domingo, marzo 11, 2018

Mayo del 68: retratos en dos tiempos y con dos caras



Se está comentando estos días en las redes que los mismos que hicieron la “revolución” del 68 son los que ahora están marcando línea de avanzada con el movimiento de pensionistas. Se trataría de “encontrar el punto” entre la última generación militante “que pudo cambiar el mundo de base” con la que ahora. La que entonces oscilaba entre los 20 años, medio siglo más tarde son los que oscilan los setenta. Ayer, a pesar de que se quedaron a mitad camino consiguieron mejoras sociales sustanciales (esto fue visible en Francia donde permanecí entre octubre de 1968 y diciembre de 1970), pero también en la oleada social que sacudió Italia, y que unos pocos años más tarde dio al traste con las últimas dictaduras de tipo fascista en Europa.
Este capítulo tuvo su momento más álgido con la “revolución de los claveles” en Portugal donde no solamente tuvo lugar una ruptura radical con el salazarismo, sino que también se llegó a plantear las libertades plenas y el “socialismo” en la Constitución, logros que contrastan con las componendas de la experiencia española. Aquí el movimiento de base fue tan o más amplio que el portugués, pero el “antiguo régimen” consiguió mantener intactos sus poderes fácticos que, debidamente remodelados, fueron los que acabarían imponiendo unos pactos draconianos y unos límites democráticos y sociales que quedaron sellados con una monarquía supo además efectuar un nuevo reajusta a la sombra del “tejerazo”. En esta diferencia radica lo que actualmente separa la coalición portuguesa del bloqueo español a pesar del creciente malestar que se está expendiendo, sobre todo en las nuevas generaciones que están siendo, a la postre, quienes más claramente están pagando las consecuencias del peso del “continuismo” de la “nomenclatura” creada a la medida de la corona.

Herejes y renegados

En esta paradójica rememoración del 68, hay muchos elementos de reflexión. Uno de ellos es el que se refiere al curso tomado por sus protagonistas. Creo que años de experiencia me permiten distinguir tres grandes bloques. Uno mayoritario, formado por los que se “desencantaron” a los que reingresaron en una “vida privada”, en una nueva cotidianidad en las ciudades y barrios difusos, cada cual con sus preocupaciones y sus relaciones con el “confort”, la TV y lo demás, parte de los cuales continuaron dando su apoyo más o menos activos a causas como la del rechazo a la OTAN, para finalmente resignarse con “al menos votar a la izquierda”, lo que acabó siendo “que por lo menos no salga la derecha”. Es bastante seguro que visto lo visto, una buena parte de este personal se encuentre entre los pensionistas que ahora gritan que luchan por sus hijos y sus nietos, los mismos que creyeron que, cuanto menos, lo del “Estado del Bienestar” estaba garantizado (aunque fuese por el expolio de los países cuyos jóvenes ahora tienen que emigrar a la desesperada).
Se ha hablado de la minoría que siguió luchando en grupos minoritarios o en las plataformas de los nuevos movimientos sociales. Un sector que persistió en sus convicciones alternativas anarquistas o marxistas abiertas (relacionada con la tradición comunista antiestalinista o sea, el llamado trotskismo). Este grupo fue minoritario en relación a aquellos que más tarde o más temprano acabaron ocupando su asiento en las instituciones de la política de gestión, normalmente desde las filas del “socialismo”, lo que les permitía, como a Daniel Cohn Bendit, ser un cómplice de los negocios. La lista es muy amplia, también lo son las variaciones.
Personalmente he conocido unos cuantos, pero seguramente el más famoso haya sido Henri Weber (Khodjent, Tayikistán, 1944), al que conocí y traté cuando era la mano derecha de Daniel Bensaïd durante muchos años. Ambos escribieron a cuatro manos “Mayo del 68: un ensayo general” (Maspero, 1968; ERA, México, 1969), obra clave en la gestación de la LCR española. También fue seguramente el caso más famoso entre los notables de la generación del 68 que acabaron “colocados” en el aparato de la socialdemocracia de Mitterrand que bajo el liderazgo de Mitterrand en 1981 comenzó prometiendo cumplir las promesas de Marx y de Rimbaud -transformar el mundo, cambiar la vida-, reformas al revés, una trayectoria que entre nosotros tendría un cierto número de nombres propios siguiendo la premisa teorizada por Ludolfo Paramio según la cual “la revolución” había resultado ser una buena escuela para “la democracia”.
Criado en el seno de una familia de relojeros judíos originaria de la Alta Silesia, de una zona situada a pocos kilómetros del tristemente célebre campo de exterminio de Auschwitz, y trasladada a la URSS durante la II Guerra Mundial.
En su primera juventud, Henri fue miembro de una organización sionista de izquierdas. Emigrado a Francia, en su época de estudiante ingresó en la Unión de Estudiantes Comunistas (UEC), organización vinculada al PCF, de la que expulsado en 1965 justamente por rechazar el apoyo que “el partido” le daba a Mitterrand, conocido entonces porque “no le tembló el pulso” durante la guerra de Argelia. Henri fue uno de los rostros más conocidos de las Juventudes Comunistas Revolucionarias (JCR) junto con Alain Krivine y el propio Bensaïd, lo que atestiguan centenares de fotos de las barricadas.

La Liga, las ligas

Ya en LCR dirigió su semanario, “Rouge”, y su revista, “Critique Communiste” entre 1968 y 1976, también fue uno de los “embajadores” que atendían a los camaradas extranjeros, lo que para el que escribe está ligado a un cierto número de recuerdos entre octubre de 1968 y noviembre de 1970. Por ejemplo fue Henri el que me avisó que en el local había un paquete a mi nombre (“Jacques”), en el que descubrimos a l abrirlo una edición de “misarios” católicos que contenían…El Programa de Transición, un regalo del gran Raymond Molinier enviado desde Uruguay. Cargado de libros como “embajador” de la editorial Fontamara pasé una semana en su casa allá por 1978. Conocí a su compañera Fabianne Servan-Schreiber, hija del célebre autor El desafío americano al que un pletórico Ernest Mandel criticó en “Proceso del desafío americano” editado por Nova Terra en 1970…
Ambos se habían conocido en 1973 en las oficinas de París de la “Ligue” en el callejón sin salida, Guéménée, cuando ella era la “copine” del diseñador Wiaz (muy reproducido en nuestra prensa, del que recuerdo dibujos geniales) que prestó su pluma al “Rouge” convertido en diario gracias a la ayuda de Leopold Trepper con lo consiguió con sus “memorias” sobre la “Orquesta Roja”… A principios de 1970, Henri desempeñó junto con Michel Recanati (el protagonista del documental “Morir a los treinta años”) a la Comisión especial (CTS) de la Liga de los Comunistas, responsable de las “operaciones especiales” contra la extrema derecha hasta que fue reemplazado por el incombustible Pierre Rousset (hijo de David Roussset, célebre autor de “El universo concentrionario”) Junto con Krivine y Bensaid, Henri estuvo a la cabeza de la Tendencia T2 Liga, el rival de T1 compuesta por por Gérard Filoche (que también acabó en las filas socialistas con una tendencia de izquierda), Denis Pingaud y Daniel Glucstein, así como de la T3 liderada por los veteranos e inolvidables Michael Lerquenne y Jean-René Chauvin, que había sido uno de los personajes de “Los mandarines” de Simone de Beauvoir y un amigo de primera del exilio español, el mismo que me recomendó ante el anarquista José Ester, una de mis mayores amistades parisinas.
Durante este tiempo, la firma de Henri Weber se hace habitual en nuestra prensa.
Entre 1981 y 1986, cesa toda actividad política para dedicarse a sus actividades de investigación (sus trabajos incluye la socialdemocracia alemana y el eurocomunismo entonces el CNPE) y padre de familia. Obtiene un doctorado en filosofía y ciencias políticas, hasta que ya en las filas socialistas será entre otras cosas asesor técnico de Laurent Fabius, ministro de Relaciones con el Parlamento, miembro de la Secretaría Nacional de PS, responsable de la Educación Nacional hasta 1995, miembro del Parlamento europeo en cuyos pasillos coincidirá con Daniel Cohn Bendit, otro que tal. Este es ya un señor calvo, muy lejano al hermoso “beau gauchiste” empeñado en las ediciones de las prolífica colección “Cahiers Ropuge” editado con la complicidad de François Maspero, un simpatizante de oro, por recuperar las tradiciones del cancionero revolucionario como “La Varsovienne”, pendiente de todo lo que se hacía y al que te podías acercar para tratar no importa qué problema seguro que te ponía en el contacto adecuado.
Aparte del libro citado con Bensaïd, Henri Weber produjo como marxista ¿Qué es la AJS? Contribución al análisis de la extrema izquierda en Francia (Cahiers Rouge, Maspero, de la que existe una traducción castellana que fue muy utilizada en los debates con los “lambertistas” y en la que Weber insiste en la primacía del análisis concreto por encima de los “principios establecidos” y gestionados desde una nefanda vocación sectaria); El marxismo y conciencia de clase (París, Union generales, 1974; traducida en 1977 para la editorial Madrágora, antecedente de El Viejo Topo); Partido Comunista Italiano: las fuentes de eurocomunismo (1977, París, Bourgoi); Nicaragua: la revolución sandinista (1981, París, Maspero): El socialismo: la manera occidental. Introducción al debate sobre la huelga de masas: Kautsky, Luxemburgo, Pannekoek (1983, PUF, París), así como Veinte años más tarde: Lo que queda de Mayo del 68? París, Umbral; 2000); La Izquierda explicada a mis hijas, Umbral; 2003: El futuro de Bel dejó Umbral; 2004: Carta certificada al cartero, Umbral; 2008: En caso de liquidación de Mayo del 68? Umbral; 2011 : La nueva frontera, Umbral; 2012 : Para la feria – La regulación del comercio internacional, ensayo publicado por la Fundación Jean Jaurès)…Coautor de ¿Cambiar el PCF? con Olivier Duhamel, 1982, PUF); : “La Rusia soviética y el Papa del marxismo, Karl Kautsky,” en Lo que queda la URSS con Lilly Marcou (1985); “La teoría de Karl Kautsky,” en las interpretaciones del estalinismo con Evelyne Pisier-Kouchner: 2002: Una nueva alianza – Un enfoque político de la cuestión social (Notas de la Fundación Jean Jaurès) con Laurent Baumel..
Una biografía y una obra de primer orden que se perdió por las rendijas del prestigio social y el cinismo en un cuadro de la evolución del judaísmo de la revolución al sionismo. Un apartado histórico sobre el que Enzo Traverso escribió un ensayo más penetrante: “El final de la modernidad judía. Historia de un giro conservador” (PUV, Valencia 2013, que fue traducida por Gustau Muñoz recientemente fallecido.

Pepe Gutiérrez-Álvarez

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