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lunes, marzo 05, 2018
El Manifiesto Comunista, los comunistas y la revolución
Hace 170 años, el 21 de febrero de 1848, se publicaba por primera vez en Londres el Manifiesto Comunista escrito por Marx y Engels. Pocas obras se han difundido y han influenciado tanto el curso de la historia. En este artículo nos detendremos en la relación entre el comunismo, los comunistas y la revolución.
Marx y Engels, dos revolucionarios
Cuando hablamos de Marx y decimos “Marx ha vuelto”, en realidad deberíamos decir Marx y Engels (en adelante MyE). Esta dupla, de amigos y revolucionarios, es la que hizo historia con el Manifiesto Comunista. Federico Engels fue el que elaboró el primer borrador del libro, el cual se conoce como Principios del Comunismo y el lector lo puede encontrar como anexo en la edición del IPS del Manifiesto Comunista publicada el año pasado. Sin ánimo de comparar, siendo la versión final sin duda la mejor, el primer borrador contiene partes magníficamente planteadas, y por sobre todo dialogadas, que sin quedar en la versión definitiva valen la pena ser leídas.
El Manifiesto no es (solo) una gran obra literaria sino un documento teórico, programático y estratégico con el que MyE se proponían contribuir a armar a la clase obrera que, por aquella época comenzaba a mostrar su ímpetu revolucionario. Ni Marx ni Engels eran profesores que buscaban la verdad científica por fuera de la historia. Marx ya se había visto obligado a renunciar a su carrera académica por sus ideas “subversivas”, y ambos opinaban que no se trataba solamente de entender la realidad sino también de transformarla en forma revolucionaria.
En 1847, cuando escribieron el Manifiesto, MyE tenían respectivamente 29 y 27 años, ambos se encontraban exiliados en Bruselas, Bélgica. Eran dirigentes de una organización internacional que se llamaba “La Liga de los Comunistas”, la elaboración del Manifiesto, fue una resolución encomendada por el segundo congreso de la Liga a los dos jóvenes revolucionarios. Por eso se llama “Manifiesto del Partido Comunista”.
A fines de 1847, cuando MyE estaban escribiendo el Manifiesto, Europa estaba atravesada por una profunda crisis económica que había traído tremendas privaciones y sufrimientos a las grandes masas de trabajadores y campesinos. La situación era insostenible, más temprano que tarde todo parecía que iba explotar. En ese clima, el temor al “comunismo” era patente entre las clases dominantes. Cuando el Manifiesto dice “un fantasma recorre Europa, el fantasma del comunismo”, esto era un hecho.
Tenía que estallar y estalló. Tres días después de que el Manifiesto se publicara en Londres, el 24 de febrero de 1848 los obreros de París levantaron barricadas en toda la ciudad, provocando la caída del reinado de la aristocracia financiera encabezada por Luis Felipe de Orleans y forzando la proclamación de la Segunda República. Las movilizaciones se extendían más allá del río Rin, hacia territorio alemán, con las protestas en Colonia, capital de Renania, en el Imperio Prusiano. El pueblo de Viena desafió al emperador de Austria-Hungría y poco después toda Hungría se levantaba reclamando su independencia. La revolución llegó a Berlín, capital prusiana. Los gobiernos reaccionarios eran obligados a dimitir o eran jaqueados por la movilización popular.
No es que el Manifiesto Comunista haya tenido influencia directa sobre los acontecimientos, en este sentido llegó tarde. Sin embargo, escrito antes de este proceso de revoluciones que atravesó Europa y se conoció como “la primavera de los pueblos”, el Manifiesto había anticipado y explicado los contornos de la nueva época histórica que estallaba a los ojos del mundo, y en la cual el proletariado francés, aunque sería derrotado, mostraba por primera vez el significado de la irrupción de la clase obrera como sujeto revolucionario.
De más está decir, que Marx y Engels intervinieron activa y directamente en estos procesos revolucionarios, más precisamente en territorio alemán. Ambos terminaron perseguidos por el Estado. Marx es expulsado de Prusia. Engels, con 29 años, se convertiría en dirigente de una de las milicias que lucharían hasta el final en la región del Palatinado. De ahí le quedaría el apodo de “el general” y su interés por los asuntos militares.
Para los que quieran profundizar, están las muy buenas (y documentadas) conferencias de David Riazanov, publicadas por Ediciones IPS bajo el título Marx y Engels. Volvamos al Manifiesto.
El comunismo como movimiento real y como programa
Marx y Engels señalan en el Manifiesto que "Las proposiciones teóricas comunistas no responden a ideas ni a principios descubiertos por ningún redentor de la humanidad; son expresión al contrario de condiciones materiales de una lucha de clases real y vívida, de un movimiento histórico que se está desarrollando a la vista de todos…”
Por un lado, como desarrollamos en artículos anteriores, el comunismo para ellos no es simplemente una idea, sino un “movimiento real” que se expresa en la lucha constante de la clase trabajadora por liberarse del trabajo como imposición. Una lucha que va desde “robarle” minutos al patrón y a la máquina, desde las luchas históricas por la disminución de la jornada de trabajo o el control obrero, hasta los grandes procesos revolucionarios donde la clase obrera lucha por el poder.
Por otro lado, el comunismo también es para Marx y Engels un programa, un objetivo a conquistar, el de una sociedad sin clases sociales, sin Estado, sin explotación y sin opresión. En palabras de MyE en el Manifiesto: “a la vieja sociedad burguesa, con sus clases y sus antagonismos de clase, la sustituirá una asociación en que el libre desarrollo de cada uno condicione el libre desarrollo de todos”.
El comunismo, en ambos sentidos, tiene bases materiales profundas en el propio desarrollo de las fuerzas productivas (maquinarias, organización del trabajo, destreza de los obreros, etc.) bajo el capitalismo. A condición, claro, de poner los enormes avances de la ciencia y de la técnica moderna al servicio de las necesidades sociales y no de la ganancia. Y de esta forma, hacer posible la disminución del tiempo que cada individuo dedica al trabajo hasta que represente una porción insignificante y que las personas puedan dedicar sus energías al ocio creativo de la ciencia, el arte, y la cultura, y desplegar así todas las capacidades humanas.
El comunismo es entonces para Marx y Engels dos cosas: por un lado, un “movimiento real” que se desarrolla “a la vista de todos”, y por otro lado, un objetivo, el de una nueva sociedad conformada por “una asociación de hombres libres que trabajen con medios de producción colectivos y empleen, conscientemente, sus muchas fuerzas de trabajo individuales como fuerza de trabajo social”.
Sin embargo, el antagonismo que se expresa en la lucha de la clase trabajadora por liberarse del trabajo como imposición, es decir, el “movimiento real” del comunismo, no conduce sí o sí, no lleva automáticamente ni mucho menos, a la conquista del comunismo como sociedad libre de clases, Estado, explotación y opresión.
Para ello es necesaria una organización política con la estrategia consciente de la revolución social. Un partido revolucionario que combatiendo en la lucha de clases como parte del “movimiento real” luche por la conquista del poder de los trabajadores como condición para avanzar hacia el objetivo del comunismo. Por eso Marx y Engels, no se dedicaron a la militancia en general, sino a la militancia revolucionaria.
¿Qué caracteriza a los comunistas?
Para Marx y Engels, los comunistas “no tienen intereses propios que se distingan de los intereses generales del proletariado”. Lo que distingue a los comunistas dentro del “movimiento real”, dice el Manifiesto, es que defienden “los intereses comunes y peculiares de todo el proletariado, independientes de su nacionalidad”; que “mantienen siempre el interés del movimiento enfocado en su conjunto”; que son “prácticamente, la parte más decidida” y “teóricamente, llevan de ventaja a las grandes masas del proletariado su clara visión de las condiciones, los derroteros y los resultados generales a que ha de abocarse el movimiento proletario”.
Es decir, además de su teoría y su programa revolucionario, para MyE los comunistas se distinguen por su acción, por ser los “más decididos” en la lucha de clases. Estando a la vanguardia de los combates reales y cotidianos los comunistas podemos forjar un partido capaz de conquistar la dirección del “movimiento real” para una estrategia y un programa revolucionario de conquista del poder de los trabajadores como paso indispensable en la lucha por el comunismo. Así lo entendemos, por ejemplo, en la heroica lucha de los obreros de Lear, enfrentando a la patronal norteamericana, a la burocracia del SMATA, a la Gendarmería y al Ministerio de Trabajo, o en la lucha de ex-Donnelley (hoy Madygraf), que llevó a la ocupación y puesta en producción en manos de sus trabajadores, entre otras, donde demostramos una persistente voluntad de combate.
Por otro lado, un punto fundamental que distingue a los comunistas para el Manifiesto es el internacionalismo, el defender los intereses comunes de la clase obrera “independientemente de su nacionalidad”. Esta concepción tenía bases profundas en Marx y Engels, eran conscientes del carácter mundial de las fuerzas productivas y de la clase obrera misma, que posee intereses comunes por encima de las fronteras y las divisiones que le impone la burguesía. A su vez, sabían que la burguesía cuenta, por esto mismo, con sus propias instituciones al servicio de mantener la opresión de los pueblos. Sin ir más lejos, lo vemos hoy en el accionar de la llamada “Troika”, conformada por la Unión Europea, el Banco Central Europeo, y el FMI, que buscan exprimir hasta el último aliento al pueblo griego para cuidar los intereses del capital financiero.
Marx y Engels participarían en 1864 de la fundación de la Asociación Internacional de Trabajadores, conocida también como la Primera Internacional. Luego en 1889, Engels (Marx ya había fallecido) funda la Segunda Internacional. El siglo XX no haría más que confirmar el planteo del Manifiesto, la importancia del internacionalismo y la imposibilidad de construir “el socialismo en un solo país”. Siguiendo esta tradición internacionalista, el PTS es parte de una misma organización revolucionaria internacional junto con compañeros de Francia, Brasil, el Estado Español, Chile, Alemania, México, Bolivia, Venezuela, y Uruguay con los que luchamos codo a codo por poner en pie una Internacional de la Revolución Socialista, retomando las banderas de la Cuarta Internacional fundada por León Trotsky.
En el siglo veinte, el papel de la vanguardia comunista será aún más importante. El surgimiento de una nueva etapa del capitalismo, el imperialismo,dio nuevas bases materiales para los sectores conciliadores con la burguesía dentro del movimiento obrero. Surgió una “aristocracia obrera” en los países que oprimían a otras naciones y se desarrollo extendidamente una burocracia que serían obstáculos adicionales en el desarrollo del “movimiento real” en un sentido revolucionario. Frente a esta nueva situación será Lenin, dirigente de la revolución rusa de 1917, quién desarrolle más esta cuestión planteando la necesidad de conformar partidos revolucionarios de la clase obrera, independientes política y organizativamente de aquellas corrientes reformistas y también de las “centristas” que oscilan entre los reformistas y los revolucionarios.
Matías Maiello
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