lunes, noviembre 05, 2007

El 18 Brumario de Pervez Musharraf.

Alan Woods

El sábado 3 de noviembre, el presidente Pervez Musharraf declaró el estado de excepción en todo Pakistán, suspendió la Constitución y sustituyó el tribunal superior. Esto significa su segundo golpe de estado después de que tomara el poder el 12 de octubre de 1999. Es un movimiento desesperado que subraya la naturaleza tremendamente inestable del régimen, que pierde apoyo según pasan los días.
En la proclamación del estado de excepción el general ha culpado de la creciente violencia a los militantes y a la judicatura, según él seguían "propósitos opuestos" a su gobierno y la legislatura. Es una jugada que puede hundir en el caos el futuro político del país.
Esta situación no conviene a los intereses del imperialismo norteamericano, Pakistán ahora tiene una importancia estratégica clave debido a la guerra en el vecino Afganistán. Washington ha estado presionando a Musharraf para que acabe con las fuerzas pro-talibanes que han cruzado la frontera para luchar contra las fuerzas de la coalición en el sur de Afganistán.
Esta presión ha socavado a Musharraf. Su ejército ha sufrido duras pérdidas en las zonas tribales donde han intentado, sin éxito, acabar con los militantes talibán. Todavía existe un poderoso sector del ejército, y sobre todo de los Servicios de Inteligencia (ISI), que apoya a los talibán y a Al Qaeda, y que los protegen.
Musharraf no puede hacer nada ante esta situación. El ejército es su única base de apoyo y es muy débil. Por esa razón, los estrategas del imperialismo norteamericano han llegado a la conclusión de que Musharraf ya no les resulta útil y es prescindible. Ahora en su lugar miran hacia Benazir Bhutto.
Benazir no ha perdido la oportunidad de presentarse como una "moderada" pro-occidental. Pero detrás de Benazir y el PPP están las masas que anhelan un cambio. Ellas son leales a las aspiraciones socialistas originales del PPP y exigen Roti, kapra aur makan (pan, ropa y vivienda). La actitud de las masas se pudo ver cuando Benazir regresó a Pakistán: al menos dos millones de personas salieron a las calles, la aplastante mayoría eran trabajadores, campesinos y pobres.
Para evitar cualquier contratiempo y calmar las expectativas de las masas, presionan al general para que llegue a un acuerdo con Benazir. Pero es más fácil decirlo que hacerlo. El general no quiere dimitir como jefe de las fuerzas armadas ni presentarse a las elecciones como un político civil. Si él se despojara de su uniforme militar, como exige la oposición "democrática", sería como ponerse una soga al cuello.
El destino personal de Musharraf no preocupa a Washington, pero sí tiene un interés considerable para el general que, como a la mayoría de las personas, le gustaría morir de anciano. Ha manifestado reiteradamente que su uniforme militar era como "una segunda piel" para él. Para ser más exactos, con él espera salvar el pellejo, pero este hecho no necesariamente es seguro.
Pakistán ha tenido una historia tormentosa desde que consiguió la independencia formal, junto con la India, en 1947. Desde entonces, la débil burguesía pakistaní ha demostrado ser totalmente incapaz de desarrollar este inmenso país. Sigue hundido en la pobreza y el atraso feudal, la economía es un caos y el país retrocede, no avanza.
La debilidad del capitalismo pakistaní se ha manifestado en una inestabilidad política extrema. Durante intervalos regulares se han sucedido regímenes "democráticos" débiles con dictaduras militares de uno u otro tipo. El último dictador, Zia al Huq, fue asesinado (probablemente por la CIA). Musharraf tiene miedo de correr la misma suerte y por eso se aferra al poder. Pero éste se le escapa de las manos.
Este golpe llegó solo 12 días antes de la fecha de finalización de la presidencia del general Musharraf y las actuales asambleas, y cuando los 11 jueces del Tribunal Supremo tenían un fin de semana de descanso en sus deliberaciones sobre su pretensión de presentarse a otro mandato presidencial de cinco años, sobre todo basándose en su puesto militar.
En el período reciente había signos de desintegración del propio Estado. Se han abierto fisuras a todos los niveles. La manifestación más clara fue la rebelión de la judicatura, que ahora está suspendida. Su última acción fue dictaminar las acciones inconstitucionales del presidente. Pero la lucha de clases no se puede determinar por trampas constitucionales. El general respondió con la suspensión de la Constitución y las leyes del país.
El Decreto Constitucional Provisional ha suspendido la Constitución. Ha intentado suavizar la situación diciendo que el país será "gobernado, tanto como se pueda, de acuerdo con la Constitución". Esto significa, que según convenga a los intereses del general. Siete de sus artículos relacionados con los derechos fundamentales seguirán suspendidos y el presidente tiene el poder de enmendar el documento "como un expediente juzgado", es decir, por Musharraf.
Pero a Musharraf se le están agotando todas las opciones. En este último juego, ha dejado a un lado no sólo la Constitución sino también sus propios poderes como presidente, que ya eran considerables. Ahora ha preferido actuar como el jefe del Estado Mayor. En lugar de una dictadura bajo la hoja de parra de la presidencia constitucional, tenemos la dictadura abierta del ejército: el gobierno de la espada.
Sin embargo, como explicaba Trotsky, el ejército y la policía no bastan para gobernar la sociedad. Un régimen sin base en la sociedad es un régimen inestable, es un régimen en crisis. Con toda probabilidad no durará mucho, en realidad, la dictadura de Musharraf siempre fue débil. Su principal fuerza consistía en la debilidad de la oposición.
Las acciones del general, según el periódico pakistaní Dawn , fueron recibidas con "la condena inmediata en casa por parte de los partidos de la oposición, grupos de abogados y derechos humanos, y con preocupación de los aliados de la ‘guerra contra el terrorismo', como son EEUU y Gran Bretaña". Pero todo esto es sólo humo. La llamada oposición "democrática" ha demostrado ser impotente e inútil, totalmente incapaz de dirigir una lucha contra la dictadura.
En cuanto a los lamentos "democráticos" de EEUU y Gran Bretaña, se caen por su propio peso. Londres y Washington han cerrado los ojos durante mucho tiempo a la dictadura de Musharraf porque le convenía a sus intereses.
La proclamación del estado de excepción ha creado una situación donde el "gobierno del país no puede gobernar de acuerdo con la Constitución" y la "Constitución no es una solución a esta situación". En realidad, es correcto. Las contradicciones de la sociedad pakistaní son tan profundas e irreconciliables como para ser solucionadas por abogados y constituciones. Al suspender la Constitución, Musharraf sólo admite esta realidad. Sabe que la lucha de clases está alcanzando un nivel inaguantable que ya no se puede contener sólo con leyes formales.
El estado de excepción ha ido acompañado con un cambio inmediato del Tribunal Supremo además de cambios en los tribunales superiores provinciales, eliminando cualquier tipo de independencia de la judicatura. Los derechos fundamentales suspendidos por la PCO relacionados con la seguridad de las personas (artículo 9) y la protección ante arrestos y detenciones (artículo 10), libertad de movimiento (artículo 15), libertad de reunión, (artículo 16) libertad de asociación (artículo 17); libertad de expresión (artículo 19) e igualdad de los ciudadanos (artículo 25).
Dice que el Tribunal Supremo, un tribunal superior o cualquier otro tribunal "no debe tener el poder de emitir una orden contra el presidente o el primer ministro, ni contra ninguna persona que ejerce poder o jurisdicción bajo su autoridad".
Incluso en el momento de la verdad, sin embargo, la mano del general ha temblado. No ha abolido los gobiernos federales y provinciales, y las dos cámaras del parlamento y las asambleas provinciales permanecen intactas. Estas no son las acciones de un hombre que está seguro de lo que está haciendo.
Para justificar sus acciones, el general ha hecho referencia al "visible auge de las actividades de extremistas e incidentes de ataques terroristas". Su proclamación también contenía una larga lista de acusaciones contra la judicatura superior, algunos de cuyos miembros "sostienen objetivos contrarios a los del ejecutivo y la legislatura en la lucha contra el terrorismo y el extremismo, por tanto, debilitan al gobierno y la resolución de la nación, y diluyen la eficacia de sus acciones para controlar esta amenaza".
"... Se ha producido un aumento de la interferencia de algunos miembros de la judicatura en la política del gobierno, que afectan negativamente al crecimiento económico, en particular", también añade la "injerencia constante en las funciones del ejecutivo".
También culpan a la interferencia de la judicatura de haber "debilitado el mandato del gobierno, la fuerza policía... completamente desmoralizada y... perdiendo eficacia en la lucha contra el terrorismo y las agencias de inteligencia... frustradas en sus actividades de captura de terroristas".
Mientras que "algunos militantes del núcleo duro, extremistas, terroristas y suicidas, que fueron arrestados y que habían sido investigados se ordenó su liberación", además añadió: "Las personas liberadas han estado implicadas en actividades terroristas horribles, provocando la pérdida de vidas humanas y pobreza. Debido a esta situación, militantes de todo el país se han envalentonado a pesar de las agencias de cumplimiento de la ley".
La parte más significativa de esta declaración es la admisión abierta de que sectores del Estado están "totalmente desmoralizados". Revela la debilidad interna del propio estado, incluidas las fuerzas armadas, la policía y las fuerzas de seguridad. La verdadera razón es que el Estado pakistaní está dividido de arriba abajo, y lleva así un tiempo. Musharraf intenta ocultar esta división poniendo sus botas militares sobre la mesa, pero lo que hace es basarse en un junco roto.
Lenin explicó hace tiempo que toda revolución comienza por arriba, con escisiones en el viejo régimen. Esa primera condición ya existe en Pakistán. La segunda condición es que la clase media esté en situación de fermento y oscilando entre la revolución y la contrarrevolución. En Pakistán la clase media está totalmente alejada de la camarilla dominante. Esto, en parte, se reflejó en las protestas de los abogados, aunque el movimiento contiene elementos contradictorios.
El otro factor es que la clase obrera debe estar dispuesta a luchar y hacer los mayores sacrificios para cambiar la sociedad. En los últimos años ha habido un auge de la lucha de clases en Pakistán, con huelgas importantes como la de los trabajadores de telecomunicaciones y del acero. En los últimos días ha habido una huelga nacional de PIA (Pakistán Airways). Estas huelgas apenas aparecen en los medios de comunicación fuera de Pakistán pero sí son un síntoma de gran importancia. Demuestran el despertar del poderoso proletariado pakistaní.
La condición final y más importante es la existencia de una organización y dirección revolucionarias. ¿Existe en Pakistán? ¡Sí! Los marxistas pakistaníes representados por The Struggle han ganado fuerza e influencia estos años. Han conquistado una posición tras otra, han conseguido reunir a su alrededor a la aplastante mayoría de los activistas juveniles y trabajadores más militantes. Tienen una presencia fuerte y creciente en todas las regiones, en todas las nacionalidades y en cada ciudad importante.
En las luchas de los trabajadores han jugado un papel excepcional. Junto con el PTUDC (Campaña por la Defensa de los Sindicatos Pakistaníes), la organización sindical militante más importante del país, han dirigido victorias significativas como la derrota del intento de privatizar Pakistán Steel (acería). En Cachemira han ganado la mayoría de los estudiantes para el marxismo y en Karachi y Pukhtunhua (en la Frontera Noroccidental) han ganado a muchos de los militantes del antiguo Partido Comunista.
Como sabrán los lectores de nuestro periódico y de www.marxist.com, los compañeros han jugado un papel activo en las manifestaciones de masas, cuando millones de trabajadores y campesinos demostraron su apoyo al PPP durante el regreso de Benazir Bhutto. Fuimos los únicos de la izquierda que comprendimos el papel del PPP y los únicos que pronosticamos cómo responderían las masas. Los compañeros pakistaníes intervinieron en estas manifestaciones, distribuyeron literatura revolucionaria y quemaron banderas norteamericanas. Fueron recibidos con entusiasmo por los trabajadores y los campesinos que querían las mismas cosas que nosotros.
El destino de Pakistán no se decidirá en constituciones sobre el papel o con trucos de abogados, ni con declaraciones hipócritas sobre la "libertad" y la "democracia" por parte de personas que no tienen un interés real en estas cosas. Ni estará determinado por las intrigas y maniobras de los políticos burgueses y los imperialistas. Sólo los trabajadores y los campesinos tienen un interés serio en la conquista de una genuina democracia.
La clase obrera naturalmente luchará por la democracia. Pero los trabajadores lucharán por la democracia con sus propios métodos, con sus propias consignas y bajo sus propias banderas. Sólo de esta manera el movimiento puede triunfar en sus objetivos. Sólo el movimiento revolucionario de masas de los trabajadores y campesinos pakistaníes puede luchar contra la dictadura y establecer una verdadera democracia, que sólo pueden terminar en el derrocamiento de las dictaduras de los terratenientes y capitalistas pakistaníes.
El golpe de Musharraf es sólo otro acto del drama que se está desarrollando en Pakistán. ¡Pero no será el último! Tenemos confianza en que la clase obrera reaccionará a esta ofensiva de la clase dominante como ha hecho en el pasado: acelerando la lucha de clases en todos los frentes.
Hacemos un llamamiento a todos los miembros del movimiento obrero internacional para que ayuden a nuestros compañeros pakistaníes. A enviar resoluciones de protesta desde los sindicatos y partidos obreros, a enviar mensaje de apoyo al PTUDC. A realizar colectar para el PTUDC y enviarlas urgentemente para que podamos expresar nuestro apoyo no sólo en palabras, sino también en hechos.

¡Debemos actuar ahora!

¡Trabajadores del mundo uníos!

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