El gobierno de Burkina Faso, un país mediterráneo ubicado en el Africa Occidental, otorgó a Francia a fines de enero un mes de plazo para la retirada de sus tropas. Se trata de unos 400 efectivos desplegados en la base de Kamboisin, cercana a la capital Uagadugú.
Aunque el cortocircuito se habría producido por declaraciones del embajador galo, Luc Hallade, tras señalar que el país se encuentra al borde de una guerra civil, las tensiones entre las partes se remontan al golpe militar de octubre pasado en el territorio africano.
El nuevo gobierno del capitán Traoré expresó de entrada “la firme voluntad de acudir a otros socios dispuestos a ayudarnos en nuestra lucha contra el terrorismo” (El País, 2/10/22), lo que fue interpretado como un guiño a Rusia.
Traoré derrocó al teniente coronel Paul-Henri Damiba, quien había depuesto a su vez en enero de 2022 a Rock Kaboré. Las dos asonadas militares estallaron por el mismo motivo: el fracaso del combate contra las organizaciones islamistas, que ya controlan el 40% del territorio.
En ocasión del último golpe contra Damiba, enfurecidos partidarios del nuevo gobierno atacaron instalaciones francesas en el país, sospechando que París protegía al mandatario en su base militar.
Francia tiene desplegados miles de efectivos en el Africa Occidental, en lo que se considera una zona de su influencia. Se trata de un área rica en recursos minerales.
En los últimos años, sin embargo, la presencia gala entró en crisis. El despliegue de la Operación Barkhane contra la insurgencia islamista en la región derivó en un empantanamiento. El gobierno de Emmanuel Macron se vio obligado a anunciar en 2021 un repliegue parcial de soldados.
Asimismo, las tropas francesas se retiraron de Mali, otro país mediterráneo, en medio de una pelea con la junta militar gobernante, que ha cultivado lazos con Rusia.
En varios países, incluyendo Burkina Faso, hubo en los últimos años movilizaciones populares contra el imperialismo galo, en las que se queman banderas francesas.
Estamos ante un revés de Francia en la región, que es parcialmente capitalizado por Moscú. De hecho, en algunas de las manifestaciones se ondean banderas rusas. El Kremlin, de todos modos, no ofrece frente a la dominación gala otra cosa que la perspectiva de su propio dominio.
En la cumbre africana-estadounidense de noviembre pasado, el gobierno de Ghana denunció ante Antony Blinken, el secretario de Estado, que Burkina Faso acordó el arribo de tropas del grupo Wagner, ligado al Kremlin (tiene combatientes en Ucrania), a cambio de una explotación minera. Esto desató un agrio conflicto diplomático entre Accra y Uagadugú.
A su vez, los gobiernos de Burkina Faso, Mali y Guinea, segundo productor de bauxita en el mundo, donde también hubo un golpe de Estado a fines de 2021, acaban de realizar un encuentro con el objetivo de reforzar lazos y reclamar el reingreso a la Unión Africana y la Cedeao (comunidad de Estados de la región), de las que fueron excluidos a instancias del imperialismo.
La salida frente al hambre, la opresión y los sangrientos conflictos étnicos que padece el continente pasa por gobiernos de trabajadores y por una federación socialista de pueblos africanos.
Gustavo Montenegro
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