Desde el primero de marzo en Uruguay gobierna una coalición de partidos de la derecha y la extrema derecha. El partido líder dentro de la coalición es el Partido Nacional, los blancos como se les dice aquí y que en los últimos cien años han ganado las elecciones tres veces y cada treinta años.
No hay antecedentes en la historia política uruguaya en la que el Partido Nacional haya ganado por dos períodos consecutivos. El último gobierno blanco tuvo como presidente al padre del actual presidente, Luis Lacalle. “El fruto no cae lejos del árbol”, sentenció el actual mandatario en una entrevista en vivo en un programa prime-time de la televisión. Las similitudes con el mandato de Luis Lacalle Herrera son más que coincidencias y vienen a terminar el proyecto inacabado de los 90.
La particularidad en este caso es que el gobierno de la Coalición Multicolor pretende una apertura al mundo, una liberalización del mercado cuando la tendencia es a la contraria. Uruguay acaba de asumir la presidencia pro-témpore del Mercosur y Lacalle Pou volvió a insistir con la flexibilización y libre negociación de cada país miembro con quien lo desee.
Estamos viviendo un proceso de desglobalización y el gobierno parece no advertirlo. Las potencias se están cerrando y apuntan hacia un proteccionismo nacional para recuperarse puertas adentro, sobre todo sus industrias. De igual manera el capital financiero-especulador es el que impone las reglas en este capitalismo neoliberal.
El buque insignia
Este 2 de julio en la Cámara de Diputados se aprobó la Ley de Urgente Consideración (LUC). La misma contó con los votos de toda la coalición y con un socio externo, el Partido Ecologista Radical Intransigente (PERI). Un partido ecologista con brotes ecofascistas en su seno donde las declaraciones de su líder, César Vega, rozan lo delirante. La LUC, de casi 500 artículos, cumple la función de ariete neoliberal en todas las reformas que pretende el gobierno.
«Volvió la democracia al Parlamento» gritó a voz en cuello un diputado oficialista al haber finalizado la sesión donde se aprobó la LUC. La expresión del parlamentario no es un festejo luego de haber tumbado una dictadura ni un desahogo luego de haber vencido a un gobierno autoritario. Simplemente es el grito de la oligarquía que luego de quince años del centro izquierdista Frente Amplio en el gobierno, ha vuelto a sentarse en el sillón presidencial.
Esas son las líneas que traza la actual administración: justificar su plan de ajuste y cualquier error con haberse encontrado un “país en ruinas”, “una bomba a punto de estallar” y un “déficit fiscal terrible.” La construcción del relato sobre un Estado deficitario, desproporcionado, pesado y lento, es el mantra que la derecha ha repetido por décadas, ha prendido en el común de la gente y se repite como una verdad.
Cuidado con los que aseveran que los neoliberales quieren un Estado mínimo. Al menos pongamos en suspenso esa afirmación. Los gobiernos de este signo han demostrado que quieren un Estado mínimo pero en determinados sectores para debilitarlos, volverlos deficitarios, hacerles mala prensa y como no da ganancia (dentro de su lógica empresarial) iniciar un proceso de privatización como ha sucedido con la educación, la salud y las empresas públicas.
Por otro lado, los gobiernos neoliberales han robustecido el aparato represor del Estado y han utilizado a este como catapulta para sus negocios personales así como por ejemplo, convertir deuda privada en deuda pública.
Siguiendo con las líneas del gobierno. Ha realizado una propaganda que hasta el momento le ha sido sumamente efectiva. El presidente luego de cuatro meses cuenta con más del 50% de aprobación de la población, pero la realidad empieza a contrastar con el relato y deja al descubierto sus grietas.
Los asesores en comunicación le recomendaron al presidente subir una foto a su instagram en el día internacional del surfista, deporte que practica el mandatario. Lo cierto, es que a los pocos días fue el aniversario del golpe de Estado de 1973, precisamente el 27 de junio. Las redes sociales del presidente hicieron mutis por el foro a la par que las de Guido Manini Ríos, líder del partido de extrema derecha, Cabildo Abierto.
Otra línea argumental de este gobierno es la de encontrarse con un país en caos, ahora no en las cuentas públicas, sino en materia de seguridad. Fue efectivo en la campaña y ahora con un discurso de mano dura y militares en altos mandos en la administración, más maquillaje en las cifras de los delitos, se pretende crear un clima de combate exitoso a los criminales. Como frutilla de la torta, el Ministro del Interior ha invitado a la DEA a volver a Uruguay para combatir el narcotráfico.
¿Quo vadis izquierda?
Mientras el presidente surfea, la izquierda hace agua. El centroizquierdista Frente Amplio que ha vuelto a ser oposición luego de tres lustros consecutivos, no da pie con bola para plantarse firme ante una derecha, que a pesar de sus errores, no vacila a la hora de aplicar su proyecto.
La restauración conservadora a la uruguaya avanza a paso firme, a ritmo de tropa. Le ha abierto varios frentes de batalla, sobre todo con la LUC, tanto a los partidos políticos de centroizquierda e izquierda, como a las organizaciones sociales.
Las ollas populares rondan las 200 en todo el país. Los desempleados de a miles, los trabajadores en seguro de paro más de 150mil. Se registró pérdida en el salario real, suceso que no acontecía desde el 2004 y el Ministro de Trabajo plantea una recuperación salarial recién para el 2022.
No se ha llegado a un semestre de gobierno y ya cuenta con la renuncia de un ministro que a su vez es líder del principal socio de la coalición, el que aportó con la segunda mayor cantidad de votos. A esto se suma la renuncia de más de 10 directores, secretarios o responsables de distintos órganos de gobierno.
La ultraderecha espeta discursos de odio contra las minorías, sostiene la impunidad de los responsables de la dictadura y defiende a torturadores.
Como corolario, Uruguay vuelve (¿se había ido?) a las directrices de la Casa Blanca, apoyando a Luis Almagro en la OEA, sumándose a los designios de Trump y apoyando al candidato que él propuso para el Banco Interamericano de Desarrollo. Decisión que generó crispación dentro de la propia coalición incluso.
La derecha prometió en campaña que estaban preparados para gobernar, que este período iban a ser los mejores cinco años de nuestras vidas…pellízquennos.
Nicolás Centurión
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