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sábado, marzo 24, 2018
Trump y los aranceles a China: ¿rumbo a una guerra comercial global?
El arancelamiento a la importación de productos chinos en función del robo a la propiedad intelectual es una medida que pone en ruta de colisión comercial a las dos mayores economías del mundo.
Luego de 14 meses en la presidencia de Estados Unidos, Donald Trump -que había causado revuelo internacional con la propuesta de tributación de 25% sobre la importación de acero y 10% a la de aluminio- está entregando su promesa de medidas severas contra las “prácticas comerciales injustas” de China. La Casa Blanca anunció que establecerá nuevos aranceles a la importación de productos chinos por el valor de 60.000 millones de dólares, en función del robo a la propiedad intelectual por parte de China.
Se trata de una medida inédita en décadas en las relaciones sino-estadounidenses, y pone en ruta de colisión comercial a las dos mayores economías del mundo. El recelo de una guerra comercial entre la mayor potencia imperialista y el gigante asiático, que involucraría a todo el mundo por el peso de las economías, y a está sobre la mesa: China anunció que habrá represalias sobre 128 productos norteamericanos, como la soja, automóviles y maquinaria industrial.
“Pretendemos imponer tarifas sobre determinadas importaciones de Estados Unidos para equilibrar las pérdidas causadas a los intereses chinos por las tarifas norteamericanas sobre el acero y el aluminio importados”, dice el el comunicado del gobierno de Pequín.
Las tarifas multimillonarias a los productos chinos ocasionaron el desplome de las bolsas de Nueva York este jueves (22), junto con las bolsas asiáticas. El Dow Jones, índice de las acciones más negociadas de Nueva York, cerró con una caída de 2,93%. El S&P 500 cayó 2,52%, la mayor caída desde el 8 de febrero, y el Nasdaq, 2,43%. El anuncio contaminó también a Europa, con la bolsa de Londres cerrando a la baja con 1,23%, la de Frankfurt con una caída de 1,7% y París retrocediendo 1,38%.
Pocas horas después del anuncio de aranceles sobre China, Trump anunció el despido del actual secretario de seguridad nacional, el general HR McMaster, y su sustitución por el “halcón” John Bolton, defensor agresivo del nacionalismo económico, de la destrucción del acuerdo con Irán y del “bombardeo preventivo” de Corea del Norte. Además de McMaster, Trump ya había despedido a Rex Tillerson del cargo de secretario de estado (sustituido por el “halcón” Mike Pompeo, islamófobo exjefe de la CIA), y la rara avis demócrata en la Casa Blanca, el globalista Gary Cohn, como jefe del Consejo de Economía Nacional. El ala moderada defensora de la “Pax Americana” va empalideciendo en un gabinete más beligerante al estilo “America First”.
La remoción de un general moderador difiere de los demás despidos, porque fragiliza la relación con el Pentágono y causa fricciones con el secretario de Defensa, el general James Mattis. Además de McMaster, ya hay indicios de que Trump sacará al general John Kelly del cargo de jefe de Gabinete.
La modificación del gabinete presidencial, ahora rellenado con figuras del nacionalismo proteccionista contrarios a los “juegos de la diplomacia” encaja con la nueva fase beligerante de Trump contra sus socios tradicionales de la alianza atlántica, y especialmente con China.
Nacionalismo económico con objetivos estratégicos de contención
Las medidas comerciales punitivas de Trump no deben ser confundidas con una ráfaga de balas sin destino sobre Pekín. Los tres principales productos que Estados Unidos importa de China (teléfonos celulares y utensilios domésticos, computadoras y equipos de telecomunicación) no son el blanco principal. De hecho, el gobierno ya exceptuó la importación de los iPhones producidos. Esto ocurre porque buena parte de las importaciones estadounidenses provenientes de China es de empresas nacionales que explotan mano de obra china.
Una lectura cuidadosa del documento que anuncia el arancelamiento por 60.000 millones de dólares muestra que Washington quiere alcanzar uno de los pilares estratégicos del proyecto nacional de Xi Jinping, el presidente-emperador chino: el “Made in China 2025”.
Según el proyecto, China debería alcanzar el puesto de competidora o dominante en ramas industriales de alta tecnología a mediados de la próxima década, modificando el padrón económico de plataforma de exportación de productos con bajo valor agregado para ser competidora en los grandes nichos de inversión de capital y exportación de productos con alto valor agregado.
Los 10 sectores identificados como blancos de los nuevos aranceles multimillonarios son: productos de avanzada en tecnología de información; herramientas automatizadas y robótica; equipamientos aeroespaciales y aeronáuticos; equipamiento para vías modernas; vehículos eléctricos y de “nuevas energías”; equipos para generación de energía; equipamientos agrícolas; semiconductores; productos médicos y biofarmacéuticos.
El proyecto “Made in China 2025” está al lado de la “Nueva Ruta de la Seda” (Belt and Road Initiative), que busca conquistar aliados económicos y diplomáticos conectando 64 países de Asia, África y Europa por medio de proyectos de infraestructura. Son las joyas de la corona de la planificación del PC chino bajo el comando de Xi Jinping, para acelerar el desarrollo económico y militar chinos.
Para dificultar el acceso de China a los secretos tecnológicos estadounidenses, Trump ordenó al Tesoro estadounidense identificar en 60 días cómo generar un régimen que limite inversiones chinas en sectores estratégicos de la economía. La exigencia para la entrada de inversiones chinas en estos sectores será la misma apertura de Pekín para la entrada de capital estadounidense en sus sectores estratégicos.
Choque de grandes empresas con la política de Trump
El arancelamiento propuesto, en toda su magnitud histórica, no está exento de contradicciones, incluso con un gabinete de halcones.
Diversos grandes monopolios se manifestaron en contra de la propuesta de nuevos tributos a China, aun que compartan el objetivo de frenar la “competencia injusta” o el alegado “robo de propiedad intelectual”. Exportadores que tienen peso de dirección en la economía estadounidense, como la Boeing y la Caterpillar, serían pesadamente impactadas por medidas de represalia de Pekin. Las acciones de Boeing, después del anuncio, cayeron 5,2%, y las de Caterpillar perdieron 5,7% de su valor. Arconic, empresa que fabrica componentes aeroespaciales para exportación, vio sus acciones desplomarse un 6,1%.
El Consejo de Industria de Tecnología de la Información (ITIC) se opuso a la propuesta de Trump, advirtiendo que el arancelamiento contra China “sería un ataque contra las condiciones de los trabajadores, de las empresas y del crecimiento económico estadounidense”. Liderando un grupo de 46 empresas de las ramas industrial y comercial, amenazaron con la apertura de una “reacción en cadena negativa para el futuro de Estados Unidos”.
Estos sectores monopólicos estadounidenses se preocupan por la reducción de las tasas de interés en base a la reducción de exportación de productos a China, pero también al encarecimiento de las importaciones de aquello que producen en territorio chino. En 2017, Boeing comenzó la construcción de su primera planta en China, para la producción de 100 aviones Boeing 737 en la provincia de Zhoushan.
Además de la desaprobación de los monopolios internos, otra enorme dificultad para Trump es el volumen comercial sino-estadounidense, que en 2017 alcanzó el récord de 365.000 millones de dólares. Una represalia de China significaría degradar las exportaciones de productos agrícolas como la soja (que pierde espacio para la soja brasileña) y otros productos que contabilizan 130.000 millones de dólares en ventas.
Guerras comerciales contra el nuevo competidor estratégico de Oriente
Una eventual guerra comercial entre Estados Unidos y China involucraría al mundo entero y significaría un terremoto en las capitales financieras globales. Nada está asegurado en este posible desencadenamiento, una vez que poderosos factores económicos pueden divergir de la opción de Trump. Sin embargo, es evidente que la administración en 2018 está mucho más cercana al nacionalismo agresivo de la campaña electoral de Trump de lo que estuvo en 2017.
Las transformaciones en el gobierno atienden una línea de promoción agresiva de los intereses nacionales de Estados Unidos, relegando la diplomacia con países como Irán y Corea del Norte a segundo plano. Pero el centro de la disputa estratégica es la necesidad de contención de China. Aun que todas las amenazas de arancelamiento y represalias comerciales sean desactivadas, el estrago está hecho y envenena la atmósfera de las grandes potencias.
Es posible que las fisuras entre Oriente y Occidente comiencen a reabrirse con avances directos de Estados Unidos en su "pivot para Asia". Guerras comerciales preanuncian la ruptura del equilibrio dinámico del capitalismo en otras áreas, tanto conflagraciones más grave en la arena militar (aun que no estén en el horizonte cercano), como en la arena de la lucha de clases internacional, en el décimo año de la crisis mundial. De todos modos, el Estados Unidos de Trump comienza a traducir literalmente la máxima del último documento de Defensa Nacional y la afirmación de China como "competidor estratégico".
André Augusto
Natal | @AcierAndy
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