lunes, junio 25, 2018

Paro general: ¿la clase obrera va al paraíso?



La víspera de un paro general quizá configura una buena excusa para hablar de un sujeto espinoso alrededor del cual se tejieron mil relatos o mil mitos. Un sujeto al que se le declaró la muerte recurrentemente, que para algunos ha desaparecido con el siglo XX y que, para otros, se ha transformado en algo tan diferente a lo que era en los orígenes que ya mutó y es otra cosa.
Estamos hablando de la clase trabajadora o de la clase obrera argentina. Justamente en horas o minutos de que va a protagonizar el tercer paro general contra el Gobierno de Mauricio Macri.
En la definición general, la clase trabajadora agrupa a todos aquellos que se ven obligados a vender su fuerza de trabajo a cambio de un salario para poder sobrevivir.
Esto desmiente ciertos dogmatismos que hablan de clase obrera en un sentido demasiado restrictivo que se reduce a los obreros industriales.
Según diversas fuentes estadísticas disponibles (los del Sistema Integrado Previsional Argentino y los de la Encuesta Permanente de Hogares del Indec) podemos concluir que de una población activa de 20 millones (de los cuales el 52 % son mujeres), más de 14,5 millones constituyen la clase trabajadora en activo.
A esto se agregan casi 2 millones de desocupados, que no incluyen a aquellos sectores de la clase trabajadora inactivos, como son los desanimados que no tienen ni buscan empleo. Si a esto sumamos a otros sectores “inactivos” de la clase trabajadora -como las amas de casa que son parte de la familia obrera-, que no reciben remuneración salarial, estamos hablando de un universo de alrededor de 30 millones de personas, a los que deberíamos agregar el grueso de quienes reciben jubilaciones y pensiones, que son un total 5.660.028, percibiendo un haber medio de $13.098.
Esto demuestra cierta falsedad ideológica de una sociedad integrada sólo por ricos o la mayoría de clase media o pobres o emprendedores o excluidos o propietarios o rentistas. Como por arte de magia se hace desaparecer a la clase trabajadora.
La realidad subjetiva, la percepción o la organización de todo este colectivo es mucho más complejo y va más allá de estos números que estos números: hay una clase obrera fragmentada, dividida, algunos formales con protección sindical y gremios poderosos (Camioneros, Bancarios), otros con una cobertura sindical pero sin prácticamente defensa (Mercantiles) u otros directamente sin ningún amparo gremial y otros incluso sin empleo formalizado: se calcula que es un tercio de la fuerza laboral.
Esto conlleva a muchas discusiones. Tres que estuvieron presentes en un debate que se realizó esta semana en el Troquato Tasso y del que participaron nuestras compañera Myriam Bregman, el economista Agustín D’attellis, Axel Kicillof y Juan Grabois de la Confederación de Trabajadores de la Economía Popular (CTEP). Tanto en el debate ante el público, en el que tuve la oportunidad de intervenir, como en una conversación posterior con Grabois, Mario Santucho y otros organizadores de la actividad.
1) ¿Qué hacer con aquellos que son trabajadores y están fuera del circuito laboral, muchos de ellos agrupados en la CTEP?
Allí había distintas respuestas: algunos que afirmaban que ya son otra cosa y que están condenados a pelear a lo sumo por una “renta universal”; otros, como es el caso de Grabois afirmaban que debían pelear por sostener la identidad de “trabajadores” y pelear por un salario social y estábamos quienes considerábamos que había una pelea estratégica, más allá de las luchas actuales: la perspectiva es repartir las horas trabajo (sin disminución salarial).
Por una simple razón, no es que sobran metalúrgicos o petroleros. Hay metalúrgicos o petroleros o de muchas otras ramas que trabajan 12, 14, 16 hs. y hay ex-metalúrgicos o ex-petroleros que no tienen trabajo.

2) El mismo día del debate se había firmado el acuerdo Camionero por el 25% en paritarias. Muchos lo defendían porque para sus trabajadores fue el más alto, frente a quienes decían que podía llegar a descomprimir o desinflar el paro general.
Siempre hay que leer a los adversarios (o a los enemigos) para saber cómo piensan. Y esto escribió Joaquín Morales Solá en La Nación sobre el acuerdo camionero:
“Macri tiene derecho a rumiar sus críticas, pero, diga lo que diga, Moyano le hizo un favor. Aceptó el 25 por ciento de aumento salarial para su gremio en un año en el que el propio Gobierno prevé una inflación anual de, por lo menos, el 27 por ciento.”
Y lo mismo hicieron los bancarios conducidos por Sergio Palazzo de la Corriente Federal que firmó por poco más del 24%-
La reflexión que queda es: si los de los sindicatos más estratégicos como Bancarios y Camioneros firman un acuerdo paritario menor a la inflación y a pocos días del paro nacional ¿qué le queda al resto de la clase trabajadora con menor poder de fuego que esos sindicatos?

3) Por último, y relacionado con lo anterior sobre el carácter de la huelga que empieza en unos minutos:
Nuevamente Morales Solá señala algunas cosas interesantes sobre esta medida:
“La huelga general de mañana, que seguramente será exitosa, fue consecuencia precisamente de una fuerte presión del moyanismo, la izquierda gremial y el cristinismo (ahora todos una sola cosa), que los grandes gremios no pudieron resistir. O no quisieron. Un sector amplio de la sociedad necesita que se le abra una válvula para poder expresar su descontento. Es lo que dicen los gremios grandes. Sectores importantes del Gobierno coinciden. Por algo la administración macrista no forzó a los sindicatos con más afiliados, que son sus interlocutores frecuentes, a frenar la huelga.”
Esas son las alternativas que se plantean para mañana: o es una medida que actúe como una válvula de escape, como darle una piña a la pared que sacarse la bronca o es el comienzo de un despertar que imponga el freno al saqueo que está en curso. Una alternativa que no depende del análisis, sino que decidirá en el terreno de la lucha, por parte de una clase que mañana protagonizará una jornada importante, imponente y contundente, se escuchará su vos, pero no habrá dicho aún la última palabra.

Fernando Rosso
@RossoFer

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