martes, enero 02, 2018

Victor Serge, la conciencia de la revolución

Después de años de sequía, se ha vuelto a hablar de la vida y la obra de Víctor Lvóvich Kibálchich (Bruselas, 30 de diciembre de 1890-Ciudad de México, 17 de noviembre de 1947)

Los amigos de Victor Serge no podemos por menos que reconocer la aportación que la doble reedición de El caso Tuláyev ha significado para reiniciar la difusión del autor. Concretamente de su trabajo Inextinguido, el texto de Susan Sontag (1933-2004) sobre Serge fue escrito en el 2004 para “The New York Review of Books” que se encuentra sin dificultad en la Red, por ejemplo como Perpetuo: vigencia de Victor Serge en Letras Libres. Las citas entrecomilladas pertenecen a esta versión.
Es evidente que sin el brillante prólogo de Susan Sontag, tal difusión no habría sido igual. Después de años de sequía, se ha vuelto a hablar de la vida y la obra de Víctor Lvóvich Kibálchich (Bruselas, 30 de diciembre de 1890-Ciudad de México, 17 de noviembre de 1947), un héroe ético e intelectual que sobrevuela sobre tanta mediocridad conformista. Pero aún reconociendo la fuerza y el alcance de las reflexiones de la autora de Contra la interpretación, su mensaje anticomunista nos obliga al matiz y la discrepancia. Una discrepancia extensible por supuesto con quienes aceptan les criterios, por lo demás bastante representativa de una intelligentzia que ha puesto por delante el yo al nosotros.
Su aproximación se desarrolla a través del compás de una suma de de interrogantes. En el curso de estos Susan se pregunta sobre cómo explicar al hombre que llamó a su testamento literario Memorias de un revolucionario, y trata de explicar como siendo Serge uno de los héroes éticos y literarios más imponentes del siglo XX ha sido tan desatendido. En el primero de ellos se pregunta: “¿Será porque ningún país puede reclamarlo?”
Tirando de este hilo, no creo que se pueda deducir que haya sido tan desatendido, y mucho menos se puede decir que “ha podido o ha querido hacerlo suyo” como antota Imma Merino en Un humanista imperecedero (Cultura/s, nº 503)
No sé sí a Sontag le puede la perspectiva norteamericana, pero por lo que sé, Serge gozó de un importante predicamento en la izquierda antiestalinista. Muy concretamente desde su franja intelectual de New York con la revista “Partisan Review” desde siempre, 2/ por lo demás no debe de ser casualidad que dos de de sus principales biógrafos (Susan Weissman, Richard Greeman) sean del país del dólar (y de la gran mentira). Pero aunque en Francia, Serge fue perseguido y maltratado por las autoridades, pero también es cierto que gozó de una atención privilegiada desde los tiempos en que era alguien importante en el Komintern. Su nombre figura entre el de los principales protagonistas del primer PCF, como el oposicionista internacional más destacado después de Trotsky, su firma fue una de las más destacadas de la célebre revista “Clarté” (1919-1928) que de la mano de Henri Barbusse y Romain Rolland, pasó del pacifismo a la revolución, y en la que colaboraron firmas tan particulares como la de Stefan Zweig. 3/ Serge no habría sobrevivido sin la complicidad de editores como el conservador y culto Bernard Grasset (que además le permitió traducir a Trotsky). Su prestigio fue fundamental para que la República de las Letras francesa tomará partido por liberación, y luego lo protegió del agobio estalinista. Conocida es su estrecha relación con la izquierda radical gala, con los surrealistas y André Breton. En los años sesenta-setenta, las obras de Serge fueron como una de las señas de identidad del 68, profusamente difundidas chez Maspero y chez Seuil, sí bien es cierto que en la fase siguiente su presencia cayó en picado, lo mismo que la literatura de signo “gauchiste”, lo mismo que sucedió aquí. Sin embargo, ulteriormente ha vuelto a ser editado como lo ha seguido siendo entre nosotros. Bien por sus conexiones con la Barcelona de Salvador Según, bien por su militancia en el POUM y claro está, por lo impresionante de su vida y de su obra.
Buena parte de sus libros fueron vertidos al castellano en la España de la primera mitad de los años treinta. Por otro lado, el eco de su “affaire” se extendió hasta el congreso de Intelectuales Antifascista celebrado en Valencia capital de la República en 1937. Serge también llegó tempranamente a América Latina, sus libros fueron editados por editoriales de signo “trotskista”, y aunque quizás tardíamente, fue reconocido en México donde fue traducido, ampliamente editado amén de estudiado, ahí están los valiosos trabajos de Claudio Albertani. En los años sesenta, su nombre fue ampliamente restituido en la coyuntura de los sesenta por autores como Isaac Deutscher quien recurre a Serge pródigamente en su trilogía sobre Trotsky en la que clásico es mirado a la cara y no rodillas. Todo un conglomerado sobre el que nos extendemos ampliamente al final, en una bibliografía que da noticias de la amplitud de su adopción.
Aún así, es evidente que Sontag tiene toda la razón sí se precisa que no ha sido todo lo valorizado que merecía Pero lo que al final de cuenta hizo Sontag fue enaltecer al autor de El año uno de la revolución, El destino de una revolución, Petrogrado en peligro, etcétera, para realizar el propio ajuste de cuenta de la autora contra el comunismo, convertir a Trotsky enana variante de Staolin, lo que se desmiente en todo el contenido de la obra que Pelai Pagès y el autor de estas líneas hemos dirigido, Victor Serge, la conciencia de la revolución (Laertes, Barcelona, 2017). Una obra a la que hemos contribuido los dos más Andy Durgan,. Ángel García Pintado, Horacio Tarcus, Suzan Weissman y sobre Cludio Abertani, y que supone seguramente el estudio de conjunto más elaborado sobre Serge publicado en lengua castellana.

Pepe Gutiérrez-Álvarez

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