Si hablamos de adultos mayores, el ritmo es aún más lento. El gobierno dijo que dentro de su plan se incluía la idea de inocular a dicho grupo etario antes de los meses de invierno (que por lo general marcan un recrudecimiento de los virus respiratorios); sin embargo, hasta ahora se ha vacunado solo 670.115 adultos mayores. Esto es por varias cuestiones, como por ejemplo que en las últimas semanas hayan llegado cargamentos de la vacuna Sinopharm que aún no está autorizada para mayores de 60, pero sobre todo los retrasos en la campaña de vacunación nacional.
Dichas dosis se están repartiendo entre los profesionales de la salud que no se vacunaron en las primeras tandas y a los docentes entre 18 y 59 años.
Aunque el ritmo de vacunación sea lento, en el primer bimestre el gobierno utilizó el 43% del presupuesto que previó para la compra de vacunas en 2021, unos $5.936 millones. Según lo informado, se compraron 14 millones de vacunas con ese dinero. A simple vista se ve que el presupuesto estimado está por debajo de lo necesario para llevar adelante una campaña de vacunación eficaz y rápida, una prueba más de la improvisación con la que se ha tomado la política sanitaria desde los inicios de la pandemia. Ahora, presionado por los escándalos que han rodeado al proceso de vacunación, aumentaría el presupuesto en 2 oportunidades hasta un total de $61.279.158.739 (La Nación, 15/03/2021)
Pero el aumento de presupuesto debe ir a toda la cartera de salud. Además de la escasez de dosis (en casi 3 meses llegaron solo 3.818.465, incluso cuando los primeros contratos estipulaban 20 millones entre enero y febrero de este año), el problema pasa por la falta de otras medidas adicionales para proteger a la población de la exposición al virus que no sean campañas de cuidado individual.
Lucía Cope
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