sábado, marzo 03, 2018

Macri en el Congreso: cómo ocultar la crisis… y el plan de guerra contra los trabajadores

El discurso de Macri en el Congreso fue, en primer lugar, un intento por disimular el impasse de su régimen ajuste y confiscación social, en todos sus aspectos. El pasaje más absurdo de su discurso fue aquel donde se congratuló porque “la inflación está bajando”, ello, después de un mes de febrero con estimaciones del 3%. Pero el desbarranque inflacionario es sólo la manifestación de un desorden más general. El hiperendeudamiento no ha alimentado más que un proceso especulativo y, ahora, una fuga de capitales, lo que tiene expresión en una devaluación que no cesa. Esa devaluación, a su turno, empuja para arriba los combustibles y servicios públicos que el propio gobierno ha dolarizado. El déficit fiscal tiene como razón principal al reciclado permanente de la deuda. Pero esa bicicleta se encuentra hoy amenazada por la marcha de la crisis mundial, que dicta un reflujo de capitales desde los países emergentes. Todas estas cuestiones fueron ignoradas en el encubridor discurso de Macri: saludó el boom de créditos hipotecarios cuyas cuotas se ajustan con la inflación, sin mencionar que esos deudores, apretados por cuotas que suben por encima de sus salarios, se encuentran hoy amenazados con la insolvencia. Tampoco dio cuentas de un déficit comercial y financiero con el exterior que podría superar los 30.000 millones de dólares en 2018, y que no puede solventarse con las nuevas variantes de endeudamiento interno en pesos.
Macri, en definitiva, saludó a un programa económico y social que se enfrenta hoy ante límites muy claros. Pero sin poder dar respuestas en este punto, no se privó de reafirmar –en forma también disimulada– su programa de guerra contra los trabajadores. Después de reconocer la existencia de un tercio de trabajadores precarios, prometió… un registro de empleo informal, o sea, la perpetuación de ese régimen laboral negrero, uno de los claros objetivos de la reforma laboral. Es significativo, en este punto, que invocara la “extensión de las licencias paternas”, precisamente, el punto que pactaron el gobierno y la burocracia sindical para edulcorar el fin de la jornada de 8 horas o de los derechos indemnizatorios. Macri pidió que la mentirosa “evaluación educativa” se releve “escuela por escuela”, o sea que va por una mayor fragmentación educativa, en desmedro de las escuelas y provincias más golpeadas por la miseria social y el atraso. Pidió que “nos ocupemos de toda la educación, y no sólo de las paritarias”, cuando es el gobierno el que, pasada la pelea salarial con los docentes, abandona a su suerte a la educación pública –infraestructura escolar, relación docente-alumno, etc– hasta el año siguiente. Más impostoras aún fueron las referencias al embarazo adolescente, por parte del gobierno que, en la Ciudad de Buenos Aires, ha cajoneado y paralizado la implementación de la ley de educación sexual en las escuelas. Como lo había hecho días atrás, prometió “un debate” sobre el derecho al aborto, pero reafirmó su posición contraria a la legalización de este derecho. O sea que el hombre que celebra la “libertad de los parlamentarios para debatir” seguirá privando a la mujer de la libertad para que, si las circunstancias la obligan a interrumpir su embarazo, pueda hacerlo en un hospital público, en forma segura y gratuita.
Naturalmente, Macri no se privó de anunciar el marco represivo que prepara para su plan de guerra contra los trabajadores, la docencia o la mujer. Por eso, anticipó una reforma del Código Penal “con mayor protagonismo de los fiscales”, para convertir a las acusaciones del Estado represor en cosa juzgada. En definitiva, es lo que podía esperarse del protector del policía Chocobar. Finalmente, el hombre que batió records con la venta de tierras públicas nacionales –apelando a la legislación que dejó Cristina Kirchner– prometió la creación… de espacios verdes.
Las trivialidades y frases vacías que completaron el discurso no pueden disimular lo principal, que es que Macri ignoró la crisis de su programa de gobierno, pero dejó en claro que se aferra a una carta: golpear los derechos y conquistas de los que trabajan, para seguir sosteniendo el apoyo del gran capital.
Ahora, son los trabajadores los que tienen la palabra.

Marcelo Ramal

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