La llegada de Donald Trump a la Casa Blanca dio al traste con una nueva política del nuevo gobierno de EE.UU hacia Cuba. El nuevo presidente, el 16 de junio de 2017, en Miami, destruyó de un plumazo todo el camino que ya se había alcanzado en la última etapa de la administración de Barack Obama.
Después de los pronunciamientos de Mario Díaz-Balart y Marco Rubio, quienes ejercieron más presión en la aplicación de políticas agresivas contra Cuba, seguidamente, el auditorio reunido en el Teatro Manuel Artime, escuchó las palabras del presidente Donald Trump: “Estoy cancelando todo el acuerdo bilateral del último gobierno. Estoy anunciando una nueva política, como prometí durante la campaña, y firmaré ese contrato en esa mesa en solo un momento… Aplicaremos la prohibición sobre el turismo. Aplicaremos el bloqueo”, y poco después firmó el memorando y derogó la directiva presidencial emitida por Obama para la normalización de las relaciones entre ambos países.
Las palabras del presidente norteamericano recuerdan a las instrucciones que el Secretario de Guerra de ese país, Mr. J. G. Breckenridge escribió al Mayor General Nelson A. Miles, jefe del Ejército norteamericano, quien llevó la contienda contra Cuba hace 119 años: “Debemos concentrar el bloqueo, de modo que el hambre y su eterna compañera la peste, minen a la población civil y diezmen al ejército cubano.”
Desde enero de 1959 no han faltado todo tipo de agresiones contra el pueblo cubano. El muestrario va desde el amparo a delincuentes y asesinos del régimen batistiano, infiltración de agrupaciones criminales, disparos con armas de fuego contra la población civil costera, entrenamiento y financiación de bandas terroristas cuyos actos han causado la muerte a 3478 personas y la discapacidad de otros 2099; organización y planificación de atentados contra la economía cubana, puesta en marcha de programas de incentivo a la deserción en sectores estratégicos, ataques biológicos a la agricultura y población cubanas, financiación a programas de subversión ideológica y para impulsar la oposición (mal llamados “disidentes”) que residente tanto dentro como fuera de Cuba, hasta la ejecución de constantes campañas mediáticas de descrédito, tergiversación y mentiras sobre la Revolución cubana y su dirección histórica.
Como dijo Fidel Castro en la Plaza de la Revolución, el 2 de enero de 1961, “El imperialismo se convirtió en jefe de la contrarrevolución… ”
Los grandes medios fueron el instrumento, de la CIA y elementos contrarrevolucionarios, para llevar a cabo las campañas mediáticas, haciéndose eco de ellas con el objetivo de crear una opinión desvirtuada sobre la Revolución cubana y sus conquistas.
La Operación Northwood, emitida por el General de Brigada William H. Craig al General de Brigada Edward Lansdale, el 2 de febrero de 1962, en un memorando titulado "Posibles Acciones para Provocar, Hostigar o Perturbar Cuba”, consistió en el lanzamiento de rumores por radio, efectuar ataques contra la Base Militar en Guantánamo, bombardear embarcaciones estadounidenses, acosar con aviones llevando la insignia cubana a vuelos civiles de EE.UU o crear terrorismo en Miami para culpar a Cuba y eso facilitara una invasión militar.
Además, no faltaron los planes hollywoodenses con la Operación “Dirty Trick”, la cual consistía en culpar a Cuba si por cualquier error de cálculos mecánico o técnico fracasaba la primera misión estadounidense al espacio “Mercury 6”.
Tampoco se puede pasar por alto las demenciales acusaciones de John Bolton, quien siendo entonces Subsecretario de Estado para el Control de Armas y la Seguridad Internacional en el 2002, se le ocurrió categorizar a La Habana como parte del “eje del Mal” y que, junto a otros países, podía “ser bombardeado en cualquier momento”; mucho más porque este chiflado creyó que los avances de la biotecnología y medicina cubanas era el engendro de un programa para el desarrollo de armas biológicas de destrucción masiva.
Este maniático de las conspiraciones pronunció las siguientes declaraciones en el Heritage Foundation: “He aquí lo que sabemos: Estados Unidos considera que Cuba está llevando a cabo al menos una labor ofensiva limitada de investigación y desarrollo de guerra biológica. Cuba ha proporcionado tecnología de doble uso a otros estados renegados. Nos preocupa que esa tecnología pueda respaldar programas de armas biológicas en esos estados. Exhortamos a Cuba a que cese toda cooperación aplicable a las armas biológicas con los estados renegados y a que respete plenamente todas sus obligaciones en virtud de la Convención sobre las Armas Biológicas.”
Es muy seguro que en su paranoia y complicidad de los grandes medios, se olvidaron que Cuba fue objeto de ataques biológicos desde Estados Unidos en más de una ocasión: la roya de la caña (1978), la fiebre porcina africana (1971), la conjuntivitis hemorrágica (1979), la fiebre hemorrágica o dengue del serotipo 02 (1981), disentería o bacteria shigella serotipo 01 (1984), la roya del café (1984), la sigatoka negra (1990), el pulgón negro (1992), el minador de los cítricos (1993), la Broca del Cafeto (1993), el thrips palmi karny, de la variedad “Diamand” (1996) y el síndrome gastroentérico transmisible del cerdo (2002) el cual se supo en las investigaciones que su cepa original se había logrado en EEUU en 1999.
Para colmo, el señor John Bolton llega reciente al gabinete de Donald Trump como Asesor de Seguridad Nacional, cuando por las redes corre una de las últimas tramas: los no probados “ataques acústicos a diplomáticos estadounidenses” en la Embajada en La Habana y que, según autoridades estadounidenses, algunos funcionarios sufrieron problemas auditivos, cognitivos, visuales, de equilibrio e insomnio.
No faltaron los sitios que multiplicaron sus especulaciones fatídicas con mentiras como INFOBAE, diario digital argentino acostumbrado a beneficiar la postura norteamericana en temas de conflictos, publicando supuestas muestras de sonidos que grabaron en la Embajada estadounidense en La Habana; pero siendo muy llamativo que algunos funcionarios plantearon en entrevistas que nunca lograron percibir dichos sonidos.
Donald Trump, en su constante psicosis de entuertos políticos y escándalos, tomó la decisión de expulsar de EE.UU a 15 diplomáticos cubanos, afectando los servicios consulares cubanos en ese país; así también retiró la mayoría de sus diplomáticos de la Embajada en La Habana.
Sin embargo, lo paradójico es que hasta el acérrimo partidario de hacer campañas contra Cuba, el diario El País, este 20 de marzo, ha reconocido que “la supuesta agresión sónica no ha podido ser documentada. No se publicaron los partes médicos de las víctimas, ni los equipos utilizados para enfermarlas. La embajada instaló grabadoras en los domicilios de su personal sin resultado alguno; tampoco lo obtuvieron los agentes del FBI desplazados. La acusación pareció inspirarse en una película de James Bond, dijeron los expertos en acústica consultados por The New York Times.”
Hasta el mismísimo FBI no ha podido encontrar prueba alguna que inculpe al gobierno cubano, después de meses de viajes a La Habana e investigaciones. El Informe interino de la División de Operaciones Tecnológicas del FBI, fechado el 4 de junio de 2017, y al cual tuvo acceso la Associated Press (AP), la misma agencia hizo referencia a que “el FBI probó la hipótesis de que ondas audibles, infrasónicas o ultrasónicas pudieran haber sido utilizadas clandestinamente para herir a estadounidenses en Cuba y no encontró evidencia alguna”.
¿Entonces por qué el gobierno de EEUU mantiene la crisis diplomática con Cuba? Todo indica que el verdadero deseo era crear la crisis, precisamente, de romper la positiva dinámica que se había creado de acercamientos y acuerdos en diversas esferas.La farsa de los “ataques” era crear incomodidad, descontento en esa parte de la población cubana que busca viajar a Estados Unidos para mantener contacto con sus familiares. Hoy en día, los cubanos que viajan hacia ese país, se ven obligados a viajar primero a Colombia para efectuar allí la entrevista de solicitud de visado, de la cual pueden ser rechazados muy a pesar de haberse gastado una fortuna en el viaje y estancia en Colombia.
Esta es otra operación de maquinaciones que intenta crear una opinión tergiversada de la realidad de los hechos… o mejor dicho… de las claras intenciones del gobierno de Estados Unidos de crear un conflicto que facilite cualquier acción de agresión contra Cuba.
No saben ya qué inventar y el llamado “régimen” cubano no cae; y por supuesto que no caerá, sino que cada vez se fortalece más con la participación social, con la población y las nuevas generaciones haciendo más suya la propia Revolución que comenzaron los líderes históricos y asegurando que Cuba sigue su camino en la construcción del socialismo.
Es más que sabido que las páginas de la historia de Cuba están y, lamentablemente, estarán llenas de peligros por las agresiones que provienen desde suelo de Estados Unidos y que gozan del visto bueno de su gobierno y la CIA.
Cuba y su pueblo son las verdaderas víctimas y el único delito es el simple hecho de trazarse un rumbo diferente y poner al servicio de la humanidad su carácter internacionalista y solidario. El gobierno cubano siempre ha demostrado la voluntad de establecer relaciones bilaterales basadas en el respeto mutuo e igualdad de condiciones, pero solo los enemigos de ese proceso socialista y sus lacayos (entre ellos los grandes medios) son los que quedan anquilosados y enfocan su rabia e impotencia en componendas contra Cuba.
Fidel Castro dejó bien claro lo que significa la Revolución cubana, ese 2 de enero de 1961, en la Plaza de la Revolución: “Si quisiéramos medir el mérito de nuestra Revolución y el valor de nuestra Revolución, bastaría observar el odio que contra ella sienten los grandes intereses reaccionarios del mundo; bastaría observar el odio que contra ella siente el peor y más explotador de los imperialismos modernos; bastaría observar el odio que contra ella siente la prensa más reaccionaria del mundo”.
Gustavo de la Torre Morales, cubano residente en Catalunya, miembro de la dirección de la Asociación de Cubanos en Cataluña José Martí.
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