domingo, agosto 09, 2020

Algunos de los Ismos surgidos de la IV Internacional



Acabo de leer asombrado la impresionante carta que Antonio Liz dirige desde Kaosenlared a los antiguos camaradas de IZAR, y no he podido por menos que santiguarme. No imaginaba que en nuestros lares se pudiera dar semejante derroche de sapiencia marxista, concepto que el autor utiliza desde una modestia sin igual…Días antiguas, otro antiguo camarada introducía en mi Facebook una nota sumaria en la que acusaba a la IV Internacional de haberse sometido al estalinismo, y ante su enorme despliegue argumental no he podido por menos que ocultarme con el rabo entre las piernas. Este último me trata de “mandelista”, un término que al parecer es sinónimo de revisionismo lo mismo que el de “pablismo”, un concepto que todo el mundo sabe resulta perfectamente identificable para la clase obrera y para los excelsos teóricos “marxistas” más trotskista que Trotsky ya que cita aquí, cita allá consiguen llegar al lograr de un programa que, bajo diversos detalles, da vida a una amplio número de “verdaderos marxistas”. Solamente en Argentina, Jean-Jacques Marie cita unos 35, aunque con el tiempo no sé como anda la cosa.
Para las corrientes más orientadas hacia el cultivo de la ortodoxia (de la interpretación de lo que «verdaderamente dijo»), la corriente «pablista», abiertamente «neo» (trotskista), ligada a la personalidad de Michael Raptis conocido como Pablo (1911-1995), aparece como la quintaesencia del revisionismo. Su principal representante fue Michael Raptis (a) Pablo (a) Santen, que sería uno de los dirigentes más importante y más inquietos de la IV In­ternacional en la segunda postguerra hasta mediado los años sesenta. Oriundo de Grecia, Pablo fue militante del partido arqueo-marxista y después uno de los dirigentes con Pântelis Pouliopoulos. Se exilia en 1938 y asiste a la conferencia de fundación de la IV Internacional. Anima el secretariado europeo a partir de julio de 1943, después el secretariado internacional desde 1946. Militante de la sección francesa, protagoniza la crisis de 1953, época en la que pronostica la inminencia de una III Guerra Mundial que daría lugar a un enfrentamien­to entre el imperialismo y la burocracia (algo para lo que faltó el canto de un duro con la famosa crisis de los misiles en Cuba), proponiendo para la IV Internacional la adopción de un «entrismo» profundo, o sea a largo plazo y en función de unas tareas apropiadas a la guerra que viene. Confía durante un tiempo en la capacidad de autoreforma de la burocracia soviética, a partir de las expectativas creadas por el XX Congreso del PCUS. También asume posiciones «tercermundistas», según las cuales el centro de la revolución se ha desplazado a los países coloniales y semicoloniales y el proletariado o­ccidental ha perdido sus dimensiones revolucionarias.
Es entonces cuando Pablo colabora estrechamente con el FLN argelino, convirtiéndose en el consejero teórico de su Estado mayor y de sus iniciales proyectos «autogestionarios», inspirando la «solidaridad militante en Europa y en Francia, con una actividad especialmente intensa y arriesgada durante la cual se le atribuye el papel central en la creación de una fábrica de armas para el FLN, una historia sobre la que no se sabe apenas nada pero cuya entidad épica resulta impresionante. Después de un debate muy crispado, no participa en la reunificación de la IV Internacional de l963 aunque, poco a poco acabará normalizando una relación constructiva con el Secretariado Unificado. En el terreno internacional trabaja como consejero de distinta. personalidades de la izquierda y forma un grupo propio, que respondería al nombre de comités Comunistas por la Autogestión. Pablo considera que el trotskismo se ha quedado fijado en unas premisas periclitadas y reivindica la fórmu­la autogestionaria como centro del programa marxista de nuestro tiempo.
Escribe en la. revista Sous le drappeu du socialisme, y es autor de varios li­bros, en un proyecto en el que no faltan las críticas contra el Secretariado unificado que Pablo consideraba momificado aunque después del mayo del 68 el tono tenso fue dejando lugar al diálogo más fraternal. Su influencia en el caso español sería prácticamente nula aunque se editaron algunos de sus textos autogestionarios. Pablo no realizó ningún esfuerzo especial de reproducción organizativa y mantuvo su área de influencia muy centrada en Francia hasta que volvió a reintegrarse en la Cuarta donde Pablo siempre había sido muy respetado.
Muchas veces se ha definido a los líderes históricos del «segundo» trotskismo como «revolucionario sin revolución» (a la manera de las memorias del surrealista Andre Thirion que fueron editadas en tres volúmenes por Cuadernos para el diálogo, Madrid, 1975), sin embargo, en trayectorias como las de Pablo la revolución estuvo viva como proyecto, como acción internacional cotidiana, y también momentos oscuros como el que se desarrolló en la metrópolis aplicando la concepción de Liebknecht de que «el enemigo está en nuestro propio país», optando con los ojos abiertos a favor de la insurrección, y al lado de los militantes del FLN que se batían en Francia y en otros países de Europa mientras que los socialistas gobernaban y el PCF seguía hablando de una «Unión Francesa». Servidor es testigo del enorme respeto con que siempre fue tratado en el seno de la Cuarta.
En 1954 tuvo lugar el más importante cisma de la historia del trotskismo, el «lambertistas» (de Pierre Boussel, «Lambert») que se tradujo por una reacción «principista» contra el «revisionismo» que veían encarnado especialmente en Michel Pablo, de manera que, décadas después de que Pablo abandonara la Cuarta, siguieron definiendo a la mayoría como «pablista» (y también como «mandelista»). Lambert (junto con Gerry Healy en 1954), consideró como inaceptable cualquier modificación de El programa de Transición. De hecho, de toda la tradición en general, y de Trotsky en particular. Al mismo tiempo que «camaradas» a los bolcheviques de antaño, estimaron como pequeño burguesas e «ilegitima» la evolución de la mayoría. Esto resultó especialmente relevante durante las jornadas de mayo del 68. Cuando el «lambertismo» se pronunció ante todo en oposición a los «contestarios». En su esquema teórico, la apreciación de Trotsky de 1938 según el cual las fuerzas productivas habían dejado de crecer había resistido la prueba de la guerra y todo lo que vino después.
Esto significaba, entre otras cosas, que no había cambiado nada en la «naturaleza» de la burocracia, que las URSS seguía siendo un «Estado obrero burocráticamente deformado», pero que, sin embargo, Cuba no merecía dicho calificativo, así como que el «neocapitalismo» no había tenido lugar porque (productivamente) el capitalismo seguía estancado, y sí habían crecido no eran las fuerzas productivas sino las destructivas (el pentagonismo). La Organización Comunista Internacionalista (OCI), propició secciones afines en varios países, sobre todo en América Latina (Bolivia), y trató de fundamentar en su lógica algunas de las crisis relacionadas con la mayoría, sobre cuando ésta se volcó en la idea de «acelerar» el curso histórico con «acciones ejemplares». Sin embargo, fuera de su bastión francés, la OCI nunca consiguió un grupo siquiera equivalente. Deudora de sus concepciones sobre la «legitimidad» del movimiento obrero más tradicional, la OCI se ha distinguido también por orientar su trabajo hacia el ámbito de la socialdemocracia (entrismo en el PSF, una actividad que forjó gente como después primer ministro socialista francés, Lionel Jospin, en su momento «Michael»); y sindicalmente en Force Ouvriére, un sindicato anticomunista y reducido al sector más tradicional de la clase obrera). El lambertismo apareció en la primera vuelta de las presidenciales francesas como la tercera opción trotskista, pero su porcentaje (0´50%) quedó muy lejos del 5% de LO y LCR:
En el Estado español, el lambertismo propició diversas escisiones, la primera tuvo lugar en el embrión de la LCR, y dio lugar a la Organización Trotskista que más tarde tomará el nombre de Partido Obrero Revolucionario Español (PORE), cuyo órgano teórico será La Aurora, aunque, tras una traumática crisis. El grupo, liderado por Arturo Van Eyden (a) Aníbal Ramos (1945-2003), también conocido como «Alfonso», proveniente del FLP, y confundador de la LCR, optará a su vez por el cisma en combinación con el sector ligado a Michael Vargas, seudónimo de Michael Nagy, hijo del líder de la revolución húngara de 1956, Imre Nagy; y del que será la sección más destacada. Identificado por su propuesta central de Huelga General a lo largo de los años setenta, después de una evolución hacia el minimalismo, el PORE aparece actualmente alineado con las posiciones «cosuttistas» de EUiA, o sea favorable a una reconducción hacia la propuesta de gestión neoliberal de izquierdas, protagonizada inequívocamente por Pascual Maragall a través de un acuerdo previo con Iniciativa-Els Verds.
Todavía, en 1977 se desgajó una fracción lambertista del proceso de reunificación entre la LCR y la LC. Otro sector había formado parte en la refundación del POUM, junto con algunos miembros de la «vieja guardia» y sectores de Acción Comunista, en particular Wilebaldo Solano. Sin embargo, durante las elecciones de junio de 1977, el sector lambertista rompió cuando la mayoría del partido decidió tomar parte en una coalición electoral con la LCR y la OIC. En aquella época, el lambertismo se mostraba especialmenet virulento, y había protagonizado en Francia algunos enfrentamientos violentos contra la LCR, quien por lo general, más allá del debate teórico, los ignoraba. Entre ambas fracciones, más otra que trabajaba incrustada en el PSOE, conformaron el Partido Obrero Socialista Internacionalista (POSI), muy apegado a los esquemas políticos de los años treinta (su actividad más sonada coincidía con la celebración de la revolución del 18 de julio), y que acabará apagándose en los años ochenta, y dedicado a mantener al límite un pequeña aparato sin ninguna implantación reconocida. No obstante, el mapa histórico del lambertismo tiene una cierta extensión, y no digamos su propia dinámica fraccional de la que Vargas es solamente un exponente. Durante los años ochenta protagonizó una tentativa de unificación con el sector morenista en contra de la mayoría de la IV Internacional que acabó mal, entre otras cosas porque tanto Lambert como Moreno consideraban al otro como adversario de sus propias verdades.
Confiados como estaban en sus respectivas “autenticidad” anunciaron una unificación que jamás llegó a ver la luz. Luego, uno tras de otro se fueron desintegrando a excepción de la mayoría que acepta habarse equivocado en no pocas ocasiones, pero que nunca cambió de barricadas. En la que se erigió como mayoría al menos desde los años sesenta, las rectificaciones fueron continuadas, lo mismo que los debates abiertos de tendencias y el reconocimiento mutuo, y nadie con un mínimo de conocimiento y honestidad podía tratar la vida y la obra de autores como Ernest Mandel, Joseph Hansen, George Novack, Livio Maitan, Miguel romero, Daniel Bensaïd con sin el máximo respeto y consideración. Detrás de cada uno de ellos se concentran décadas de militancia –en muchos casos iniciada bajo la ocupación nazi-, y decenas de obras teóricas reconocidas, por ejemplo por el Che Guevara que hizo editar en castellano el Tratado de economía marxista en La Habana a mediados los años sesenta.
Claro que ante la carta de Antonio Liz dedicada a los campaneos de IZAR y publicada modestamente en Kaos, uno no puede por menos que quitarse el sombrero.

Pepe Gutiérrez-Álvarez

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