*“31 de julio. A las 4 salimos por el río y, luego de cruzar un atajo, nos largamos río abajo sin dejar huellas, llegando a la mañana al arrollo donde estaba emboscado Miguel que no había entendido la orden y dejó huellas. Caminamos río arriba 4 kilómetros y nos metimos al monte, borrando huellas de nuestro paso y acampando cerca de un afluente del arroyo. Por la noche expliqué los errores de la acción: 1° mal situado el campamento; 2° mal uso del tiempo, lo que les permitió tirotearnos; 3° exceso de confianza que hace caer a Ricardo y luego a Raúl en el rescate; 4° falta de decisión para salvar toda la impedimenta. Se pierden 11 mochilas con medicamentos, prismáticos y algunos útiles conflictivos, como la grabadora en que se copian los mensajes de Manila, el libro de Debray anotado por mí y un libro de Trotsky…” (El diario del Che en Bolivia, 1968). *
Estas palabras del Che, extraídas de su diario, retratan las desavenencias de su periplo boliviano, que acabaría con su asesinato el 9 de octubre de 1967. Su salida de Cuba estuvo asociada al impasse de la revolución y a la crisis en la dirección del Movimiento 26 de Julio, atenazada por la burocracia estalinista. El Che buscó sortear esta encrucijada a través de un intento (fallido) de expansión de la revolución, primero al África y luego a América del Sur, en franca contradicción con la política de “coexistencia pacífica” pregonada por la URSS. La maduración política del Che se vio reflejada en sus apuntes económicos y en discursos como el de Argel de 1965, donde denuncia el chantaje soviético sobre la economía de la isla. No es casualidad que decidiera acompañar su aventura guerrillera en Bolivia con un libro de Trotsky. Así como no fue casual la traición política que sufrió de parte del PC boliviano. En una dirección diametralmente opuesta, un año más tarde, en 1968, Fidel Castro apoyaría la invasión de los tanques rusos para aplastar la Primavera de Praga.
Uno de los libros de Trotsky que el Che llevaba en su mochila era “La revolución permanente”, editado por el Partido Obrero Revolucionario (POR) de Cuba. Se lo había obsequiado el “trosko” Juan León Ferrera, uno de los líderes de ese partido, que había participado en Sierra Maestra y luego trabajó con el Che en el Ministerio de Industria. Si bien al principio fue reacio al trotskismo, luego el Che colabora con ellos frente a la persecución que sufrieron por parte del estalinismo cubano y ayuda a sacarlos de la cárcel. Si buscamos los orígenes del trotskismo en Cuba, debemos remontarnos muchos años atrás. En los años 20, Julio Antonio Mella en su folleto contra el APRA criticó la línea oficial de seguidismo a las burguesías nacionales y fue denunciado por “trotskista” por la camarilla estalinista. Como Trotsky, sería asesinado en México en un episodio nunca esclarecido. El Che retomaría esa denuncia a las “burguesías autóctonas” en Argel. [Para leer más sobre el pensamiento de Mella, los orígenes del trotskismo en Cuba y vínculos con el Che, ver los artículos de Gary Tennant, Rafael Soler Martínez, Daniel Gaido y Constanza Valera en En defensa del marxismo, números 14, 15, 18, 20, 46 y 48.]
En febrero de 2008, tuve la oportunidad de viajar a la isla y asistir a la presentación que se hizo de los “Diez días que estremecieron al mundo”, de John Reed, en la Feria del Libro de La Habana. Todavía faltaban tres años para que Padura publicara “El hombre que amaba a los perros”, pero la figura de Trotsky ya iba dejando de ser un tabú en la isla. Allí me encontré con Celia Hart, a quien le comento mi interés por investigar la historia del trotskismo cubano. Ella me presenta entonces a Juan León Ferrera, quien me invitó a que fuera a su departamento para conversar con mayor profundidad. Celia, hija de dos dirigentes históricos de la revolución, Haydée Santamaría y Armando Hart, también se reivindicaba “troska” y fue quien investigó el asesinato de Mella insistiendo en la responsabilidad del estalinismo. Lamentablemente, unos meses más tarde moriría en un accidente de tránsito.
Al día siguiente, me vestí con mi remera de la UJS y fuimos con mi hermana al humilde departamento de la familia Ferrera Ramírez, ubicado en La Habana vieja, donde nos encontramos con Juan León, su madre, Guarina, y su padre, Idalberto, otras dos leyendas del trotskismo cubano. Al entrar, lo primero que vemos es un gran retrato de Trotsky sobre la pared despintada. Pudimos conversar con ellos y preguntarles por su papel en la revolución y su relación con el Che. Orgulloso, Juan León nos mostró sus medallas y condecoraciones por haber participado de la guerrilla del M26J. A continuación, transcribo algunos pasajes de la entrevista como parte de nuestro homenaje a León Trotsky a 80 años de su asesinato.
**Cuéntennos, ¿cuál fue el papel del trotskismo en la Revolución Cubana? **
Idalberto: el papel en la revolución primero fue hacer un pacto con el 26 de Julio con el fin de coorganizar la ida a la guerrilla y los demás actos como la huelga general que se hizo en ese momento, en la cual los trotskistas participamos en la organización junto a Fidel. La mayoría de los trotskistas estaban en el Segundo Frente, especialmente la gente de Guantánamo. El pacto era el apoyo a la guerrilla y el triunfo de la revolución.
Juan León: nuestro objetivo era crear conciencia, educar a las masas, a la guerrilla, a todos los que estaban a nuestro alrededor, para que tuvieran una conciencia de tomar el poder, pero sobre todo con un concepto socialista. O sea, con un concepto proletario, con un concepto de que era el proletariado quien tenía que intervenir fundamentalmente en la toma del poder.
Para eso también se creó en la Sierra Maestra el Congreso Obrero, que fue liderado por un camarada de nosotros, Torres. La guerrilla consigue el éxito porque se desenvuelve en el campo, donde estaba la industria del azúcar. Los campesinos jugaban un doble papel. No eran chacareros, en el sentido de que cultivaban la tierra en las grandes compañías norteamericanas y eran desalojados por el ejército de Batista, por el ejército de la oligarquía, que se apropiaba de la cosecha y los botaban, expulsaban. Entonces, el campesino, como no tenía tierras propias, esperaba la zafra azucarera para poder subsistir. Ahí es donde está el carácter dual del campesino, que ejercía la función de obrero agrícola trabajando por un salario. La fuerza masiva de la guerrilla se la da esa característica social.
**¿Y qué relación tuvieron con el Che? **
Juan León: el Che no tenía la concepción marxista ni la experiencia histórica de la Revolución de Octubre, porque esa experiencia hace cuarenta, cincuenta, o sesenta años atrás estaba deformada ya por la política estalinista. Entonces, no había una educación de la concepción proletaria de la revolución socialista. La concepción del Che era lógicamente una concepción guerrillera, aunque muy avanzada porque quería hacer un despliegue de la guerrilla en todo América Latina y así impulsar la revolución desde el punto de vista internacional.
De todas formas, cuando triunfa y por necesidad ante el propio ataque imperialista, la revolución se ve obligada a nacionalizar las empresas norteamericanas. Allí nosotros tuvimos un papel muy importante porque en el I Congreso Latinoamericano, planteamos el control obrero, la nacionalización de todas las empresas imperialistas, las milicias obreras… el programa de transición. Sin embargo, al cerrarse el mercado imperialista, el gobierno buscó el apoyo de la burocracia soviética, y el problema económico implicó un problema político porque la burocracia no iba a ayudar a una economía sin que se impusieran los procedimientos burocráticos de ella. Un objetivo era la eliminación del trotskismo en Cuba. Y por eso es que en Cuba sufrimos presiones enormes. Cárceles.
No pensamos nunca que iba a llegar hasta el extremo al que llegó, condenando a ocho, nueve años de prisión a Idalberto y a varios camaradas a cinco años, a mí a cuatro. En esta experiencia, el Che se fue persuadiendo de que el método estalinista no era consecuente, porque inclusive los técnicos soviéticos ganaban un salario enorme, se tenía que pagar en divisas, alojarse en los mejores hoteles, y eso el Che lo fue rechazando. Más, la política de la coexistencia pacífica se contraponía al pensamiento del Che de “crear uno, dos, tres Vietnam”, en una concepción internacionalista.
Que el Che ya iba evolucionando hacia el marxismo lo muestra la vinculación que tuvo con nosotros en el Ministerio de Industria, con el camarada Roberto Acosta, que fue el director del Departamento de Normas y Metrología y yo que participaba también en el Departamento de Normas de Control de la Calidad, dirigido por Normas y Metrología. Ahí tuvimos un contacto directo con el Che, discutíamos constantemente con él. El camarada Roberto Acosta inclusive en los Consejos de Direcciones, que eso todavía no ha salido a la historia. Eso tiene que salir a la historia porque es una verdad histórica, eso no se puede ocultar. Y después nosotros en los trabajos voluntarios que asistíamos con el Che discutíamos política.
En la zafra azucarera de 1963, donde participamos el Che, yo y los escoltas en los cortes de caña, discutíamos política y hablamos sobre el problema de la burocracia y hubo una anécdota muy interesante. Estábamos en la zafra y al día siguiente de que empezamos a picar caña, estábamos picando, el Che, sus dos escoltas y yo, y vi acercarse una máquina y entonces le dije al Che que tenía visitas. Entonces, el Che se para, mira y ve que era el Administrador del Central, y entonces me dice: “tú vas a ver ahora”. Seguimos picando caña y, cuando el Administrador viene hacia donde estábamos nosotros y llega a la guardarraya del campo de caña, el Che se vira y le grita: “Fuera, fuera de aquí, no quiero burócratas. Las reuniones después de las ocho en el Central. ¡Fuera!”. Y entonces el individuo echó para atrás como un perro con pulgas. [Risas]. El Che me mira, se ríe y dice: “¿Viste? ¿viste?”.
¿Y cómo fue el tema del libro de Trotsky que el Che menciona en su diario en Bolivia?
Juan León: nosotros teníamos en imprenta “La revolución permanente”, y cuando el estalinismo se entera de que íbamos a tirar dos mil libros inmediatamente nos interviene la imprenta para paralizarnos la tirada. Nosotros nos quedamos con varios ejemplares, y Roberto Acosta y yo le damos uno al Che. Yo también le suministraba los periódicos de Voz Proletaria, que editábamos nosotros, y libros de Trotsky, que son los libros que él siempre llevó en su mochila en la guerrilla en Bolivia. No era un libro de Stalin lo que llevaba, era un libro de Trotsky. Y no lo llevaba por gusto, no lo llevaba para limpiarse el fondillo. Al contrario. Eso y el hecho de que él empieza a hablar sobre el pensamiento económico, que ya tenía varios escritos, indica que él empezaba a profundizar sobre el pensamiento de Marx. Pero bueno, ya sabemos cómo se desenvolvió el proceso.
Hoy por ejemplo se habla de trotskismo en Cuba, que antes no se podía hablar. Te metían preso, estaba prohibido. Hoy te sacan el libro de John Reed y te dicen que Trotsky fue partícipe con Lenin, como actores principales de la Revolución de Octubre. Eso indica que hay una elevación consciente, política, de las masas en Cuba. Si no, no se editarían esos libros. Otro aspecto de la relación del Che con nosotros es que la vez que nos ponen presos y que él estaba en el Congo, regresa e interviene para ponernos en libertad y dice “en las trincheras nos veremos”. Eso no es por amistad, ni por simpatía, eso era por un concepto político… si no siente cierta simpatía por la línea de nosotros, él no se atreve a sacarnos, se limpia las manos como Poncio Pilato y ya… simplemente. Y esas son las cosas que la historia tiene que sacar.
Nosotros siempre hemos sido una oposición revolucionaria. Si Cuba no ha tenido mucho más éxito de lo que tiene es producto de que aún no hemos superado la dirección burocrática. Cuando nosotros eliminemos los métodos burocráticos, entonces daremos un salto político hacia un progreso superior al estancamiento que tenemos hoy. Mientras no se dé ese salto político se pueden cambiar hombres, se pueden hacer ciertas concesiones, pero no se pueden resolver los problemas. Porque son las masas las que tiene la clave de la resolución del socialismo, sobre todo la clase obrera. Sin eso, no hay salida a la crisis. En eso insistimos nosotros y consideramos que hoy por hoy es más vigente y más necesario que nunca.
Julián Asiner
16/08/2020
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