Desde que el imperialismo se deshizo de Kadhafi hace casi 9 años, Libia está partida en dos en medio de una violenta guerra civil en la que se disputan sus ricos pozos petroleros. El Gobierno del Acuerdo Nacional (GNA), con base en Trípoli, surgido inicialmente de un acuerdo internacional, perdió buena parte de su apoyo. Los últimos en quitárselo fueron Francia y Grecia. En los últimos 14 meses, Trípoli estuvo bajo asedio del Ejército Nacional de Libia (LNA), “respaldado por los Emiratos Árabes Unidos, Rusia y Egipto” (Reuters-Haaretz, 4/7).
“El apoyo de Turquía fue vital para que el GNA hiciera retroceder la ofensiva del LNA con defensas aéreas avanzadas y ataques con drones que atacaron las líneas de suministro de Khalifa y la acumulación de tropas” (ídem). De este modo el GNA salvó el pellejo, a cambio de lo cual “el GNA permitiría a Turquía establecer dos bases en Libia, una de ellas en Watiya, la base aérea más importante del oeste de Libia” (ídem). La actual base de Wativa había sido recuperada de manos del LNA en mayo pasado. Fue precisamente “la participación turca en Libia lo que enfureció a Francia y Grecia” (ídem).
EE.UU., que respalda al GNA, denunció poco tiempo atrás que “Rusia había enviado al menos 14 aviones de combate Mig 29 y Su-24 a una base de LNA a través de Siria, donde se eliminaron sus marcas de la fuerza aérea rusa” (ídem). Ahora "aviones desconocidos" (sic) “atacaron durante la noche” la base de Wativa (ídem). Mientras tanto “el GNA y el LNA están movilizando fuerzas en los nuevos frentes entre las ciudades de Misrata y Sirte. Egipto advirtió que cualquier esfuerzo respaldado por Turquía para tomar Sirte, que el LNA capturó en enero, podría llevar a su ejército a intervenir directamente” (ídem).
Irán
El régimen de los ayothalas ha sido sacudido en los últimos 10 días por una serie de atentados. “La cadena de incidentes en Irán comenzó a mediados de la semana pasada, con una explosión en una instalación de desarrollo de armas en Parchin. Fue seguido por una explosión en un sitio en Teherán que se describió como un hospital, y que resultó en víctimas. La explosión de Natanz se produjo más tarde, y el sábado se informó de un incendio en una central eléctrica en la región sur de Irán de Ahvzaz, cerca de la frontera iraquí” (Amos Harel, Haaretz, 5/7). No está claro que todos esos incidentes hayan tenido un único móvil. Pero “La explosión en Natanz -tituló ese medio- es un golpe directo al programa nuclear de Irán”. Éste culpó inmediatamente a Israel. La explosión “pudo haber sido causada por un ataque cibernético. Si eso es así, según informes anteriores de intercambios entre las dos partes, sugeriría que Irán tratará de responder, posiblemente con otro ataque cibernético propio” (ídem).
La escalada de Trump no ha hecho más que recrudecer. Trump no cejó ni un instante el bloqueo económico y las sanciones a Irán en medio de la pandemia de Covid-19. En enero procedió con el atentado sin precedentes que fulminó a Qassem Soleimani, el jefe de la Fuerza Quds de la Guardia Revolucionaria, durante una visita a Irak mediante drones.
La guerra vía ciberataques se habría iniciado “hace solo dos meses, según informes de medios extranjeros. Comenzó con un intento iraní de piratear computadoras que controlan los niveles de cloro en el agua potable de Israel. El intento presumiblemente fracasó, pero unos días después hubo informes de un ciberataque israelí que interrumpió durante varios días las actividades en Bandar Abbas, un importante puerto marítimo iraní” (ídem).
Norberto Malaj
05/07/2020
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