Esta columna es escrita mientras el país espera por el partido que la selección nacional jugará con Australia por los octavos de final de la copa del mundo. Es una espera ansiosa, de un pueblo que es asediado a diario por el ajuste y la inflación, y espera desahogar al menos parte de esa bronca con gritos de gol y perpetuando la ilusión mundialista. No es para menos, porque para los trabajadores de Argentina no hay respiro.
Lo denunció la movilización de la Unidad Piquetera contra la ofensiva del gobierno para avanzar en bajas masivas de planes sociales, tras anunciar una jornada de lucha con marchas y permanencias a lo largo y ancho del país la próxima semana. Es una respuesta contundente a la persecución oficial a los beneficiarios de programas sociales de indigencia que trabajan haciendo changas para sobrevivir, mientras los grandes evasores y fugadores que especulan poniendo en vilo la economía nacional son premiados, como sucede con la segunda edición del dólar soja o los usurarios intereses que se le gatillan a los bancos, como denunció con todas las letras el dirigente del Polo Obrero Eduardo Belliboni. Episodios muy ilustrativos de qué clase social es la que paga el ajuste fondomonetarista de los políticos capitalistas; a tal punto que se ha abierto otro flanco de crisis con los movimientos sociales oficialistas.
De hecho, mientras la ministra millonaria Tolosa Paz retacea los alimentos que se había comprometido entregar a los comedores barriales, Massa anuncia además rebajas de retenciones y otros beneficios impositivos para el capital agrario, e incluso ampliar las ventajas cambiarias accediendo a los reclamados “dólar fruta”, “dólar malbec”, etcétera. Un trato preferencial a grandes exportadoras, excusándose en los efectos de las sequía y las heladas, cuando son los emprendimientos capitalistas que consumen el grueso de los cursos de agua a costa de las poblaciones locales. Ni que hablar de este contraste en el corazón de Vaca Muerta, donde comunidades mapuche se plantan en defense de sus territorios y vecinos de la localidad neuquina de Añelo reclaman por la carencia de agua, mientras las petroleras (otras con acceso VIP a los dólares) consumen millonadas de litros en el fracking. Es por este orden social que en el “granero del mundo” se vuelve prohibitivo hasta el pan, no por una eventualidad climática (que por lo demás también es resultado de la depredación ambiental capitalista).
Así las cosas ni margen queda para la mística discursiva del peronismo, como retrata el editorial de Santi Nuñez. Sin ir más lejos, habría que pasar del “que la paguen los que la fugaron” a un “paguemos a los acopiadores… para cumplir con el FMI”. Y sin embargo ahí tenemos a la dirección de ATE Capital amenazando con parar el Estado si condenan a Cristina Kirchner, a la par que el Indec revela que desde el inicio del plan Massa ya se recortaron 1.700 puestos de trabajo en el sector público nacional. Pero si la burocracia sindical sigue jugada a defender al gobierno ajustador, como Ctera con su nueva entrega salarial, la continuidad de las luchas de los trabajadores de la salud pone las cosas en su lugar.
Junto a residentes de diversos hospitales bonaerenses y otros en conflicto como el Garrahan, los trabajadores del Hospital Posadas protagonizaron una enorme acción de lucha cortando el Acceso Oeste reclamando aumento salarial y el pase a planta permanente de todos los precarizados. En Córdoba volvieron a rechazar la oferta insuficiente de Schiaretti y siguen la pelea. En otro organismo donde igualmente abundan los contratados, el Conicet, también hubo medidas de fuerza; y siguen los paros en el Subte, donde además la oposición Multicolor viene de realizar una gran elección conservando su representación como minoría en la directiva del sindicato.
Estos procesos por abajo conviven con una aguda crisis política por arriba, pero con disputan por entero ajenas a las necesidades populares, como denunció la diputada Romina Del Plá antes de que cayeran en medio de un escándalo la sesiones preparatoria y especial de la Cámara baja. Es que por la rosca entre el Frente de Todos y Juntos por el Cambio en torno al reparto de sillones en el Consejo de la Magistratura se frustró hasta la limitada moratoria previsional, dejando en banda a los 800 mil trabajadores que iban a poder acceder (vale aclarar, menos de la mitad de los adultos mayores que tendrán la edad pero no los aportes para jubilarse). Con todo, en la provincia de Buenos Aires el gobernador Kicillof mantiene fluidas negociaciones con la oposición para aprobar su Presupuesto 2023, ya que por sobre la disputa de caja de los intendentes existe una unanimidad en cuanto al carácter ajustador de la “ley de leyes” bonaerense.
Es lógico que toda esta tensión social se canalice en parte en la ilusión de todo un pueblo por ver a la Argentina triunfar, al menos en el fútbol. Es que es precisamente allí donde simples pibes de barrio lograron un reconocimiento mundial hacia la celeste y blanca, como nunca logró la cipaya burguesía nacional, social menor del saqueo de las riquezas del país por el imperialismo y el gran capital. Por supuesto que el deporte refleja los choques de una sociedad de explotación, como mostró la represión en Bélgica a los marroquíes que celebraban la victoria contra ese seleccionado. Otra perlita mundialista, entre actos de solidaridad con el pueblo palestino o protestas contra la opresión a las diversidades sexuales en el anfitrión del Mundial, fue la firma del convenio multimillonario de abastecimiento de armas que el gobierno yanqui del “demócrata” Biden suscribió con el emir de Qatar, nada menos que en el entretiempo del partido Estados Unidos – Irán, cuando es esa nación persa la destinataria de estas presiones bélicas.
Como sea, si el deporte más popular del mundo no puede escapar a los negocios sucios y las tensiones propias de la sociedad capitalista, no deja de ser por eso un campo de juego donde al menos deportivamente se puede hacer justicia. Por eso es pasión de multitudes. Pase lo que pase, ¡vamos Argentina! Esa Argentina de los de abajo, que todos los días salen a la cancha a poner el cuerpo. Ese es nuestro equipo.
Buen domingo.
Iván Hirsch
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