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miércoles, febrero 20, 2013
Amos y esclavos: 4. Cine (y TV) contra el esclavismo.
Hollywood no miró de cara la historia del esclavismo, pero los Estados Unidos lo hicieron mucho menos. Sin embargo, desde la TV sí que se han producido destacados alegatos muy dignos como Raíces o Historia del racismo, de la BBC.
Lo dicho: no fue hasta después de la II Guerra Mundial, que se puede hablar de cine antirracista, pero aún y así, se trata de una opción “liberal” (roja), y en ocasiones, más bien paternalista que parecía venir a decir que no se podía rechazar a negros tan inteligentes y flamantes como Sydney Portier.
La casi nula filmografía existente sobre la esclavitud de los negros en los Estados Unidos –“la democracia más antigua del mundo”-, evidencia por encima de cualquier otra cosa, que dicha democracia tardó mucho en llegar hasta la ciudadanía de origen esclavos, sobre todos en los Estados del Sur. En el país de los “marines”, los antiguos esclavos no se "disolvieron" en el conjunto de la sociedad como ocurrió en Latinoamérica, y continuaron siendo ciudadanos de segunda clase, sobre todo en el “profundo sur” donde tuvieron lugar acontecimientos tan escalofriantes que demuestra que el nazismo fue una infección bastante extendida. Muchas de las pautas próximas al apartheid sudafricano funcionaron en este país hasta los años sesenta, cuando el Movimiento de los Derechos Civiles dio otro paso más en el largo camino por la igualdad.
En este trayecto histórico, la cuestión de las trata siguió siendo un problema social, parte de una “memoria histórica” que significaba como en todas partes: verdad, justicia y reparación. Algo a lo que la prepotente clase dominante no estaba dispuesta a conceder, salvo muy parcialmente. Esto explica que durante su primer medio siglo, Hollywood se negó a abordar la historia así como la humanidad integral de los afronorteamericanos. Sin embargo, se puede hablar de una inflexión influida por el Movimiento de los Derechos Civiles que tuvo en la Meca del cine, algunos de sus apoyos más reconocidos, baste recordar el Espartaco de Kubrick-Douglas. Este movimiento tratada que la famosa proclamación de los Derechos del Hombre, fueron de verdad por encima del color, el sexo o la procedencia. Se avanzó, pero todavía estamos al principio del camino.
En este cuadro se entiende los problemas de la industria del cine para producir una película sobre la trata de negros "de frente". Tal cosa no llegó hasta la teleserie Raíces, que se convertirá en uno de los fenómenos televisivos más importante de todos los tiempos, justo con una temática que Hollywood había desdeñado. Con una duración de 12 horas fue emitida por la cadena ABC desde enero de 1977 a septiembre de 1978, que se hace visible al gran público una historia crítica y plural de los Estados Unidos. El guión fue escrito por Alex Haley jr, un antiguo partidario de Malcom X, que se basó en su propia obra (que fue un bst seller también por aquí), y en la historia de su propia familia. Una historia planteada desde el “orgullo negro”: la dignidad fue de los esclavos, la indignidad de los esclavistas.
La trama comienza en 1750, en la pequeña aldea mandinga de Juffure, en Gambia, con el nacimiento de Kunta Kinte (un nombre que hoy se puede encontrar detrás de productos como pueden ser unas naranjas), Es hijo de Omoro (Moses Gunn) y de Binta Kinte (Maya Angelou), y al cumplir los quince años se prepara para el gran ritual que marcará su paso a la edad adulta. Será un hombre libre hasta que a los 17 años es raptado. Entonces Kunta K (LeVar Burton) descubrirá a los blancos, concretamente al barco negrero del capitán David (Edward Assner), que le llevará a Norteamérica, donde comenzará una larga lucha por su libertad, y en muchos casos, no llegaron a someterse a su opresor blanco. La hija de Kunta será Kizzy (Cicely Tyson), que pagará como todas las esclavas por una violación de la cual nacerá su nieto, Gallo George , que vivirá durante 30 años en Gran Bretaña y volverá a su país cuando éste se prepara para la guerra civil…En Raíces trabajó toda una generación de actores negros, y prestaron su colaboración varios actores blancos de primera.
El impacto de Raíces motivó otras series, así como una segunda parte que empezaba en 1882, y seguía el hilo de la historia hasta el presente. Menos conocida pero mucho más rigurosa y descriptiva, La lucha contra la esclavitud, un docudrama que combinaba el documental con la reconstrucción dramática y que se dio en la 2 de TVE a principios de los ochenta. No obstante, solo unos años después, ya en plena restauración conservadora, la serie creada por Mitchell Beazley TV y RM Arts para el Chanel Four británico, Historia de Africa, dirigida por el especialista Basil Davidson (1992), fue agriamente contestada en los «medias» conservadores por sus «demagógicas» referencias al esclavismo. El viento de los diversos mayos del 68 que produjo el fenómeno del «orgullo negro» de Raíces comenzó a cambiar de dirección durante hasta la restauración conservadora consagrada por la presidencia neoliberal del infame Reagan, un férreo adversario de los Derechos Civiles.
No es abusivo pensar que en este ambiente de ascenso reaccionario, que un posible equivalente de Raíces en el cine no llegará hasta Amistad. Su director decía que había realizado La lista de Schlinder porque «sentido desde muy joven había sentido y vivido --el «shoah»-- como judío», y en respuesta a Jackson se había mostrado dispuesto a «contar diferentes historias que sirvan para destapar errores históricos cometidos contra otras razas y culturas». La oportunidad se la brindó la productora y actriz Debbie Allen --su papel más recordado fue el profesora de baile en Fama (Alan Parker 1978)--, cuya determinación sería decisiva por realizar una aproximación a la historia del barco negrero español gracias al descubrimiento casi casual de dos volúmenes de artículos titulados Amistad y Amistad 1, escritos por varios historiadores y filósofos de origen afronorteamericanos.
Después de estas lecturas, Debbie no llegaba a comprender como era posible que jamás hubiera oído hablar del aquel incidente, ni del líder rebelde Senghe Pieh, al que los españoles llamaban Cinqué. Así ocurrió que, mientras que por un lado se «llenaba de orgullo y entusiasmo (por)que hubiera ocurrido algo así», por otro, se sintió «robada y estafada porque nunca me habían hablado de ello siendo estudiante». a lo largo de trece años Debbie tanteó con su proyecto a directores como Jean-Jacques Annaud (La victoria en Chantant) y Barry Levinson (Good Morning Vietnam), llevada por la «fe», convencida de que estaba delante de «una historia verdadera, de un momento de importancia histórica que el mundo debía conocer». Debbie veía la historia «como un gigantesco tapiz en el que aparecían implicados todos nuestros antecesores: africanos, abolicionistas, esclavistas, españoles, cubanos, británicos...». En apoyo al proyecto la escritora (y «madre» de Kunta Kinte en Raíces, aparte de directora de cine) Maya Angelou, escribió por su parte: «Algunas historias son pequeñas, conciernen sólo a una familia. Otras son largas, describen a una nación entera. La historia del «Amistad» es las dos cosas a la vez. A mí, la crónica de Cinqué y su heroísmo me trajo luz en un tiempo de gran oscuridad: mi infancia. Cuando un grupo de hombres blancos cogió a un hombre negro y lo linchó en mi pequeña ciudad de Arkansas, escuché esta historia de Cinqué, y recuerdo que recobré la esperanza».
A continuación de una primera entrevista con Debbie, Spielberg aceptó inmediatamente un proyecto «comprometido» justo a continuación de El mundo perdido como parte de un intento de equilibrio que marca una filmografía en la que se incluye otro esforzado canto a la «negritud», El color púrpura (1985), una adaptación de la novela homónima de Alice Walker (editada por Plaza&Janés en 1987), y cuyo eje son unas relaciones femeninas que se enfrenta a la opresión racista pero también al machismo de sus hombres; en una de las escenas «más líricas» de la película, la protagonista viaja a África como parte de su propio reconocimiento y autoestima. Al justificar su opción, Spielberg declaró que se sintió «impresionado por las imágenes de los africanos que había plasmado en unos bocetos un dibujante del tribunal. No se le veían las caras, sólo sus perfiles silueteados. Pero mirándoles podía sentir quienes habían sido aquellos hombres...basándome en un ángulo lateral de sus rostros».
De esta manera la historia caía en manos de un director y productor «más importante del siglo» (Djimon Hounsou) con posibilidades de «hacer cualquier cosa». Spielberg encargó el guión a David Franzoni que había obtenido numerosos galardones por su trabajo en Citizen Cohn (1992) una película de Frank Pierson sobre un judío reaccionario, Cohn (James Woods) que trabajó voluntariamente al servicio del senador fascista McCarthy. Spielberg dejó claro a Franzoni que «era vital contar el drama desde la perspectiva de los africanos. Lo más interesante que hay que tener en cuenta respecto a Cinqué es que no era un esclavo ni nunca lo había sido». Con estos criterios, el director más influyente de Hollywood ponía en marcha una producción lo suficiente seria y ambiciosa sobre un tema «tabú» de manera que establece un antes y un después en este ignominioso capítulo de nuestra historia.
Anexo. Estas notas que siguen están extraídas de la presentación de la serie “Historia del racismo”, producida por la BBC, que se puede encontrar sin dificultad en YouTube. Estamos hablando de una historia que deja de lado la hipocresía “centrista”, y cuenta sin tapujos los horrores provocados por el mercantilismo imperialista.
Desde sus orígenes el racismo colonial nació como consecuencia de unas necesidades económicas y no como convencimiento de una superioridad biológica. Todos los imperios han hecho uso de la esclavitud (británicos, españoles, griegos, romanos...) con criterios de utilidad. Ni siquiera entre los esclavos todos eran iguales; los negros pasaron a suplir la mano de obra que faltó cuando se "humanizó a los incas. No obstante, el mestizaje fue nota común, sobre todo con los españoles. Los indios norteamericanos, a diferencia de los negros, tuvieron también un papel simbólico después de su conquista, e igualmente también se usó la Biblia (la maldición de Canaán) para justificar la esclavitud como algo natural, tan solo en el s. XVIII se planteó que podría ser pecado. La religión ha jugado un papel legitimador en beneficio de la clase o raza dominante, para mantener y explotar un estatus de dominio. La idea de igualdad y consideración hacia los demás propia de la ilustración nunca se aplicó universalmente a todos los seres humanos. Este episodio examinará las actitudes que han imperado en diversos períodos para lograr marcar una diferencia entre humanos. En primer lugar, estudiaremos los escritos de algunos de los más importantes filósofos e historiadores de la Ilustración. Asimismo, evaluaremos las implicaciones de las palabras del Antiguo Testamento, incluyendo la importancia de "La maldición de Canaán" para el desarrollo de la idea de raza en Europa. Analizaremos también el desarrollo del racismo como justificación para el comercio trasatlántico de esclavos y otras manifestaciones de confrontación racial a lo largo de los siglos como la conquista española de las Américas y la consiguiente destrucción de las civilizaciones del "Nuevo Mundo"
Capítulo 2: Un legado salvaje
Analizando la evolución del racismo hasta llegar a la actualidad, este episodio mostrará cómo algunos de los genocidios del siglo XX (incluida la masacre del Congo Belga) representaban una nueva fase del exterminio racial. Examinaremos las formas institucionalzadas de racismo como el Apartheid Sudafricano y también viajaremos a Estados Unidos, donde el sistema ha reforzado la segregación racial en las escuelas y en la sociedad. Después de considerar la resurrección de la idea de la raza con el controvertido libro "La curva de la campana" -que desató la polémica al afirmar que los blancos son más inteligentes que los negros-, este programa terminará reflexionando en los patrones de la desigualdad racial que permanecen firmemente enraizados hasta hoy.
Capítulo 3: Destino Final
Este episodio analizará cómo en el siglo XIX se apoyaba el sinificado del racismo con ideas científicas, con el fin de otorgarle credibilidad. Durante esta época, la cultura intelectual europea abastecía de colonialistas e imperialistas a los nuevos territorios para reclamar así su poder sobre ellos, al tiempo que aplastaban la resistencia e imponían sus reglas. Y para ello, la ciencia se ponía de su parte al ofrecer justificaciones teóricas de la superiodidad de una determinada raza. Esta pseudo-ciencia no hacía más que preparar el terreno para el principio de la "higiene racial", uno de las conceptos que servirían para justificar los numerosos genocidios del siglo XX como el Holocausto.
Pepe Gutiérrez-Álvarez
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