lunes, enero 01, 2018

El último Ángel Pestaña



Se acaba de publicar el trabajo de Jesús Díaz Herrera, “EL liderazgo político de Ángel Pestaña. De la ortodoxia anarquista al posibilismo libertario” (Ed. Descontrol), una aportación necesaria ya que las aportaciones digamos “clásicas” como las del novelista y exégeta Ángel Mª de Lera “Ángel Pestaña. Retrato de un anarquista” (Argos-Vergara, 1978) o la edición crítica de sus escritos efectuada por el otro Antonio Elorza, “Ángel Pestaña. Trayectoria de un sindicalista” (Tebar, 1974), quedan ya muy lejos. El asunto de la “ortodoxia” de Pestaña queda reflejado singularmente en sus “Setenta días en Rusia”, un testimonio sobre el que habrá que volver hablar ya, entre otras cosas en la obra colectiva “La revolución rusa pasó por aquí” (Laertes, 2017), se inserta un texto crítico de Andreu Nin que da para una buena discusión. De hecho, ya mantuvimos una en las tertulias organizadas por el Ateneu de Barcelona en la que se trató de todo lo que significó el anarquismo en la revolución rusa, y sus problemas con la Internacional Sindical Roja.
Creo que la línea posibilista de Pestaña se contextualiza en el marco de la Dictadura es uno de los miembros del CN revolucionario, pero se le relaciona con los episodios de Vera y Atarazona y es encarcelado hasta finales de 1926. Cuando sale de la cárcel comienza a encarnar posiciones claramente posibilistas, aunque mantiene su prestigio de anarquista de alto rango (García Oliver le dirá en 1928: “…Para que Seguí hubiese dado un rendimiento revolucionario, habría sido preciso que tú, por compartir el liderismo con él y por emulación mutua, hubieses levantado el verdadero edificio de la revolución. Tu papel era éste: todos lo sentíamos y creíamos. ¿No lo crees? Fíjate como, al contrario que él, a ti te rodeaba lo más y mejor del movimiento revolucionario español”).
Favorable a la legalización de la CNT frente a los que creen que su terreno es la clandestinidad, también confía en el cauce de los comités paritarios creados por la Dictadura como un medio de salvaguardar al sindicato; inclinaciones no muy lejanas a las de la UGT. Desde la temprana fecha de 1927 inicia su larga batalla contra el faísmo en nombre de la independencia sindical y de una estrategia de largo alcance contraria a la insurreccionalista. Durante la República emergerá como el rostro del sector “girondino” de la CNT, como el principal gestor del “Manifiesto de los Treinta”, comenzando entonces el retroceso de su influencia que culminará con expulsión en 1932. Entonces intentará recuperar el terreno perdido desde fuera, creando los sindicatos de oposición que llegaran a agrupar a más de sesenta mil trabajadores sobre la base de un sindicalismo más republicanas clásico, mejor avenido con las autoridades. Luego creara la Federación Sindicalista Libertaria, concebida como una especie de sindicato en oposición a la FAI, grupo al que acusa de instrumentalizar la CNT en su propio beneficio.
En esta época Pestaña escribe, El sindicalismo, qué quiere y a dónde va, obra en la que rechaza las fórmulas anarquistas y se orienta hacia un sindicalismo que se apoya en los municipios y en las cooperativas, conceptos que más tarde serán conceptuados por sus seguidores como autogestionarios. En 1934 se siente atraído por la Alianza Obrera auspiciada por los comunistas disidentes y por la izquierda del PSOE, pero sus planteamientos no pasan por la vía insurreccional y el frente obrero; no hay en esta época ninguna reflexión suya sobre cómo avanzar en la revolución o cómo detener el auge fascista. Tras una larga reflexión, Pestaña se decide dar el último paso en su evolución y constituye el PS del que será símbolo y figura indiscutida. Éste paso significa también la ruptura con el otro sector trentista que no se atreverá a dar el paso político.
Su opción le lleva hacia el posibilismo político de corte socialdemócrata que se trasluce por un entusiasmo por el Frente Popular en cuyas listas conseguirá un acta de diputado por Cádiz. Durante la guerra fue subsecretario general y reingresó en la CNT poco antes de morir; previamente se había negado a asumir un ministerio en nombre del sindicato. Pestaña, conocido a veces como el “caballero de la triste figura”, se convertirá post-mortem en una figura muy querida entre los suyos, en un modelo de desviación para el sector más intransigente del anarquismo, en tanto que su legado será reivindicado desde sectores políticos muy diversos que malvive en el seno de la CNT para reaparecer durante los años setenta bajo otras coordenadas. O sea no como expresión del movimiento libertario clásico sino en un estadio en el que según Federica Montseny, el pueblo que habían conocido había dejado de existir como tal.
Nos encontramos pues ante una obra necesaria para la recuperación de un personaje y de una corriente con mucha historia y en la que participó gente muy valiosa como Marin Civera, Jesús Pabón, Eduardo Pons Prades y otros y otras.

Pepe Gutiérrez-Álvarez

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