Los despidos y las renuncias no escampan en la Casa Blanca, hechos que dejan mucho que desear de la actual administración estadounidense del presidente Donald Trump, y del país que se autoproclama a todas voces “ejemplo de gobernabilidad y de democracia” para el mundo.
La ultima “victima” de Trump acaba de ser el secretario de Estado, Rex Tillerson, quien fue destronado este lunes de su puesto, y su lugar lo ocupará en lo adelante otro controvertido personaje, Mike Pompeo, hasta ahora director de la Agencia Central de Inteligencia (CIA).
La salida obligada de Tillerson, un incontinente verbal similar a Trump, no sorprendió a nadie, pero si pone en tela de juicio nuevamente la gobernabilidad en el imperio más poderoso de la historia de la humanidad.
El exresponsable de la diplomacia de EEUU terminó desempleado por su jefe luego de discrepancias y encontronazos que saltaron a la palestra pública, pese a que ambos hablan el mismo lenguaje: el de las amenazas, el injerencismo y las confrontaciones con la comunidad internacional.
El despido del defensor de la retrograda “Doctrina Monroe” siguió a la dimisión el pasado 28 de febrero de la directora de Comunicación de Washington, Hope Hicks, conocida por ser una “leal” colaboradora de Trump y su familia, según diversos medios de prensa estadounidenses.
Pero lo peor de todo es que las dejaciones de cargos y las destituciones en la Casa Blanca continuarán porque su actual inquilino gobierna de manera caótica, acorde con esas mismas fuentes periodísticas y coincidencias de analistas políticos.
Un estudio divulgado recientemente por el Instituto Brookings señaló de manera alarmante que cerca de un tercio de los funcionarios del régimen de turno de Washington dejaron su cargo durante el primer año de mandato de Trump.
La misma investigación añadió que las destituciones y las renuncias en la actual administración norteamericana triplicaron las escenificadas en la anterior del presidente Barack Obama.
Sin embargo, Trump tendrá que hablar de gobernabilidad en la Cumbre de las Américas prevista a celebrarse en abril venidero en Lima, la capital de Perú, otro país de este hemisferio azotado por una crisis política sin precedentes.
La interrogante del año será que dirá el mandatario de EEUU sobre ese tema a sus 35 homólogos que deberán asistir a la referida cita auspiciada por la Organización de Estados Americanos (OEA), y que abordará además otro asunto no menos escabroso, el de la corrupción, de la cual tampoco escapa Washington ni sus países “aliados” en la región, “juntados” en el denominado “Grupo de Lima”.
Habría que preguntarle a Luis Almagro, secretario general de la OEA y “empleado” de la Casa Blanca, cuál será el discurso del “emperador” del Norte.
Por lo pronto, Tillerson, el viajero anti-venezolano, se perderá lo que muchos auguran ocurrirá en Lima: un nuevo show de Trump que de seguro estará acompañado por Almagro, y su también “perrito faldero”, el presidente peruano, Pedro Pablo Kuczynski, claro, si a este último no lo expulsan antes del poder.
Patricio Montesinos
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