lunes, enero 01, 2018

Louise Bryant: Seis meses rojos en Rusia



Acaba de aparecer la primera traducción (al catalán, un esmerado trabajo de Ángel Ferrero, nuestro más avezado “sovietologo”) del testimonio de Louise Bryant, Sis mesos rojos a Rússia. Tigre de Paper, 2017, inmortalizada en el cine por Dianne Keaton en “Reds”. La obra incluye una entrevista con Kerensky, a actitud de los primeros emigrantes rusos que regresan, una cena con ricos industriales contrarrevolucionarios o un enfrentamiento entre contrarrevolucionarios y marineros de Kronstadt en las calles, son algunas de las experiencias de la revolución relatadas desde el ángulo humano más directo. Representa las inapreciables experiencias vividas por la periodista norteamericana y amante de John Reed. Hasta ahora Louise es conocida por la película de Warren Beatty con la figura delicada y el rostro de Diane Keaton en su etapa post-Woody Allen.
El biógrafo de Reed, Robert Rosenstone la describe por su parte: “. . .era un buen número de cosas que Jack creía que era. En lo físico, sus encantos resultaban evidentes: su cuerpo esbelto, cabello oscuro, cintilantes ojos verdigrises, fogosa y temeraria, conducta que servía para enmascarar su férrea determinación de ganar renombre. Como en el caso de Jack, el desprecio por la fijeza tenía otra cara, una notable incapacidad para estar en paz, y el rechazo de las ataduras era una manera de decir que le resultaba sumamente difícil permanecer fiel. Sus relaciones y sus sueños eran hasta tal punto como los de Reed que amar a Louise era como amarse a sí mismo, envuelto en una forma femenina”.
La Louise encarnada por Diane Keaton responde vivamente a esos rasgos, tanto o más que como Warren Beatty responde a los de Reed. Diane Keaton (Los Ángeles, 1946) era la compañera del actor después de haber dado lo mejor de sí misma junto con su compañero anterior, Woody Allen (con el que volverá a trabajar años después). Beatty era a la sazón posiblemente el galán más envidiado de la historia del cine, y fue homenajeado irónicamente por Woody Allen, que proclamó que, de encarnarse de nuevo, le gustaría hacerlo como la yema de los dedos de Beatty. En la película, ella toma la parte del león, sobre ella descansa el movimiento básico de la trama, es la que abre y cierra su argumentación. Keaton ofrece una Louise Bryant sin fisuras, como una composición de una gran verdad humana que ha resistido la prueba del tiempo. Mientras que Reed es, en no poca medida, el “chico” que siempre está por encima de los acontecimientos, ella por el contrario es la que hace “crecer” la historia, duda, evoluciona, polemiza, no se conforma, pregunta, rompe, prueba, viaja, y desarrolla su propio proyecto.
Louise representa también una revolución, la feminista, y lo hace desde el plano más inmediato, el de las sufragistas (al que Emma Goldman descalifica desde su ferviente antiinstitucionalismo ácrata), y rompe con su medio en la lucha por disponer de su propio cuerpo y sus propios sueños; es una suerte de Madame Bovary que se realiza en unos acontecimientos que la superan. Quizás porque su historia es más “pequeña”, la película registra con mayor detalle cada paso en su evolución, de manera que comienza con su rechazo a un “buen matrimonio” y acaba enterrando a Reed. Sin pretender ninguna comparación con las crónicas de Reed, el testimonio de Bryan sobre el papel de las mujeres en la revolución de febrero merecería una mayor consideración. Este aspecto, el papel de las mujeres en el curso de la revolución, raramente ha sido registrado, fueron ellas las que comenzaron las jornadas de febrero y seguramente las que más padecieron el creciente peso de la burocracia, sin olvidar un detalle sobre el que algunos bolchevique críticos (Lenin y Trotsky sin ir más lejos), llamaron la atención: muchos obreros comunistas eran unos déspotas en sus casas.
En los momentos claves, Louise demuestra su integridad, como cuando responde desafiante a las preguntas de un congresista reaccionario. Louise no es pues, un personaje de toda una pieza, sufre contradicciones. Como las que la llevan a dejar a Jack al escuchar que éste le ha sido infiel, lo que responde plenamente a los hechos. Era mucho más frágil que Reed, no obstante su duro trayecto en busca de su compañero tiene todos los componentes de un viaje épico, aunque este hecho no responde estrictamente a la verdad histórica, y Rosenstone detalla diversos errores, como la emotiva escena del encuentro, cuando llega el tren asediado de Bakú, algo que nunca ocurrió; sin embargo este tipo de detalles no deforman la realidad de su relación, sólo pretenden hacerla más cinematográfica. Se puede afirmar que Reds gana enteros cuando Diane Keaton aparece, sobre todo porque es a través de ella que se establece claramente el propósito más reconocible de la película, se vuelve a anudar el hilo para un espectador más bien extraviado en unas vicisitudes que es más que posible que no conozca, y que no se le explican adecuadamente.
Como otras mujeres de vanguardia de la época, Louise era una feminista integral partidaria del amor libre, del control de la natalidad, del sufragio universal femenino, y claramente socialista, Louise, procedente de una baja extracción social, “creció” al compás de Reed en una relación en la que ella lo apostó todo. Quizás esto explique que después de la muerte de éste, su vida siguiera un curso errático, y falleciera tras un accidente de automóvil en París en la mitad de los años treinta, después de un tormentoso matrimonio con el millonario Willian Bullit, que sería embajador norteamericano en Moscú.
Sin embargo, su historial ulterior es más bien doloroso: arruinada físicamente por el alcoholismo y las drogas, Louise realizó su último trabajo periodístico con una entrevista concedida como una deferencia especial por un viejo conocido, León Trotsky, entonces exiliado en Francia con restricciones muy drásticas. No deja de resultar curioso que muchos denostadores izquierdistas de Reds no tomaran apenas en cuenta sus implicaciones feministas y que, como en el caso de Marc Ferro, reprocharan a Warren Beatty la excesiva importancia de Louise y del feminismo cuando lo realmente importante entonces en los Estados Unidos era la emigración, una temática sin duda apasionante pero que difícilmente se podía enfocar desde una aproximación a la vida de John Reed. Lo cierto es que el suyo fue uno de los primeros testimonios sobre el curso revolucionario y que sus apuntes resultan una aportación de prime orden como podremos comprobar gracias a esta edición que revela el creciente atractivo que está ejerciendo una revolución que el neoliberalismo ha querido enterrar en la ignominia.

Pepe Gutiérrez-Álvarez

No hay comentarios.: