martes, junio 26, 2018

La mayor crisis de refugiados desde la Segunda Guerra



68 millones y medio de exiliados y desplazados internos en el mundo en 2017. La crisis abierta al interior de la Unión Europea.

Nenes latinoamericanos hacinados en las jaulas del imperialismo yanqui, miembros de la comunidad rohingya exiliados en Bangladesh que ven venir con pánico desde sus asentamientos precarios la temporada de lluvias y ciclones, barcos con decenas y cientos de africanos subsaharianos que ruegan poder llegar a la orilla europea.
Son las imágenes de una crisis de refugiados que, al calor de la crisis capitalista, ha alcanzado récords históricos, sumando 68 millones y medio de personas que en 2017 se vieron forzadas a mudarse –tanto a otras latitudes como al interior del país- como producto de conflictos bélicos, limpiezas étnicas y explosiones económicas a lo ancho del globo. Se trata de una crisis de refugiados que supera en número a la Segunda Guerra Mundial y los años de posguerra, en los que “se registró un desplazamiento poblacional que afectó a entre 40 y 60 millones” (ABC, 25/9/15).
“Los sirios continúan siendo los protagonistas de esta dramática instantánea, con 6,3 millones de refugiados y 6,2 millones de desplazados internos, pero el deterioro de la situación en Myanmar” –de donde son expulsados por la cacería estatal los rohingya-, República Democrática del Congo o Sudán del Sur ha hecho que estos países ganaran cada vez más peso en las estadísticas” (El País, 19/6).
En Latinoamérica, han partido de una Venezuela derruida un millón y medio de personas, mientras que la lista mundial de desplazados internos es encabezada por una Colombia históricamente sacudida por el asedio de los paramilitares y de una oligarquía criminal al campesinado.

Europa

Matteo Salvini, ministro de Interior del flamante gobierno derechista de Italia y líder de la xenófoba Liga Norte, fue sujeto de numerosos titulares en estos días, tanto por su planteo de hacer un censo de gitanos para expulsar a todos aquellos que no sean italianos como por su negativa a recibir al barco Aquarius, con más de 600 africanos a bordo -que lo obligó a boyar por el Mediterráneo por días hasta recalar en España, y volvió a poner de relieve el tema de las barcas de desesperados que apuntan a Europa. Por su parte, en Hungría la derecha ha puesto a debate proyectos de ley que buscan penalizar a quienes ayuden a refugiados.
De conjunto, la crisis de refugiados en el viejo continente –con una responsabilidad vital del imperialismo europeo, promotor de las guerras, masacres y dictaduras en África y Medio Oriente- refuerza las tendencias disgregadoras de la Unión Europea. Pese a que ha caído el número de arribos en los últimos dos años, la crisis se ha acentuado. En medio de la disputa por el reparto de los refugiados, donde los receptores primarios (como Italia y Grecia) son los más afectados, Francia e Italia protagonizaron un fuerte cruce. El ministro Matteo Salvini acusó al líder francés Emmanuel Macron de hipócrita por sus críticas a la política migratoria italiana, recordándole que su país obstaculiza el ingreso de migrantes en el cruce de Ventimiglia. A su vez, el grupo de Visegrado (Polonia, Hungría, República Checa y Eslovaquia) rechazan toda cuota de migrantes en sus países. El intento de “socializar” la crisis por medio de cupos por países ha fracasado.
La crisis política también se reproduce al interior de cada país, como lo exponen en Alemania los choques entre Merkel y el ministro de Interior Horst Seehofer, de la Unión Social Cristiana -que exige a la canciller apretar las clavijas contra los migrantes, bajo amenaza de cerrar las fronteras y/o romper la coalición de gobierno.
Una idea que exploran los estados europeos es la de una apertura de nuevos Estados tapón, que se sumarían a Turquía –que, tras su acuerdo con la UE para frenar a los migrantes a Europa, “alberga el mayor número de refugiados del mundo, con 3,5 millones de personas (El País, ídem). Los países en los que los Estados de la UE quieren confinar a los nuevos migrantes, denominados cínicamente “plataformas regionales de desembarco”, serían Libia, Albania y Túnez –signados por la catástrofe social y política.
De uno y otro lado del océano, el imperialismo yanqui y europeo, junto con sus socios menores, idean nuevos planes criminales contra los migrantes, en el marco de una catástrofe poblacional producida por sus avanzadas bélicas y económicas y que vuelve a sus tierras como un búmeran.
La clase obrera de todo el mundo debe unirse para enfrentar estas avanzadas, exigiendo el libre acceso de refugiados e inmigrantes a todos los países y la ayuda para su residencia, y oponiendo a las matanzas y destierros imperialistas la necesidad de gobiernos de trabajadores.

Tomás Eps (@tomaseps)

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