo. La gente normal que necesita combustible para el coche va a la gasolinera, no ocupa un país. EEUU compra petróleo a Arabia Saudí y a Venezuela; no deberían tener problemas ni políticos ni morales ante el hecho de comprárselo a Irak.

Entonces ¿por qué lanzarse a una guerra para conseguir petróleo?

Una razón contradictoria es el mal estado de la economía estadounidense. En 2002, tuvo un déficit presupuestario —la diferencia entre lo que el Estado gasta y lo que cobra en impuestos — de unos 200 mil millones de dólares, y se prevé que será mucho mayor en 2003. Tiene un déficit comercial —la diferencia entre las importaciones y las exportaciones— de unos 400 mil millones de dólares al año. Esto se cubre mediante el aumento continuo de la deuda; EEUU es el mayor deudor del mundo, en 2002 debía 2.700 mil millones de dólares, sobre todo a Japón y Europa.
Todo esto hace que una guerra, cuyo coste económico se estima —en las previsiones más bajas— entre 100 y 200 mil millones de dólares, sea una opción muy arriesgada. Pero es un riesgo que la administración asume, precisamente porque no ve otra forma de salir de su situación.
Si logra controlar el petróleo de Irak —que tiene, como se ha repetido muchas veces, las segundas reservas más importantes del mundo— tendrá una solución, aunque sólo sea temporal, para sus problemas económicos. La posición de EEUU en el Golfo es, por tanto, la de un jugador de póquer que ha apostado alto y, aunque sólo sea por este motivo, no será fácil obligarle a retirarse.
Pero, y esta es la clave, la administración de EEUU no es simplemente “gente normal” que quiere combustible, sino que es un poder imperialista. Más exactamente, es el poder más fuerte del mundo actual, y quiere mantener esta posición.
El control del petróleo iraquí también aumentaría el poder político de EEUU, frente a los poderes que realmente le preocupan, que no son Irak e Irán, sino Unión Europea, Japón, Rusia y China.

La mafia y el miedo

En una película, la mafia paga a un asesino 1.000 dólares para matar a una persona que le debe 100 dólares. Visto en simples términos económicos, no tiene sentido. Pero la mafia no actúa por los 100 dólares, sino por los millones de dólares que vale todo su imperio, y que estarían en juego si se dejase escapar a un moroso.
La cuestión no es el beneficio directo, sino la importancia de mostrar quién manda. No sólo ocurre así en las películas, sino que los poderes imperialistas aplican el mismo principio.
Existe un documento asombroso, Rebuilding America's Defenses, editado en septiembre de 2000, que describe la visión de los dirigentes actuales de EEUU. Sus autores, el grupo llamado “Proyecto para el Nuevo Siglo Estadounidense”, resumieron en 1997 sus objetivos de la siguiente forma:
“Al llegar al final del s. XX, Estados Unidos queda como el poder predominante en el mundo. Después de llevar a Occidente a la victoria en la Guerra Fría , América se enfrenta a una oportunidad y a un reto: ¿Tiene EEUU la visión para construir sobre los logros de las décadas recientes? ¿Tiene EEUU la resolución para formar un nuevo siglo favorable a los principios e intereses estadounidenses?
“[Lo que necesitamos es] un poder militar que sea fuerte y capaz de hacer frente a los desafíos actuales y a los del futuro; una política exterior que, audaz y decididamente, promocione los principios americanos en el extranjero; y una dirección nacional que acepte las responsabilidades globales de Estados Unidos.
“Por supuesto, EEUU debe ser prudente sobre cómo ejercer su poder. Pero no podemos, sin peligro, evitar las responsabilidades del liderazgo global o los gastos asociados a su ejercicio. América tiene un papel esencial en mantener la paz y la seguridad en Europa, Asia y Oriente Medio. Si huimos de nuestras responsabilidades, invitamos a otros a desafiar nuestros intereses fundamentales.”
Estas frases revelan que, más allá de los delirios de grandeza, los dirigentes de EEUU tienen miedo a perder su estatus. Saben que todos los poderes imperialistas anteriores han caído, y que les podría pasar lo mismo. Ya no tienen tanto predominio económico como el que tenían en los años 50; ahora la Unión Europea les alcanza en producto interior bruto, y con la ampliación de la UE les superará. Es esta debilidad económica la que les impulsa, cada vez más, a recurrir a soluciones militares, donde siguen teniendo una enorme superioridad.
El informe explica lo que implica este liderazgo:
“En la región del Golfo Pérsico, la presencia de fuerzas estadounidenses, junto con unidades británicas y francesas, ha llegado a ser un hecho semi-permanente. Aunque la misión inmediata de estas fuerzas sea imponer las zonas de exclusión aérea en el norte y el sur de Irak, representan el compromiso a largo plazo de EEUU, y de sus aliados más importantes, con una región de vital importancia.
De hecho, EEUU ha buscado desde hace décadas jugar un papel más permanente en la seguridad regional del Golfo. Mientras el conflicto sin resolver con Irak provee la justificación inmediata, la necesidad de una presencia importante de fuerzas estadounidenses en el Golfo trasciende a la cuestión del régimen de Sadam Husein.”
Aparte del interés directo en controlar la región —que obviamente incluye el factor petróleo— existe una preocupación mucho más amplia por mantener la credibilidad de Estados Unidos como un poder militar mundial. Un informe oficial, el 1997 Quadrennial Defense Review, lo explica sin rodeos:
“Si EEUU abandonara su capacidad de poder derrotar la agresión en más de un teatro de operaciones a la vez, nuestro estatus como un poder global, como el socio preferido de seguridad y de líder de la comunidad internacional se pondría en duda. Incluso, algunos aliados verían, sin duda, la capacidad para intervenir en una sola guerra como una señal de que, si EEUU estuviera muy comprometido en otra parte, ya no sería capaz de defender sus intereses… La capacidad de un solo teatro de guerra implicaría el minar… la credibilidad del compromiso de seguridad de EEUU en regiones clave del mundo. Esto, a su vez, podría llevar a aliados y amigos a adoptar políticas y actitudes de defensa más divergentes, debilitando así la red de alianzas y coaliciones de la que dependemos para proteger nuestros intereses en el extranjero.”
Aquí hablan de la importancia de tener la capacidad de llevar a cabo dos guerras a la vez —un tema muy vigente, dada la crisis incipiente en torno a Corea del Norte—, pero lo que hay que destacar ahora es la importancia para los dirigentes de EEUU de mantener la imagen de su capacidad militar. Igual que el viejo mafioso, si por un momento parece débil, está acabado.
Una retirada del Golfo, sin haber echado a Sadam, supondría tal debilitamiento. Éste es el motivo principal por el cual Bush y los suyos harán cualquier cosa antes de abandonar sus planes de guerra.
Incluso si descubriesen todo un lago de petróleo por debajo de Washington, y ya no les hiciera falta el petróleo iraquí, EEUU no dejaría al Oriente Medio en paz.
La tarea del movimiento contra la guerra es, por tanto, enorme. Pero, como vimos el 15 de febrero, también lo es nuestro movimiento.
Si logramos parar la guerra, y sí es posible, habremos no sólo contribuido a salvar miles de vidas en Irak —lo que no es poco— sino que habremos debilitado al mayor poder militar del mundo, al aliado esencial de muchos otros poderes. No olvidemos que Sadam empezó como uno de estos aliados, y siguen existiendo muchos más, igual de brutales.
La lucha contra esta guerra es parte de la lucha para conseguir otro mundo posible, en un sentido literal.

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