Esta nota encuentra al país en medio de un cuadro económico explosivo: una corrida cambiaria que ubica al blue en $437, una caída de casi un 10% de los bonos en dólares y de las acciones argentinas y un aumento de tasas de interés impulsado por el gobierno para contener la brecha cambiaria, todo enmarcado además en un contexto de acuerdo con el FMI que refuerza permanentemente el saqueo de los recursos nacionales. Esta expresión del fracaso del Frente de Todos tiene a su vez, como contrapartida, una enorme crisis política, lo que se verifica con la renuncia de Aracre como jefe de asesores y la del propio presidente a la campaña por la reelección, e incluso corren rumores del tambaleo de Massa como ministro de Economía.
El Tesoro
Repasemos. Por un lado, para cumplir con el ajuste fiscal que impone el Fondo, el Estado tiene como objetivo recaudar más y gastar menos. Además, para poder financiar el déficit sin emitir, el Estado recurre a la erogación de deuda pública. Esta deuda el Tesoro debe refinanciarla permanentemente, por lo que tiene que ofrecer mayores intereses, lo que hizo que solo entre enero y marzo, se destinaran $695.678 millones en el pago de intereses de deuda. Si los acreedores desconfían de la capacidad de pago y quisieran cobrar, el Tesoro no podría afrontarlo, tendría que salir al rescate el BCRA con una emisión gigantesca o declarar el default. Esto hace que los especuladores se alejen cada vez más de los reperfilamientos, lo que representa un primer problema para el gobierno a la hora de financiarse.
El dólar
Ahora bien, el mercado, como bien lo demostró la disparada del dólar blue, está corriendo hacia el dólar. Esto significa que los capitalistas vienen deshaciéndose de sus tenencias en pesos para dolarizar sus carteras y así blindarse de una devaluación, pero también presionar por una. El Central viene dilapidando sus reservas, las cuales se encuentran en rojo producto del pago de la deuda externa, la fuga de capitales y la contención de la brecha cambiaria mediante la venta de divisas. Esto hace que cada corrida deje cada vez con menos herramientas a la entidad para intervenir sobre ellas y contener la disparada.
Para nutrir las arcas de divisas, Massa lanzó el dólar agro, otro beneficio cambiario para que las patronales agrarias liquiden sus divisas, una devaluación encubierta que impacta en el precio de los alimentos. Si la medida tuviera como contrapartida el ingreso de U$S 5.000, como el gobierno espera, además se necesitaría una emisión monetaria de $1,5 billones, lo que echaría más leña al fuego inflacionario e iría también a parar a los dólares paralelos. Igualmente, como la liquidación se esta realizando a cuenta gotas, todo indicaría que las patronales agrarias están a la espera de una devaluación en regla.
Economía también obligó a organismos públicos, como el Fondo de Garantía de Sustentabilidad de la Anses, a vender los bonos en dólares a pérdida, puesto que son con los que se opera el dólar CCL, para que este baje de precio. Es decir, financió la corrida a costa de las jubilaciones, pero el gobierno se va quedando sin tela para cortar, sobre todo porque Argentina tiene cada vez más cercenado el mercado de crédito internacional para pedir préstamos en dólares, producto del sobrendeudamiento que ya cursa el país.
La desconfianza que generó la corrida y los simbronazos políticos que conllevó la misma hizo que los bonos y las acciones argentinas cayeran en picada, y el riesgo país hoy se acerca a los 2600 puntos. Este cuadro es atizado además por el alza de las tasas de interés en Estados Unidos y la Unión Europea, que tiene el efecto de retraer a los capitales desde los países periféricos hacia los centros financieros.
La deuda en pesos
El Banco Central tiene una enorme deuda, de Leliqs y pases. Esta hipoteca empezó como una medida para absorber pesos del mercado y así contener la inflación como si esta fuera tan solo un fenómeno monetario, algo que finalmente tuvo el efecto contrario.
Ahora, el BCRA tiene un stock de estos pasivos que supera los $12 billones, cuyos intereses va pagando a costa de emisión, que se vuelve a absorber mediante Leliqs y pases.
Ahora el gobierno aumento la tasa de referencia en un 3%. El FMI exige que esta se ubique por encima de la inflación para que los plazos fijos en pesos no vayan al dólar. Esto significa, además del carácter recesivo que tiene la medida, que la entidad deberá emitir $1 billón de pesos mensuales en concepto de intereses de Leliqs y pases, los cuales intentará reabsorber colocando nuevas letras, agrandando así el pasivo de la entidad y su carácter explosivo.
De esa usura solo se benefician los bancos, que usan la plata de los depositantes para adquirir esta deuda, incluidos los encajes bancarios que deberían estar reservados como garantía para los ahorristas. Lo que significa que, de haber una devaluación abrupta que implique retiros masivos de los depositantes para correr hacia el dólar, estos quedarían atrapados en un corralito.
Todo este cuadro a su vez está condicionado por el imperialismo y el capital financiero internacional, un elemento no menor, puesto que demuestran tener una injerencia cada vez mayor dentro de la vida política del país.
Esto quedó demostrado, por ejemplo, en la implementación inmediata de tarifazos luego de la última revisión del FMI o en la modificación de la Ley Antiterrorista y la participación de Argentina en ocho ejercicios militares conjuntos con Estados Unidos y otras potencias que aprobó ayer el Congreso.
¿Y entonces?
Queda claro que el gobierno se encuentra en una encerrona y que este esquema para cumplir con el Fondo se ha demostrado inviable. Es lo que ha conformado esta bomba de tiempo a punto de explotar. Para salir de la crisis, Milei propone dolarizar, lo que conllevaría una devaluación tan grande como para que cada dólar, dentro de las expectativas más optimistas, equivalga a $3.000. Así se pulverizarían los salarios, se confiscaría a los ahorristas, y se terminaría con la industria nacional.
Demostrado está que esta propuesta busca rescatar a los mismos que se benefician hoy con este esquema económico ruinoso: la banca y los especuladores. Mientras tanto, los trabajadores padecen un sinfín de penurias: el aumento constante en el costo de vida, la incapacidad para poder ahorrar y así evitar la pérdida del poder adquisitivo, topes paritarios que mantienen pisados los salarios por debajo de la línea de pobreza y el desempleo.
Hay que echar a los políticos capitalistas que nos arrastraron a este cuadro, solo la clase que genera las riquezas del país puede dirigir la economía para que los recursos nacionales sean destinados a cubrir las necesidades populares.
Camila García
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