La proclama antidolarizadora reitera los señalamientos críticos que han sido repetidos hasta el cansancio en las últimas semanas, a saber: que una dolarización general de la economía implicaría “crecimientos absurdos de la deuda pública” o bien “dolarizar a un tipo de cambio tan elevado que implicaría una espiralización de la inflación”. Los críticos agregan que “la ocurrencia de shocks externos adversos nos sometería a recurrentes períodos recesivos y de elevado desempleo con vistas a recuperar competitividad externa”. Entre los firmantes, sin embargo, hay numerosos protagonistas de la convertibilidad de Menem y Cavallo, un experimento monetario con “rigideces” similares, pero que no tuvieron las mismas consecuencias para las diferentes clases sociales. La burguesía sorteó la “rigidez” monetaria con endeudamiento externo, que luego del derrumbe del 2001 logró licuar a través de la pesificación asimétrica. En cambio, el corset de la convertibilidad fue implacable contra trabajadores y jubilados. En esa línea, el documento de los 200 economistas se cuida muy bien de denunciar las implicancias de la dolarización como factor de disciplinamiento social. Al colocar al dólar como equivalente general de la producción y los intercambios que tienen lugar en la economía, empuja a la industria local a sostener la competencia internacional a costa de un aumento de la explotación absoluta de la clase obrera. Fue lo que la convertibilidad se empeñó en profundizar, ya en su declino, con la ley Banelco.
La omisión de este aspecto crucial de la tentativa dolarizadora cobra todo su significado cuando se advierte cuál es la salida “alternativa” que ofrecen sus críticos. En efecto, señalan que “el principal problema que está detrás de nuestra exacerbada inestabilidad macroeconómica (es) “el desequilibrio fiscal”, En este plano, critican a un planteo dolarizador que “carece de un firme compromiso con el equilibrio intertemporal de las cuentas públicas”. Los “no dolarizadores”, en definitiva, son partidarios de un ajuste fiscal. Los “profesores e investigadores de Economía en diversas universidades públicas y privadas del país y del extranjero, economistas del sector privado, especialistas y hacedores de políticas públicas”, como se autocalifican -y en negrita- sus redactores, no han juzgado conveniente servirse de semejante background de conocimientos para caracterizar socialmente al “desequilibrio fiscal” No dicen, por ejemplo, que los diferentes regímenes de subsidios y exenciones a grupos capitalistas representan tres veces el actual déficit corriente. Tampoco hay mención alguna al papel del endeudamiento usurario como factor de creación y acrecentamiento del déficit, mediante la capitalización permanente de intereses impagos (anatocismo). El principal destino de la presente emisión monetaria es el rescate del valor de la deuda pública en pesos. El régimen monetario y fiscal y el conjunto del presupuesto público constituyen una herramienta despótica y confiscatoria del Estado contra las masas, a cuenta del capital. Los economistas omiten este señalamiento detrás de la advertencia “neutra” sobre el equilibrio fiscal”. Una señal inequívoca que pretenden de él lo mismo que los dolarizadores con la moneda: un instrumento de disciplinamiento contra la mayoría trabajadora.
Para sentar fundamentos contra una pauta monetaria “rígida”-como ocurriría con una dolarización- los profesores la emprenden nada menos que contra el liberal inglés David Hume y su modelo de patrón oro, donde un país deficitario en su balanza comercial restauraba su equilibrio en base a reducir sus precios medidos en el metal. Los 200 economistas responsabilizan al patrón oro de la “virulencia” de la Gran Depresión” de 1930, y delatan con ello un límite metodológico insuperable: buscan en la moneda -que es el “velo” que envuelve a las relaciones sociales- la causa de las crisis; y no advierten que fue la crisis capitalista la que empujó al fin de un cierto régimen monetario. Los años 30 y el keynesianismo intentaron sortear la depresión económica y las deflaciones apelando a las devaluaciones monetarias. Pero las guerras de monedas, en cualquier caso, terminaron sencillamente en la guerra mundial, como manifestación extrema del agotamiento de las relaciones sociales capitalistas. La economía capitalista en declinación ha recurrido a todas las manipulaciones monetarias para sortear sus crisis –devaluaciones e hiperinflaciones; depresiones y deflaciones- con el único resultado de reproducir sus contradicciones a escalas cada vez mayores.
Los “200”, sin decirlo, anticipan que piensan darle salida a los “desequilibrios intertemporales” con una megadevaluación y un ajuste fiscal.
La petición de los economistas tiene lugar en un momento político particular, donde el oficialismo gubernamental no consigue remontar su caída electoral. Las razones de este derrumbe pueden encontrarse en una política no demasiado diferente a la que propugnan los 200: si de ajuste fiscal se trata, Massa ha cumplido a rajatablas con las metas impuestas con el FMI. En base, claro, a un régimen monetario ´flexible´, o sea, devaluatorio e inflacionario, donde la precarización y el empobrecimiento masivos están a la vista. En estas condiciones, se ha puesto en marcha un intenso operativo para levantar a otro fenecido -Juntos por el Cambio-, hacer entrar a Patricia Bullrich en el ballotage y enfrentarla con Milei. En nombre del ´mal menor´ y de la lucha contra “la derecha”, se está recalentando un plato recontra frío: nos referimos a la Alianza de De la Rúa y Chacho Álvarez, la coalición de radicales y progres que piloteó a la criatura monetaria de Menem y Cavallo hasta que ésta se estrelló junto a su gobierno. En aquella Alianza, revistaban también unos cuantos participantes actuales de Unidos por la Patria. Pero hay que tener paciencia: si efectivamente Massa quedara fuera del ballotage, vamos a ver a varios progresistas y kirchneristas llamando a votar por la ex ministra de seguridad de Macri, la responsable de los crímenes de Santiago Maldonado y Rafael Nahuel.
Los manuales de economía política abundan en explicaciones sobre las funciones de la moneda. Argentina, siempre pródiga, le ha encontrado una nueva función: la de revivir a un muerto.
Marcelo Ramal
13/09/2023
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