Entre el Covid-19 y las metas de ajuste.
Esta semana será investido por el parlamento como nuevo canciller alemán Olaf Scholz, quien encabezará un gobierno de coalición entre la socialdemocracia (SPD), los liberales (FDP) y los verdes. Scholz se impuso en las elecciones de septiembre a la Democracia Cristiana de Angela Merkel (CDU), que obtuvo el peor resultado de su historia. La dirigente se retira tras dieciséis años en el cargo.
Alemania pasará, entonces, de un gobierno bipartito de los dos partidos históricos (demócratas cristianos y socialdemócratas) a uno tripartito, bautizado como “coalición semáforo”, por el color que identifica a sus integrantes (rojo socialdemócrata, amarillo liberal, verde).
Los 16 ministros del nuevo gobierno se dividen entre siete socialdemócratas, cinco verdes y cuatro liberales. La socialdemocracia tendrá el ministerio de Trabajo y asuntos sociales; los verdes, la cartera de Economía y clima, y la de Asuntos Exteriores; y los liberales, la estratégica cartera de Finanzas, que ocupará el jefe del partido, Christian Lindner.
El debate principal que recorre al nuevo gobierno alemán es qué hacer con el endeudamiento, que se disparó a partir de la pandemia. Entre 2020 y 2021, se acumuló un déficit fiscal récord en décadas, que fue a parar a rescates y nacionalizaciones parciales de empresas, y en menor parte a medidas de contención social. Aun así, el PBI se contrajo un 5% en 2020, y este año apenas recuperaría la mitad de lo perdido. En cambio, la deuda pública -que había bajado desde el 82,4% al 60% desde 2010 como fruto de las políticas de ajuste- trepó al 73% (El Economista, 6/2).
Los liberales, que ocuparán la cartera de Finanzas, son partidarios de retomar los techos de deuda que fueron suspendidos en el continente a raíz del Covid-19. El 2023 sería la fecha tentativa para ello. El nuevo ministro de Finanzas, Lindner, es visto como un duro, inclinado a los criterios rígidos de los llamados países “frugales” del continente (Holanda, Suecia, Dinamarca, etc.) y hostil a cualquier suba de impuestos a la clase capitalista. Pero otros sectores de la coalición temen el impacto económico de un ajuste repentino, más aún cuando Alemania ni siquiera ha superado el coronavirus. El país asiste a una cuarta ola que Merkel ha definido como “dramática” y que ha obligado al gobierno a reimponer restricciones a los comercios y una mayor tensión en la vacunación de la población.
Por otra parte, el planteo de austeridad de Lindner choca con el reclamo de los verdes de conformar un fondo para financiar la descarbonización de la economía.
A la luz de estos hechos, varios medios destacan la contradicción de una coalición que promete austeridad y, al mismo tiempo, aumento del salario mínimo, financiación de la transición climática y construcción de viviendas (esto último para afrontar el problema cada vez más grave del aumento de los alquileres -el mismo día de la elección general, un referéndum en Berlín aprobó la expropiación de viviendas ociosas para ponerle un límite a ese encarecimiento). El Bundesbank, que es el banco central alemán, ha emitido un comunicado en que critica el planteo de aumento salarial y el abandono del freno de deuda.
A modo de compromiso, los componentes de la coalición buscan salidas intermedias, como restablecer el techo de deuda, pero cambiando el modo de calcularlo, para que el ajuste resulte más gradual. En el caso del fondo climático, usar los excedentes de fondos de 2020 y 2021. También, que el Estado se desprenda de su participación en algunas empresas (Lufthansa, Deutsche Telekom, Deutsche Post) para hacer caja, o bien que sean las compañías públicas las que se endeuden.
El otro foco de atención del nuevo gobierno está puesto en la situación internacional. Algunos medios destacan que verdes -a cargo de la cartera de relaciones exteriores- y liberales serían partidarios de una postura más agresiva hacia Rusia, China y algunos de los países del este que vienen teniendo roces con Bruselas (Polonia, Hungría). Berlín es adversario de Moscú, pero al mismo tiempo tiene algunos vínculos con el gobierno de Putin, como en la construcción del gasoducto NordStream 2. Por lo pronto, Schulz ha debutado con fuertes críticas a Rusia por el recalentamiento de la situación en Ucrania, lo cual es un indicio de para dónde va la cosa.
Los trabajadores alemanes han padecido en las últimas décadas las políticas de ajuste y flexibilización laboral de la CDU y el SPD, que han conducido a un deterioro de las condiciones sociales y a una proliferación de los “mini-empleos”, que son puestos precarios y a tiempo parcial. Mientras tanto, persiste la disparidad entre el oeste y el este del país. La organización e intervención independiente de los trabajadores es necesaria ante la nueva etapa que se abre.
Gustavo Montenegro
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