domingo, marzo 21, 2021

Algunas anotaciones sobre la Fundación Andreu Nin (FAN)

Introducción. 

La pequeña historia de la FAN emerge cuando se muestra que el legado del POUM no pasaba por mantener una estructura política. La idea de la Fundación parte de algunos cuadros veteranos (Wilebaldo, Enrique Rodríguez, “Quique”, Francesc del Cabo, Emma roca, etc.), con la ayuda jurídica de amigos de siempre, y el encuentro con una nueva generación que ha hecho su periplo autocrítico desde los trotskismos. Se desarrolla en dos fases, una primera en la segunda mitad de los años ochenta, y una segunda a partir del filme “Tierra y Libertad”. Funciona con regularidad en Madrid, Barcelona, Valencia, Asturias con conexiones muy amplias. Lo que sigue es parte de una entrevista que me hizo Salvador López Arnal, conocido por su trabajo desde El Viejo Topo y en la labor editorial, especialmente de los escritos de Manuel Sacristán que también cuenta con una Fundación a su nombre pero que no ha conseguido mantener una continuidad activa. Algo que sí ha sucedido con la FAN tanto en el terreno de los encuentros y debates como en el orden editorial, sobre todo desde la editoriaol Laertes. 
 Leo que en los últimos tiempos te dedicas principalmente a la Fundación Andreu Nin (FAN), una entidad memorialista, ¿Cómo explicas esto?
 Después de diversas militancias, de la última que se ubica en los inicios de EUiA en el Garraf hasta 1999, me he centrado más que nunca en la escritura (ensayo y divulgación), y en la Fundació Andreu Nin creada en Barcelona a finales de los años ochenta para malograrse a principios de los noventa en medio de una crisis total de expectativas, aunque siguió funcionando en Madrid, sobre todo a través de la Web que actualmente es la mayor fuente de información sobre el POUM y el comunismo antiestalinista (esto debía considerarse un pleonasmo). La “resucitamos” entre unos cuantos (Andy Durgan, Peio Erdozian, Pelai Pagès, Luís Llaneza y otros más jóvenes), animados por el incombustible Wilebaldo Solano. 
 Para mí significaba una militancia a la medida del momento, y comprobamos que la propuesta tenía una repercusión mayor de la esperada. Aunque con muy pocos medios, la FAN, ha llevado una incesante labor a través de toda clase de jornadas, charlas, ediciones y reediciones, debates, trabajos con historiadores, sobre todo con los locales, y ha contribuido a un considerable resurgir del interés sobre lo que representó el POUM, tanto es así que hasta sus adversarios ideológicos se han visto obligados a responder, y contrarrestar con sus propias interpretaciones. Hay que decir que esto de las interpretaciones es algo así como la última batalla de la guerra y la revolución, y subrayarte antes de acabar que sin el concurso y el interés de las nuevas generaciones, nada de esto habría posible. 

 Evocáis a Nin, pero ¿Por qué no también a Maurín? 

Hay una historia que muy poco conocen. Cuando se gestaba la creación de la FAN en Barcelona, yo defendí que se llamada Nin-Maurín, a lo que se opusieron antiguos poumistas como Francesc del Cabo y Vicenc Ballester por todo el historia de “Quim” en el exilio. Esta posición mía resulta paradójica en alguien de matriz trotskiana, pero creo que Trotsky nunca se enteró de la evolución de Maurín, en no poca medida gracias a los escritos del propio Trotsky sobre el frente obrero contra el nazismo en Alemania. Maurín fue el principal arquitecto de la Alianza Obrera, que fue la mayor tentativa de unificación obrera contra el peligro fascista, como lo fue también del POUM. Desde el punto de vista de la organización y la actuación política, Maurín está por encima de Nin, y su tragedia es también enorme ya que quedará atrapado en la zona llamada nacional, cortado de su partido y de la revolución y con una cuchilla pendiendo sobre su cabeza. En coherencia he trabajado en la divulgación de la obra de Maurín, y he apoyado todas las iniciativas a su favor a sabiendas que no ha sido tan reconocido, y también de todo lo criticable que hay en su etapa del exilio, algo que sucede en un contexto de desaliento y estupor. 
 La valoración sobre Nin y Maurín no es exclusiva de la FAN, es ampliamente compartida. Tenemos que partir del supuesto de que el marxismo creativo apenas si llegó a tener arraigo en el PSOE clásico, aunque hay que valorar a personajes como Jaime Vera, Juan José Morato, Antonio García Quejido, y los esfuerzos de Luís Araquistáin. Como señala Perry Anderson, la principal característica de nuestro movimiento obrero fue la falta de correspondencia entre, por un lado, una base social compuesta por una militancia autodidacta, voluntariosa y enérgica, y una penuria de pensamiento teórico por otro, aunque también habría que hablar de un desarrollo muy desigual del movimiento según las zonas, lo que hizo que Cataluña y Andalucía conocieran un protagonismo social sin los debidos soportes de extensión. También sería justo señalar la existencia de otros aportes como el de Juan Andrade, no siempre reconocido, y la emergencia de una nueva promoción que fue frustrada por la guerra. Estamos hablando, entre otros, de Jordi Arquer, José Luís y José María Arenillas, Eugenio Fernández Granell, Eusebio Cortezón, el primer Ignacio Iglesias, y otros, que hicieron sus primeros ejercicios en revistas como “Comunismo”, “Nueva Era”, y también en “Leviatán”. Se trata de un legado amplio que tiene una prolongación en el exilio. Se puede decir que la lucha por su propia “memoria histórica” la inicia el POUM en el mismo momento en que el estalinismo que declara la guerra sucia. Esta lucha ocupa un lugar central en las actividades del exilio, sobre todo entre los que tratan de mantener la continuidad marxista. A esto habría que añadirle las poderosas conexiones con los sectores más críticos de izquierda internacional, un ovillo que nos lleva a Orwell, a Trotsky con todas sus afinidades y tensiones, a Victor Serge, Alfred Rosmer, y un largo etcétera. 
 Todo indica que antes de llegar a lo que “significa el POUM”, tú has conocido un largo camino que si no me equivoco comienza en el catolicismo… ¿Fuiste católico?
 Bueno, yo anduve mi propio camino en un ámbito familiar y local muy propio de los años cincuenta. La República no llegó al grueso de mi familia, se detuvo en los aledaños, y en mi familia se vivió como una ruptura con “lo que era la vida”, un devenir tan injusto inevitable, aunque se siente un rechazo total “a esta gente”, a lo que habían traído la guerra. Mis padres y mis tíos empezaban a acercarse a las juventudes socialistas justo en vísperas de la sublevación del ejército colonial. Luego se convierten en carne de cañón del ejército de Franco durante muchos años. A mi padre lo enrolan en 1936 y no vuelve hasta bien entrado los años treinta, en 1946 trabajaba como picapedrero y no tiene un duro para costear la medicina que podría sacarme de la tuberculosis, y me salvo de limosna. En aquel ambiente, subsistía un cristianismo sencillo, sin Iglesia. Durante mi infancia yo compartí ese sentimiento con estupor, no tardé mucho en apreciar que entre lo que decía la Iglesia y lo hacía mediaba un abismo, y a los doce años dejé de asistir a misa para siempre. Luego, seguí creyendo en los Evangelios hasta que por lecturas y discusiones, entendí que los evangelios son documentos humanos que había que analizar como cualquier otro, o sea como reflejo de unas necesidades y de un tiempo. Dejé de creer en la “magia” del Dios del Sinaí, pero de ninguna manera dejé de estimar los valores sencillos con los que había crecido, y por lo tanto, siempre mantuve mi propio diálogo con la religión y con las amistades que la practicaban desde la buena fe y la coherencia… 

 Pepe Gutiérrez-Álvarez 
15 Mar, 2021

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