miércoles, marzo 31, 2021

Brasil: crisis política (y militar)


La nueva crisis política en marcha tuvo como detonante la corrupta y criminal ineptitud gubernamental para enfrentar el colapso sanitario y la expansión del coronavirus. Brasil ha escalado rápidamente el podio en víctimas de la pandemia y colapso sanitario. 
Con 330 mil muertos, con récords que llegan a 3000 fallecidos y decenas de miles de contagiados diarios. El sistema de salud está en terapia intensiva. 
 Ante el incremento de los contagios y sus víctimas fatales, hace 15 días, fue reemplazado el ministro de salud, general Eduardo Pazuello, el cuarto desde el inicio de la pandemia. Según palabras del propio Bolsonaro, «a partir de ahora vamos a partir en forma más agresiva contra el virus”, aunque la semana anterior trató como un «capricho» y «cobardía» las acciones (cuarentenas, etc.) para frenar los contagios masivos. Llegó a presentar un recurso ante la Corte Suprema para prohibir estas cuarentenas por parte de algunos gobernadores. Y en el ínterin, sus acólitos fascistoides, organizaron caravanas frente a los hospitales atestados de enfermos críticos, contra las vacunas y cuarentenas.
 Esta tirada de “lastre” no sirvió ante la continuidad del crecimiento de la pandemia. La “renuncia”, ayer lunes, del ministro de Relaciones Exteriores, Ernesto Araujo, venía siendo exigida por la mayoría del Congreso. Este era portavoz radicalizado del pensamiento reaccionario-fascistoide de Bolsonaro. Desde su ministerio se colocó en una posición ultramontana al lado de Trump contra la lucha contra el coronavirus y de agresión a China. Este último no solo atacó el principal destino de las exportaciones agropecuarias del Brasil, sino que se opuso y bloqueó la importación de las “peligrosas” vacunas. Su política terraplanista demoró la concreción de acuerdos comerciales para recibir las vacunas necesarias. Apoyó a Trump hasta el final, incluso en sus denuncias golpistas contra el fraude de Biden.
 El Congreso había amenazado la semana pasada con iniciar un impeachment (proceso de destitución) de Bolsonaro por su política criminal frente al coronavirus, entre otras acusaciones. Al presidente reaccionario, no le quedó otra que sacrificar a su más fiel ministro. Pero… la renuncia de Araujo indicó la existencia de una crisis política y de diferencias entre Bolsonaro y parte de la cúpula militar que lo viene sosteniendo no solo política, sino físicamente con miles de militares en lugares ejecutivos claves del gobierno.
 Fue seguida el mismo día por media docena de cambios en el gabinete ministerial. La que más resalta es la renuncia del ministro de Defensa, el general Fernando Azevedo e Silva, quien habría intentado mantener un relativo equilibrio en el apoyo de las Fuerzas Armadas al gobierno, para no ver arrastrada a estas ante un eventual colapso del gobierno Bolsonaro. En noviembre pasado, Azevedo e Silva y los comandantes de las tres ramas militares del país —el general Edson Pujol (Ejército), el almirante Ilques Barbosa (Armada) y el brigadier Antonio Carlos Moretti (Fuerza Aérea)— emitieron una declaración conjunta en la que reafirman la separación político-institucional entre las Fuerzas Armadas y la “política”. Esto luego de que Bolsonaro amenazara con el uso de «la pólvora» para defender su política depredatoria en el Amazonas. El nuevo ministro de Defensa, el general Walter Souza Braga Netto, ex Jefe de Estado Mayor, retirado en el 2020 y especie de primer ministro de Bolsonaro, viene a encarar una reestructuración más profunda de las Fuerzas Armadas, para lo cual piensa defenestrar a la actual comandancia de las 3 armas.
 Se trata de un choque importante, ya que Bolsonaro cuenta con mayor apoyo entre militares retirados que en actividad. También se producirá un enroque entre el Ministerio de Justicia y la Abogacía General de la Unión (Fiscalía General). El actual ministro de Justicia, André Mendonca, reemplazará al fiscal José Levi que se retira porque no había querido apoyar el ataque ante la Corte Suprema de Bolsonaro contra gobernadores opositores que decretaban medidas de cuarentena. Por supuesto que en el lugar del ministro de Justicia, asumirá un conocido represor: un comisario de la Policía Federal, Anderson Torres. Por otro lado, el Ministerio de la Secretaría de Gobierno, que se ocupa de las relaciones entre el Gobierno y el Parlamento, pasará a manos de la diputada Flavia Arruda, esposa de un exgobernador de Brasilia destituido y preso en su momento por corrupción, de buenos oficios con el “centrao”, la bancada derechista mayoritaria en el parlamento que apoyó todas las medidas reaccionarias de Bolsonaro (reforma jubilatoria, privatizaciones, etc.) pero que aspira a contener sus “excesos” y a cogobernar. 
 Se trata de una tirada de lastre con la renuncia del reaccionario ministro de Relaciones Exteriores, combinada con un semigolpe ministerial que pretende, por parte de Bolsonaro, afianzar su dominio político directo sobre las Fuerzas Armadas y conciliar al mismo tiempo, con la bancada civil del “centrao” derechista. La crisis no se ha cerrado ni por lejos. Por lo pronto, se acaban de conocer las renuncias de los jefes de las tres armas, producidas tras la dimisión de seis ministros, lo cual no tiene precedentes en la historia política del país. 
 Por supuesto que detrás de esta fuerte crisis política y militar está no solo la feroz crisis sanitaria, sino el trasfondo de la crisis económica-social. La deuda externa se ha elevado a más del 90% del PBI. La desocupación, precarización laboral y la miseria (hambre) se expanden más rápido que el coronavirus. 
 El ausente en forma directa es el movimiento de lucha de las masas trabajadoras. Esto es producto de la política de contención del Partido de los Trabajadores, el PCdoB y el PSOL que se han colocado como perspectiva la formación de un Frente súper Amplio para derrotar electoralmente a Bolsonaro en las elecciones de fines del 2022. Las centrales obreras y de masas están frenadas desde adentro por esta orientación. Lula –que ha sido habilitado por la “justicia” para presentarse a elecciones– ha salido a plantear que es necesario un frente electoral con sectores opositores de la derecha. Disputa con Bolsonaro el apoyo del corrupto “centrao” parlamentario. Los intentos de imponer un impeachment que destituya a Bolsonaro son solo un saludo a la bandera. Colocar a las masas trabajadoras detrás de esta perspectiva es llevarlas a la parálisis y el fracaso. 
 Es necesario que la clase obrera y los explotados recuperen las centrales obreras y sus organizaciones de masas para enfrentar la masacre sanitaria y social que impulsa con amenazas de creciente represión el gobierno Bolsonaro. Impulsar y apoyar todo movimiento de resistencia de las masas. Organizar encuentros y congresos de trabajadores con delegados electos en las provincias y a nivel nacional. Los trabajadores necesitan organizar un plan de lucha en marcha a la huelga general, para rechazar los ataques e imponer sus reivindicaciones, para echar a Bolsonaro, Mourao y todo el régimen capitalista de barbarie y explotación. 

 Rafael Santos

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