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miércoles, febrero 06, 2013
La crisis del capital, sus ciclos y el proceso mundial de acumulación. ¿América sin riesgos?
Quiebras, despidos masivos, fraudes y una recesión (en términos ortodoxos: estancamiento en el crecimiento del PIB por 2 o más trimestres seguidos) amenazan con soliviantar las bases del modo de producción capitalista a nivel mundial. Dicho fenómeno suele intitularse como “crisis sistémica del capital”, porque podría decirse que su carácter es omnímodo. Como la ideología que portan la mayoría de personas, es la ideología de la clase dominante (la capitalista), es lugar común escuchar las frases más desternillantes en relación a la crisis del capital y su imposible solución. En el top five de esos delirios, resaltan: la ideología de que la crisis es meramente financiera, que se pueden evitar los ciclos recesivos, que la acumulación de capital puede ser “nacional” o “independiente”, que hay “liberaciones económicas” nacionales y que la crisis NO afectará a las naciones cuyos gobiernos que administren el capital social, sean “progresistas”. Tamaños dislates son amargamente frecuentes y representan un duro escollo en la emancipación de la clase obrera, de la tiranía capitalista. Sin entender lo que se quiere transformar, es imposible hacerlo. Veamos.
La acumulación mundial de capital: forma y fondo
La acumulación de capital es un proceso mundial por su contenido, pero nacional por su forma.
Juan Iñigo Carrera[i]
El proceso de acumulación capitalista toma la forma concreta nacional en su representación política: el Estado. Ése complejo institucional es el representante del capital social que trata de acumularse desde el ámbito que abarca el mercado nacional. Al plantear alianzas o acuerdos comerciales, el equipo diplomático sale a defender en exclusividad a sus representados (la burguesía local) frente a otros representantes de la burguesía extranjera. Así, al tratar de imponer lo que más le conviene a la burguesía local, el cuerpo negociante muestra la apariencia invertida de que dirige un proceso de acumulación nacional que sólo se enfrenta a otros como externalidades competitivas. Pero no es así. El proceso de acumulación de capital es en esencia mundial y está fundamentado en una serie de capitales que desarrollan una escala ampliada que les permite valorizarse a través del mundo sin distingo de nacionalidad.
La diferenciación en cuanto a la magnitud de acumulación por cada parte alícuota del capital, deviene del monto que puede valorizar en el mercado mundial. El monto, está íntimamente ligado a la escala de acumulación de dicho capital. Por ello, los capitales medios (de escala competitivamente adecuada para competir en el mercado mundial) están generalmente integrados por las burguesías de varios países y son los que debido a su envergadura económica, ejercen una capacidad mayor de influencia política en el planeta. Así, en la competencia internacional por la apropiación de plusvalía convertida en tasa de ganancia media, es donde se manifiesta abiertamente la unidad mundial en el proceso de acumulación capitalista.
La crisis del capital no se circunscribe a las finanzas (una parte), la crisis radica en la totalidad
Para los economistas de perspectivas estrechas, el “sistema” es natural y perfecto, pero la avaricia excesiva de unos cuantos lleva a la ruina a millones. Así, las crisis suelen justificarse por las malas decisiones, la falta de inversión, el capitalismo de “casino”-especulador y un vulgar etc. Sin excepción, insisten en negar las recurrencias cíclicas de las crisis y el funcionar caótico del capital.
Para el capital, que el mundo detente más de mil millones de personas en situación de hambre severa y que posea más de 4 mil millones de personas en la pobreza, es un asunto normal. No es considerado negativo ni crítico. Por lo tanto, la crisis que se les manifiesta como el estallido de las contradicciones inherentes del modo de producción capitalista, se les aparece como una caída en la inversión, bancarrotas y cesación de pagos en los créditos (default). Al respecto, Marx comentaba con cierto aire jovial, que la crisis era la explosión que hacía ver a la burguesía las contradicciones intrínsecas del capital:
“Donde más patente y más sensible se le revela al burgués práctico el movimiento lleno de contradicciones de la sociedad capitalista, es en las alternativas del ciclo periódico recorrido por la industria moderna y en su punto culminante: el de la crisis general”[ii]
Al ver en sus manos sus billetes evaporarse, consultan la prensa y miran el desplomar de las bolsas de valores y dicen: es una crisis financiera. Atrapado en la nebulosa apariencia, el burgués no puede entender que las finanzas son apenas la piel del modo de producción capitalista, es decir, un espacio en el cual se recicla la plusvalía producida en el agro, los servicios y en la industria. Un ámbito donde se titularizan créditos, deudas y papeles, y se confecciona un pingüe edificio de capital ficticio.
Por tanto, esta área específica por donde rota el capital (el terreno financiero), no puede ser jamás el centro, ni el corazón esencial del funcionar capitalista. Creerlo, es ser víctima de la fetichización del dinero y suponer que el dinero puede producirse así mismo de la nada. Admitir este desvarío es dar por buena una insólita sinécdoque que erige a las finanzas (una parte) como la relación social general capitalista (el todo).
Hablamos de crisis sistémica ya que podemos considerar que la crisis general de sobreproducción capitalista, ocupa todas las áreas que componen el mosaico estructural (producción industrial, agropecuaria, servicios etc.) y la parte supraestructural (política, ética, cultura, etc.) del modo de producción capitalista, por ello, la crisis es sistémica y no financiera.
El aparente y “sorpresivo” irrumpir de la crisis sistémica del capital
En voz de Marx, entendemos que el modo de producción capitalista se desarrolla en una serie de ciclos no isócronos. La vida de la industria se convierte en una serie de períodos de animación media, de prosperidad, de superproducción, de crisis y de estancamiento. De lo anterior podemos entrever que de la más amplia prosperidad capitalista, es decir, de la expansión de la producción y por ende de la ganancia; se desprende la crisis de sobreproducción general, que trae aparejada la agudización de la ristra de desgracias que comentamos en el párrafo anterior.
Así las cosas, aunque parezca contraintuitivo, la crisis emana de un exceso de riqueza, de una superabundancia de capitales que se abalanzan a perseguir la tasa de ganancia media incrementada. Por tanto, podemos afirmar que esta crisis general de superproducción, dimana de un auge de la tasa ganancia, que puede ser explicado por el movimiento cíclico decenal del capital. Ésta ciclicidad determina el grado de utilización de las fuerzas productivas y el trabajo en la sociedad. Parafraseando a Fourier: la miseria emana de la más fabulosa riqueza (concentrada en muy pocas manos). En el momento de mayor auge (ojo, no quiere decir que en ese instante se superen las contradicciones del capital o la clase obrera alcance el “bienestar”) es la antesala a la más honda depresión. Ésta ciclicidad determina el grado de utilización de las fuerzas productivas y el trabajo en la sociedad. En palabras de Marx:
“(…) [es un] ciclo decenal de períodos de animación medía, producción a todo vapor, crisis y estancamiento, descansa en la constante formación, absorción más o menos intensa y reanimación del ejército industrial de reserva o superpoblación obrera.”
Con el trabajo del Profesor Juan Iñigo, podemos contribuir a dilucidar esta aparente contradicción:
“El presente avance de la crisis de superproducción general no se corresponde con la caída inmediata de la tasa de ganancia, sino con su aumento. No se trata que produzca poca plusvalía y, por lo tanto, poco capital, sino de que se produce demasiada riqueza social bajo la forma de capital”[iii]
El auge económico mundial del período 2011-2012, aunque ligero, debe venir aparejado con una severa disminución en la producción para más tardar el año 2014 ó 2015, de acuerdo al comportamiento cíclico de la economía.
El proceso mundial de acumulación y la creencia de que la crisis es el “norte”
De las frecuentes tergiversaciones populistas, nos llega a los oídos, la tenebrosa idea de la “desconexión”, o el “desgaje” del proceso mundial de acumulación capitalista. La “desconexión” es un trabajo teórico que fue desarrollado primigeniamente por el marxista egipcio Samir Amín[iv] y que está siendo utilizado por una caterva socialdemócrata que plantea una quimérica desvinculación “nacional” al proceso mundial de acumulación capitalista. Pero el escape no estriba en construir el socialismo científico (como lo señala de algún modo Amín), sino en erigir, como expresa Wim Dierckxsens:
“(…) relaciones internacionales bajo principios de solidaridad, reciprocidad, complementariedad cooperación y sustentabilidad, es decir hacia un mayor equilibrio internacional […] desconexión del proceso de anexión económica a EEUU […] recuperación de la soberanía nacional […] Ya con varios países desconectados, la idea (…) comienza a tener factibilidad.”[v]
¿Cuáles son esos países desconectados? ¿Cómo se desconectan económicamente países que son absolutamente interdependientes, es decir, cuya determinación central estriba en la mundialización de los procesos productivos y en un intercambio comercial incesante? ¿Será que existen países autárquicos que producen todo lo que consumen al interior de sus fronteras nacionales? Si Marx planteó que la revolución socialista puede estallar primeramente en un solo país, el socialismo como modo de producción tiene que erigirse necesariamente de forma mundial. Por ello, la tarea revolucionaria fundamental es construir ese sujeto histórico revolucionario (la clase obrera directamente internacional), y empezar a unificarla bajo un plan de producción internacionalmente consolidado. El planteamiento de la “desconexión”, aparte de ser falaz, plantea una situación reaccionaria y retrograda para la construcción socialista.
¿América Latina no será tocada por la crisis del “norte”?
Es una triste fantasía creer que la crisis de sobreproducción capitalista, no afectará a América Latina, por el alto precio actual de sus mercancías primarias de exportación (soya, petróleo, gas etc.) o porque (como erróneamente argumenta Dierckxsens) se pueda “desconectar” de la debacle capitalista, por la vía de acuerdos comerciales o tratados de cooperación. Creer que esto sucederá es conjeturar al mundo como un montón de economías autárquicas que se relacionan esporádicamente por la vía comercial. Es imaginar a las sociedades como componentes agregativos que se yuxtaponen (si mezclarse) en relaciones de intercambio. Dejarse llevar por esa apariencia, es clave en el error que estriba en la ilusoria protección latinoamericana a la crisis general de sobreproducción.
En los países cuyo proceso de acumulación capitalista sigue su curso más general (EEUU), en los países cuya dinámica económica gira principalmente alrededor de la renta del suelo (Venezuela, Argentina, Chile) y en los países cuya acumulación de capital estriba en la explotación de fuerza de trabajo (con bajos salarios) dedicada a la manufactura simple (Sudeste Asiático), la crisis de sobreproducción general, incidirá fuertemente, pero en escalas y profundidades diferentes. No hay milagrosas defensas ni salidas a este fenómeno inherente al propio funcionamiento del capital. No hay salvatajes (transferencias directas de dinero “Estatal” a los quebrados bancos), ni expansiones del gasto público (keynesianos), ni contracciones del gasto público (ultraliberales) que puedan detener los masivos efectos destructivos de la crisis. Las manifestaciones más visibles de la crisis capitalista: caída abrupta de la tasa de ganancia, caída de la inversión, cierre de fábricas, despidos masivos, quiebras generalizadas; son sólo expresiones de destrucción de capital o derruir de fuerzas productivas. Esta eliminación de capital sobrante, es el ÚNICO mecanismo mediante el cual el modo de producción capitalista metaboliza a las empresas más ineficientes y a los capitales superabundantes que ya no pueden valorizarse, y que ralentizan con su obsolescencia el proceso de acumulación mundial de capital. Por ende, de forma cíclica las crisis se suceden y sucederán, dejando efectos más devastadores en la depauperada la clase obrera.
Las economías de América Latina cuya dinámica central dependa de la renta de la tierra, verán como los precios de sus mercancías de exportación se desploman y como la demanda internacional que genera sus divisas se derrumba. Ello traerá problemas para cubrir los gastos estatales corrientes, se paralizará el crecimiento económico y aumentarán los niveles de pobreza e indigencia, que deben venir aparejados de las corrientes medidas ultraliberales que tomarán los gobiernos en esas circunstancias: maxi devaluación de la moneda (devaluación del 100%), aumento del IVA, aumento en las tarifas de los servicios públicos, despidos masivos en el sector estatal, disminución del gasto social y paralización de la construcción de infraestructura etc. En Venezuela las divisas las provee en 95% la industria petrolera, el 80% de ese petróleo es de bajo procesamiento. Con un incremento de 300% en sus importaciones totales en la última década, debe resentir con enorme e inusitada fuerza una eventual contracción de la demanda energética, que depende directamente de la producción industrial en el mundo y de la especulación financiera que con esa plusvalía se genera. Lo mismo puede aplicarse a países cuya centralidad económica oscila a través del precio de commodities como el gas natural, la soja, el cobre etc.
Dicha crisis amenaza con ser mucho más grave que la de 1929, 1974, 2001 y 2008, teniendo en cuenta que las dos últimas grandes crisis han sido apenas pausadas, a fuerza de enormes expansiones de la deuda global. Si el gran gendarme del mundo (EEUU), cuya economía es casi un quinto de la economía mundial, tiene una deuda global que alcanza el 400% de su PIB, posee más de 37 millones de desempleados y más de 44 millones de pobres, ¿Que quedará para las demás naciones capitalistas cuyos niveles de acumulación son notoriamente más débiles? El aumento en la belicidad de las naciones con mayor poderío militar y los probables estallidos sociales que esas crisis generarán, son un tópico importante que trabajaremos en próximos escritos.
Manuel Sutherland
Centro de Investigación y Formación Obrera CIFO-ALEM
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