Tras la “reunificación”, la burguesía alemana se valió del desempleo en el este para presionar a los trabajadores del oeste y avanzar en un ataque generalizado contra los salarios y en políticas de flexibilización laboral. Al mismo tiempo, la reunificación fue seguida por la formación de la Unión Europea en 1993 y la adopción del euro unos años más tarde. El surgimiento de la UE consagraría el dominio del viejo continente por parte del binomio franco-alemán y establecería normas de ajuste del gasto para limitar el déficit fiscal y el endeudamiento.
En función de estos objetivos, el sucesor de Kohl, el socialdemócrata Gerard Schröeder, impuso entre 2002 y 2004 -en cogobierno con los verdes- un aumento de la edad jubilatoria (de 65 a 67 años) y normas antilaborales (recorte del seguro de desempleo, desarrollo de “mini-empleos” precarios y mal remunerados, etc.), lo que contribuiría al hundimiento de la socialdemocracia en los comicios subsiguientes.
Las consecuencias sociales del proceso de anexión, combinadas con las políticas de ajuste y rescate de la burguesía ante las sucesivas crisis capitalistas, impulsaron el desarrollo de fuerzas políticas alternativas a los dos grandes partidos (democracia cristiana y socialdemocracia), primero en el este y luego en todo el país.
El caso de Die Linke
Tras su derrumbe en los primeros años de la reunificación (en los comicios federales de 1990 obtiene el 2,4% de los votos), el viejo partido comunista -reconvertido en Partido del Socialismo Democrático- fue recuperando ímpetu. En 2007, la fusión de esta fuerza -entonces llamada Partido de la Izquierda- con un desprendimiento de la socialdemocracia conocido como Alternativa Electoral por el Trabajo y la Justicia Social (WASG), conducido por Oscar Lafontaine (1), dio origen a Die Linke (La Izquierda). Dicha coalición se ubicó como la cuarta fuerza nacional en las elecciones de 2009, con el 12% de los votos, superando a los verdes. En el este sus porcentajes fueron aún mucho mayores. Capitalizó el derrumbe de la socialdemocracia, que había formado una coalición de gobierno con la democracia cristiana.
Tras este empuje inicial, Die Linke retrocedió sobre todo en la ex RFA y perdió un millón de votos en 2013 (8,6%). Sin embargo, el segundo lugar que obtiene en Turingia en 2014 le va a permitir liderar por primera vez un gobierno, con el apoyo de socialdemócratas y verdes (como fuerza minoritaria, ya secundaba un gobierno del SPD en Brandeburgo).
No tenemos aquí el espacio suficiente para hacer un examen detallado de las posiciones y la política de Die Linke, pero en resumidas cuentas, apunta a una democratización del régimen capitalista, tanto en el plano político como económico, en la perspectiva de un “socialismo democrático que se ajuste a los problemas y posibilidades sociales y mundiales del siglo XXI”. En el Parlamento Europeo, integra un bloque junto a Syriza -quien aplicó las políticas de ajuste de la Troika en Grecia- y Podemos, que cogobierna actualmente en España junto al partido socialista.
En su programa de Erfurt (2011), Die Linke plantea un quimérico “reinicio de la Unión Europea como una unión pacifista, democrática, social, ambiental”, e incluso señala que en su fundación “ayudó a consolidar la paz entre los Estados miembros”, soslayando que siempre ha sido la vía de dominación del grueso de Europa por parte del eje franco-alemán. La adaptación a las instituciones existentes se revela también en su respeto del “Estado de derecho” y del “derecho internacional”, e incluso plantea un “fortalecimiento de las Naciones Unidas” para el “entendimiento entre los Estados y las sociedades en el mundo” (2).
En las últimas elecciones federales, las de 2017, Die Linke logró un ligero crecimiento (9,3%), sin llegar a los porcentajes de 2009. Si se observan los resultados electorales de las elecciones regionales subsiguientes, se ve un fenómeno curioso: con la excepción de Turingia y Berlín, donde sigue creciendo, se produce un fuerte retroceso de Die Linke en el este del país, mientras logra avanzar en algunos estados del oeste, aunque desde porcentajes más modestos. Esto obedece probablemente al enorme desarrollo de los nazis de Alternativa por Alemania (AfD).
La extrema derecha y el “cordón sanitario”
Precisamente, otro de los grandes fenómenos políticos de estos años es el de AfD, una fuerza de extrema derecha surgida en 2013, fundada por el periodista Konrad Adam, el profesor de economía Bernd Lucke y Alexander Gauland, un ex miembro de la CDU. Este partido medró en el malestar popular en el este y en el malhumor más general ante la crisis, con un planteo hostil a la Unión Europea y de retorno al marco. Al mismo tiempo, se caracteriza por su vehemente ataque a los migrantes, que empezaron a llegar masivamente a Europa en esta década, como una de las consecuencias de las guerras imperialistas en África y Medio Oriente.
En sus primeras elecciones federales, la AfD quedó fuera del parlamento por algunas décimas, al no superar la barrera del 5% que establece el sistema electoral. Pero en las federales de 2017, se transformó en la tercera fuerza con más del 12% de los votos y consagró una importante bancada. Además, en las elecciones regionales obtuvo votaciones por encima de los dos dígitos en el este (en Sajonia, por ejemplo, logran el 27,5% en 2019) y buenos resultados en el oeste.
En el caso de Turingia, la AfD se transformó en la segunda fuerza con el 23,4%. Para desbancar a Die Linke del poder, se formó una coalición entre Alternativa por Alemania, la CDU y los liberales. La importancia de este acuerdo es que por primera vez se rompía el llamado “cordón sanitario” por el que los partidos “democráticos” rechazaban acuerdos de gobierno con los filonazis (3).
El pacto en Turingia abrió una crisis en la CDU y en el partido liberal. Por eso, la iniciativa finalmente naufragó y Die Linke se mantuvo en el poder, repitiendo el acuerdo con los socialdemócratas y los verdes. Pero el conflicto no se disipó: la jefa de la CDU, Annegret Kramp-Karrenbuaer, contraria al acuerdo de Turingia, anticipó su renuncia al cargo y se abrió una puja política por su sucesión, que enfrenta fundamentalmente a la canciller Angela Merkel con el ala derecha de su partido.
Si bien Merkel se opuso al acuerdo de Turingia y la línea predominante para afrontar la crisis sigue siendo la de la “gran coalición” (CDU-SPD), se ha roto un tabú en la burguesía alemana, que empieza a mirar con otros ojos a la extrema derecha. La AfD no es un partido de outsiders, ya vimos que uno de sus fundadores proviene de la CDU. En 2018, trascendió que un jefe de la inteligencia interna alemana filtraba información a miembros del AfD, incluyendo datos sobre “terroristas islámicos” en el país. Todo esto se supo apenas días después de una serie de mítines ultraderechistas en la ciudad de Chemnitz contra los refugiados. El ataque a los migrantes, cabe señalar, caracteriza las propias campañas electorales de los políticos del arco “democrático”.
Afortunadamente, se han registrado importantes contramanifestaciones contra las bandas derechistas en estos años. Los mencionados mítines de Chemnitz fueron respondidos por una gigantesca movilización y festival de 60 mil personas, bajo la consigna “nosotros somos más”.
El escenario político alemán registra un tercer fenómeno político relevante que es el desarrollo de los verdes, una fuerza política completamente asimilada al régimen, pero que ha logrado canalizar a su favor las multitudinarias movilizaciones en defensa del medio ambiente. En las euroelecciones de 2019 fue segunda fuerza con el 20% de los votos y en las últimas elecciones de Hamburgo obtuvo el 24%, quedando también en segundo lugar.
30 años no es nada
A treinta años de la reunificación alemana, la diferenciación este-oeste sigue siendo palpable. Más de 3,7 millones de personas emigraron hacia el oeste hasta 2019. Cuenta con 68 millones de habitantes, contra los 13,6 millones que habitan el este, la misma cantidad que hace 114 años. El desempleo es de 4,7% en el oeste y de 6,6% en el este. El ingreso mensual, de 3.330 euros en el oeste y 2.690 euros en el este (4). De las 500 empresas más grandes del país, solo 36 están radicadas en el este (5). La propia Merkel ha declarado que “la reunificación alemana oficial, eso ha finalizado. Pero la unidad de los alemanes, su unidad no fue completada totalmente el 3 de octubre de 1990, y sigue siendo el caso hoy en día” (6).
En este escenario, es importante un planteo de unidad de los trabajadores del este y el oeste, de nativos y migrantes, contra las políticas de ajuste capitalista. Y, en oposición a la Unión Europea imperialista y el nacionalismo xenófobo, la perspectiva de un gobierno de trabajadores que expropie al capital y la unidad socialista de Europa.
Gustavo Montenegro
Notas
(1) En una curiosa parábola, Lafontaine aboga hoy por una unificación de Die Linke con la socialdemocracia.
(2) Documento consultado en la página de Die Linke (versión en español).
(3) En el mismo sentido, en la pequeña localidad de Waldsiedlung, cerca de Frankfurt, el consejo municipal eligió como alcalde en septiembre de 2019 a un miembro del Partido Nacionaldemócrata (PND), otra fuerza de extrema derecha, con el apoyo de la CDU e incluso de la socialdemocracia (BBC, 9/9/19).
(4) Ídem, 8/11/19.
(5) La Vanguardia, 4/10/19.
(6) Associated Press, 3/10/19.
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